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Esteban Ascencio: «Creo que estar atados a esa posibilidad que nos da la literatura, de imaginar mundos posibles y mejores, es lo que nos da vida».

*Foto de portada: Juan Miguel Marthans

Esteban Ascencio es narrador y editor nacido en la Ciudad de México. Estudió Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha publicado los libros Me lo dijo Elena Poniatowska (1997), Memorias de un poeta: diálogo con Gonzalo Rojas (2002), Poesía y tango: encuentros con el poeta Horacio Salas (2003) y Los cántaros de la noche (2005). Actualmente, dirige Laberinto Ediciones. También se desempeña como docente en el Curso Integral de Edición de Publicaciones de la Escuela de Edición de Lima.  

Entrevista de: Gabriela Pretel

¿Cómo fueron tus inicios en el mundo editorial?

Datan del año 2004. Tuve una estancia de más de un año en Sudamérica. A mi regreso a México, vuelvo con unos libros. Con dos amigos creamos Laberinto Ediciones. De los dos que iniciaron conmigo, uno parte prácticamente a los dos meses; y el otro, poco después de seis meses. Vieron que la actividad editorial no les iba a ser rentable.

Los tres nos habíamos conocido en la universidad, cada uno de nosotros había incursionado en sus respectivos negocios. En ese entonces, me desempeñaba como vendedor de autopartes eléctricas para autos. Uno de ellos, era instalador de fibra óptica; el otro se dedicaba a la ventas de materiales para construcción. Nos habíamos juntado porque nos gustaban los libros. Pero, pronto descubro que, a pesar que les gustaba los libros, tenían más interés en ganar. En mi caso, noté que sí me satisfacía obtener beneficio, pero que deseaba editar un libro antes de llenarme el bolsillo de monedas. Antepuse la edición de los libros por las utilidades. Al comienzo, hicimos Memorias de un poeta, Poesía y tango. Encuentros con el poeta Horacio Salas y una traducción que me había dado el poeta Esteban Moore; era poesía de Charles Bukowski. Por esos días, en México, solo había un libro de poesía editada: Soy la orilla de un vaso que corta soy sangre. El libro se vendió rapidísimo.

Mis amigos y yo nos dimos cuenta que hay libros que se vendían. Eso nos motivó. Pero, ellos querían dedicarse únicamente a la venta. Después, me quedo a cargo de Laberinto Ediciones. Aposté por el libro, la lectura, la poesía, la narrativa y el ensayo. Hasta la fecha, me siento muy complacido y feliz de seguir editando.

Más allá de la pasión por los libros, ¿cuál crees que es el factor esencial que debe tener un editor? 

Creo que sí es esencial, pero también debe tener una especie de necesidad de hacer dinero. Un editor que no hace dinero dejaría de editar libros. En principio, lo vi como lector, difusor de la lectura y apasionado de los libros. Me parece que tengo rasgos de empresario y puedo hacer que una editorial funcione. Tanto es así que Laberinto Ediciones va a cumplir veinte años sin fallar a mis principios. Vende libros, de lo contrario no podría editar libros. Se debe procurar que la inversión regrese. Una característica principal que debe tener un editor es ser un apasionado de los libros. Sin perder de vista que debe haber necesariamente ganancia, si es que apreciamos el libro.  

Dentro del ámbito latinoamericano, ¿cómo observas la evolución de la industria editorial?

No digo que hoy no haya cosas interesantes. He visto a las trasnacionales reeditar a los clásicos: León Tolstoi, Fiódor Dostoievski, entre otros. Pero, hoy en día, nos olvidamos de la calidad literaria; únicamente importan las ganancias que deja. Antes había un cuidado por el libro. Actualmente, no solo ha disminuido el nivel de calidad del papel, sino también la manufactura. Los costos se han incrementado.

Ahora, ¿qué pasa con las independientes? Para mi, una empresa independiente es la que no recibe subsidio de ningún lado y que publica gracias a las ventas que van generando sus libros. A Laberinto Ediciones la veo como una empresa editorial, tiene ganancias y utilidades. Pero, me ha llevado casi veinte años sostener la editorial, que sigue al frente por ella misma. Se ha tratado de mantener al margen de toda relación comercial con la gente que da prioridad a un beneficio de por medio. No soy editorial independiente porque he vendido libros al Estado. También, dependo de las empresas que conforman toda la red de distribución, como las cadenas de librerías. Laberinto Ediciones está en todo el circuito a nivel nacional, como la ferias. Priorizamos todos los libros.    

La pandemia hizo que las personas se interesaran por los libros de no ficción. ¿Crees que todavía hay lugar para la literatura?

Creo que sí hay cabida para la ficción. Hay que leer poesía, cuento, minificción, novela, teatro, ensayo, ciencia. El lector es un lector. Puede ser de solo ficción y no está mal. Pero debe estar inmerso en todo lo que él sea, todo lo que implica su interés. No importa si es biología, matemática, gastronomía, ensayos sobre arte, una novela, un libro de cuento breve; por qué no Thomas Mann, Guerra y Paz de León Tolstoi, Juan Rulfo con Pedro Páramo. Sin la literatura creo que estaríamos más que incompletos. Si hay algo de lo que el hombre hoy puede sujetarse, es de la ficción. Estar atados a esa posibilidad que nos da la literatura, de imaginar mundos posibles y mejores, es lo que nos da vida; al menos a mí. De no tener estas oportunidades de escaparme, para no estar en el atropellamiento de todos los días, no sé qué sería de mí. Hoy vamos de prisa; voy en sentido contrario. Procuro leer lo que realmente me apasiona.

A pesar de las nuevas tecnologías, sigue estando la literatura. Sin embargo, espero no ver el ocaso. Soy de los románticos, de los que ve en libro una posibilidad de vida plena. Tal vez, estoy de acuerdo porque puede haber una posibilidad de que cambiemos. Me siento feliz con lo que leo. La base que tengo es la de ser lector, y voy orientando a aquellos posibles compañeros de literatura. Doy cursos en diferentes lugares de México y gracias a la Escuela de Edición de lima lo puedo hacer para otras latitudes. Para mí, esto es una satisfacción.

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