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A 180 años del nacimiento de Manuel González Prada

El 5 de enero de 1844 nace en Lima uno de los ensayistas y pensadores peruanos más importantes de la era contemporánea y de la política nacional, siendo fuente de inspiración de grandes figuras como José Carlos Mariátegui.

La vida de González Prada estuvo marcada por continuas batallas. Durante su niñez, experimentó las consecuencias del exilio, luego de que su padre fuera desterrado a Chile. Tras abandonar la carrera de Derecho en el Convictorio de San Carlos, abrazó el oficio de periodista y se enlistó para preparar la defensa de Lima, tras la invasión de las tropas chilenas a la capital, participando activamente en la batalla de Miraflores. Cuando los invasores tomaron Lima, decidido a reivindicar el espíritu patriótico, un joven y eufórico Manuel decide recluirse en su casa en señal de protesta, hasta el retiro de las fuerzas invasoras en 1883.

Este fue el punto de quiebre en cuando a su obra y pensamiento, puesto que después de la ocupación de Lima, González Prada retomó su labor periodística se dedicó a criticar los vicios de la sociedad limeña y los conflictos bélicos que, a su juicio, llevaron al Perú a perder la guerra. En 1885 es nombrado vicepresidente del Círculo Literario, el cual mantenía tensiones con el denominado Club Literario, dirigido por Ricardo Palma. De este modo, González Prada mostró un rechazo total a toda aquella manifestación literaria que no se viera comprometida con las luchas sociales y políticas.

Enemigo de ideas enquistadas en el pasado, respecto a la literatura y la política, emprendió una serie de discursos que empezaron a resonar en todo el territorio. Si bien el primero data de 1886, el más famoso de todos fue el leído en el teatro Politeama (1888) cuando, delante del presidente Andrés Avelino Cáceres, se pronunció una de las frases más demoledoras que se hayan dicho jamás: «¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!». Esta línea, aparentemente sencilla, llamaba a los peruanos a entablar una lucha frontal por el cambio en la sociedad, por la destrucción de la herencia colonial, contra las leyes y constituciones endebles que regían los destinos del Perú, así como contra toda voz que presagiase malos augurios para América Latina.

En el plano literario, es considerado como uno de los exponentes máximos del realismo y como poeta se le toma por innovador y precursor del modernismo americano. Su producción lírica más importante fue Minúsculas y éxoticas; como prosista, Pájinas libres y Horas de lucha son sus obras más destacadas y en la que se plasma la radicalización de su pensamiento anarquista, adquirido tras su viaje a Europa en 1891.

Su hijo, Alfredo González Prada, se encargó de compilar la obra inédita de su padre —luego de su fallecimiento en 1918 a causa de una falla cardiaca— compuesta por poemarios y ensayos, antes de suicidarse en la ciudad de Nueva York en 1943.

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