fbpx

Jorge Luis Borges: el faro incandescente de la ficción

Hoy se cumplen 125 años del natalicio de uno de los escritores más importantes de la literatura argentina y latinoamericana. Y es que el corpus literario de esta parte del mundo no puede entenderse sin la obra de Borges.

En el libro Borges, un escritor en las orillas, la autora Beatriz Sarlo señala que el cuentista «se resistió siempre a un uso político de la literatura», lo cual significa un vínculo exclusivo e irrompible con el proceso creativo. Aunque esto resuene en los sectores más ortodoxos, en los que no puede entenderse la literatura sin el compromiso social o político, el caso de Borges se enmarca en una zona de grises, de sutilezas y, en especial, de juegos que terminan parodiando el orden establecido.

Sarlo señala también que, pese a esa postura, algunos de los cuentos de Borges plantean críticas hacia sistemas sociales imaginarios, a poderes arbitrarios y enquistados en esa oscuridad que emana de los totalitarismos. La autora toma como ejemplo los relatos « Tlön, Uqbar, Orbis Tertius», «La lotería en Babilonia» y «La biblioteca de Babel», mencionando además que en estos « hay imágenes de lo social y de un poder consolidado por la arbitrariedad de decisiones incognoscibles o por las fuerzas del mito».

Unas cuantas palabras sobre ello. Borges dista mucho del adoctrinamiento. Más aún, pareciera que, en estos cuentos—y en muchos otros—las cuestiones de orden social y político son insumos necesarios para desplegar sus ficciones, convirtiéndolas en exquisitos juegos en los que el lector se ve obligado a despojarse de cualquier convicción para ingresar puro al disfrute literario.

Mucho se habla de la prosa erudita de Borges, de sus tramas enciclopédicas y la creación inagotable de universos; sin embargo, un punto que no debe soslayarse es el impacto que causó su obra en distintos autores. Cabe mencionar que no es lo mismo referirse a la influencia que a la imitación. Si vemos a la literatura como un salón de espejos, en el que una obra refleja las características de otra, el trabajo de Borges ha generado distintos reflejos, pero ninguno exacto.

Tenemos, por ejemplo, al escritor chileno Roberto Bolaño, devoto admirador de la literatura borgiana. La aparición de La literatura nazi en América en 1996 confirmó la esencia de Borges en el estilo que definiría la totalidad de la obra de Bolaño. En principio, como señala el periodista Maximiliano Castillo, está el tópico de lo apócrifo, que en el caso de Bolaño sería una constante: biografías inventadas, libros imaginarios, escritores nazis surgidos de las insomnes lecturas de la Segunda Guerra Mundial.

Uno de los cuentos más celebrados de Borges es «Pierre Menard, autor del Quijote» de 1939, el cual narra la protesta de un crítico por la omisión del poeta simbolista en un catálogo. Luego, cuenta que el hito de Menard fue haber compuesto los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte del Quijote, por el cual se le conoce como el otro autor de esta obra. El caso es que, si bien los capítulos son iguales en todo, no se trata de un caso de copia, pese a que el mismo Menard deseó en algún tiempo ser Miguel de Cervantes y escribir como él. El paralelismo de este relato con La literatura nazi en América versa precisamente en ese germen narrativo, en el que Bolaño consigue capturar la esencia del estilo borgiana sin llegar a copiarlo, como tantos que lo intentaron y sucumbieron en el intento.

Escritores nazis refugiados en las profundidades de América del Sur—recordemos a los Mendiluce, Franz Wickau y Willy Schürholz en el fin del mundo y al infame Carlos Ramírez Hoffman—libros insertados en un canon literario que pareciera traspasar las barreras dimensionales de la realidad. En ello podemos apreciar la luz guía de Borges en la literatura latinoamericana: un faro incandescente que no deja de atraer a admiradores, críticos y entusiastas que buscan, a su manera, forjar un espíritu borgiano particular. Si buscamos un elemento diferenciador, diríamos que Bolaño optó por el camino intrincado del cuento y el sendero pedregoso de la novela, mientras que Borges prefirió decirlo todo de manera breve.

En una entrevista al escritor argentino Ricardo Piglia, señala lo que podría ser el método sobre el cual Borges trabaja sus relatos:

(…) Borges oye una historia que alguien le cuenta y la transcribe. Esa es la fórmula. Los matices de esa voz narrativa son cada vez más sutiles, pasan podría decirse, del léxico a la sintaxis y al ritmo de la frase. Pero esa fascinación por lo popular entendido como una lengua y una mitología, o para no hablar de mitología, como una intriga popular, me parece que cruza toda su obra.

De algún modo, Borges no se aparta de lo popular, sino que mantiene esa esencia del cuento oral, la cual trata de pasar como una especie de tradición a la que solo se puede acceder a través del cuento. Finalmente, prescindir de la novela es el manifiesto borgiano respecto al condensación de la literatura a un universo de bolsillo que despliega distintas posibilidades y lecturas.

A 125 años del natalicio del máximo exponente de la literatura argentina, es posible preguntarse cual es ese punto de partida en el que se enmarca el mundo inacabable de Borges. Tal vez la respuesta está en una de sus míticas frases: «No estoy seguro de existir, en realidad. Soy todos los escritores que he leído, todas las personas que he conocido, todas las mujeres que he amado; todas las ciudades que he visitado».

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn