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Beethoven: vivo y romántico

Los 250 años de su nacimiento crean el momento preciso para hacer un repaso por la vida, obra y herencia que nos otorga uno de los compositores más importantes de la cultura occidental: Ludwig van Beethoven.

Escribe Juan Antonio Molina

El romanticismo es el paso que sigue, en la historia del arte universal, a la perfección de las formas y el enaltecimiento del pasado grecolatino que propagó al clasicismo. Surgido durante la Alemania del siglo XVIII, es una etapa marcada por la exaltación del individualismo, las tensiones con la naturaleza y una búsqueda de la libertad. Como movimiento cultural tuvo manifestaciones en diversas artes: literatura, arquitectura, pintura o música. En esta última, su nacimiento se encuentra en la figura de Ludwig van Beethoven.

No se sabe con certeza su fecha de nacimiento, pues no está documentada. Sin embargo, un documento fija su bautismo el 17 de diciembre de 1770 en la ciudad alemana de Bonn, por lo que se asume que nació un día antes: el 16 de diciembre.

Descendiente de un linaje de músicos, su padre lo educó para continuar el legado familiar. Desde temprana edad hizo que Ludwig aprendiera piano, órgano y clarinete con la idea de seguir el ejemplo de otro niño prodigio, Wolfgang Amadeus Mozart. El fuerte interés de su padre hizo que en repetidas ocasiones mintiera sobre la edad de su hijo y causara cuestionamientos acerca de la edad que tuvo Beethoven cuando debutó como pianista en marzo de 1778, con tan solo siete años.

Serán las figuras de W. A. Mozart y J. Haydn (quien fuera su maestro junto a Salieri) las columnas que sostendrán el primer período de la música de Beethoven. Sin embargo, su espíritu rebelde e iconoclasta lo llevó rápidamente a renegar de la armonía, la simetría y las formas repetitivas que ofrecía el clasicismo. A partir de esta disyuntiva, empezó a desarrollar nuevas maneras de expresar los sentimientos y el alma humana a través de la música.

El camino hasta lograr esta experimentación del lenguaje musical se divide en tres etapas, según la división propuesta originalmente por el escritor Wilhelm von Lenz, y la cual se ha mantenido a lo largo del tiempo con pequeñas variaciones. Durante la etapa temprana (1782 – 1802), son claras las influencias que ejercen los compositores del clasicismo europeo en su obra (Mozart y Haydn); en este periodo se identifica la composición de su dos primeras sinfonías, o los tres tríos para piano, violín y violonchelo (Opus 1) que dedicó a su maestro Haydn, a pesar de no coincidir musicalmente con él.

Durante la segunda etapa (1803 – 1814) se dieron los primeros síntomas de su terrible sordera. Esto a su vez permitió a Beethoven experimentar con fuertes contrastes dinámicos, acentos explosivos y la extensión de los movimientos de las obras. Los cambios que propuso el compositor fueron tan profundos que aparecieron nuevas formas musicales: el elegante minueto se transformó en un scherzo enérgico y que daba la sensación de estallidos. Entre las obras más destacadas de este periodo está el estreno de su única ópera Fidelio, y de las Sinfonías N.° 7 y 8. Al inicio de esta etapa se ubica su famoso Testamento de Heiligenstadt, donde reconocía la profunda depresión que lo embargaba al perder la audición hasta el punto de querer suicidarse, así como sus ganas de superar este mal a como diera lugar.

La última etapa (1815 – 1827), marcada por su avanzada sordera, se define como el momento de mayor introspección a su persona, lo que permitió al músico profundizar en formas totalmente novedosas para la época. Asimismo, en estos años se inician los cambios más profundos en lo que respecta a la función de los músicos dentro de la sociedad. Beethoven obtuvo la libertad de componer a gusto propio gracias a un trato que hizo con sus mecenas. El trato consistía en un pago mensual de 4000 libras esterlinas a cambio de quedarse en Viena. Este fue el hito que inició la independización de los músicos, quienes, antes de él, se veían forzados a vivir como sirvientes de las familias aristocráticas o morir en la extrema pobreza, como sucedió con Mozart. Los últimos años verán el estreno de sinfonías como La Heroica — dedicada inicialmente a Napoleón, pero luego su nombre fue tachado de la partitura luego de que este se nombrara como Emperardor—, sus últimas sonatas para piano y la famosa «Novena sinfonía», donde incluía una voz humana.

La obra del compositor romántico, 250 años después, sigue teniendo un gran impacto en la cultura popular, siendo adaptada innumerables veces para distintos medios como películas (X-Men Apocalipsis), dibujos animados (Fantasía de Walt Disney), himnos (la Novena fue adaptada a pedido de la Unión Europea y renombrada como Himno de la Alegría), y otros géneros como el rock y la salsa. A nivel tecnológico, también tuvo una gran influencia: se dice que los primeros CD-ROM fueron diseñados por un equipo impulsado por el famoso director de orquesta Herbert von Karajan para durar 74 minutos y 33 segundos (en vez de los 60 minutos previstos inicialmente) con la única intención de lograr reproducir la «Novena sinfonía». Aunque este dato no está confirmado, los rumores señalan que esta sinfonía era la referencia que Norio Ohga, presidente de Sony de ese entonces, usaba para saber cuál era la extensión necesaria para las grabaciones en el novedoso formato.

Como última curiosidad, la crisis sanitaria que ha atravesado la humanidad a lo largo de este año ha permitido que las personas puedan vivir, de una forma que baila entre la ironía y la justicia poética, el aislamiento que tuvo que pasar Beethoven debido a aquella sordera que lo fue alejando de lo único para lo que aprendió a vivir.

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