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Yael Weiss

Yael Weiss: «El punto de partida de mis historias siempre es una escena que me produce una emoción potente».

Yael Weiss (Ciudad de México, 1977) crea una rutina para escribir. La hace convivir con otros encargos, como el de ser editora, traductora y conductora de televisión cultural. Hablamos de eso, también de su último libro: Hematoma (Elefanta, 2019) y del futuro que no descansa.

Por: Leyles Rubio León (@checherule)

¿Qué función cumple la literatura para ti?

La de moverme en un mundo lleno de significado, más espeso y más palpable. Desde la literatura puedo volver a mi vida cotidiana con una comprensión más profunda de las cosas, de la gente y sus actos. Y también con una aceptación más poética de la vida. Esto me sucede tanto al leer las obras de otros como al escribir, porque este oficio me obliga a escarbar dentro de mi propia experiencia para comprenderla y trasmitirla, además de fijarme mejor en los rostros y los objetos para poderlos describir. No obstante, cuando decido no escribir por pereza, por miedo a sufrir o a la frustración, empiezo a perder el interés por la vida. La literatura obliga a encontrar sentido.

¿Escribes con una rutina?, ¿cómo equilibras el día a día?

Me siento a escribir desde las 6:30 hasta las 9:30 de la mañana, seis días por semana. El séptimo lo reservo para ir con mi bici a la montaña. Mi grupo de ciclistas sale muy temprano y no puedo ir en otro momento.

A las 9:30 dejo la escritura y me dedico al trabajo remunerado que tengo en la Revista de la Universidad de México. También desempeño algunos trabajos freelance como editora, traductora y conductora de televisión cultural.

¿Por qué Yael cuenta historias?

Cuando se me ocurre una historia, quiero escribirla por instinto. No me imagino creando una pieza musical, ni filmando una película, ni pintando. Fui una alumna aplicada en la escuela primaria (me rebelé después, en la secundaria) y recuerdo que nos obligaban a escribir historias. Me gustaba y creo que de ahí viene ese reflejo de escribir lo que imagino.

El punto de partida de mis historias siempre es una escena que me produce una emoción potente (perturbación, inquietud, alegría, tristeza). Me intriga, quiero empezar a explorarla. Me pregunto: ¿Cómo llegamos a esta escena? ¿Qué pasó antes? ¿Qué podría pasar después? ¿Quiénes son los que participan? ¿De dónde llegaron y adónde van? ¿Qué piensan? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Cómo es su pasado? Poco a poco la escena inicial queda solo como un eslabón dentro de todo un cuento.

¿Eres de corregir mucho?

Sí, muchísimo. Pero aspiro a corregir menos porque me parece que la prosa pierde un poco de su «carne» en el proceso, algo de su respiración natural. Se vuelve más matemática. Espero poco a poco acortar los tiempos entre el primer borrador y la versión final. ¡A veces siento que nunca acabaré!

¿Por qué hematoma? ¿Y por qué darle al libro el mismo del primer cuento?

El primer cuento con su título «Hematoma» existía antes de que se reunieran las diez piezas del libro. Decidimos abrir con ese cuento porque nos pareció —al editor y a mí— que tenía un elemento muy visual y era más fácil de recordar. Que impactaba la imaginación. El relato trata de hematomas con formas y colores distintos.

El libro tomó entonces ese título siguiendo la tradición de nombrar el libro según el cuento más protagónico. Pero también porque me parecía que la palabra hematoma podía ser un símbolo para varios relatos del conjunto. La violencia física está muy presente, con el dolor y el placer que provoca. El hematoma, igual que una cicatriz, es la marca que deja el contacto del individuo con el mundo exterior, es la prueba de que su cuerpo existe y que está en relación con otros cuerpos con los que puede entrar en colisión.

¿Cómo nacieron las ideas de los cuentos? De dónde sacaste elementos tan perturbadores.

Cada cuento tiene un origen distinto. Pienso que jamás volveré a ser tan libre como en este primer conjunto de cuentos. Escribí cada uno de manera independiente, por mero deseo y placer. Solamente después me di cuenta de que podían formar un libro. Hematoma es el libro del deseo.

Los cuentos de Hematoma surgen de estímulos diversos. «Escombro», de una nota de prensa amarillista que hablaba de un hombre que se disfrazaba de socorrista para robar. «La deriva», de una noche en que deambulé por las calles de Bruselas con un perfecto desconocido que me aseguraba que en Estados Unidos existía un pueblo de escritores. El cuento «Hematoma», de la exploración que me hizo una médica forense después de que me golpearon en la calle. «Ju», de una conferencia donde Juan Villoro y John Lee Anderson decían que quizás ya había empezado la tercera guerra mundial y del deseo de contárselo a mi mejor amiga (ella acababa de fallecer).

¿Qué fue lo más difícil al momento de construir los relatos?

Me costó trabajo llegar a un equilibrio entre la concisión y el placer de las palabras, de su proliferación.

Lo más importante para mí es la claridad de la primera lectura. Deseo que el lector lea sin dificultad el texto, que comprenda sin dificultad todas las oraciones. Para ello, hay que depurar la prosa, quitarle el exceso de florituras. Sin embargo, aquí reside un peligro pues los mejores pedazos de literatura a veces surgen en las derivas.

Es difícil determinar qué eliminar y qué dejar escrito. Qué decir y qué callar.

¿Hay soledad y violencia? ¿Escogiste esos temas a conciencia?

La soledad fue un ingrediente esencial de mis ficciones desde el inicio. Me interesan ciertas situaciones «perturbadoras». Pero para que sean posibles y nos perturben como algo «fuera de lo normal», tiene que ser protagonizadas por personajes un poco fuera de lo normal también. Deben de ser personajes ligeramente «locos», o sea: alienados, aislados, solos, hombres y mujeres que no tienen con quién dialogar para permanecer en el terreno compartido del llamado «sentido común».

La violencia, en cambio, surgió de motu proprio. Es parte tan intrínseca de la realidad, que se coló en las narraciones naturalmente.

¿Cuándo decides terminar una historia? Me dieron la sensación de que podían continuar o detallarse más.

La cuestión de los finales es complejísima. Es difícil determinar el origen de algo, pero es casi imposible conocer el final de algo. Una vez que algo existió, sus consecuencias pueden extenderse hasta el final de los tiempos.

Cortázar predicaba que la novela ganaba por puntos y el cuento por knockout. No estoy de acuerdo. Algunos cuentos pueden acabar de manera sorpresiva y redonda, y me gustan, otros pueden acabar por agotamiento, o simplemente interrumpirse, y me gustan también.

Los cuentos que acaban con knockout perfecto me parecen divertidos pero artificiales. La vida no es así de perfecta.

¿Cuáles son tus próximos proyectos literarios?

Estoy en las correcciones finales de un libro de cuentos que debería salir durante el primer semestre de 2021. En todos los cuentos la protagonista es una mujer. Pero en cada relato se trata de una mujer diferente, de edad diferente. El tema de los cuentos es un momento de duda identitaria en cuanto al género y la sexualidad, sobre todo en cuanto a los roles predefinidos de lo que es ser una mujer.

Asimismo, estoy retomando una novela sobre la muerte de una amiga. Es una novela más autobiográfica. Es un proyecto de largo aliento y presiento que me tardaré al menos tres años más en verlo publicado.


Leyles Rubio León

Nació en el Callao en 1986. Tiene estudios en marketing, comunicación y responsabilidad social para empresas multinacionales y un diplomado de Creatividad Literaria de la UTP (Panamá). Es autor del libro Bailando descalzo por Madrid (2016) y algunos cuentos divulgados en diversas antologías, revistas y publicaciones digitales. Enseña talleres de escritura, storytelling, comunicación y cursos de liderazgo y maneja un sello para servicios editoriales llamado León de Abril.

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