*Foto de Portada: Aarón Alva
Aarón Alva es músico licenciado por la Universidad Nacional de Música. Ha lanzado los álbumes Matices clásicos (2015) y Valiente (2020). De forma paralela a su carrera musical, es editor en el medio digital cultural Cuenta Artes, donde realiza reseñas literarias y entrevistas. En el 2017, publicó su primer conjunto de relatos titulado Cuentos ordinarios. Este año regresa a la escena literaria con el libro de cuentos Un buen taxista es difícil de encontrar (Editorial Colmillo Blanco), que se presentará este 22 de octubre en a las 6:00 p. m. en la Biblioteca Municipal de Barranco.
En tus cuentos se menciona la ciudad de Iliana, como lugar de éxito para algunos personajes. ¿Consideras que el concepto de ciudad «exitosa» aún es posible en la literatura?
Pienso que en el universo ficcional es difícil concebir algo completamente exitoso, sea una ciudad o un personaje. Mucha de la literatura del siglo XX tuvo a la ciudad como escenario central, señalando un campo de oportunidades; pero también los peligros que traía su crecimiento y sobre todo su formato unidireccional, incapaz de tomar en cuenta las condiciones y posibilidades de todos. Por los años cincuenta, Enrique Congrains describió en su obra a Lima como una «bestia con un millón de cabezas», en clara referencia al anonimato y enajenación que engendrar en mucha gente. Lo mismo ocurre con John Dos Passos, Chuck Palahniuk y un largo etcétera. En mi caso, traté de plantear a Iliana como un lugar ideal —ilusorio quizás— del que los personajes hablan y aspiran a llegar, pero que no es del todo claro. Pues, respondiendo tu pregunta, yo mismo no sabría cómo sería una ciudad «exitosa». En todo caso, me animo a cuestionar: ¿Será que la literatura podrá inventar alguna vez una ciudad del todo exitosa? Porque, al menos en la vida real, esta no parece existir aún.
De los cuatro cuentos, dos protagonistas son hombres y dos son mujeres. ¿Fue una decisión premeditada?
Para nada. Incluso hubo textos que descarté, con personajes hombres y mujeres. De acuerdo con las ideas que iba concibiendo en el proceso de escritura, los personajes llegaron solos. Cada cual requería un tipo de narrador distinto (omnisciente o personaje narrador en primera persona), lo cual obligó a una perspectiva y enfoque particulares. En mi libro anterior escribí un cuento muy corto desde una visión femenina; pero esta vez el reto fue mayor, pues los personajes mujeres tienen vidas abismalmente distintas a las mías. Solo quedaba perfilarlos de acuerdo a lo que sus propias emociones y situaciones me iban dictando. Como decía Raymond Carver: «Tú no eres tus personajes, pero tus personajes sí son tú». Espero que mis personajes sepan mejor que yo de lo que pueden hablar y hacer. Llega un punto de la escritura en que ya no puedes responsabilizarte por ellos.
Quitando a Iliana como ciudad prometida, tu literatura se acerca al realismo. ¿Crees que todavía es factible abordar este género?
Entendiendo el realismo como base de lo subjetivo, puede que sí. Me explico. Si se piensa en la realidad, puede confundirse con lo que muchas veces se toma por objetivo. Hace más de medio siglo, las teorías e investigaciones sociológicas han descartado ese término como un factor fijo e inamovible. Desde un paradigma crítico, lo objetivo no existe y cada cultura crea su realidad, sus costumbres, sus reglas —aunque me desagrade un poco esta última palabra—. El ejemplo más grande de aquella subjetividad es la naturaleza cambiante y nunca estática del lenguaje. Nada es fijo ni lineal. Una parte del realismo como movimiento literario de antaño estaba, en cierto modo, ligado a la objetividad ortodoxa del positivismo, imposible en tiempos modernos.
¿Qué ha cambiado entre el Aarón Alva de Cuentos ordinarios y el de Un buen taxista es difícil de encontrar?
Muchas cosas. Pero, por suerte, no ha cambiado en nada mi gusto por caminar y pasear en bicicleta. Mientras más lejos, mejor.