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Un último regalo para Mario

Cerramos esta edición especial, en tributo y recuerdo de Mario Vargas Llosa, con comentarios de nuestros docentes y estudiantes sobre la obra y vida del premio nobel.

Cuánta razón tuvo mi asesor de tesis cuando me advirtió que por ningún motivo entrevistara al autor de los libros de mi investigación. Procuro huir de las despedidas, de las tristezas, me cuesta reconstruirme cada vez que me enfrento a una ausencia, por ese motivo siento que su esencia estuvo y estará, y no tendré que despedirme de usted. Si bien no nos proponemos aproximarnos a un análisis psicológico del autor a través de sus personajes, entendemos que en buena parte de ellos está él. Sin haberlo conocido, pero sí escuchado en varias conferencias, lo percibo en mis Rigoberto, Fonchito, hasta en Lucrecia, menciono a estos tres, porque últimamente me siguen muy de cerca.
Todo un universo en la cabeza. Decía de El Quijote y de Tirant lo Blanc que eran un claro ejemplo de la novela total, que sus escritores crearon un mundo, que era una obra completa. Yo creo que usted también lo fue. Al respecto, podríamos hablar largo y tendido, en algún momento será, allá donde no existen relojes, para que me cuente si su intención fue que viéramos lo que yo vi en el núcleo de la casa barranquina, no en la suya, claro, en la de Rigoberto. Lo encontraré, como siempre, en el placer de las letras. — Katherine Pajuelo Lara (traductora, correctora y docente)

Los intelectuales, los escritores, los artistas y todas aquellas personas que dejan un legado, tarde o temprano nos dejan. Y depende de cada uno de nosotros decidir si atesoramos o olvidamos ese legado. Mario Vargas Llosa, hasta el último minuto de su vida, nos dejó su invaluable contribución. Lo que logró es un motivo de orgullo para todos los peruanos y su legado perdurará más allá de su partida. —Dante Antonioli (editor)

No hay comentario, libro u homenaje que pueda contener lo que Mario representa para las letras peruanas. Su incansable labor literaria, ese vicio de escribir y sacrificio único hacia las letras, lo han convertido en un autor de lectura obligatoria. Es imposible en estos tiempos no conocer La ciudad y los perros, o por lo menos haber hojeado, sea por curiosidad o por deleite, Conversación en La Catedral. Los que hemos disfrutado de su literatura optamos por separar al Vargas Llosa político de su obra. ¿Discutible? Sí. De ahora en adelante, hablar de Varguitas será empuñar una espada, abrir una brecha, discutir como se hace únicamente sobre las leyendas. Se le va a extrañar mucho —Marco Fernández (editor adjunto del Centro de Desarrollo Editorial)

A mi modo de ver, Mario Vargas Llosa acaba de iniciar una nueva vida, una que durará muchísimo, y más que su existencia «natural» en la Tierra. Y es que vivirá en cada uno de nosotros, es evidente, y quienes nos sucedan también dirán lo mismo con igual validez, así hasta que los peruanos —o los latinoamericanos, o la humanidad entera— pierdan la memoria. Un escritor, académico y líder de opinión como Vargas Llosa ha forjado por sus propios méritos una poderosa influencia en la sociedad. Sus novelas forman parte del imaginario común del pueblo peruano, sus declaraciones son y serán escuchadas, debatidas y reinterpretadas eternamente. — César Osorio (bachiller en Literatura de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos)

Ahora me siento solo y con la tristeza de saber que no volveré a leer nada nuevo de su pluma. Quedan sus libros y su figura ejemplar tanto en sus aciertos como en sus equivocaciones. Pero voy a echar de menos sobre todo su sonrisa particular, aquella con la que remataba algún comentario que lo alegraba o irritaba. Ni mas ni menos que lo que sentía por mi padre o mi abuelo. Gracias, Mario. Te vamos a extrañar — Ricardo Meinhold (editor)

Gracias, Mario. Te vamos a extrañar

Incontables son los homenajes y tributos que vienen apareciendo en diversos medios a Mario Vargas Llosa. En el siguiente artículo, les presentamos el testimonio de Ricardo Meinhold, corrector y editor egresado del Centro de Desarrollo Editorial, quien se despide de Varguitas con un escrito que demuestra ese cariño que se forja entre lector y autor.

La noche del domingo me encontraba releyéndolo cuando me enteré de la noticia. Por alguna razón me sentía triste, desanimado. Para remediarlo recurrí, como casi siempre hago, a la lectura. Y si me siento realmente deprimido a causa de la especie humana, a la relectura. Y tal vez por alguna extraña intuición de lector me encontraba hojeando entre aquellos libros suyos sus memorias y columnas más personales. Textos escritos con una prosa cristalina y elegante, porque para él la claridad era una cuestión ética además de estética. Fue un golpe para mí: Mario Vargas Losa había muerto ese domingo. Sin embargo, me tranquilizó saber que falleció en compañía de sus seres queridos y, sin duda alguna, de sus libros. 

Ahora me siento solo. No sabría explicarlo, pero lo que me asalta ahora es un sentimiento de orfandad. Es absurdo lo sé. Aunque, en realidad no lo es tanto. Empecé a leerlo a los veinte años, cuando el Perú sufría la peor crisis económica de su historia y la política salvadora del gobierno de turno pensaba que el fin justificaba los medios.

En ese momento, el cinismo ganaba a mi generación, ganó a las que vendrían después, y no había quien respondiera las preguntas que me hacía en ese momento: ¿Por qué hay tanta violencia? ¿Qué hago? ¿Hacia dónde voy? Era entonces un nobel lector y leía sobre todo a escritores del siglo XIX y principalmente a Ricardo Palma, con quien descubrí un refugio y me enseñó que la ficción es la manera de reinventar la realidad para que calce con nuestros deseos.

Pero fue Mario quien respondió aquellas preguntas que me hacía y me ayudó a tener siempre una actitud critica hacia mi realidad. A entender que el poder tiene su propia lógica y que como joven y ciudadano me correspondía cuestionarlo, señalarlo, incluso condenarlo. A ser critico con nuestros gobiernos y entender que es uno mismo el responsable de su destino. Que de nosotros depende encontrar el éxito o el fracaso. A seguir tu vocación por encima de todo.

Textos como La literatura es fuego. El poder de la mentira. Sebastián Salazar Bondy y la situación del escritor en el Perú, Albert Camus y la moral de los límites, o El país de las mil caras (muchos de cuyos párrafos releo a mis hijos) se volvieron textos de cabecera en esos años.

Si uno busca sus precursores, como escribió Borges alguna vez, entonces fue gracias a Vargas Llosa que empecé a encontrar a los míos. Desde el mismo Borges hasta escritores y ensayistas imprescindibles para mí como André Malraux, Ernest Hemingway, George Orwell, Albert Camus, Octavio Paz, críticos como Cyril Connolly o Edmund Wilson y pensadores como Raymond Aron y Jean Francois Revel.

Aprendí que uno es su lenguaje. Que corromper tu lenguaje es corromper tus valores. Decir lo que se piensa y hacer lo que se dice debería ser la regla y no la excepción. Que en política los medios no deben justificar los fines sino al revés. Y que la gran desgracia de la historia moderna ha sido ver como aquellos hermosos fines fueron traicionados o destruidos por los terribles y bárbaros medios que el hombre usó para justificarlos.  

La literatura vino después. Dejo para otro momento el impacto que su literatura tuvo y tiene para mí no solo como lector sino como escribidor. Solo baste decir que la primera secuencia de Conversación en La Catedral te enseña más sobre como escribir ficción que muchos libros y talleres de escritura. Y que Los cachorros sigue siendo una pequeña obra maestra que no envejece y que recomiendo leer o releer.

En estos momentos que leo como aquí y en todas partes escriben qué a Vargas Llosa hay que leerlo, pero no escucharlo, que solo hay que recordarlo como el gran novelista que fue, descubro como la intolerancia, la descalificación, la inercia y el lugar común siguen siendo moneda corriente entre mis contemporáneos. Yo sé, parafraseando algún texto suyo, que mi vida hubiera sido peor sin los libros que escribió Vargas Llosa.

Ahora me siento solo y con la tristeza de saber que no volveré a leer nada nuevo de su pluma. Quedan sus libros y su figura ejemplar tanto en sus aciertos como en sus equivocaciones. Pero voy a echar de menos sobre todo su sonrisa particular, aquella con la que remataba algún comentario que lo alegraba o irritaba. Ni mas ni menos que lo que sentía por mi padre o mi abuelo.

Gracias, Mario. Te vamos a extrañar.

Preguntas a la deriva: Mario Vargas Llosa, ¿un genio trasnochado?

Defensores y detractores han abierto un intenso debate respecto a la figura literaria de Mario Vargas Llosa. Una de las interrogantes más saltantes es si en algún momento el autor se volvió prescindible. En el siguiente escrito, Juan Molina, crítico literario, ensaya una respuesta en medio de una de las discusiones más saltantes de la palestra literaria nacional.

Por Juan Molina Sócola

Me han pedido resumir lo que vendría a ser una revisión sobre la obra de Mario Vargas Llosa. El nobel falleció como debe hacerlo cualquier persona: en su cama, rodeado de sus seres queridos y… ¿en paz? Es que su partida deja muchas preguntas: ¿Tuvo algo más qué decir? ¿Por qué se trompeó con Gabo? ¿Quién mató al Esclavo? ¿En qué momento se jodió el Perú?

Tantas preguntas no me dejan admitir que se haya ido en paz. Posiblemente lo hizo soñando tranquilo, como quien siente que el cuerpo se le adormece por el cansancio o por una borrachera que se le quitará con unas horitas de sueño bien merecido. Pero un escritor, uno como él, seguramente quiso escribir algo más; y eso es algo que cualquier persona que ha dedicado su vida entera a las letras sabe muy bien. Una vez escritor, siempre escritor.

Pero hablar de la calidad de lo escrito es trigo de otro costal. Es imposible negar que, en las últimas tres décadas, el marqués no mostró la misma elocuencia ni ambición que en La casa verde o en Conversación en La Catedral. Y ni siquiera aquellos que proclaman que nos hemos quedado en la orfandad narrativa con su partida, o que a Latinoamérica solo le queda Laje como último intelectual, podrán decir que en sus textos de los últimos años está lo mejor que ha escrito Mario Vargas Llosa.

Quizás se me permita despotricar porque soy poco menos que un desconocido, o porque quienes lean estas líneas no sean más que unos cuantos ojos curiosos que se cruzaron accidentalmente conmigo y que no tendrá mayor repercusión. Pero eso no desmerece mi punto. Hablo con el corazón de un lector que derramó unas lágrimas al cerrar La ciudad y los perros, que se partió de risa con el humor de brocha gorda, como decía él, de Pantaleón y las visitadoras, y que sintió el deseo de ir a La casa verde, por lo menos treinta minutos. Y ni qué decir de sus obras cumbres como La fiesta del chivo, La guerra del fin del mundo o Lituma en los Andes; ya se encargarán de darle los merecidos laureles quienes tengan la autoridad de haberlos releído lo suficiente. Yo me conformaré con decirle a Marito que se equivocó.

Sí, se equivocó, como todo hombre, porque eso era él: un mortal más. Con la elocuencia que pulió durante toda su vida, y eso es lo que admiro de él; pero un mortal más. Porque Mario no fue un genio de las letras; a lo mejor tuvo talento innato y por eso se resistió a que su padre le cortara las alas al mandarlo a un colegio militar, así como Pichulita Cuéllar se resistió a ser castrado por la sociedad y hasta se presentaba orgulloso de ser un pichulita. Nuestro Mario cultivó ese talento, como cualquier campesino que va a su chacra y siembra, echa el guano, riega, saca la malahierba, y fumiga las plagas para ver como crece su papa, su camote, su choclo, para finalmente ponerlo en su plato y tragarse su sudor. Igual fue Mario con su pluma.

No le bastaba con vivir rodeado de libros y amarlos en el silencio perfecto de un lector. Necesitaba decir lo que pensaba de sus lecturas, de sus investigaciones, hablar de ellas y con ellas. Era un hombre de acciones. Y por eso nuestro Mario —arequipeño de sangre, aunque unos papeles digan que es un marqués español— nunca soltó la pluma. Pese a ello, como cualquier hombre, se equivocó. Porque lo que dijo en Cinco esquinas, no pasa de ser una lectura somnolienta, con un final sorprendentemente predecible. Mario relacionaba mucho el erotismo con el humor; por eso don Panta se tiró a Olga Arellano, ¿quién no se mataría de risa al ver que aquel saco largo tenía los pantalones suficientemente sueltos para comerse a La Brasileña? Y por eso el formalito de Luciano propone hacer una orgía con su esposa, su mejor amigo y la esposa de este al final de la novela.

Sí, nuestro nobel se volvió no solo predecible, sino aburrido y trasnochado. Decidió que su creación literaria debía ambientarse siempre en el pasado: en el periodo de dictaduras, de totalitarismos, de maltratos a la población, contra los que siempre luchó –no hay que negarlo—, y por el que parece que ocultaba muy en el fondo una necesidad existencial, ontológica. ¿Quizás por eso tituló a sus memorias como El pez en el agua? ¿Porque se sentía a gusto hablando literariamente de eso que tanto despreciaba?

Como dije, Mario siempre tuvo algo qué decir sobre sus lecturas, que es lo mismo que decir sobre su vida. Y su vida fue, como él admitió en diversas entrevistas y en Conversación en Princeton, «dos historias, muy distintas entre sí, [que] poco a poco se van acercando». De ahí podemos deducir esa superposición cuántica del Mario literato y el Mario no literato, porque queda corto e inexacto decir el «Mario político» o el «Mario de la vida real».  Mario es literato o no es Mario.

Para terminar literaria y paralelamente con su vida, creo que la mejor pregunta que puedo hacerme es: ¿En qué momento se jodió Mario Vargas Llosa?

Vivir para siempre: el legado de Mario Vargas Llosa

César Osorio, bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y corrector egresado del Centro de Desarrollo Editorial, analiza desde el sentimiento de un lector la partida de Mario Vargas Llosa, el vacío que deja y la brecha abierta entre sus defensores y detractores.

Así como a muchos, la noticia de su partida me tomó por sorpresa. Aquel suceso no dejó indiferente a nadie, ni siquiera a los lectores más férreos. Pero si una persona regular se apenaba por el deceso del único premio nobel peruano, parecido al sentir de un civil que despide a un héroe de la patria, la impresión que marcó tanto en mí como en mis colegas de carrera alcanzó una dimensión más profunda y desconsoladora. Fue como si despertáramos de un extraño letargo y al abrir los ojos no viéramos más a un referente de profesión, un ídolo para muchos, que con su sola figura sostenía buena parte del prestigio de nuestra literatura.

Tal vez la crisis social en la que estamos sumidos nos hizo olvidar que podríamos perderlo en cualquier momento; ya había llegado a una edad prolongada y hasta él mismo daba señales, con su última novela, de que no le quedaba mucho tiempo. De cualquier forma, ahora no está más. No cabe duda de que dejó un vacío irremplazable. Lo sabemos y solo queda aceptarlo.

A mi modo de ver, Mario Vargas Llosa acaba de iniciar una nueva vida, una que durará muchísimo, y más que su existencia «natural» en la Tierra. Y es que vivirá en cada uno de nosotros, es evidente, y quienes nos sucedan también dirán lo mismo con igual validez, así hasta que los peruanos —o los latinoamericanos, o la humanidad entera— pierdan la memoria. Un escritor, académico y líder de opinión como Vargas Llosa ha forjado por sus propios méritos una poderosa influencia en la sociedad. Sus novelas forman parte del imaginario común del pueblo peruano, sus declaraciones son y serán escuchadas, debatidas y reinterpretadas eternamente. Su nombre se ha convertido en el de un intelectual ilustre por antonomasia —y esto lo digo con el perdón del antifujimorismo, aunque ellos saben que no miento—. Vargas Llosa, similar a César Vallejo, José María Arguedas o Ricardo Palma, se ha ganado con justicia la vida eterna a través de su legado.

Vivir así es un privilegio al que muy pocos pueden aspirar. No solo en la literatura, sino en todo lo que respecta a las actividades humanas. Lo más probable es que casi ninguno de nosotros pueda acceder a algo remotamente parecido. Lo más seguro es que nos extingamos de la memoria colectiva cuando ya ni nuestros tataranietos recuerden quiénes fuimos o qué hacíamos, y esto siendo positivos.

Las masas se renuevan, pero los rostros individuales están destinados a perderse entre la multitud. Por el contrario, la obra de Vargas Llosa hará que su faz se reproduzca por diferentes medios, de manera que nuestros tataranietos sepan mejor cómo se veía él que cómo nosotros lucíamos. Al fin y al cabo, se vive cuando se es recordado. Vargas Llosa será recordado en todas sus facetas, en sus éxitos, fracasos, hitos y contradicciones. Incluso los que lo han rechazado por las infortunadas decisiones políticas que Vargas Llosa abanderó, tendrán que mencionarlo y tenerlo en cuenta al reconstruir los relatos de la literatura peruana y latinoamericana.

Por ese motivo, a pesar de la tristeza que me genera su muerte, me tranquiliza saber que ahora se halla en un lugar mejor: el olimpo de los humanos notables. Mis maestros seguramente han arribado a esa conclusión mucho antes que yo. Varios de ellos, apasionados de la frondosa e implacable narrativa «vargaslloseana» nos hablaban con entusiasmo de cada detalle de sus novelas, sus temas, su estructura interna, sus referencias e intertextualidades.

Y no solo constaban las pláticas del universo ficcional, sino que se extendían hasta la otra complejidad de su contexto social, sus batallas políticas, su trayectoria ideológica. Uno de mis maestros, muy querido y respetado por todos en la facultad, nos comentaba que tener a Vargas Llosa de referente literario ya por sí solo eleva el nivel creativo de uno, pues inspira a emular cierto grado de la magnitud que logró plasmar en sus novelas. Como estar a hombros de un gigante. Un gigante de la San Marcos, por cierto. Me parece hasta alucinante que haya podido estudiar en la misma alma mater que él. ¿Quizá nos ha heredado a los sanmarquinos un pequeño destello de su grandeza…? Ojalá.

Sea como sea, gigantes como Vargas Llosa nunca mueren. Mi eterna gratitud hacia un gran hombre que supo elevar el nombre de las letras peruanas hasta los cielos universales. Cuando llegue mi hora, podré afirmar con calma que, al menos, viví en su misma época.

Mario Vargas Llosa: enfermedad, literatura y eternidad

Muchas serán las anécdotas, acaso incontables los homenajes que se le rendirán a uno de los escritores más queridos de la literatura peruana y latinoamericana. Evocar el recuerdo de Vargas Llosa es abrir una polémica interminable, sin embargo, es necesario hablar de un hombre que vivió únicamente para escribir.

Por Marco Fernández

Ningún artículo, ensayo o libro que se publique en adelante podrá abarcar la totalidad de la vida de Vargas Llosa, menos aún su obra. Valen los intentos y con ello deberemos conformarnos.

El escritor argentino Rodolfo Fogwill, en su magnífico cuento «Otra muerte del arte», menciona lo siguiente: «En fin: nada peor que estar enfermo de literatura. Corrijo: nada peor, para la literatura, que estar enfermo de literatura (…) Pero vivir de la literatura, o vivir en estado de literatura, no son enfermedades: son errores». Basta con imaginar al pequeño Mario escribiendo o leyendo para tener una figura precisa de esa enfermedad. Pero a diferencia del sarcasmo y evidente pesimismo «Fogwillesco», en Vargas Llosa es todo lo contrario. La gula literaria y el desenfreno por la escritura no fue más que el manifiesto de una entrega total al solitario oficio de escritor.

Fue precisamente en los años de su estadía en Cochabamba donde aprendería a leer y escribir, memorizando versos de Darío que su abuelo, aficionado a la poesía, le enseñaba. Pero este solo fue el principio de la enfermedad. A los catorce años, fue enviado por su padre al Colegio Militar Leoncio Prado del Callao, en el que recibiría una estricta formación entre los años 1950 y 1951. Pese a lo que se podría pensar respecto a una experiencia como esta —cualquiera habría sucumbido ante tal hecho— Vargas Llosa reconoció que fue la época en que más leyó y escribió, siendo sus autores de cabecera Víctor Hugo y Alejandro Dumas.

La literatura como refugio sería el punto exacto para definir esta etapa de la vida del joven Mario. Evidentemente, no enfermó como cualquier aspirante a escritor que vive de los sueños y las ansias de gloria. La consolidación de su vocación como escritor llegó precisamente en medio de las barracas del colegio, con las ficciones como su única salida de la realidad—quizás pensamos en Roberto Bolaño y la literatura como su tabla de salvación ante la enfermedad, o en el cubano Reinaldo Arenas, para quien la literatura se convirtió en su único fusil para enfrentar a un régimen dictatorial—. Tal vez por ello Vargas Llosa sentía esa inclinación total por la ficción; basta recordar una de sus más conocidas frases: «Escribir novelas es un acto de rebelión contra la realidad».

No debería extrañarnos entonces que La ciudad y los perros (1963) represente la vía de escape a la que nos referimos. Podríamos imaginarla como acaso la más sutil de las venganzas, aquella que solo se consigue con mentiras. Y, Vargas Llosa fue el más querido de cuanto mentiroso haya transitado por los caminos de la literatura. Nos hizo creer en las visiones del Poeta Alberto Fernández, en los monólogos de el Esclavo Ricardo Arana, en las correrías del Jaguar, en las órdenes imperantes del teniente Gamboa.

Si volvemos a Fogwill y a la «enfermedad», entonces podríamos colocar a Vargas Llosa como un mitómano predestinado. Cualquiera que haya disfrutado sus historias deberá aceptar que fue timado de la manera más pícara: aquella que surge de un relato bien contado.

Cómo olvidar la historia de don Anselmo o aquel grupo de mediocres y picadores llamados Los inconquistables —a la que pertenecía el Sargento Lituma— en La casa verde; cómo olvidar esa pregunta de Santiago Zavala en Conversación en la Catedral qué hoy cobra más relevancia que nunca: «¿cuándo se jodió el Perú?»; ¿es posible no conmoverse con la integridad de Pantaleón Pantoja o sucumbir ante los encantos de la Brasileña?; seguramente más de uno recordará las prédicas de Antônio Conselheiro o el triste final de el Beatito tras la derrota de los yagunzos en La guerra del fin del mundo; nadie podrá negar el manejo excepcional del erotismo en Elogio a la madrastra, a través de la historia de Rigoberto y Lucrecia. De esta manera, podríamos llenar decenas de páginas —libros, ¿por qué no?— con los protagonistas de esas mentiras a las que solemos llamar cariñosamente cuentos o novelas.

La obra de Mario Vargas Llosa no solo representa un legado de valor incalculable en la literatura peruana, sino que además, y mucho antes de su desaparición, fue uno los faros de las letras latinoamericanas. Último sobreviviente de aquel cuarteto que llevó el boom hacia la cumbre, podemos decir, tal vez con algo de nostalgia, que en ese sentido nos hemos quedado solos. La estructuración de sus historias, la administración de los recursos narrativos, las temáticas que desplegaban sus relatos y el vicio de escribir no son más que algunas características de su escritura, una que probablemente será replicada, pero jamás igualada.

No debemos olvidar también el constante tributo que realizaba Vargas Llosa hacia sus autores favoritos. Ahí tenemos La verdad de las mentiras; El viaje a la ficción. El mundo de Juan Carlos Onetti; García Márquez. Historia de un deicidio; Cartas a un joven novelista; Medio siglo con Borges; La mirada quieta (de Pérez Galdós), entre otros ensayos que confirman a su autor como un hombre enfermo de literatura, esclavo de su escritura y merecedor de la eternidad.

Y esto tuvo su recompensa en el 2010, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura, para disgusto de muchos y congratulación de otros. Lo cierto es que, como dijo el narrador Antonio Gálvez Ronceros en una entrevista, el buen Mario «se lo buscó». Esa tal vez es la clave de la eternidad de Vargas Llosa. Vivir para escribir, para ser feliz, para ganar un Nobel, para vivir en una realidad alterna en la que solo es posible existir si se toma por vocación a la escritura.

Adiós, Mario. Hasta que nos volvamos a ver. O, mejor dicho, hasta que volvamos a leerte, pues para cualquier lector que se precie de serlo, la lectura es la resurrección constante de un autor. Así que será mejor decirte solo hasta luego. Al rato nos vemos.

Reyna Domínguez: «Incluso en tiempos de IA se requiere que haya alguien que guíe el proceso editorial en todos los ámbitos»

Editora formada en las aulas del Centro de Desarrollo Editorial, Reyna Domínguez, desde México, comenta en la siguiente entrevista acerca de la figura del editor en el trabajo con publicaciones, la formación que debe recibir, así como su experiencia en uno de los cursos más solicitados de nuestra institución.

En tiempos de inteligencia artificial y avances tecnológicos diarios, ¿cuál es el papel que juega la figura del editor?

Es de gran importancia, porque incluso en tiempos de IA se requiere que haya alguien que guíe el proceso editorial en todos los ámbitos, sea impreso o digital.  El editor tiene una gran responsabilidad no solo al dirigir a los equipos de trabajo, pues él mismo realiza diversas funciones. Además, se cree que el editor es aquel que únicamente ve las cuestiones relacionadas con los libros; sin embargo, el asunto va más allá, porque justo en estos tiempos, en los que lo digital —como las plataformas y redes sociales— ha cobrado gran relevancia, el trabajo del editor sigue siendo necesario.

¿Es imprescindible que un editor opte por formarse profesionalmente? Partimos del punto en que muchas veces este trabajo inicia de forma empírica.

Por supuesto, ya que los cursos, especialidades o maestrías darán mayor valor a su trabajo. Me parece que hay que celebrar las acciones que se han realizado en diversas universidades y centros de estudio de muchos  países, México incluido, para profesionalizar la labor editorial. Como bien dicen, muchas veces el editor se forma de manera empírica y, aunque no está mal, la profesionalización permite mayor calidad, estandarización y mejores procesos.

¿En qué momento decidiste formarte como editora?

En el momento en que la gente creyó que hacer una revista es copiar y pegar, incluso para el consumo interno en una organización como en la que trabajo. Además, formarme como editora me permitió estandarizar procesos y eso fue de gran ayuda.

Cuéntanos un poco acerca de tu experiencia en el Curso Integral de Edición de Publicaciones

La verdad fue una experiencia muy buena. Aprendí muchas cosas que no veía en mi trabajo, porque lo que editamos no se vende. Sin embargo, me será de gran ayuda para mis proyectos independientes.

¿Cómo aplicaste lo aprendido en tu quehacer profesional?

Es muy interesante porque conocí muchísimo acerca de la planeación, lo cual estoy aplicando, pues me permite aprovechar mejor los tiempos. También el curso me ayudó a comprender mejor a todas las partes involucradas en los procesos editoriales.

¿Recomendarías el curso a quienes deseen formarse como editores?

Sin dudarlo, ya que abarca los procesos editoriales de manera integral y hace un repaso del universo editorial, lo que nos permite tener una panorama completa. Además, porque si no eres de Perú te permite aprender un poco de lo que sucede ahí en  materia editorial y eso también amplia la mirada.

Si deseas participar del Curso Integral de Edición de Publicaciones da clic aquí: wa.me/51968788289

Guadalajara: Premio FIL de Literatura abre su convocatoria 2025

Hoy inició la recepción de candidaturas para la obtención del máximo galardón de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara. Entérate de los detalles en la siguiente nota.

El Premio FIL reconoce la trayectoria de escritores que ofrezcan una valiosa obra de creación en poesía, novela, teatro, cuento o ensayo en español, catalán, gallego, francés, italiano, rumano o portugués. Los escritores que deseen participar tienen hasta el viernes 4 de julio para presentar sus trabajos.

Asimismo, las postulaciones al premio pueden ser hechas por instituciones, agrupaciones y asociaciones culturales o educativas, así como personas interesadas en la literatura. Las candidaturas deberán ser presentadas en el formato de postulación disponible en el portal www.fil.com.mx, siendo la única vía de participación.

El jurado estará integrado por escritores y críticos literarios de destacada trayectoria, cuyo fallo será inapelable. El primer lugar será anunciado el 1 de septiembre de 2025.

El ganador se hará acreedor de 150 mil dólares, los cuales serán entregados durante la inauguración de la edición 39 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, el próximo 29 de noviembre.

Cabe mencionar que el Premio FIL de Literatura ha sido entregado a diversos autores a lo largo de los años. Entre los más importantes destacan el poeta chileno Nicanor Parra (1991);Julio Ramón Ribeyro (1994); Augusto Monterroso (1996); Sergio Pitol (1999); Alfredo Bryce Echenique (2012); Enrique Vila-Matas (2015); Ida Vitale (2018); entre otros.

Libros y amor: algunas recomendaciones por San Valentín

Toda fecha es propicia para disfrutar de un buen libro. Por el Día del Amor y la Amistad, seleccionaremos unos títulos según algunas clasificaciones del amor.

El eros

Los antiguos griegos consideraban a Eros como una figura central de su mitología. Es conocido por ser el dios del amor y el deseo. Este amor simboliza un sentimiento apasionado y físico que se caracteriza por la pasión intensa.

En este grupo encontramos novelas como Memorias de una cantante alemana, de Wilhelmine Schröeder-Devrient; La pianista, de la escritora austriaca Elfriede Jelinek; Trópico de cáncer, un clásico del escritor Henry Miller; también tenemos Las edades de Lulú, novela de la escritora española Almudena Grandes, la cual relata las experiencias sexuales de una adolescente que siente atracción hacia un profesor.

Finalmente está El teatro de Sabbath, del autor Philip Roth, historia que narra las peripecias de Mickey Sabbath, un ex titiritero obsesionado con su sexualidad y que desea a toda costa ser infiel.

Cabe mencionar que en este grupo se suele incluir obras consideradas como pornográficas, como las novelas del Marqués de Sade, entre las que resaltan Justine o los infortunios de la virtud y Las ciento veinte jornadas de Sodoma o la escuela del libertinaje.

Amor romántico

Aunque en la clasificación de Sternberg este tipo de amor se da por una atracción física y emocional, pero sin compromiso, la concepción más arraigada es la que ofrece la psicología, la cual posee una fuerte carga emocional y física, sobre todo al inicio de la relación.

En esta clasificación encontraremos clásicos indispensables de la literatura como Madame Bovary, del novelista francés Gustave Flaubert; Orgullo y prejuicio, de Jane Austen, cuyo núcleo central es la relación entre Elizabeth Bennet y Mr. Darcy. En tanto, Las desventuras del joven Werther, de Goethe, es también una excelente opción.

Por otro lado, tenemos también libros con una fuerte carga sentimental, como El diario de una pasión, de Nicholas Sparks, novela que fue adaptada al cine en el 2004 y se convirtió en una de los clásicos del cine romántico.

Amor filial

Esta categoría es aquella que se expresa entre padres e hijos, destacando los valores del cuidado, el respeto y el sacrificio paternal.

Aquí tenemos títulos muy interesantes y que serán del agrado de los lectores. Por ejemplo, una de las novelas que analiza a profundidad el amor entre padres e hijos es La invención de la soledad, en la que el novelista estadounidense Paul Auster reflexiona acerca de la relación que llevó con su padre y su propio abordaje de la paternidad.

Asimismo, tenemos un clásico infaltable de la literatura como es Carta al padre, del autor checo Franz Kafka, narración que, si bien se ve desprovista de tintes armónicos, ahonda en el complejo vínculo que muchas veces se gesta entre padre e hijo.

Y, si de sacrificios hablamos, no te puedes perder La carretera, de Cormac McCarthy. Ambientada en un escenario postapocalíptico, la historia sigue a un padre y a su hijo que luchan por sobrevivir en un mundo arrasado. Lo interesante de esta novela es que la figura del papá es tan bien concebida por el autor, que lo muestro decidido a realizar un gran sacrificio, en medio de una situación extrema.

Amor entre amigos

El Día de San Valentín es un buen momento para recordarles a nuestros conocidos y compañeros más cercanos lo mucho que nos importan. Y, también es una excelente oportunidad para recomendarles buenas lecturas.

Por ejemplo, tenemos La sombra del viento, del escritor español Carlos Ruíz Zafón. Esta novela trata acerca de los amigos Daniel y Fermín Romero de Torres, quienes se unen para desentrañar un misterio literario en el que el amor y la lealtad producen situaciones inesperadas.

El último encuentro, del escritor húngaro Sándor Márai, es una de las novelas que profundiza a la perfección en la complejidad de la amistad. La historia narra el reencuentro de dos amigos después de muchos años de separación. Es en ese momento en que ambos reflexionan acerca de la amistad y las razones que los llevaron a separarse. Una excelente opción para recordar el tesoro preciado que representan los amigos.

Cerramos estas recomendaciones con El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger, novela que narra las desventuras de Holden Caulfield. Una de las aristas de la historia explora los vínculos que el protagonista mantiene con sus amigos y cómo estos influyen en su búsqueda de conexión y comprensión.

Y tú, ¿qué otros títulos agregarías a estas clasificaciones?

¿Cuáles son los errores más comunes al diseñar?

En la siguiente nota encontrarás algunas de las faltas típicas en las que incurren los profesionales del diseño en sus inicios o incluso los más experimentados.

Implementar una solución gráfica requiere diversos criterios que implican un alto sentido de la estética y la composición, además del manejo de herramientas y programas de diseño.

La práctica hace al maestro, bien lo sabemos. Sin embargo, siempre habrá un margen de error que debemos considerar. En el siguiente artículo, la diseñadora gráfica Ana Morales nos señala algunos de los errores más recurrentes del diseño gráfico.

Composición

Parece increíble, pero este es una de las fallas clásicas. Se relaciona con la distribución de los elementos sobre el espacio de trabajo. Si no se consigue la armonía entre las partes que componen una pieza gráfica, resultará en una ausencia de jerarquía visual, lo cual resta valor a las propuestas.

Errores tipográficos

En ocasiones, los diseñadores suelen decantarse por fuentes muy elegantes, pero poco legibles o congruentes con el diseño propuesto.

Distribución de la información

Algunos diseños contienen mucha información, lo que se traduce en una evidente saturación. En otros casos, carece de la misma, lo cual dificulta la comprensión del mensaje.

Colores

Especial atención en este punto. Un diseñador gráfico debe tener en cuenta la armonía en cuanto a la combinación de colores, ya que una adecuada elección aumentará el valor estético de la propuesta. En tanto, el uso excesivo de colores podría generar una confusión visual en el lector.

Imágenes

Aquí entran en juego diversos puntos. En primer lugar, tenemos las imágenes que no comunican bien el mensaje o que en todo caso no guardan relación con el texto que acompañan. Por otro lado están los gráficos en baja resolución, que disminuyen la calidad de la propuesta y su óptima transmisión.

Un diseñador gráfico debe cuidar este aspecto de su trabajo, pues representa uno de los errores que se ocasionan ya sea por descuido o por desconocimiento de las resoluciones óptimas para la presentación de una pieza gráfica. Recuerden que una vez enviado a la imprenta no hay marcha atrás.

Aprende las reglas básicas del diseño gráfico

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Las novedades del sector editorial en un solo canal

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En tiempos en los que las redes sociales y las plataformas multimedia transportan la información en cuestión de segundos, es necesario garantizar la inmediatez mediante soportes capaces de rebotar las noticias hacia un público masivo.

Por ello, el Centro de Desarrollo Editorial, como parte de su estrategia comunicativa, abre su nuevo canal de WhatsApp en el que no solo encontrarás noticias frescas y de interés, sino también una ventana hacia el perfeccionamiento profesional.

En esta plataforma te mantendrás al día respecto a las noticias del sector cultural y editorial, el cual está en constante cambio y lanzando novedades cada día.

Por otro lado, es una buena opción para quienes gustan de la literatura y la lectura. Y es que a diario presentamos las principales efemérides literarias y desarrollamos los principales temas del acontecer literario. De este modo, la información que compartimos no solo se convierte en insumo para publicaciones en redes, sino también en fuente de consulta para quienes deseen conocer a nuevos autores y obras que aguardan ser descubiertas.

Finalmente, el canal del Centro de Desarrollo Editorial también te ofrece una variada oferta con los mejores cursos del sector, así como programas que te ayudarán a dar tus primeros pasos como editor, redactor, diseñador o investigador, entre otras actividades de agentes vinculados al sector editorial. Además estaremos compartiendo promociones insuperables para nuestros suscriptores.

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