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Andrés Beláustegui: «No hay buena época para leer esos libros. La única buena época es la que corresponde a cada uno».

Entrevista por Talía Chang

Conversamos con el cofundador de la editorial Compañía Naviera Ilimitada sobre su catálogo, la traducción en Argentina y la proliferación de la lectura durante la pandemia.

La industria editorial argentina es una de las más amplias de la región. Se caracteriza por la variedad de catálogos y propuestas, así como por posicionar a nuevos autores dentro del canon literario de Latinoamérica, tanto de Argentina como de otros países. Compañía Naviera Ilimitada contribuye a esta inmensa variedad con libros sobre matemáticas, ensayos póstumos y novelas de variados temas. La mitad del catálogo se compone de traducciones, principalmente de traductores argentinos.

Andrés Beláustegui y Claudia Arce iniciaron Compañía Naviera Ilimitada Editores en el 2018. Ya tienen tres años en el mercado, con un catálogo de once libros de ficción y no ficción. En esta entrevista, Andrés nos cuenta sobre cómo nació el curioso nombre de la editorial, habla del catálogo y sobre la amplia tradición de traductores en Argentina. También mencionó cómo lograron sortear las dificultades de la pandemia y la sorprendente manera que esta contribuyó en llevar a más personas hacia la lectura.

Compañía Naviera Ilimitada distribuye sus libros en Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Está presente en Facebook e Instagram.

¿Cómo surgió el nombre de la editorial?

Al momento de buscar el nombre jugamos con varias listas. A mí se me ocurrió la palabra «naviera» por la relación entre libros y barcos, por los viajes. A Claudia le pareció muy fría, pero a los dos días me dijo que le gustaba, pero que le íbamos a poner «Compañía naviera ilimitada». Y a mí me encantó la desmesura del nombre. «Compañía» exacerba la frialdad, pero al ponerle «naviera» la desmesura, quedaba en evidencia y tenía un tono más agradable, y finalmente, la palabra «ilimitada» como un juego con las compañías de sociedad de responsabilidad limitada y demás. La idea de una compañía naviera que transporta mercadería entre puntos distantes nos gustaba mucho, la idea de conectar el mundo, lugares lejanos, diferentes uno del otro y de llevar cosas de un lado a otro en términos de mercancía.

Desde el comienzo queríamos publicar principalmente ficción y, con el tiempo, publicamos no ficción, pero con alguna impronta narrativa. Por el momento, tenemos tres libros de no ficción: El ultimo teorema de Fermat (2019) de Simon Singh, una historia de las matemáticas desde Pitágoras al presente que se escribió con la excusa de contar la resolución y el teorema de Fermat. Después publicamos Un hombre sin patria (2020), el último que publicó Kurt Vonnegut en vida, un libro de ensayos cortos compuesto de memorias sobre diferentes temas que le preocupaban en sus últimos años: la literatura, la política, el destino del mundo, siempre con esa cuota de humor característica de Vonnegut. Y también publicamos Corazones estallados (La política del posthumanismo) (2019), un pequeño libro de ensayo de un autor argentino llamado J.P. Zooey, bastante provocativos y con un humor particular sobre la lectura, la tecnología y cómo estas nos cambian por el lado de la individualidad y la subjetividad. Por el lado de la ficción publicamos libros en español original y traducciones, aquí están Hugo Salas, Mariana Sández y Maru Leonhard, tres autores argentinos con distintos recorridos, y en traducciones tenemos a J. P. Donleavy, con la novela Cuento de hadas en Nueva York (2018); publicamos un autor inglés contemporáneo que se llama Alex Pheby con su libro Marionetas (2019); y dos libros de la autora finlandesa Tove Jansson, El libro del verano (2019) y La verdad increíble (2020). Esta autora fue conocida en el mundo entero por sus personajes infantiles, Los Mummin, y estamos publicando su obra para adultos, que no había circulado tanto en español.

Algunos de los libros traducidos. Imágenes sacadas de la cuenta de Facebook de la editorial.

Tove Jansson es una autora que ha sido difundida en español en los años setenta con Editorial Sudamericana, y más recientemente, la editorial española Siruela publicó El libro del verano (2014). Ese fue el primero que publicamos. Y el resto de los libros jamás habían sido traducidos. Por ahora tradujimos La verdad increíble y pensamos seguir traduciendo el resto, porque la verdad es una autora con gran nivel, sorprende que su obra de adultos no haya circulado más. Suponemos que el éxito y la envergadura de su figura como ilustradora y autora infantil opacó esta parte de su obra, pero es un hallazgo del que estamos muy contentos.

Nuestra idea es publicar mitad y mitad con los autores argentinos. Hasta ahora tenemos once libros, de los cuales cinco son de autores argentinos y seis son traducciones. Por el momento solo hay nacionales, pero deseamos publicar autores de otras partes de Latinoamérica e incluso de España. Vamos armando el catálogo según lo que nos interesa.

Algunos de los libros escritos por autores argentinos. Imágenes sacadas del Facebook de la editorial.

¿Son autores argentinos contemporáneos?

Los cuatro autores argentinos que publicamos son contemporáneos y tienen distintos recorridos. Por ejemplo, la novela que publicamos de Mariana Sández fue la primera que hizo, su libro de cuentos es una reedición. Su novela se llama Una casa llena de gente (2019), y el libro de cuentos, Algunas familias normales (2021). Este había circulado en una edición muy chiquita hace unos años. J. P. Zooey es otro autor argentino en nuestro catálogo ―usa un seudónimo y tal vez por eso suene extranjero―. Tiene publicadas cinco novelas, si no recuerdo mal, y este es el primer libro de ensayos, que es Corazones estallados. De Hugo Salas publicamos su tercera novela y cuarto libro, se llama Hasta encontrar una salida (2018), y la otra autora argentina es Maru Leonhard, Transradio (2020) es su primera novela y el primer libro que publica. Allí, nuestra idea es mezclar autores con diferentes trayectorias y eventualmente de diferentes épocas. Queremos que el corazón de nuestro catálogo sea literatura contemporánea, y con eso queremos decir siglo veinte y siglo veintiuno, pero no descartamos ir un poco más atrás y revisitar algún clásico. Para publicar, tanto clásicos como nuevos libros, es cuestión de buscar. Por lo menos acá en Argentina hay para todos los gustos y solo es cuestión de encontrar los autores y los libros adecuados o lo que creemos adecuado para la editorial, pero solo es cuestión de buscar porque en la historia de la literatura y en la producción actual hay mucho, es sorprendente. Siempre quedan libros olvidados o perdidos por un tiempo, y siempre hay editores que hacen el trabajo de encontrarlos, y también con obras actuales solo es cuestión de leer y encontrar lo que uno encuentra adecuado.

En Argentina hay una gran tradición de traducciones, especialmente al español latinoamericano. Esto ayuda a que la lectura de libros en la región no se vea dificultada por el español ibérico. ¿Cómo eligen traducir en español neutro?

El español neutro no es un término que me interese usar. Pero sí buscamos traducir en un español más amable para el lector latinoamericano. A la hora de traducir es necesario tomar muchas decisiones, porque las palabras varían por país, y a veces optamos por una variante más rioplatense, por decirlo de algún modo ―con este término buscamos tanto a Uruguay como a las otras provincias de Argentina, porque todas hablan de maneras distintas―. Pero si encontramos alguna palabra más utilizada en varias regiones, preferimos esa. No es algo sencillo porque, como una vez dijeron, en España tienen una sola lengua, pero los latinoamericanos somos políglotas. Cada país tiene sus formas, sus costumbres, sus formas de usar el lenguaje, y eso de alguna forma nos vuelve más capacitados para apreciar todas esas variantes. Entonces, tratamos de replicar eso.

Nuestras traducciones, por el momento, tienen diversos orígenes. El último teorema de Fermat tiene una traducción de Bernardo Recamán Santos, un matemático y traductor colombiano que había traducido la primera edición de este libro en la editorial Norma. Es una excelente traducción, y tiene la amabilidad de poder leerse en varios países de Latinoamérica sin sonar demasiado colombiano. Después, Cuento de hadas en Nueva York es una traducción de los años 70 hecha por los mejores traductores argentinos, Enrique Pezzoni; él tradujo, por ejemplo, Lolita, Moby Dick, y otras grandes obras. Lamentablemente, esas traducciones ya no están vigentes por una cuestión de derechos, aunque no estoy seguro de ello con respecto a Moby Dick. Un hombre sin patria la adaptamos junto con el traductor, Daniel Cortés Coronas, un español que había hecho también una edición en su país, y la trabajamos con él para hacerla más latinoamericana. Sacamos las palabras más duras o algunas frases hechas que en Argentina u otras partes de la región no son habituales. Marionetas de Alex Pheby fue una traducción propia, y trabajamos mucho con el traductor para llegar a un tono que refleje la sutileza del original, pero teniendo presente un lector latinoamericano. Ojalá nos esté saliendo, porque a veces es muy difícil pensar en un lector de Colombia, Venezuela, Perú, Chile, México o Argentina entendiendo lo mismo, pero es lo que intentamos.

Sus traducciones, de todos modos, han sido las más amables a lo largo del tiempo. Porque hay varios libros a lo largo de la historia contemporánea y son más comprensibles que los traídos de España.

Sí. Es una cuestión de tradición y también de idiosincrasia de cada país. En los años sesenta y setenta en Argentina se tradujo mucho para todo Latinoamérica, nuestras ediciones intentaban llegar con mucha fuerza al continente. En España, por cuestiones de costumbre y de gusto, quieren la variante ibérica y no les gusta cuando se sale de eso. Pero estas traducciones generan entre los lectores latinoamericanos. Aquí hay algunas editoriales que prefieren ir por la traducción rioplatense y no despegarse demasiado de la forma argentina de hablar. Es algo que el mercado te marca, pero la idea de poder recibir traducciones de diferentes países con variantes más locales no me parece nada mal. Desde el inicio, nuestra idea fue llegar a todos los países latinoamericanos, así que optamos por este español neutro, que en realidad no existe en sí; más bien, es el idioma local mezclado con palabras más utilizadas en Colombia o en Venezuela. Parafraseando al escritor y traductor Marcelo Cohen, para construir un español neutro es necesario buscar palabras de diferentes tradiciones que tengan mayor uso, y eso da una idea de ese tono de traducción que no es de ningún lado en específico, pero siempre se recibe bien.

Hacemos la traducción que cada libro requiere. Por ejemplo, para los libros de Tove Jansson, que eran traducciones del sueco, tuvimos que buscar a Christian Kupchik, un gran traductor, escritor y periodista, que vivió mucho tiempo en Suecia ―sus hijas viven allá y conoce varias lenguas nórdicas―, e hicimos con él varias traducciones de cero. También encargamos la traducción de Marionetas. En caso de que las traducciones estén bien y haya que trabajarlas poco o nada, como la de El último teorema de Fermat, tratamos de usar esas. También ocurre que hay traducciones buenas, pero ya no son vigentes, especialmente por la época que fueron hechas. Por ejemplo, cuando quisimos usar la de Enrique Pezzoni, dudamos al leer su traducción porque esta ya tiene cuarenta o cincuenta años y por ahí ya no funciona hoy, pero era muy buena. Y no era muy fácil, porque ese libro tiene muchas complicaciones con el tema del lenguaje, pero lo supo solucionar de la mejor manera.

¿Cómo les fue el año pasado durante la pandemia?

El año pasado fue rarísimo, inesperado para todos. Por suerte nosotros pudimos acomodarnos bien, y pudimos trabajar cosas que veníamos trabajando. Los libros que habíamos publicado en el 2019, como El libro del verano y Una casa llena de gente siguieron funcionando muy bien, a pesar de los primeros meses de cuarentena que acá fue muy rígida y nos golpeó bastante. Con la apertura de las librerías, los libros volvieron a funcionar porque hubo un corrimiento de los lectores que empezaron a comprar bastantes libros, sobre todo en librerías independientes, que trabajaban por redes sociales, recomendaciones y estaban muy conectados para los pedidos por redes y WhatsApp. En ese sentido, nuestros libros fueron muy bien acompañados por los libreros. En junio de 2020 publicamos la primera novela de Maru Leonhard; no sabíamos cómo iba a funcionar en lo comercial, pero funcionó bárbaro, es una novela que sigue encontrando lectores. Y después, todos los libros siguieron bien. Publicamos el segundo libro de Tove Jansson, el de Vonnegut, ahora a principios de año el de Mariana Sández, entonces la verdad que se posicionaron muy bien y encontraron lectores, sobre todo gracias a los libreros que cumplen de la mejor manera recomendando y haciendo llegar los libros a los lectores o ayudándolos a elegir los libros que más les gustan; dentro de todo fue un buen año para nosotros. En cuanto a lo vital, fue igual de complicado que todos.

Algunas personas me han comentado que el encierro ha ayudado mucho a la lectura, porque la gente tenía mucho más tiempo libre.

Sí, paso algo interesante con eso. Yo creo que la pandemia en muchos sentidos nos hace pensar en cómo estábamos haciendo funcionar el mundo, en qué cosas nos ocupábamos y qué dejábamos de lado, y es un momento para pensar que hay cosas que no están tan buenas. En cuanto a la lectura, es verdad que muchas personas encontraron tiempo para leer, y es algo que la vida cotidiana, la velocidad, la cantidad de cosas, hace que uno lo vaya posponiendo. Si bien esto pasa hasta con los que nos gusta leer, una persona que no lo tiene tan presente lo encontró en la pandemia. Y otra cosa es que dejamos de lado esa cosa tan rígida de las novedades. Uno termina leyendo lo que acaba de salir y se olvida un poco de libros que han salido hace uno o dos años. En ese caso, el rol de los libreros que recomiendan, y que hubiera menos novedades, hizo que la gente buscara esos libros que van quedando atrás con la velocidad irracional que genera la economía y el mercado. Mientras que el cambio hecho desde las librerías comerciales hacia los libreros independientes también fue evidente. Si uno ve cómo actúa el lector en una librería, compra lo que ve. En las librerías comerciales, esto es lo que acaba de salir o lo que se vende mucho, y no siempre hay libreros a los que uno pueda consultar. Entonces salir de esa lógica de la exhibición y recibir la recomendación de alguien es fundamental. En las redes sociales también está pasando esto, hay cuentas de lectores que recomiendan y hacen reseñas. Ocurre a veces que un chico o una chica joven recomienda libros de alguna saga que le interesa, y en el medio mezcla un clásico, o un libro de hace cinco años que alguien más le recomendó. Ese es el verdadero tránsito por la literatura. Siempre me causaron gracia esas notas que hay en los diarios sobre las recomendaciones de “¿Qué hay para leer el próximo año?”, y uno se puede responder: toda la historia de la literatura hay para leer. Uno puede llegar en cualquier momento al Quijote o al Ulises o a libros contemporáneos, no hay buena época para leer esos libros. La única buena época es la que corresponde a cada uno.

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