El centenario del escritor italiano trajo a colación relecturas, análisis y una nueva puesta en valor de las obras de uno de los autores más revolucionarios de las letras universales. Y es que los libros de Calvino se alejan un poco de la tradición (sin traicionarla) para ofrecer al lector un universo particular, en el que la creación debe dar como resultado un mundo efímero, pero de una potencia narrativa perpetua.
Ciudades con nombres de mujeres, un hombre que subió a un árbol y no bajó jamás, pero desde donde experimenta todas las emociones del ser humano. Podríamos pensar que son tramas dignas de una mente iluminada. Pero, lo cierto es que para Calvino, la trama era la excusa perfecta para levantar la estructura de su mundo.
Por ejemplo, Las ciudades invisibles pueden leerse como pequeños cuentos independientes que, en conjunto, parecen las anotaciones de un viajero que utiliza solo su imaginación para recorrer todos estos lugares, aparentemente irreales. En palabras de Mónica López Ocón, en un artículo del diario El Tiempo: «Un maravilloso libro para viajeros fervientes capaces de recorrer ciudades sin salir de su habitaciones. Turistas sacaselfies, abstenerse. No es un libro apto para quienes son partidarios de los recorridos previsibles, los hoteles de muchas estrellas o el all inclusive».
En esto podemos comprobar que el estilo de Calvino parte de la realidad para luego alejarse esta. El resultado es el surgimiento de un mundo que existe únicamente para el momento en el que lector asoma la mirada al texto; y es que en Ítalo Calvino la literatura vuelve a su esencia, en la que el autor toma el papel de creador supremo.
Y es que no solo se entiende “mundo” por el espacio físico —qué, dicho sea de paso, tiene una gran importancia en obras como El barón rampante o Marcovaldo—, sino que engloba todos los recursos empleados para la construcción del mismo: técnicas, estilo, figuras literarias, narrador, entre otros elementos. Un caso similar es el de Bibliotecas imaginarias, del argentino Mario Statz, en la que apelando a la suposición concibe las historias de las grandes bibliotecas del mundo antiguo.
Literatura en estado puro, podríamos llamar a la senda que abre Calvino con sus novelas y cuentos, en los que se erige como uno de los creadores más versátiles e invisibles. Y, entendamos “invisibles” por el hecho de desaparecer a través de la literatura. El ejemplo más concreto de ello es el elemento sorpresa del libro Si una noche de invierno un viajero, en la que Calvino desaparece incluso como narrador, al utilizar una segunda persona que conversa directamente con el lector.
Si a ello le sumamos el hecho de que Calvino concibe la literatura como un juego y una fuente inagotable de creación, debería repensarse el oficio en cuanto a su esencia y objetivo.