*Foto de portada: Gracia Angulo
La Biblioteca Nacional del Perú, en los últimos años, ha manifestado y demostrado la intención de estar más cerca de los amantes del libro y de los promotores de la lectura. Todo este trabajo se hace evidente dentro de una estructura de publicaciones cohesionada que ha sabido adaptarse a los cambios. Conversamos con Gracia Angulo, editora de la BNP.
Entrevista de Juan Miguel Marthans
Si consideramos que a solo un mes de proclamada la Independencia del Perú se firmó un decreto para la creación de la Biblioteca Nacional, nos damos cuenta de la importancia que esta institución ha tenido a lo largo de la historia republicana. Pues más allá del hecho de albergar la mayor parte de la producción editorial peruana, hoy es uno de los ejes principales de la actividad cultural, el cual desarrolla una serie de actividades que permite acercarnos más al mundo del libro. Además, la Biblioteca Nacional del Perú ha sido responsable de una larga producción editorial, y hoy el camino que están marcando con sus publicaciones se ve más activo que antaño.
Para conocer un poco más de cómo se viene aplicando su plan de publicaciones, conversamos con Gracia Angulo, editora de esta institución, para que nos cuente acerca de las decisiones que se vienen tomando y la proyección que se tiene.
¿Cómo se ha venido manejando el tema editorial dentro de la Biblioteca Nacional, qué espacios se han generado para definir la «personalidad» de cada título?
En la Biblioteca Nacional del Perú no hay un fondo editorial, lo que hay es un área de ediciones. Cuando recién entré, hace ya cuatro años, había una política editorial desfazada; era del 2006. No contemplaba libros digitales, tampoco había colecciones. El sello era reflejo del interior de cada director de la biblioteca. Con Hugo Neira y Sinesio López se publicó más ciencias sociales; con María Emma Mannarelli, un poco más de historia; con Ramón Mujica, arte, fotografía e historia colonial.
Se buscó hacer una nueva política editorial con ejes temáticos definidos y replantear colecciones. Ezio Neyra y yo nos encargamos de la realización. En julio de 2020 la publicamos y establecimos, según las bases de las funciones de la Biblioteca, qué colecciones debíamos tener. Se han mantenido las revistas Libros y Artes y Fénix.
¿Y qué colecciones fueron las que se establecieron?
En primer lugar, está la colección «Lectura, biblioteca y comunidad», que se creó sobre las bases de las reflexiones de las bibliotecas como motores de desarrollo y de la importancia de contar con políticas de lectura y del libro para poder crear una sociedad de lectores. Vimos que en Perú no había muchos ensayos sobre el tema. Necesitábamos hacer una colección que, además, invitara a reconocidos autores extranjeros con experiencia en mediación de lectura y de biblioteca como espacio de experimentación. Ahí publicamos a Daniel Godin, David Landes o Gonzalo Oyarzún. También buscamos que hubiera voces peruanas, por eso invitamos a César Castro, que tiene un centro de lectura en Áncash, y a Alfredo Mires, quien cuenta con una red de bibliotecas comunales en Cajamarca.
Próximamente, vamos a publicar sobre mediación de lectura en contextos interculturales. El propósito de esta colección es que sea formativa, especialmente para las personas del quehacer bibliotecario, para que reciban el feedback de otras experiencias. Esta colección es gratuita y se reparte a la red de bibliotecas; además, está en formato digital en la página de la Biblioteca Nacional.
Otra colección se llama «Mira todo lo que sé». Son libros para niños, inspirados en el patrimonio de la biblioteca. La intención es fomentar la lectura desde la primera infancia, y el cariño y cuidado por el patrimonio. En el mercado están los libros álbum, como los de Polifonía, o textos escolares del Plan Lector, pero no hay libros informativos que estén bien estructurados. Esta colección tiene su propia editora que se llama Teresa Marcos.
Luego, está la colección de arte que se llama «Imagen y memoria» que tiene álbumes del patrimonio fotográfico y artístico de la BNP. La idea es que el público pueda acceder a ese patrimonio a precio módico. Hicimos dos series. La primera es un conjunto de cuadernos similar al formato de Taschen; y la segunda en un formato de postales, que son libros de bolsillos y funcionan como un abrebocas de la colección.
Por último, tenemos la colección «Cultura impresa» que tiene dos líneas. Una rescata textos que han dejado de circular; y la otra, textos inéditos. Fomentamos la investigación de circulación y producción del libro. Hemos publicado a Evelyn Sotomayor sobre las lecturas de la primera generación de mujeres ilustradas.
Estas son las cuatro colecciones que tenemos. Además, están las revistasLibros y Artes y Fénix.
Ha sido como volver a empezar y, dentro del marco de esta política editorial, libro que hacemos, libro que aparece en la plataforma digital.
¿Cuál ha sido la respuesta por parte del público dentro de su plataforma digital?
En la biblioteca digital las visitas, las lecturas y las descargas tienen buenos indicadores. Lo que está faltando es llegar a más librerías. En el esquema de distribución y de ventas, hay una política que nos permite consignar los libros en librerías, pero la Biblioteca como institución del Estado no puede lucrar. El precio debe el precio de costo.
Todas las colecciones nacieron en pandemia. Todavía editábamos los libros bajo el esquema anterior. También había contratos con entidades para hacer coediciones que estaban por vencer. Había que cumplir. Hoy nos estamos ciñendo a las colecciones y buscamos publicar sostenidamente.
Por ejemplo, en la colección de «Lectura, biblioteca y comunidad» el primer año publicamos cinco; y el siguiente, seis. Pero se recorta el presupuesto. Y aunque los autores internacionales nos cobran un monto mínimo, se ha tenido que reducir el ritmo.
Cuando se abre un espacio editorial dentro de una institución tan grande como la Biblioteca Nacional del Perú, es natural que se comience con muchos pendientes para luego mantener un nivel parejo. ¿Cuánto es lo que ustedes están pensando publicar al año?
El primer año de la pandemia hicimos cuarenta y dos títulos. Para este año tenemos programados treinta y dos. Llegamos a fin de año sin dinero. Por eso, los textos pendientes pasan a impresión para el próximo. La sección infantil tiene su editora, pero yo veo todo lo demás. Es una editora y una diseñadora, no podemos hacer todos los libros. Hemos pensado que no deben pasar los veinte al año.
El año pasado la BNP cumplió 200 años y publicaron un extraordinario libro de gran formato, Imaginario y memoria. Era necesario una publicación de ese tipo para celebrar el bicentenario.
Sí, es un libro costoso. Se ha vendido entre los más interesados; solo un público objetivo. Pero no ha logrado ser un bestseller. La finalidad era recoger las tres etapas que mencionan los historiadores. La fundación, la guerra del Pacífico, la reconstrucción de Ricardo Palma; luego, desde Palma hasta el incendio, llega Jorge Basadre, ahí comienza la tercera etapa. Hay una cuarta etapa en la que Juan Mejía logra que le den el terreno actual en San Borja. Esta recoge la experiencia de la pandemia y todo lo que se tuvo que hacer para tratar de seguir siendo accesible. Habla de todos los programas y del paso a la multimodalidad. Es un libro que da una perspectiva de toda la historia de la BNP.
¿Qué diferencia encuentras entre la experiencia de trabajar en una editorial comercial con la de ser responsable del área editorial de una entidad como la Biblioteca Nacional, que es el epicentro del libro en el Perú?
En una editorial comercial hay más libertad, pero uno debe ceñirse al perfil. En el caso de una institución del Estado, hay que seguir lo que te permite el reglamento. Pero lo más rico es que hay acceso a un patrimonio increíble a través de estas ediciones que pueden destacar y ser difundidas. Como material o archivo que se puede usar, es un lujo.
¿Qué es lo que menos te agrada del trabajo en el rubro editorial?
Cuando tengo un autor terco o la soberbia. Cuando estaba en Planeta me tocó lidiar con autores que querían que su texto se mantuviera tal y como estaba; no aceptaban cambios. Después, creo que todo me gusta. No hay algo que no me guste en particular. Aunque, de pronto, la edición científica. Me han llegado trabajos académicos en los que hay que ver las citas y el formato APA. Ese tipo de edición no me gusta, pero sí la hago.