A lo largo de los años, de alguna u otra forma, ha existido una relación entre los lectores y los escritores que es difícil explicar. Sin embargo, lo que sí es posible apreciar es que esa relación es inquebrantable debido a que cada autor tiene una esencia con la que puede establecer dicha conexión a través de sus libros. Entre ellos, se encuentra Javier Marías. Su muerte reciente no solo dejó un vació en el mundo de las letras, sino que también su público sigue teniéndolo en mente. A través de sus diferentes facetas, es que las personas han logrado establecer un vínculo con él.
Escribe: Ricardo Meinhold
Iba de copiloto camino a mi oficina —practicando el mal hábito de consultar constantemente mi celular o, para entendernos mejor, smartphone— cuando me enteré de la noticia. «¡Murió Javier Marías!», exclamé sorprendido. Cecilia bajó el volumen de la radio para escucharme. No puedo creerlo, me estoy quedando solo —murmuré—. Resignado, continué el viaje en piloto automático —conversando, pero con mi mente en otra parte.
La relación de un lector con los escritores es siempre muy particular. Ya sea por afinidad, empatía, gusto o simple casualidad te encuentras con un texto —no importa si es de ficción o no ficción— que de alguna forma conecta contigo. Es difícil de explicar, pero, intentándolo, es como si esa línea, aquel párrafo o aquella escena la escribieron para ti. En mayor o menor grado casi siempre sucede.
Y cuando sucede terminas identificándote con aquel novelista, dramaturgo, poeta o ensayista por razones extraliterarias. Razones que no tienen que ver solamente con sus escritos, sino con sus motivaciones —Vargas Llosa los llama demonios— detrás de dichos textos. Anhelos, miedos, ilusiones, prejuicios, rencores con nombre y apellido que explican una vida que se parece mucho a la propia.
Me sucede con escritores como Albert Camus, George Orwell, Octavio Paz, Ricardo Palma; entre los vivos, Mario Vargas Llosa y, hasta hace poco, Javier Marías. Lamento mucho su partida. Si bien conozco su nombre hace años, solo en el último me identifiqué mucho con él por las razones que he intentado describir.
Me falta espacio, así que dejo para próximas columnas escribir sobre las múltiples facetas de quien fue uno de los más brillantes escritores contemporáneos. Quisiera concentrarme ahora en lo que me dio a mí como lector.
Hijo del filósofo Julián Marías y de la escritora Dolores Franco Manera. Crecer en un ambiente rodeado de libros y de ideas hizo de él un intelectual, al mismo tiempo que un escritor. Empezando por sus gustos e influencias, Marías fue diferente a los demás escritores españoles. Practicó una prosa reflexiva, más inglesa que española, hecha de largas frases, donde la acción llegaba al lector por efecto acumulativo. Solo en apariencia autobiográficos —Marías supo darle una vuelta de tuerca a la denominada autoficción—, sus libros fueron ante todo verdadera literatura. Algo difícil de entender para el lector promedio que tiende a pensar que el narrador es el mismo autor. No. Sobre todo, en sus mejores libros: Corazón tan blanco, Mañana en la batalla piensa en mí, Negra espalda del tiempo y Tu rostro mañana, el narrador es la primera invención del escritor, no su espejo.
Otro tema recurrente en su obra creativa es el tiempo y su relación con el comportamiento humano. La negación del tiempo por un presente casi siempre breve, hecho solo de instantes. Esto es importante porque generalmente pasa inadvertido y solo intuimos cuando enfermamos o envejecemos.
Esto también alimentó otra conocida faceta suya: la de columnista. De hecho, fue por esta actividad que lo conocí y por la que me identifiqué con él. Políticamente incorrecto, Javier Marías fue un testigo de su tiempo y por medio de sus columnas semanales —primero en El Semanal y luego, hasta su muerte, en El País— un crítico implacable de la hipocresía y la estupidez humanas. La importancia que le daba a este género periodístico se reflejaba en las colecciones que, cada dos o tres años, enviaba a la imprenta. Desde el primer tomo «Mano de sombra» de 1997 hasta el último de este tipo que publicó «¿Será buena persona el cocinero?» de 2022. Si quieren acercarse a Marías, les recomiendo firme y entusiastamente estas colecciones.
Ese mismo espíritu lo hizo rescatar textos en otros idiomas que tradujo al español para deleite de ese primer lector que late en el pecho de todo escritor. Gracias a él pudimos leer en castellano El espejo del mar de Joseph Conrad o De vuelta del mar de Robert Louis Stevenson, solo por citar algunos títulos exquisitos. Amó la traducción y su formación literaria le debe mucho a esta labor —pasión en realidad— que ejerció una influencia notable en su manejo de la escritura.
Rescatar textos —no siempre comerciales o de actualidad— lo llevo a sumar otra actividad más a su prontuario vital: la edición. Financiado por él mismo, creó Reino de Redonda, con el cual nos dejó un legado editorial de cuatro decenas de títulos singulares con portadas características e inconfundibles. En realidad, este sello editorial le sirvió para reunir sus amores literarios. Solo el tiempo nos revelará el futuro de este catálogo.
Llego a mi oficina y lo busco en YouTube. Lo vuelvo a encontrar conversando con su entrañable amigo Arturo Pérez-Reverte o con Mario Vargas Llosa, quienes escribieron recordándolo. Leyendo su discurso de entrada a la Real Academia Española, un discurso a contracorriente, como cabía esperar de él, sobre la novela. Otro sobre su admirado William Faulkner; y, por último, uno donde habla sobre las columnas y sus lectores. Siempre con esa voz grave como del siglo XIX, el siglo por lo demás de la novela, género por excelencia de Javier Marías.
No es difícil imaginarlo escribiendo en su vieja Olympia Carrera de Luxe —nunca escribió en un ordenador o computadora—. Deteniendo el tiempo en frases memorables, que él sabía hacer inolvidables, para mostrar a sus potenciales lectores lo efímeras y contradictorias que serán siempre las acciones humanas. Te vamos a extrañar, Javier Marías.
Ricardo Meinhold
El Pueblo, septiembre de 2022
Ricardo Meinhold Gálvez nació en Lima en 1971. Es editor y escritor. Ha colaborado para revistas como SOHO Perú y URL, una revista de libros. Ha sido editor de la revista Beppo de la Escuela de Edición de Lima. Es especialista en finanzas y considera la edición como una manera de influir, para bien, pero sobre todo para mal, en la sociedad.