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Haz esto si olvidas todo

Por: Kukka Maria Ahokas

No se sorprendan, pero pensé que esta enfermedad no me afectaría.

Pensé que el me iba a faltar, que iba a tomar una curva y esquivarme.

No se sorprendan, pero pensé que la enfermedad estaba haciendo estragos en otros, no en mí.

Pero me chocó.

No se sorprendan si ya no me vean tomando café con amigos porque mi olfato desapareció, y el gusto también. Escuché que el virus se une al receptor ACE-2 y daña una parte del cerebro, lo que hace que el paciente se olvida una capa del mundo.

Después de eso, todo lo que me llevaba a la boca solo eran elementos químicos.

Podría morder plástico.

Algunos sabores se distorsionaban, especialmente los huevos y los productos cárnicos. El pollo es una masa de tejido espeluznante y fibrosa, una sustancia gomosa. Los huevos saben a metal podrido. Si así empieza el veganismo, acepto mi destino.

Pero desafortunadamente, el café también sabe a clavos oxidados. Es mi bebida favorita, y me da mucha melancolía perderla.

Todavía puedo comer canchitas de maíz porque son crujientes. También puedo sentir la sensación de picante en mi boca, por lo cual echo ají en mi avena de la mañana. El receptor del dolor todavía estaba allí.

Aparte de estos, nada.

El recuerdo de los sabores se había ido de mi alcance.

Traté de esforzar mi memoria, pero los sabores se habían desvanecido, como si faltara una parte del cerebro, la que recuerda.

El cuerpo humano se avería a velocidad sorprendente, pero solo lo notas cuando has perdido la salud. Miré con envidia a otras personas que comían con buen apetito, pero no parecían agradecidos, aunque estaban sanos.

Hoy en día, dado en cuenta que la comida es irrelevante para mí, podría convertirme en un gurú del ayuno o un artista del hambre como Franz Kafka y concentrarme sólo en asuntos espirituales.

Pero la falta de café me molestó.

Como persona de ciencia, me puse manos a la obra.

Compré limones frescos, clavo de olor, café de la calidad más fuerte conocida, canela, y aceite de eucalipto. Me paraba en la cocina por las mañanas, abría la tapa del frasco – uno por uno – y trataba de recordar. Según los mejores expertos, esto supuestamente podría despertar las vías neuronales, supuestamente recuerdos se podrían volver a su lugar.

Escuché el sonido familiar cuando la tapa del tarro de la canela se abrió. Lo puse justo en frente de mi nariz, pero ella no me obedecía. El recuerdo siempre volaba más lejos. Por un momento estuve a punto de atraparlo, pero se escurrió fuera de mi alcance, se desvaneció en una niebla.

Allí estaba en mi cocina, con el tarro de canela en la mano, recordando el pasado como los ancianos.

Así debe sentirse tener demencia.

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