Entre libro y objeto artesanal, las ediciones cartoneras aparecen como una solución económica y alternativa artística en un mundo editorial muy competitivo.
Comenzar una editorial o una carrera como autor es cada vez más difícil, dada la enorme competencia y un público cada vez más reducido. Las grandes casas editoriales suelen llevarse la mayor cantidad de las ganancias, y formar parte de una se ha vuelto un terrible desafío para los autores desconocidos. Una solución alternativa, más económica y rápida llega con las editoriales cartoneras.
El concepto inició cuando Argentina sufrió un colapso económico en el 2001. Se propuso la idea de ofrecer una respuesta accesible a una crisis que también afectó a la industria editorial. El escritor Washington Cucurto y los artistas visuales Javier Barilaro y Fernanda Laguna empezaron a confeccionar libros artísticos empleando cartón desechado. Compraban el material a los numerosos recicladores que aumentaron su número por la situación económica. Su propuesta se llamó Eloísa Cartonera. Así nació la primera editorial cartonera que marcó el camino para las que continuaron.
Lo que comenzó como una alternativa más económica por una «emergencia» editorial se convirtió en otra opción para permitir que escritores y editores —sin mucha experiencia u oportunidades— pudieran incursionar en el mundo de las publicaciones, a pesar de las limitaciones. Se caracterizan principalmente por usar materiales reciclados, títulos sin derechos de autor, un catálogo con autores desconocidos o nuevos, y muchas no tienen algún tipo de formalidad, como ISBN o cadenas de distribución. Asimismo, solo editan libros pequeños y en pocos tirajes porque la encuadernación artesanal los limita. Lo más resaltante de estas ediciones es que traspasan el hecho de ser libros para convertirse en piezas de artesanía únicas e irrepetibles.
Algunas editoriales cartoneras en Latinoamérica
Eloisa Cartonera arrancó el 2003, y marcó el paso para todas las que vinieron después. Ubicada en el barrio de La Boca, Buenos Aires, tiene dentro de su catálogo a Mario Bellatín, Ricardo Piglia, César Aira, Rodrigo Rey Sosa, Andrés Caicedo o Fabián Casas. Al inicio vendían libros y verduras, lo que llamó la atención de la prensa mundial y logró hacer conocido el concepto para las editoriales cartoneras que vendrán.
Una alternativa más extravagante es Barcoborracho Ediciones, también ubicada en Buenos Aires. De acuerdo a su blog, sus publicaciones son «un intento de encantar a los lectores, encantarlos y drogarlos como la miel agoreo o cualquier hongo guaraní». Se especializan en poetas nuevos, tanto de Argentina como de los países fronterizos, Paraguay, Bolivia y Chile.
En Bolivia encontramos a Mandrágora Cartonera, fundada en 2004 por Iván Castro Aruzamen, profesor de literatura y filosofía en la Universidad Católica de Cochabamba. Publican autores bolivianos y latinoamericanos sin fines de lucro.
En la región de Tarapacá, Chile, destaca Canita Cartonera, un proyecto editorial en una cárcel de alta seguridad de la comuna de Alto Hospicio. De acuerdo con la página, los prisioneros «encuentran en la literatura un medio para la creación de nuevos imaginarios que sumar al actual panorama poético, y una herramienta, tanto de desarrollo personal, como de acción colectiva, con la que son capaces de manifestar sus posiciones frente a una realidad a la que no han dejado de pertenecer».
La Gata Viuda, por otro lado, apuesta a ser una respuesta política a la industria editorial mundial. Su objetivo es promover obras de carácter original.
En nuestro país la primera editorial cartonera se llamó Sarita Cartonera, y apareció el 2004 después que sus fundadoras, Milagros Saldarriaga y Tania Silva, encontrasen un ejemplar de Eloísa Cartonera a la venta en una librería de Chile; en la actualidad este sello ha desaparecido. También podemos destacar a Cartonazo Editores, iniciado por los alumnos de la facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se especializan en libros artesanales de cartón y encuadernación japonesa, y tienen propuestas como Yoshin Koshki, cuentos realizados por niños de la comunidad ashaninka de Cantagallo, y Tu voz persiste, una recopilación de testimonios de víctimas del terrorismo.
Por otro lado, La Ingeniosa Cartonera Editorial inició en el colegio José Antonio Encinas el año 2013 como parte de un proyecto de comprensión lectora. También está Chacra Cartonera, fundada por Renzo Polo, que además introducen otros materiales reciclados para diversificar sus acabados. Finalmente, Trotamundos en la Escuela comenzó el 2015 en el Taller Lúdico de Lectura y Escritura de la institución educativa Santo Domingo el Apóstol, en el distrito de San Miguel. Sus caratulas fueron pintadas y dibujadas por los alumnos de primaria y secundaria que participaron del taller.
Aunque todavía se ven más como un objeto pintoresco que como material publicado, las editoriales cartoneras pueden ser un punto de partida interesante para comenzar una faceta editorial o para hacerse conocido como autor.