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Escritores famosos y sus gatos

Junto al trabajo de estos grandes autores, hubo siempre un gato (o varios) rondándolos. Estas son las relaciones entre escritores mundialmente conocidos y sus compañeros felinos.

Enigmáticos, impredecibles, ágiles, y muy suaves y tiernos, se han escrito innumerables libros sobre los gatos a lo largo de la historia, y siempre se especula sobre qué ocurre dentro de su cabeza. Este ser ha inspirado obras clásicas en todas las culturas, desde «El gato negro» de Edgar Allan Poe (1843), hasta la novela Soy un gato de Natsume Soseki (1906).

Al ser tranquilos e independientes, pero a la vez muy atractivos para mirar, los gatos han acompañado a varios escritores a lo largo de la historia. A continuación, hablaremos de la relación entre algunos escritores con sus gatos, y cómo influenciaron en su obra.

Julio Cortázar

A uno de sus gatos le puso Teodoro W. Adorno, pero a diferencia del filósofo alemán, este era francés. Apareció en su vida cando vivía en Saignon, al sur de Francia, y era un gato callejero que venía a visitarlo. Así como llegó a su vida se fue, y hasta se dignaba a ignorar al escritor cuando se lo cruzaba en el pueblo. El escritor se explaya sobre este gato en su libro La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI, 1967). También tuvo una gata llamada Flanelle, «franela» en francés, por su suave pelaje. El amor que le tenía a Flanelle se ve reflejado en el cuento «Orientación de los gatos», del libro Queremos tanto a Glenda (1980).

Julio Cortázar y Flanelle.

Jorge Luis Borges

El escritor tuvo dos gatos, llamados Odín y Beppo. El primero en honor al dios de la mitología nórdica; el segundo, por el gato de Lord Byron. Beppo siempre estaba alrededor de Borges, le gustaba dormirse en su regazo y jugar con sus cordones. Falleció a los quince años, y fue una gran pérdida para el escritor. Se dice que, al ver a su gato mirarse al espejo, le dedicó un poema llamado en su libro La cifra, publicado en 1981: «El gato blanco y célibe se mira/ en la lúcida luna del espejo/ y no puede saber que esa blancura/ y esos ojos de oro que no ha visto/ nunca en la casa son su propia imagen». Odín, por otro lado, no fue tan conocido como Beppo, pero se dice que sobrevivió casi diez años a la muerte del escritor.

Izquierda: Jorge Luis Borges y Odín. Derecha: Jorge Luis Borges y Beppo.

Ernest Hemingway

En los años treinta, cuando Hemingway vivía en Key West, Florida, un capitán de barco le regaló un gato llamado Snowball. El gato tenía polidactilia, es decir, más dedos de lo habitual en sus patas traseras y delanteras. Ambos vivieron varios años en Key West, donde Snowball fue padre de gatitos que también tuvieron la misma condición que él, a pesar de que la madre contó con la cantidad común de dedos. Hoy, esta casa es la Ernest Hemingway Home and Museum, y entre los objetos personales del escritor allí expuestos también alberga a todos los descendientes de Snowball. Todos tienen polidactilia y están bien alimentados y cuidados.

Ernest Hemingway y Snowball.

Charles Bukowski

El irreverente y pesimista Bukowski, que buscaba destapar la cruda realidad en su literatura, tenía un lugar especial en su corazón para los gatos. Cuando envejeció y ya tenía algo de dinero, se mudó a un barrio suburbano con su esposa Linda Lee y llegaron a tener nueve gatos, que entraban y salían de su casa cuando quisieran. En su libro On Cats (Cannongate, 2015), publicado de manera póstuma, demuestra sin reservas el amor que sentía por los gatos. Para el autor, «Es bueno tener un montón de gatos alrededor. Si uno se siente mal, mira a los gatos y se siente mejor, porque ellos saben que las cosas son como son. No hay por qué entusiasmarse y ellos lo saben».

Charles Bukowski y uno de sus gatos.

 Elena Poniatowska

La escritora mexicana tiene dos gatos, llamados Monsi (macho) y Vais (hembra), en honor al autor y su amigo personal Carlos Monsiváis, que también era amante de los gatos. Se les ve siempre acompañando a la autora cuando llegan los periodistas a entrevistarla. Monsi es popular en la parroquia de Chimalistac, al sur de la Ciudad de México, donde suele participaren las misas, y los feligreses prefieren cargarlo para que no pasee por la iglesia.

Elena Poniatowska y Monsi.
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