*Foto de portada: Mariangela Ugarelli
Mariangela Ugarelli es escritora, académica y artista. Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú y es candidata a doctorado por la Johns Hopkins University. Sus cuentos han sido publicados en la antología Esta realidad no existe (Estruendomudo), y en compilaciones de editoriales como Aeternum, Grafos & Maquinaciones, Speedwagon Media, Lucerna y El Gato Descalzo. Ha publicado de forma independiente su colección de cuentos Plaqueta 1 y Artilugios (Hipatia Ediciones). Como crítica literaria, ha contribuido con artículos para Latin America Literary Review.
En el rubro académico, ¿cómo nació tú interés por la literatura fantástica?
Como lectora, siempre me gustó la literatura no mimética por encima del realismo. En cuanto a lo académico, mi interés por lo fantástico como objeto de estudio se inició en mis últimos años de colegio con la lectura de Edgar Allan Poe. Los primeros ejercicios de crítica literaria que realicé en ese entonces trataban sobre este autor y Gustavo Adolfo Bécquer. Cuando entré a la universidad, quise expandir mi comprensión de la literatura en general, por lo que me dediqué a leer los grandes clásicos universales y trabajar a conciencia los proyectos con los que cada semestre finalizábamos los cursos —de ahí es que nace mi interés por la obra de Guamán Poma de Ayala, por ejemplo—. En otras palabras, abandoné por algunos años la literatura fantástica como objeto de investigación para desarrollarme como crítico literario. Finalmente, y no sin antes pensarlo muchísimo, decidí volver a ello en mi tesis sobre Leopoldo Lugones. Más allá de los “peros” —de los cuales podemos hablar con respecto al propio Lugones— me di cuenta de que podía aplicar lo que había aprendido en la carrera a Cuentos fatales, y crear una hipótesis original al respecto. Como este tipo de literatura es la que siempre me ha gustado leer y escribir, me sentí muy cómoda investigando y desarrollando la tesis; trabajo que ahora continúo en el doctorado.
¿La escritura es una faceta que recién estás explorando, o tenías planeado desde antes dedicarte a la creación?
Mi interés por la creación literaria es anterior a mi interés académico por la literatura. El cuento más antiguo que conservo —como curiosidad, no para publicarlo— lo escribí a los once años; el más antiguo que he publicado lo escribí a los dieciocho: «Tercera Persona» en Plaqueta 1. La especialización en Literatura me interesó a sabiendas de que la carrera no es de creación. Sin embargo, siempre quise estar constantemente rodeada de libros, y que mi trabajo fuese leerlos y estudiarlos. Asimismo, considero que fue invaluable para mi desarrollo como autora y crítico literario el haber leído tantos textos de variada índole, y aprender cómo funciona cada uno en su contexto. La cercanía constante con los textos literarios y con la expectativa de los críticos puede resultar agobiante, y hace que no pocos se alejen permanentemente de la creación. Este no fue mi caso porque esa cercanía era lo que yo estaba buscando.
Aparte de escribir, también eres ilustradora. ¿Consideras que ambas artes se complementan?
No estoy segura de que este sea mi caso. No suelo ilustrar mis textos. Si dibujo personajes de mis cuentos, no es a modo de ilustración —en el sentido de una imagen que ilustra un texto previamente concebido— ya que, cuando esto ocurre, todavía no he terminado el proceso de escritura. Diría que sucede, más bien, porque esa narración es en lo que estoy pensando en ese momento. Por ello, los personajes se cuelan en mi obra plástica. La mayoría de mis dibujos y pinturas no guardan relación con mis propios escritos u otros. La única vez en la que recuerdo haber ilustrado un texto adrede, fue con mis trabajos en torno a la obra de Andréi Biely y su novela Petersburgo. Las imágenes y los colores que utiliza Biely se quedaban en mi cabeza a medida que iba leyéndolo; fui ilustrando algunos pasajes mientras avanzaba.
Por otro lado, es importante para mí no condicionar —en la medida de lo posible— la imaginación del lector frente a lo que escribo. Prefiero que el lector no tenga paratextos, como lo es una ilustración, que lo puedan predisponer hacia una idea de cómo podría ser lo que se está describiendo. Sino que pueda tener total libertad para imaginar la historia.
¿Cómo ves el panorama de la literatura fantástica en el Perú?
Siempre ha habido autores interesados en la literatura «de género» o «no mimética» en nuestro país. Pero no se les ha dado mucha importancia debido a la preponderancia del realismo; pese a vivir sumergidos en una realidad repleta de historias de fantasmas, leyendas, y mitos de diversos tipos y procedencias. Esto puede obedecer a ciertas claves discursivas asociadas a la idea de nación, y a la utilidad de la literatura en la constitución de la misma. Sin embargo, la era posmoderna —ahora intensificada por la globalización, la pandemia del COVID 19 y el internet— muestra la precariedad de estas consignas decimonónicas. La realidad en la que vivimos parece por momentos irreal; el realismo como lo conocemos encuentra severas limitaciones ante esto. En la actualidad, podemos ver que el realismo no es «real», sino un tipo de modelado literario tan artificial como la literatura «de género». Ahora no solo hay un grupo bastante amplio y variado de escritorxs de todo el país interesadxs en explorar diversos tipos de literatura no mimética, sino que también hay un interés —que va surgiendo de a pocos— por estudiarla. Muchas editoriales pequeñas llevan años, incluso décadas, publicando antologías de género fuera de Lima, pero no han recibido la atención debida. Creo que, ahora más que nunca, la literatura fantástica peruana tiene posibilidades de desarrollarse. Se ha evidenciado que hay un público que desea leerla, y críticos que buscan apoyarla y difundirla.