Entrevista de Talía Chang
Nacido en Lima en 1968, Gustavo Rodríguez empezó su carrera de autor en 1998, con Cuentos de fin de semana. Sus primeras publicaciones se relacionan con el realismo urbano, popular durante los inicios del siglo veintiuno. Algunas de las más conocidas son La risa de tu madre (Alfaguara, 2003), Trece mentiras cortas (Alfaguara, 2006), La república de la papaya (Planeta, 2016) y Madrugada (Alfaguara, 2018). Su última novela, Treinta kilómetros a la medianoche, está siendo presentada a lo largo del país en estos días.
Además de la literatura, el escritor se dedica a la publicidad y a la comunicación. Participa del sitio web Jugo de Caigua, donde un grupo de siete especialistas de distintas áreas se dedican a comentar temas de actualidad. Asimismo, desarrolló el pódcast Machista con hijas, donde reflexiona sobre la paternidad de tres mujeres en un país como el Perú. En la entrevista, el autor discutirá el motivo detrás de sus obras, la literatura nacional y los motivos que lo llevaron a empezar dicho pódcast y a cuestionarse sobre los roles de género.
Yendo desde viajes de carreteras, política, recuerdos familiares, etc., tus libros van sobre muchos temas, pero se vinculan por un dialogo interno muy fuerte y una búsqueda intensa. ¿A qué se debe esto?
La mayoría de los escritores usan la literatura para tratar de entender el mundo que los rodea y tratar de entenderse a sí mismos. Entonces es imposible que yo, cuando escribo ficción, me haga las preguntas vitales que sin saberlo me persiguen a lo largo de mi vida. De ahí es que salgan temas recurrentes en mi literatura, como el temor a no encajar, el clasismo, el racismo en nuestra sociedad, y últimamente, como se puede ver en mis dos últimas novelas, la búsqueda del padre o la paternidad en una sociedad machista.
Tus primeros libros inician por la narración por un evento, como ocurre por ejemplo en La risa de tu madre, donde alguien encuentra una fotografía.
Probablemente, esa sea la novela menos autobiográfica que haya escrito. Pero sí nace de un gatillador muy especial, una anécdota que me pasó a mí. Y es que un día, revisando el álbum de fotos de mi familia, me topé con fotos de mi abuela, y en ninguna de ellas salía sonriendo o riéndose. Entonces, me puse a pensar qué pasaría si de pronto mi madre o yo nos encontraríamos con una foto de ella donde sale carcajeándose, habría sido un golpe visual muy potente. Y sí, varias de las tramas de las novelas o los cuentos que he escrito nacen de esa pregunta que toda mente creativa debería hacerse: qué pasaría si.
¿Cómo ves la literatura peruana y la industria editorial peruana en la actualidad?
Para empezar, la literatura peruana tiene históricamente un bien ganado prestigio. No debemos olvidar que fuimos un foco cultural desde la colonia y que este fue un país de vanguardias también. Además, debo reconocer que, siendo narrador, la poesía peruana ha sido un faro muy luminoso en el prestigio que tienen nuestras letras. Pienso que estamos en un proceso de transformación en nuestro país, y por lo tanto sus artes también están en esta etapa; ya no se puede catalogar a la literatura peruana con las vertientes que teníamos en el siglo veinte, y no me considero lo suficientemente preparado como para catalogarlas hoy mismo. Pero sí tiendo a pensar que la nueva generación de escritores y escritoras ya no se hacen la pregunta de qué tan peruana es su literatura y cómo entran en el canon de la literatura peruana, me atrevería a decir, en cambio, que ya piensan como escritores ciudadanos del mundo. Creo que las preguntas que se hacen son más universales que focalistas. Y con respecto a la industria editorial, muchas veces me pregunto si tenemos industria. Yo creo que estamos en proceso de dar los primeros pasos para conformar una, y definitivamente lo que falta para que eso termine de consolidarse es la unión de gremios, la unión de asociados, la unión de creadores, la unión en general que tanto le falta al país en otras esferas también.
Sé que tú comenzaste a ser conocido a partir de finales de los noventa. En ese tiempo, todos los autores publicados parecían seguir cierta línea; en cambio, ahora han aparecido no solo otros tipos de escritores y voces sino también más editoriales y más canales.
Definitivamente, desde la época en que publiqué mi primer libro a la fecha se ve una gran explosión de oferta, aunque no sé si la demanda haya crecido tanto. Lo que me pregunto es qué tan sostenible es la industria en sí. Pienso que una industria es madura en tanto que pueda garantizar un sustento digno a cada uno de sus componentes, y no creo que estemos ahí todavía, pero entre el sótano menos ocho en el que yo empecé a publicar y el sótano menos dos en el que estamos ahora obviamente hay un avance.
Has publicado en otros países. ¿Se pueden comparar las experiencias?
He sido publicado en España y Francia, y básicamente los rituales son lo mismo. Entre España y Perú no hay grandes diferencias, pero lo que sí noté en Francia fue una clase media más lectora y acuciosa, y más interesada en América Latina que España, curiosamente. Pero grosso modo, yo creo que cuando eres parte de una publicación, de una editorial bien afiatada en la industria de un país, digamos que más o menos se siguen los mismos parámetros y existen los mismos indicadores.
Teniendo en mente que en el último libro reflexionas sobre el rol de un padre con su hija, y el pódcast que salió el año pasado donde hablas sobre el machismo en el Perú, ¿cómo empezó esta exploración en cuanto a la masculinidad peruana y el machismo?
Al margen del movimiento mundial con respecto a la búsqueda de la equidad, desde mi lado personal creo que comienzo a hacerme ciertas preguntas conforme mis hijas empiezan a adquirir el uso del lenguaje. Y a veces empiezas a cuestionarte cuando las ves interactuar con su entorno, utilizar determinado tipo de ropa, o seguir determinadas figuras en las redes. Entonces esa comparación entre tus hijas y tú a su edad es lo que hace que te cuestiones. Yo en el pódcast que lancé no busco pontificar ni dar respuestas, solo intento compartir mis dudas y las hipótesis que acompañan a su posible respuesta. No me parece muy literario pontificar, me parece más literario preguntar. El machismo en nuestra sociedad es como la humedad que nos rodea en este momento, se nos impregna en los huesos, y a veces parece que nos olvidamos de ella, pero está permanentemente. Y yo me siento más cómodo diciendo que soy un machista en constante redención hasta el día de mi muerte que un aliado del feminismo.
¿Qué estás leyendo últimamente?
Acabo de terminar de leer un libro de cuentos de un escritor colombiano, que se llama Miguel Ángel Manrique, Las preocupaciones (2018). Es un volumen de relatos muy poco ortodoxo, es un libro que es un término medio entre un conjunto de relatos y una posible novela, con personajes que se relacionan entre sí de un relato a otro con una manera muy irónica de contemplar la realidad colombiana y por lo tanto latinoamericana, de cómo las mafias se van apoderando de nuestras institucionalidades sin que nos demos cuenta, me pareció un libro de relatos brillante, es lo último que he leído, no sé si estará a la venta acá pero hace poco estuve en Bogotá y el mismo autor me lo regaló.
También estoy por abrir el último libro de Giovanna Pollarolo, que se llama Matusalén (2022), e imagino, por el título y por algún comentario que he leído por allí, que aborda este fenómeno tan natural ―y al que se le tiene tanto miedo― que es el envejecimiento. Es un tema que me está interesando más debido a que he asistido últimamente al crepúsculo y al deceso de hombres y mujeres mayores muy queridos y queridas, y comencé a preguntarme sobre ese momento, estando además yo en una edad que ya es la antesala de un último tramo de vida. Cuando ya tienes algo más de cincuenta, empiezas a hacerte preguntas que no te hacías a los cuarenta.