Cuatro grandes autoras de la literatura latinoamericana plasman de distintas maneras la experiencia de dar vida y criar.
Convertirse en madre es un cambio significativo en la vida de cualquier mujer. Si bien ya no es la culminación de su tarea en vida, como se creía en tiempos anteriores, criar y guiar a un ser humano significa cambiar muchos planes y girar las prioridades en una misma.
Muchas escritoras tomaron el camino de la maternidad. Debido a lo avasallador de esta tarea y al cambio que implicó en la existencia de cada una, todas plasmaron sus experiencias de diversas maneras. Las presentadas a continuación reflexionan sobre el amor que sienten, lo difícil del rápido paso del tiempo o la impotencia hacia las dificultades que pasarán sus hijos cuando ya no estén a su lado.
Magda Portal

La poeta peruana tuvo una hija con Federico Bolaños a la que llamó Gloria, pero con este mantuvo una relación muy corta y terminó criándola con su cuñado Reynaldo, que se conoce por su seudónimo poético Serafín Delmar. Portal siempre reflejaba inquietud por ser madre en sus poemas:
Hundo mi angustia en mí para mirar
la rama izquierda de mi vida
que no haya puesto sino amor
al amasar el corazón de mi hija
quisiera defenderla de sí misma
como de una fiera
de estos ojos delatores
de esta voz desgarrada
donde el insomnio hace cavernas. («Vidrios de amor»)
Lamentablemente, Magda Portal cumplió su deseo por muy poco tiempo, ya que Gloria terminó su vida disparándose al corazón a los 23 años.
Blanca Varela

La poeta del mar norteño del Perú tuvo dos hijos con Fernando de Szyszlo, Vicente y Lorenzo. Desde muy niños tuvieron la fortuna de recibir en su casa invitados como Julio Cortázar, Juan Rulfo, José María Arguedas, Emilio Westphalen o Sebastián Salazar Bondy. No fue hasta mucho tiempo después que se dieron cuenta de lo importantes que eran estas visitas. Varela disfrutaba de ver a sus hijos crecer, y esto se ve en el famoso poema «Fútbol», donde describe a uno de sus niños patear una pelota:
Juega con la tierra
Como con una pelota
báilala
estréllala
reviéntala.
No es eso sino la tierra
tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi Atila mi niño
Elena Poniatowska

La novelista y cronista mexicana tuvo tres hijos, Emmanuel, Felipe y Paula. El primero se hizo más conocido debido a una polémica del 2019, cuando en la novela El amante polaco (Seix Barral, 2019) la autora reveló que su padre biológico es Juan José Arreola, quien abusó sexualmente de ella en 1955. Algunas personas le sugirieron que lo diera en adopción, pero ella prefirió criarlo como madre soltera.
Debido a esta condición, más complicada en aquellos tiempos, la escritora se vio obligada a cambiar algunos prejuicios de clase que guardaba por entonces. Durante la presentación de El amante polaco en la Feria del Libro de Guadalajara 2019, afirmó: «En un convento de monjas tuve un hijo del que estoy orgullosa. Es científico, físico, trabaja en la UAM Iztapalapa. Tuve que luchar por él, porque me lo quisieron quitar. Esta batalla me acercó a muchas mujeres que estaban en la misma situación. Creo que él es lo mejor que me ha sucedido en la vida».
Gabriela Mistral

La Premio Nobel chilena no tuvo hijos biológicos, pero se encargó de su sobrino Juan Miguel desde que nació. Tras el repentino fallecimiento de su madre, esposa del hermanastro de la poeta, este decidió entregárselo y se comprometió a no reclamarlo. Yin Yin, como llamaba cariñosamente al niño, la acompañó en todos sus viajes. El amor y admiración que sentía hacia su hijo adoptivo también estuvieron presentes en sus libros:
Que el niño mío
así se me queda.
No mamó mi leche
para que creciera.
Un niño no es el roble,
y no es la ceiba.
Los álamos, los pastos,
los otros crezcan;
en malvavisco
mi niño se quedaba («Que no crezca»)