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Luis Miguel Espejo: «El trabajo de un corrector es como el de un ninja, debe ser sigiloso, y cortar sin que uno se dé cuenta».

El docente de Principios de la Corrección abre una ventana hacia lo que se verá en este curso: una introducción a la labor de los correctores y lo que se encuentra en su campo de manejo.

El Curso Integral de Corrección de Estilo es un programa diseñado para aquellos que quieran iniciarse en la corrección de textos o seguir capacitándose en esta área. El programa busca, de manera general, que el alumno se inicie en el estudio de la normativa castellana y que adquiera todas las herramientas necesarias para corregir de manera eficaz y precisa.

Luis Miguel Espejo enseña el curso de Principios de la Corrección, dictado en el cuarto módulo. En este, se busca dar un panorama general de lo que implica la carrera a los que ya son correctores o aquellos que están comenzando a incursionar en este camino. Este oficio implica tomar en cuenta más aspectos de los que generalmente se tienen en mente, como por ejemplo saber qué tipos de corrección existen, los deberes del corrector y lo que no está dentro de su campo. Para una realidad como la de nuestra región, que todavía no tiene un conocimiento muy amplio sobre todos los aspectos de la industria editorial, es útil tener un espacio donde se mencionan estos aspectos de manera sistemática.

¿Cuánto sabe la persona común sobre el trabajo del corrector?

Hay gente que sí sabe qué implica una publicación, pero hay otros que solo imaginan el proceso de publicaciones y no tienen idea de lo grande que es, de la cantidad de gente que puede entrar allí. Uno de los muchos elementos de ese proceso de publicación y edición general es el corrector, que puede ser corrector de estilo, corrector de contenidos, corrector ortotipográfico o corrector de pruebas. Dentro de esta fase hay más etapas, y antes también hubo otras etapas. Todo el proceso completo lo ve un editor, pero en nuestro medio nos hemos malacostumbrado —desde hace unos quince años— a que el mismo corrector haga el trabajo del editor. Entonces, eso es lo primero que les advierto: deberíamos tener un editor por encima. Al respecto, normalmente la experiencia que los alumnos traen es «Pero si nosotros somos correctores, podemos hablar directamente con el autor para resolver problemas», y yo les respondo: «Mejor no, eso dejémoslo al editor porque tu función no es tomar esas decisiones, sino corregir un texto porque tiene algún problema, eres un peón más». En la realidad, los clientes imaginan al corrector como un ser todopoderoso que maneja el lenguaje, puede investigar y puede entregar un texto limpio a la primera pasada; pero después aparecen sorpresas, porque un libro nunca sale bien a la primera.

¿Se valora esta labor en nuestra región?

No se valora por desconocimiento. Ese es el problema: somos un país analfabeto, aquí ni leemos ni escribimos. Somos alérgicos a la cultura, somos alérgicos al conocimiento. Valoramos ahora más la opinión que el conocimiento, nos fijamos más en cómo opinamos que en la idea de fondo. Un país tan ignorante obviamente no sabe de qué se trata la publicación de libros, de artículos, o incluso piezas gráficas básicas, como avisos publicitarios. El otro día yo compartí en redes un cartel que encontré en una notaría: de diez palabras, cuatro tenían errores. A ese nivel estamos en este país y, en general, los otros países de la región. Si alguien sacó un libro piensan que este salió de una manera mágica y me sirve para acomodarlo en mi biblioteca, para decir que tengo libros; pero no lo abren ni lo leen ni saben qué implica estructurar ideas, mandarlas a revisión, diagramar, imprimir, revisar, hacer el tiraje, elegir el papel, retocar imágenes, revisar las tablas cuando se necesitan… En realidad, es un gran trabajo que no se puede hacer en un par de meses, y aquí la gente piensa que es un proceso mágico: dame tu cotización, hacemos un estimado, te negocian el precio y después se pueden estar quejando cuando alguien les llama la atención, pero ellos mismos no han revisado su publicación.

¿Qué se verá en tu curso para manejar estas situaciones?

Principios de la Corrección es un curso introductorio. Es como abrirte la puerta y enseñarte el desierto: en la corrección debes estar dispuesto a todo, aceptar cualquier reto que se te presente delante y saber que, por ejemplo, cuando se presente alguna dificultad que tú mismo no puedas resolver, cuentas con colegas que te van a ayudar. Porque en edición de textos, así como en la vida, todo tiene solución. Y si tú no la ves, alguien más lo va a ver. En edición puedes saber el tiempo que te toma corregir una página, pero, como les digo, en el fondo le tienes que aumentar un 40 o 50% más de tiempo. Además, es muy importante que comiences a leer para encontrar referencias. Si es un texto personal o una opinión que van a colocar en Facebook, no pasa nada. Pero cuando te dan un manual de ensamblaje o un recetario de cocina, tienes que leer otros manuales de ensamblaje u otros recetarios de cocina; cuando te dejen medicina, astrofísica, armas o navegación, estás obligado a revisar otro tipo de textos parecidos. Eso toma tiempo y, en realidad, esa página que podías corregir en menos de diez minutos te toma unos veinte. Ese tiempo que te toma corregir estás cobrándolos por dejar de hacer algo para ayudar a otro que no pudo hacerlo bien. Y tienes destrezas, pero las herramientas que vemos en el curso no son suficientes. Yo les digo que podemos leer a Martínez de Sousa, podemos revisar las recomendaciones de la gramática o de la ortografía, pero eso nunca va a ser suficiente. La experiencia es lo que te dará la «cintura» para navegar en este desierto. Cuanto más te equivoques, cuantos más textos enfrentes, y mejor entiendas lo que tienes que hacer ―si es corrección de estilo, corrección de contenidos, u ortotipografía―, entonces mejor va a ser tu trabajo.

Por ejemplo, una de las cosas que vimos la clase pasada es lo que hace y no hace un corrector. Y muchos estaban sorprendidos de lo especializado que es el trabajo. No tienes la función de contactarte con el autor o darle una clase sobre por qué no usar esta coma o no usar estas mayúsculas. Tu trabajo es lo que te ha pedido el cliente que te paga, pero también es ver qué necesita el otro cliente que no te paga, el lector.

Siempre les digo: «Ustedes tienen dos balas de plata que no pueden usar a la ligera; tienen que pelearse por aquellas situaciones que valen la pena». Por ejemplo, el cliente quiere usar mayúsculas en los cargos porque es un ministerio o una iglesia o un aparato militar y se van a ofender si no ven «teniente coronel» en mayúscula, entonces en ese caso cedes, total, los lectores están acostumbrados. Pero si te dicen que no puedes usar gerundios porque siempre traen problemas, el corrector puede responder: «Sí se puede usar gerundios cuando se saben las reglas». Tienes que saber usar esas balas de plata y ser consciente, porque no todo puede corregirse con un mismo molde, las necesidades de un lector en Perú, o un lector femenino, un lector juvenil, un lector escolar o un lector profesional, son diferentes. Tienes que tener «cintura»; no puedes estar encasillado en lo que diga la RAE, que no te va a poner una estrellita cuando no uses sus reglas, pero al lector peruano no le va a gustar cuando escribas «Amazonia» en vez de «Amazonía». Hay que quitarle el tabú de omnipotente a la RAE, porque es una buena referencia, pero no está escrita en piedra. Además, las leyes van cambiando según el tiempo y el lugar. Hay que aprender a no meter mano porque tienes mano. Yo les digo que tienen que conversar con un texto, y a veces el texto les exige: «¡corrígeme, por favor!», ya sea porque está mal escrito, porque no tiene mucho sentido, porque está plagiado, pero no tienes que corregir simplemente porque eres corrector, tienes que respetar la voz de los autores. Y si la voz es fea, hay que aceptarlo. El trabajo de un corrector es como el de un ninja: debe ser sigiloso, y cortar sin que uno se dé cuenta.

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