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Se conforma el Gremio de Editores de Guadalajara

Los dos editores entrevistados representan a los siete miembros del Gremio de Editores de Guadalajara, armado para fortalecer a las editoriales independientes de la región tapatía.

Con la intención de unir fuerzas frente a las dificultades económicas debido a la pandemia, y para visibilizar a las editoriales independientes fuera de la Ciudad de México, siete editoriales decidieron conformar el Gremio de Editores de Guadalajara. Esto se dio también en el marco de futuros compromisos, como el caso del nombramiento de Guadalajara como Capital Mundial del Libro en 2022 por la Unesco, así como el nombramiento de Guadalajara como invitada de honor a la Liber 2021, que se llevará a cabo en Madrid entre el 13 y el 15 de octubre.

Felipe Ponce y Luis Armenta están a la cabeza de Ediciones Arlequín y Mantis Ediciones, respectivamente. En esta entrevista conversaron sobre la situación de las editoriales independientes en México fuera de la capital, y la necesidad que vieron para conformar un gremio que pudiera profesionalizar la labor de estas editoriales independientes y fortalecerse mutuamente. También mencionaron qué perfil buscan para las editoriales que quisieran unirse al gremio.

El Gremio está conformado por siete editoriales tapatías: Ediciones Arlequín, Impronta Casa Editora, Literalia, Mantis Ediciones, Paraíso Perdido, Petra Ediciones y Salto Mortal.

¿Este gremio busca descentralizar la industria editorial en México? ¿Por qué?

Luis Armenta: Más que descentralizar la industria buscamos su visibilización. Las instituciones, sobre todo las nacionales, tienden a mirar a Ciudad de México como lo único que hubiera en el país y esto es una mentira. Hay editoriales como Petra Ediciones, cuya directora está con nosotros en el gremio, que tiene más de 30 años. Además, cuenta con premios internacionales de publicaciones infantiles en ferias como la de Boloña o la de Fráncfort. Siempre ha sido invitada por instituciones extranjeras, pero cuando hay algún evento nacional, de Secretaría de Cultura, antes Conaculta, rara vez toman en cuenta a esta clase de editoriales. Y hablar de Petra es hablar de Arlequín o de cualquiera. Y hay una gran variedad de editoriales fuera de la capital que no se toman en cuenta. Entonces no se trata de descentralizar ―las que están en CDMX se van a quedar allí―, sino que se vean las que no estamos en la capital y que se capten con mayor calidad, con más trascendencia internacional.

Felipe Ponce: Guadalajara es muy conocida por la Feria Internacional del Libro, y también pienso que para nosotros es una gran oportunidad. Pero quizá para el exterior se invisibiliza el trabajo que hacemos por la magnitud de la Feria. Nosotros llevamos a cabo una labor editorial con larga trayectoria y profesionalidad, y buscamos hacernos más visibles para un frente común con ciertos aspectos que se han estado dando. La FIL es una de las causas por la cual nuestra ciudad ha sido nombrada por la Unesco como Capital del Libro para el 2022, ese es un poco el contexto por el que estamos enarbolando las banderas, haciéndonos más visibles, y también otros acontecimientos que se han sumado: hay una feria que cada año cambia de sede en España que es la feria Liber; unos años es en Madrid, otros en Barcelona. Se compone inminentemente de asistentes profesionales y nuestra ciudad es la invitada distinguida de la edición de este mismo año. Esto es algo importante para nosotros y queremos tener una participación activa.

¿Qué otras agrupaciones de este tipo hay en México y qué cambios se han visto a partir de ellas?

L.A.: La gran organización editorial es la Cámara de la Industria Editorial Mexicana (CANIEM), que se compone de una cantidad infinita, muy amplia, de editoriales, incluyendo los grandes grupos comerciales. Por lo tanto, el apartado independiente es una minoría en esta cámara. Felipe ha luchado desde años recientes, junto con otros colegas, para que se le otorgue un peso, aunque sea mínimo, a las editoriales independientes en una conformación gremial que privilegia, por supuesto, los intereses empresariales. No digo que es negativa para los grupos independientes, la Cámara ve por todos, pero los que más pesan son los grupos internacionales. Hay un grupo mayor― en tamaño, por supuesto―, que es la Alianza de Editoriales Mexicanas Independientes, la AEMI, a la que también pertenecemos algunos de nosotros. Esta se conforma por veinte editoriales y también intenta ser nacional, aunque se concentran muchísimas editoriales de CDMX, desde hace unos años conforman también editoriales independientes. Pero no están tan formados jurídicamente, es más una alianza, no hay esta parte profesional. No lo digo de manera negativa, pero desde el gremio sí queremos ser un grupo jurídicamente establecido para volvernos un frente mucho más poderoso a los embates que podamos encontrar. Nuestra experiencia de querer ser grupo viene antes de la designación de Guadalajara como Capital del Libro y como ciudad invitada a Liber. Las licitaciones, las reuniones con la Secretaria de Cultura, con la Universidad de Guadalajara y otras instituciones y la licitación de libros vienen desde antes; no aparecíamos en su mapa o aparecíamos casi como si nos quisieran hacer un favor; además, nos imponían unas reglas que como elementos independientes e individuales era muy difícil decir «acepto» o «no acepto». Empezamos a reunirnos para tratar estos asuntos con las bibliotecas, con la red estatal de Jalisco y a partir de allí inició la inquietud. Se suman estos elementos que ya mencionó Felipe y a partir de aquí queremos hacerlo. Pero insistimos con tener una agrupación ya formada completamente, con todos los estatutos, con todos las obligaciones y derechos sumándonos a la AEMI y a la CANIEM.

F. P.: La AEMI, como bien comentaba Luis, fue la primera organización de editoriales independientes. Eso fue un mérito muy grande, si no me equivoco tendrá unos quince años, es una pionera en ese sentido. Mantuvo y mantiene diálogos con organizaciones similares en distintos países de Latinoamérica y forma parte de la alianza mundial de editores independientes. Y el trabajo de la AEMI es muy meritorio, como menciona Luis, pertenecemos a ella como miembros activos, y nuestro Gremio se suma a estos esfuerzos, no establece ningún tipo de competencia, ayudará a trabajar en conjunto. En principio, tiene la peculiaridad de estar conformada por las editoriales afincadas en Guadalajara, y buscará representar a otras editoriales de otras latitudes, pero sobre todo las que no están en la CDMX. El país es muy grande pero no todo pasa en la capital, y sabemos que hay editores en otros estados que probablemente se sienten un tanto desprotegidos y quisieran tender puentes a una organización como la que estamos planteando ahora.

¿Cuál es la participación que buscan tener dentro del sector editorial en Guadalajara en particular y en general en todo México?

L.A.: En Guadalajara buscamos ser una parte más del diálogo activo, que se nos conceda para aprovechar la experiencia de la parte profesional. Los editores somos los actores principales en cuestiones como la Capital Mundial del Libro, y en algunas otras cuestiones como la FIL Guadalajara, donde hay un pasillo de editoriales independientes; este surge a partir de ciertas convocatorias, peticiones, o exigencias a veces, de que estuviéramos representados, porque antes la FIL no nos tenía en mente para conformar un pasillo. Esto se peleó y también la AEMI ha peleado por la Ley del Libro: muchas cuestiones a favor de reglamentar el libro, como la ley del precio único, vienen por incidencia de la AEMI, entonces queremos hacer algo parecido dentro de nuestro Estado. Que la red estatal de bibliotecas, y las instituciones, tanto las estatales como las municipales, nos consideren para dialogar con ellos, sumar esfuerzos. Lo hemos dicho muchas veces, que no sientan que somos el grupo disidente de otras alianzas. Somos el grupo que viene a complementar en esta manera local lo que la AEMI viene haciendo de manera nacional y que se hace de manera global con la CANIEM.

F. P.: Además, podemos incidir mucho en nuevas políticas públicas que contemplen mejoras en la cadena del libro. Por ejemplo, el tema de las bibliotecas, que nos preocupa muchísimo. Las bibliotecas nacionales están, podríamos decir, en semi abandono, las mantienen en los aspectos básicos, pero por ejemplo no hay políticas claras de atención, nada está programado, ni siquiera organizado, para que pudieran darse compras de manera periódica, no hay nada de eso. En ese aspecto yo creo que la conformación del Gremio podría incidir en estos aspectos y otros más.

¿Cómo va el tema de la Ley del Libro en México?

L.A.: Es muy curioso el tema, porque fue publicada hace unos años, pero el reglamento tardó en aparecer. Lo mismo está ocurriendo ahora con la ley de bibliotecas. También estamos obligados a nuevos repositorios, pero para eso tampoco hay un reglamento establecido. Estas cosas ocurren mucho en México: aparece una ley que obliga a que la cumplas, como la del precio único, y según la ley anterior estamos obligados a cumplirla por dieciocho meses, no podemos modificar los precios de estos libros llamados «novedades», pero en su momento no existía un reglamento, entonces no había penalización si alguien lo modificaba. Y quienes incurrían en esto mayormente eran las grandes librerías, que lo modificaban a su antojo. Nosotros les mandábamos el libro con el precio único, pero ellos después te pedían un descuento independientemente de la consignación. Esto ha sido también un problema con el que tenemos que luchar sobre todo los independientes, porque si nos obligan a hacer una consignación del 40% o 50% y aparte te piden un descuento del 30% que ellos van a ofrecer a nombre de una librería y no a nombre del editor,  los precios de producción ya no están siendo respetados; y eso que están bajo una ley, imagínate cuando estábamos a la libre oferta y demanda. Eso puede ocurrir en México y, de hecho, ocurre.

F.P.: Y es lo mismo que hace Amazon cuando unilateralmente da un descuento. Ofrece más baratos los libros para ganar, evidentemente, ser más atractivos y perjudicar a la competencia. Esto no está reglamentado, y obviamente los grandes grupos editoriales en México y grandes grupos de librerías hacen exactamente lo mismo. Hay un desequilibrio entre ellos y los pequeños libreros, y hay muchos esfuerzos libreros en el país, minúsculos, muy heroicos, pero que dan una batalla importantísima contra estas grandes superficies de venta de libros. En cambio, estas sí dan esos descuentos afectando al sector y sin pactar con el editor. Finalmente, el que asume ese descuento es la última parte, es decir nosotros, los editores. Nosotros podemos negociar un descuento con los libreros, pero casi de rigor se ha impuesto un 40% de consignación.

L.A.: La consignación, que es la parte de ganancia de las librerías ―que, por supuesto tienen que tenerlo, porque pagan rentas, servicio, luz, agua, personal― sí la negociamos, pero el precio único de venta al publico no se negocia. Nosotros trabajamos con librerías pequeñas porque son quienes más leales resultan; no tanto las grandes cadenas, mucho menos de las que habla Felipe porque son internacionales y entonces no negocian,  imponen el precio e imponen el descuento. Esto es un negocio del precio de consignación, pero el libro se mantiene al precio único que nosotros ya debimos haber programado con los gastos de producción, prorrateado con los gastos de envío, la publicidad, prensa, etcétera. Si nos equivocamos, tenemos que respetar esos dieciocho meses a dos años. Los libros que salen de la categoría «novedad», luego de los dieciocho a veinticuatro meses establecidos, ya se les puede modificar el precio, ya podemos hacer promociones, pero el que se considera novedad es intocable. Podemos hacer otras promociones alrededor, pero ese precio de salida al público no se negocia.

Estamos hablando de tiempos de pospandemia, que en todos lados golpeó no solo a la distribución sino a la desaparición de librerías. Ahora es un milagro que, en algunas ciudades de México ―al menos en Guadalajara y Monterrey, que yo sepa―, están creciendo, están naciendo librerías independientes, esto habla de que nuestros aliados naturales deben ser estos libreros que arriesgan por el libro a pesar de que no son los mejores momentos para abrir una librería.

Por lo que se ha visto, las editoriales y librerías han ganado un poco de ventaja a lo largo de una pandemia, debido a que en ellas participan menos personas.

F.P.: Yo escuché en una conversación el otro día que las editoriales independientes somos muy resilientes, resistimos y nos adaptamos rápido justamente por el tamaño.

L.A.: Pero esto parte más allá de las ventajas. Yo no podría ver una pandemia como ventajosa para un editor independiente de ninguna manera, se cerraron los canales tanto de distribución como de venta, inclusive con las actividades que hicimos en línea. A la gente le puede gustar ver una presentación o una charla, pero no te compra el libro de inmediato; está más acostumbrada a que se compre dentro de la presentación, que se lo firmen, y todo este conjunto de elementos que conforman esos eventos. Entonces no estuvo nada fácil. Lo que sí, absorbemos muchos menos gastos que los editores grandes, es verdad, pero también lo que nos mantiene es la pasión por los libros. Generalmente, los independientes somos poetas, narradores, ensayistas, entonces estamos preocupados por la literatura en serio, y no porque dependamos de un sueldo, un aguinaldo o una prestación como puede ocurrir en caminos más amplios como los negocios más comerciales. Creo que la pasión por los libros es lo que nos mantiene resistiendo e insistiendo, no tanto las ventajas o las desventajas del mercado y las posibilidades sociales y económicas.

Aun con la pasión, que es lo mas importante, tenemos que comer, tenemos que vivir, tenemos que pagar renta, y esto sale con la venta de libros y el pago de otros servicios, conferencias y demás.

¿Qué perfil buscan en sus agremiados? ¿Qué requisitos deben cumplir?

F.P.: Que tengan el mismo perfil de independencia, que publiquen literatura y apuesten por sus autores. Hacemos una distinción muy clara entre las entidades editoriales que ofrecen servicios editoriales y las que apuestan por una conformación de su catálogo; a nosotros nos interesan las segundas, aquellas que se comprometan en promover y publicar autores. No necesariamente deben contar el perfil literario, pero es preferible que lo tengan.

Luis: Aparte del perfil, que es importante, también buscamos que sean profesionales. En Jalisco, al igual que en muchas partes del mundo, hay editores ocasionales, los que aparecen cuando hay algún apoyo o beca, los que no sacan el ISBN porque no les preocupa que la publicación circule o se venda, o los que sacan el libro y se lo entregan a un autor y ya consideran que hicieron su trabajo; estos que algunas veces se llaman «editores puros», que hacen el libro, lo entregan a sus autores y no sienten otro compromiso al respecto. Este tipo de editores, si bien los respetamos, no los vamos a aceptar en el gremio. Queremos a otro tipo con mayor compromiso.

Componen el Gremio de Editores de Guadalajara:

Ediciones Arlequín. Se fundó en 1994. Su catálogo publica narrativa de autores contemporáneos provenientes de culturas periféricas. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Unisex, de Enrique Olmos de Ita (2021).

Impronta Casa Editora. Fundada el 2014, se dedica a publicar con tecnologías antiguas, como los tipos móviles y linotipia. Su catálogo se compone de poemas largos, conferencias o poemarios cortos. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Bisel, de Julian Herbert (2014).

Literalia Editores. En el mercado desde 1988, ha publicado a más de 130 autores mexicanos en libros colectivos de poesía y narrativa. Están presentes en Facebook.

La mujer rota, de Alicia Albornoz Bueno (2008).

Mantis Editores. Se dedica a publicar poetas desde 1996. En su catálogo hay más de 400 escritores en varios idiomas. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

La espera /The Waiting, de Usha Akella (2019).

Paraíso Perdido. La editorial se fundó el año 1998. Desde entonces, han publicado a ciento treinta autores, entre mexicanos y extranjeros, que van desde la narrativa, el ensayo, la crónica, la novela gráfica, los libros ilustrados y la traducción de poesía. Están presentes en Facebook y su página web.

Las elegantes, de Didí Gutiérrez (2021).

Petra Ediciones. Edita libros sobre iniciación al arte, fotografía, literatura, documentales o informativos, teatro, divulgación científica y creación de ciudadanía para públicos infantil y juvenil. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Dientes, de Antonio Ortuño y Flavia Zorrilla (2015).

Salto Mortal. Desde el 2012 esta editorial publica poesía, libro álbum, cuentos y no ficción. Están presentes en Facebook, Instagram y su página web.

Inflexiones de la luz, de Elsa Cross (2018).

Rubén Acosta: «Lo principal es que la librería tenga una conexión con el lector».

Entrevista de Talía Chang

*Fotos extraídas de las redes sociales de la librería.

El dueño de la librería porteña En el Viento Libros y Música cuenta los secretos de manejar una librería en una de las ciudades más importantes para la cultura de Latinoamérica.

La industria editorial argentina es una de las más grandes del mundo hispano. A lo largo del tiempo ha marcado la pauta en cuanto a lo que lee el continente latinoamericano, extendiéndose también hacia los distintos tipos de librerías. Además del famoso Ateneo Grand Splendid y otras independientes que crecieron como Eterna Cadencia, están las pequeñas librerías de barrio, que ayudan a pequeñas comunidades a encontrar su próxima lectura.

En el Viento Libros y Música es una pequeña librería en el barrio de Belgrano que tiene tres años de funcionamiento. Rubén Acosta, el dueño, explica que destacarse en una ciudad con tanta oferta cultural como Buenos Aires radica en la atención personalizada. Este principio ayudó al negocio a mantenerse de pie durante una fuerte crisis económica y la pandemia de la Covid-19.

La librería recibe pedidos a través de su página web. También está presente en Facebook e Instagram.

Buenos Aires es una ciudad que se conoce por su variada oferta editorial y cultural. ¿Qué requiere una librería para satisfacer a los clientes dentro de este panorama?

Lo principal es que el librero sepa descifrar las necesidades de otros para poder armar el fondo editorial de su librería: qué está buscando el cliente, y qué puedo ofrecer que no tengan las librerías grandes. La mía es una librería de barrio, he trabajado en grandes cadenas y en librerías más pequeñas durante diecisiete años, y ahora en la mía. Si bien yo tengo mi impronta como librero, porque pongo el acento en lo que más me interesa ―por ejemplo, me llama más la atención la literatura latinoamericana que la anglosajona, o las editoriales independientes más que las comerciales, entonces mi local hace más hincapié en eso―, creo que lo principal es que la librería tenga una conexión con el lector. Yo necesito que se sienta interpretado.

¿Cómo se conecta con el barrio de Belgrano el hecho de tener una librería que también ofrece música?

Se conecta bien porque, merced a la pandemia, han cerrado muchos locales. Quedaron pocas disquerías en el barrio, y yo tenía la idea de armar un centro cultural en la tienda antes de la pandemia y el gran cierre del 20 de marzo del año pasado. No se pudo hacer por las restricciones, tampoco sabemos hasta cuándo se va a poder. Entonces este proyecto se hace un poco inviable por ahora.

La relación con la música la tengo desde siempre, porque antes de ser libero, fui disquero. Pero el avance de la tecnología ha hecho que las disquerías vayan cerrando; las nuevas plataformas, el internet y todo eso hacen que la gente pueda acceder a la música de una manera diferente. Antes escuchabas primero la canción en la radio y salías a la disquería a buscar dónde estaba esa canción. Ahora es muy raro pensar de esa forma. Entonces yo lo asumí como algo casi curatorial, traigo vinilos de jazz, música clásica, rock argentino, y empecé a tener una relación casi para quien le interesara. Y se transformó en una buena pata, en algún momento lo vamos a desarrollar mejor. Este último año ha sido difícil para empezar proyectos económicos o comerciales, pero la idea es hacerlo crecer. En un futuro esperamos que sea una suerte de proyecto separado de la librería. La gente responde bien a la música, los pedidos son por catálogo ―no es como los libros que yo los tengo consignados―, los discos tienen un proceso mas largo y engorroso. En algunos casos hay que traerlos de afuera, también está el tema de las restricciones del dólar en Argentina y comprar afuera es complicado, es necesario tener ciertas previsiones en ese sentido. Pero la música y los libros han sido un refugio muy importante para mucha gente durante este año y medio de pandemia. Yo lo sentí en el primer momento cuando tuvimos que cerrar la librería porque no éramos un comercio esencial, acá solo las gasolinerías, los locales de alimentos y los centros de salud podían funcionar, todos los demás estuvieron cerrados por más de 45 o 50 días, hasta que se empezaron a desarrollar protocolos para que los demás negocios pudiéramos abrir. Terminado ese tiempo, cuando pudimos volver a funcionar, se sintió como un reencuentro con una suerte de familia que se había armado en la comunidad, entre la librería, los lectores y los que venían a la librería, es decir, los proveedores, los editores. Fue un año bastante complejo.

Interiores de la librería. Fotos extraídas de las redes sociales.

Argentina ha sufrido una crisis política y económica desde hace varios años. ¿Cómo les ha ido con eso? Sumado a lo anterior, ¿cómo han logrado sortear la pandemia?

Yo decidí abrir mi propia librería porque me quedé sin trabajo. Estaba en la Librería Universitaria Argentina, que cerró; y con el dinero de la indemnización pude empezar mi propia librería. Yo tengo casi 50 años, y el mercado laboral para personas de mi edad se achica mucho, entonces fue el momento de tirarme a la pileta: o abro mi propia librería o me compro un auto y me pongo a trabajar de Uber, no había muchas más alternativas. Hice la Feria del Libro del 2018 para Penguin Random House y cuando terminó la feria dije «Bueno, vamos a buscar la manera de lograr armar nuestra propia librería». Y justo hubo una persona conocida que debía vender su librería, entonces le compré el fondo de comercio y allí nace En el viento, en octubre del 2018. Ese fue el comienzo del peor año económico de Argentina, entre el 2018 y el 2019 se dieron los índices de inflación y retracción de la venta más importante de los últimos 15 años en el país. A pesar de eso, nosotros logramos generar en el barrio una movida importante en cuanto a conectarnos con las necesidades del lector; precisamente, interpretar el deseo de ellos y hacer la transacción comercial de cambiar plata por un libro. A partir de eso logramos estabilizarnos, y cuando las cosas se empezaron a ver un poquito mejor, porque habían cambiado los vientos políticos en Argentina y venía un gobierno más progresista que apuntaba al mercado interno y a que la gente tuviera un poco más de plata en el bolsillo, llegó la pandemia. Espero que no venga nada peor después porque ya tendría que venir Godzilla o una invasión Zombie. Esperemos que esto sea lo último que pasemos en Argentina.

Los primeros tiempos fueron de mucha incertidumbre. Nosotros trabajamos al día y, parafraseando lo del Uber, nosotros somos un taxi: si no abrimos la librería, no les pagamos a los proveedores; si no les pagamos a los proveedores, no tenemos los libros; y si no tenemos los libros, cerramos. Ese círculo vicioso les ocurrió a muchas librerías, y no solo a estas, sino a todos los comercios alrededor de donde estoy yo; en un radio de cuatro manzanas habrán cerrado quince locales. Como vimos que las cosas se complicaban, empezamos a intentar otros lenguajes y otras formas de comunicación, y allí arreglamos la página web. En un principio estaba destinada al centro cultural, pero la reconvertimos en una página de compra venta de libros que funcionó así antes de la clausura de marzo del 2020. Esa fue la herramienta que tuvimos para subsistir. Pero la restricción era tal que yo ni siquiera podía viajar hasta la librería, no tenía permiso de circulación, entonces empecé a vender lo que llamaba vouchers, que ofrecía a los lectores para comprar libros a futuro. Entonces, los adquirían teniendo en mente que algún día se iba a abrir la librería, y obtendrían libros con un descuento extra si compraban ese voucher. Por ejemplo, si comprabas un voucher por mil pesos ibas a tener un descuento de 25% sobre ese dinero. Se jugaba muy al límite con el margen de rentabilidad de Argentina donde los libros tienen un precio fijo, es decir, todos los libros tienen precio de venta al público y el margen ronda ente 35% y 45% sobre el precio de tapa. No se ganaba un peso, pero se lograba sostener la estructura mínima ―pagar el alquiler del local, los servicios y a los proveedores y mantener girando la rueda―. A los dos meses pudimos abrir al público y allí se comenzó a generar otra sinergia con la movilidad.

Otra cosa que la pandemia logró es que tengamos una relación más profunda con el barrio, porque había vecinos cerca de la librería que no conocíamos, y hubo una movida que incentivaba a comprarle al comerciante pequeño, el del barrio. Si tenías la posibilidad, tratabas de no ir a una tienda de cadena sino al almacén, la verdulería o a la librería de tu barrio, y así preservar este pequeño ecosistema económico que funciona dentro de las comunidades. La gente lo comprendió cabalmente; es más, las cadenas perdieron bastante de su capital de personas, si bien siempre tienen público cautivo porque las grandes editoriales siempre apuntan a vender a través de las grandes cadenas, las librerías chicas estamos un poco al costado de eso, no nos tienen en cuenta y es difícil acceder al material de ellos, nosotros nos la rebuscamos para adquirir las novedades y satisfacer las necesidades del lector. Fue un año muy difícil, de mucho trabajo. Yo siempre digo lo mismo, antes tenía una librería y ahora tengo cinco, porque ahora tengo una librería física, una virtual, una por WhatsApp, una por Telegram, una por Instagram, una por Facebook, y entonces estoy con dos computadoras y el teléfono intentando satisfacer a todos, y lograr que también te den los libros porque esa era otra complicación; la logística de entrega de los libros durante la pandemia fue tremenda. Durante tres meses no hubo servicios de novedades. Entonces había que rescatar libros de donde sea porque la gente quería seguir comprando, y yo quería seguir manteniendo la relación con el lector.

Apenas pude entrar en el local, atendía con la persiana baja, era take away, que la gente pasara a buscar el libro, o delivery. Me quedaba cinco horas en el local para que la gente pase a buscar su compra y otras cinco horas recorriendo la ciudad y alrededores entregando. No tenía sentido quedarme diez horas en el local, la gente no podía salir tanto, además, había un control muy férreo con los comerciantes y las multas eran muy altas. Si tenías la persiana abierta cuando no eras un comercio esencial las multas arrancaban desde los 250 000 pesos, que en ese momento era imposible de pagar, era casi el candado que le ponías a la reja para cerrar la librería.

La idiosincrasia del porteño es muy de meterse en la librería y hurgarla, revisar, preguntar, estar. Todo eso se rompió en algún punto y era difícil volver a recuperar esa relación a través de la virtualidad, no es lo mismo mandar una pregunta por Instagram. Fue todo un aprendizaje para los libreros desarrollar los lenguajes técnicos necesarios, manejar las redes sociales y que suceda algo con algún lector que te quiera comprar un libro. Antes de la pandemia no lo desdeñaba, pero tampoco le daba toda la importancia de ahora. De hecho, yo quería abrir un centro cultural con toda la presencialidad, donde hubiera lecturas de poesía, talleres de escritura, hasta tenía pensado montar una radio, pero después paso lo que pasó. Ya saldrá el sol.

Además, durante la cuarentena uno quería leer y no había cómo adquirir libros nuevos.

Eso implicó hacer un poco de psicólogo. La gente venía a la librería y me decía: «Quiero una historia que me saque de toda la angustia», y yo respondía: «Está bien, no te voy a dar La peste de Camus». Pero me estaban haciendo trabajar, hacer un trabajo intelectual importante porque tengo que interpretar lo que necesitan en ese momento, y se logra, hay una empatía muy importante entre el lector y el librero. Si uno tiene ganas, claro. Si no tienes ganas, te paras detrás del mostrador, vendes la última novedad del que sea y te sientas a despachar. Pero si quieres puedes tener una relación mas allá de lo comercial, que después va a traer una relación comercial. Puedo transmitir lo que yo sé, compartir con lo que tú sabes, y a partir de allí generar un nuevo conocimiento. Cuando abrimos el local, dije que quería que la gente se apropie de la librería; yo tenía que ser un medio para los libros y el lector, y era como una arcilla que teníamos que aprender a moldear entre todos, y se logró. La verdad que en tres años hemos logrado una linda comunidad con los lectores y estamos muy contentos desde ese punto de vista, y tan contentos que hemos sobrevivido los tres peores años de la historia económica del país de los últimos treinta años y hasta ahora estamos bien.

¿La gente tuvo miedo de ingresar cuando volvieron a abrir al público?

Al principio hubo mucha paranoia. Estábamos todos con barbijos, guantes de late, dispensadores de alcohol y qué se yo. Estábamos todos un poco asustados porque no sabíamos de qué venía la cosa. Acá se tardó un poco la campaña de vacunación porque empezaron a llegar bastante tarde, aunque ya tenemos 30 millones de vacunas y somos 45 millones de personas, así que es cuestión de meses para que se logre la inmunidad de rebaño, que permitiría algún tipo de libertad, cosa que ahora parece una nimiedad. Yo me contagié de covid este año y la pasé muy mal, no se lo deseo ni a mi peor enemigo. A partir de esa experiencia, dices: «Esto es en serio», aquí ha muerto mucha gente, y tampoco se saben las consecuencias a largo plazo. Pero las cosas se han ido relajando, hubo reuniones, se reúnen en las plazas, ya no usan el barbijo como corresponde, y uno tiene que andar diciendo que si quieren entrar al local se tienen que poner el barbijo como corresponde y aplicarse el alcohol; hay que hacer un trabajo de esas características. Eso es más bien con los mas grandes, los más jóvenes lo aceptan y los niños también. Desarrollamos mucho la parte artística de la librería en cuanto a libros infantiles y novelas gráficas, vienen muchos niños de cinco y seis años y ya entran con las manos dispuestas a que les pongas el alcohol en gel. En algún momento también estás cansado de todas las medidas, pero también entiendes que la única manera es vacunarse y seguir cuidándonos, porque todavía no sabemos cuál es el final. La incertidumbre genera eso, hay gente que no quiere entrar, que prefiere comprar desde la puerta, y hay otros que se quedarían cuatro horas en la librería y le tienes que decir que se tiene que retirar porque hay otras personas en la puerta ya que mi librería tiene 45 metros cuadrados y solo pueden entrar en turnos de dos lectores por el aforo.

De todos modos, es muy difícil vender un libro sin que se toque o se abra. Por eso intentamos que en las redes sociales las descripciones sean lo mas explicativas posibles, las fotos sean vistosas, no solo mostramos la tapa y la contratapa, buscamos agregar mucha información adicional al libro. Ahora también ponemos la biografía de los autores, y de hecho estamos desarrollando una parte donde se muestre la relación entre libros con los libreros, lograr hacer entrevistas con los autores para ponerlas en la página, y eso sería otro motor. Estamos invirtiendo en eso y me parece que sería el mascarón de proa de nuestra librería por ahora, además de tener siempre nuestro local abierto todos los días para quien quiera pasar.

Argentina ha producido muchos artistas y cultura. Pero, ¿cómo ha cambiado la tecnología al lector? ¿La gente lee más, lee menos o lee igual?

Yo creo que la gente lee igual. La diferencia es que antes compraban más libros nuevos y ahora compran mas libros usados, pero tiene que ver directamente con el precio. Un libro de las grandes cadenas editoriales está entre los 1500 y 2000 pesos, lo cual es un dinero si tienes en cuenta que el dólar oficial está a 100 pesos, te sale más o menos. Tenemos la suerte de que aquí los libros no pagan impuestos, no tienes el 21% del IVA y por ello es atractivo para los extranjeros. Además, todas las monedas de Latinoamérica son mas fuertes que el peso argentino, entonces al cambio, está un 30 o 40 % arriba del valor, hay mucha plata de diferencia. Y las ediciones son muy buenas, los editores argentinos son muy buenos, en las ediciones independientes encuentras toda una bibliodiversidad impresionante. En ellas hay personas muy prestigiosas que se han alejado de los grandes conglomerados y se han puesto a trabajar en editoriales más pequeñas, y encuentras allí ciertos catálogos que son una delicia para tener en una librería, donde podemos compartirlos y largarlos a la calle para que la gente los pueda considerar. Acá se ha editado hace poco la única novela de Zelda Fitzgerald, por ejemplo, que no tenía edición en español, y se encargó una editorial argentina que tiene cinco títulos en su catálogo. Hay un trabajo muy importante de los editores y las ganas de seguir publicando, es una tradición. No olvidemos, por ejemplo, que la primera edición de Cien años de soledad fue publicada por Sudamericana cuando era una editorial argentina y no pertenecía a una multinacional; tenía un editor que se sentaba a leer manuscritos y cuando vio el libro de Gabriel García Márquez dijo: «Por acá va la cosa». Entonces hay una movida muy importante que no tiene mucha notoriedad y no es el mainstream de la industria editorial, pero está encontrando algo importante. Por ejemplo, en paralelo a la Feria Internacional del Libro, se desarrolló hace unos años la Feria de Editores, a la que van editoriales independientes, usualmente se hace en locales pequeños porque no requiere demasiada infraestructura y allí encuentras una enorme cantidad de publicaciones; por lo menos hay unas quince editoriales que publican poesía de clásicos y de nuevos poetas que presentan su primer libro, y con una calidad increíble que hace decir: «Qué lindo el laburo que hago, que me permite estar cerca de esto, en lugar de estar acomodando mayonesas en un supermercado». Es muy importante en Argentina, y las tecnologías no han podido cambiar eso.

La tecnología sí se ha metido en la relación mas directa entre las editoriales y el lector. Ahora, las editoriales le venden al lector directamente, lo cual comienza a ser un problema porque rompe la cadena de comercialización y elimina la librería. Entonces la cadena es: el editor edita, la editorial imprime, me lo da a mí, yo lo vendo y le pago a la editorial. Pero también tiene que ver con este «sálvese quien pueda» que se dio a raíz de la crisis; de alguna manera tienen que subsistir, no tienen la prerrogativa de las grandes editoriales que tienen un colchón. También hay que considerar que muchas editoriales independientes han nacido a partir de libreros, estos se ponen a editar, también tienen la dinámica de vender, y por ahí si lo vendes con un 40% de descuento, ya no hay sentido que lo venda yo en una librería. Es una pequeña tensión en estos momentos, pero no llega a pasar de eso. Cuando baje la bruma y todo esté más claro podremos sentarnos en una mesa y entender que formamos parte de una misma industria, todos formamos parte de ella y no necesitamos la actitud de las grandes empresas que directamente se comen a las librerías chicas.

Siglo XXI, una de las editoriales más importantes de ensayística de acá, ha bajado de dieciocho títulos a tres. Así que imagina una editorial pequeña que tenía pensado traer una traducción, y ahora no tiene siquiera plata para imprimirlo. Porque también eso es un problema en Argentina, el monopolio del papel, hay solo una empresa que lo vende y pertenece al grupo Clarín, y a su vez tiene cadenas de librerías, como la librería Cúspide, entonces es como si se pasaran el dinero de un bolsillo a otro y tú lo ves como un partido de tenis, la ves pasar y no te llega nunca la pelota, está todo muy monopolizado, hay una muy mala costumbre de centralizar todo en un mismo proveedor y eso no genera la competencia necesaria, y además te vende el papel al precio que quiere. Las editoriales tienen ese problema, a veces no tienen papel para imprimir, y si abren su propia imprenta muchas veces termina cerrando. Todo el ecosistema del libro se termina viendo afectado, ya no solo por la crisis del Covid, sino también por una crisis en la cadena de comercialización: no tienes para el papel, y si quieres importar lo tienes que pagar en dólares, y para eso necesitas un permiso, que tal vez no te llega, y entonces terminas comprando a un usurero que te lo vende a precio internacional y no te queda otra que pagarlo. Eso también encarece el libro en la Argentina, porque los insumos terminan siendo muy caros.

A pesar de eso, los libros son más económicos que en otros países.

Sí, pero para el consumidor argentino, que gana como argentino, no puede comprarlos. Al final, si quiere comprarlo, va a hacerlo, ya sea con cuotas, tarjeta de crédito o por el descuento que le pueda brindar el librero o la editorial. La industria está en marcha, una marcha lenta, pero antes de la pandemia venimos con cuatro años desastrosos para la industria argentina, no solo para la editorial. Todo se retrajo, el salario cayó casi en un 50%. Entonces eso también influye en la economía y en las ganas de la gente, cada vez se te hace más difícil comprar alimentos o vestir a tus hijos para mandarlos a la escuela, y mucho menos tendrás ganas de comprar un libro. Nada grande se puede hacer con tristeza, decía por acá un pensador. Y la gente contenta gasta más, y estará contenta si ve que el fruto de su trabajo le rinde.

De todos modos, el argentino se reinventa. A pesar de las crisis, siempre se las rebusca y hay un culto a la solidaridad.

¿Qué novedades puedes recomendar de tu librería?

En primer lugar, la primera novela de Zelda Fitzgerald, Resérvame el vals, publicado por Editorial La Tercera. Es una novela maravillosa, las malas lenguas dicen que su esposo la internó porque escribía mejor que él. Nunca se había editado en español. También hay un escritor argentino que se llama Mariano Quirós, ahora edita en Tusquets, su novela se llama Río negro. Es un gran escritor nuevo, parte de una generación que tiene menos de cuarenta años. Después, me parece que Gabriela Cabezón Cámara es una de las cabezas más lúcidas de su generación, tiene una novela muy rara que se llama Las aventuras de la China Iron; «Iron» es por fierro y se refiere a Martín Fierro, el poema gauchesco por antonomasia, la piedra fundacional de la literatura argentina, y es raro porque no hay muchos relatos de la gauchesca donde la mujer sea la principal, y lo que le reclama a Fierro es: «Deja que José Hernández escriba los peores versos sobre ti, queda como un gaucho matrero», entonces ella va en pos de ensalzar el nombre de Martín Fierro; una novela de realismo mágico a morir. También hay otro escritor llamado Leonardo Oyola, que ha generado unos relatos distópicos en el Gran Buenos Aires y en la Provincia de Buenos Aires que tienen que ver con el anime. En Kryptonita se porteñiza u otorga rasgos bonearenses a los superhéroes. Por ejemplo, la Mujer Maravilla es un travesti, Batman es un motoquero, Superman es un ex boxeador viejo, y se dan algunas situaciones en un hospital llamado Paroissiens en la provincia de Buenos Aires. La novela es muy divertida, es un relato policial distópico.

También puedo recomendar algunos clásicos, como Sergio Alvín que volvió a editar novelas. Y de las grandes editoriales está Elena Ferrante, la parte de su ensayística es más interesante que su novela, además no se sabe si es hombre o mujer porque es un seudónimo y causa algo de morbo, y también hay mucha producción desde las editoriales independientes, como Javier Lescano, y un montón de autores pequeños que editan en editoriales pequeñas y forman una bibliodiversidad impresionante dentro de la industria editorial nacional.

Andrés Beláustegui: «No hay buena época para leer esos libros. La única buena época es la que corresponde a cada uno».

Entrevista por Talía Chang

Conversamos con el cofundador de la editorial Compañía Naviera Ilimitada sobre su catálogo, la traducción en Argentina y la proliferación de la lectura durante la pandemia.

La industria editorial argentina es una de las más amplias de la región. Se caracteriza por la variedad de catálogos y propuestas, así como por posicionar a nuevos autores dentro del canon literario de Latinoamérica, tanto de Argentina como de otros países. Compañía Naviera Ilimitada contribuye a esta inmensa variedad con libros sobre matemáticas, ensayos póstumos y novelas de variados temas. La mitad del catálogo se compone de traducciones, principalmente de traductores argentinos.

Andrés Beláustegui y Claudia Arce iniciaron Compañía Naviera Ilimitada Editores en el 2018. Ya tienen tres años en el mercado, con un catálogo de once libros de ficción y no ficción. En esta entrevista, Andrés nos cuenta sobre cómo nació el curioso nombre de la editorial, habla del catálogo y sobre la amplia tradición de traductores en Argentina. También mencionó cómo lograron sortear las dificultades de la pandemia y la sorprendente manera que esta contribuyó en llevar a más personas hacia la lectura.

Compañía Naviera Ilimitada distribuye sus libros en Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Está presente en Facebook e Instagram.

¿Cómo surgió el nombre de la editorial?

Al momento de buscar el nombre jugamos con varias listas. A mí se me ocurrió la palabra «naviera» por la relación entre libros y barcos, por los viajes. A Claudia le pareció muy fría, pero a los dos días me dijo que le gustaba, pero que le íbamos a poner «Compañía naviera ilimitada». Y a mí me encantó la desmesura del nombre. «Compañía» exacerba la frialdad, pero al ponerle «naviera» la desmesura, quedaba en evidencia y tenía un tono más agradable, y finalmente, la palabra «ilimitada» como un juego con las compañías de sociedad de responsabilidad limitada y demás. La idea de una compañía naviera que transporta mercadería entre puntos distantes nos gustaba mucho, la idea de conectar el mundo, lugares lejanos, diferentes uno del otro y de llevar cosas de un lado a otro en términos de mercancía.

Desde el comienzo queríamos publicar principalmente ficción y, con el tiempo, publicamos no ficción, pero con alguna impronta narrativa. Por el momento, tenemos tres libros de no ficción: El ultimo teorema de Fermat (2019) de Simon Singh, una historia de las matemáticas desde Pitágoras al presente que se escribió con la excusa de contar la resolución y el teorema de Fermat. Después publicamos Un hombre sin patria (2020), el último que publicó Kurt Vonnegut en vida, un libro de ensayos cortos compuesto de memorias sobre diferentes temas que le preocupaban en sus últimos años: la literatura, la política, el destino del mundo, siempre con esa cuota de humor característica de Vonnegut. Y también publicamos Corazones estallados (La política del posthumanismo) (2019), un pequeño libro de ensayo de un autor argentino llamado J.P. Zooey, bastante provocativos y con un humor particular sobre la lectura, la tecnología y cómo estas nos cambian por el lado de la individualidad y la subjetividad. Por el lado de la ficción publicamos libros en español original y traducciones, aquí están Hugo Salas, Mariana Sández y Maru Leonhard, tres autores argentinos con distintos recorridos, y en traducciones tenemos a J. P. Donleavy, con la novela Cuento de hadas en Nueva York (2018); publicamos un autor inglés contemporáneo que se llama Alex Pheby con su libro Marionetas (2019); y dos libros de la autora finlandesa Tove Jansson, El libro del verano (2019) y La verdad increíble (2020). Esta autora fue conocida en el mundo entero por sus personajes infantiles, Los Mummin, y estamos publicando su obra para adultos, que no había circulado tanto en español.

Algunos de los libros traducidos. Imágenes sacadas de la cuenta de Facebook de la editorial.

Tove Jansson es una autora que ha sido difundida en español en los años setenta con Editorial Sudamericana, y más recientemente, la editorial española Siruela publicó El libro del verano (2014). Ese fue el primero que publicamos. Y el resto de los libros jamás habían sido traducidos. Por ahora tradujimos La verdad increíble y pensamos seguir traduciendo el resto, porque la verdad es una autora con gran nivel, sorprende que su obra de adultos no haya circulado más. Suponemos que el éxito y la envergadura de su figura como ilustradora y autora infantil opacó esta parte de su obra, pero es un hallazgo del que estamos muy contentos.

Nuestra idea es publicar mitad y mitad con los autores argentinos. Hasta ahora tenemos once libros, de los cuales cinco son de autores argentinos y seis son traducciones. Por el momento solo hay nacionales, pero deseamos publicar autores de otras partes de Latinoamérica e incluso de España. Vamos armando el catálogo según lo que nos interesa.

Algunos de los libros escritos por autores argentinos. Imágenes sacadas del Facebook de la editorial.

¿Son autores argentinos contemporáneos?

Los cuatro autores argentinos que publicamos son contemporáneos y tienen distintos recorridos. Por ejemplo, la novela que publicamos de Mariana Sández fue la primera que hizo, su libro de cuentos es una reedición. Su novela se llama Una casa llena de gente (2019), y el libro de cuentos, Algunas familias normales (2021). Este había circulado en una edición muy chiquita hace unos años. J. P. Zooey es otro autor argentino en nuestro catálogo ―usa un seudónimo y tal vez por eso suene extranjero―. Tiene publicadas cinco novelas, si no recuerdo mal, y este es el primer libro de ensayos, que es Corazones estallados. De Hugo Salas publicamos su tercera novela y cuarto libro, se llama Hasta encontrar una salida (2018), y la otra autora argentina es Maru Leonhard, Transradio (2020) es su primera novela y el primer libro que publica. Allí, nuestra idea es mezclar autores con diferentes trayectorias y eventualmente de diferentes épocas. Queremos que el corazón de nuestro catálogo sea literatura contemporánea, y con eso queremos decir siglo veinte y siglo veintiuno, pero no descartamos ir un poco más atrás y revisitar algún clásico. Para publicar, tanto clásicos como nuevos libros, es cuestión de buscar. Por lo menos acá en Argentina hay para todos los gustos y solo es cuestión de encontrar los autores y los libros adecuados o lo que creemos adecuado para la editorial, pero solo es cuestión de buscar porque en la historia de la literatura y en la producción actual hay mucho, es sorprendente. Siempre quedan libros olvidados o perdidos por un tiempo, y siempre hay editores que hacen el trabajo de encontrarlos, y también con obras actuales solo es cuestión de leer y encontrar lo que uno encuentra adecuado.

En Argentina hay una gran tradición de traducciones, especialmente al español latinoamericano. Esto ayuda a que la lectura de libros en la región no se vea dificultada por el español ibérico. ¿Cómo eligen traducir en español neutro?

El español neutro no es un término que me interese usar. Pero sí buscamos traducir en un español más amable para el lector latinoamericano. A la hora de traducir es necesario tomar muchas decisiones, porque las palabras varían por país, y a veces optamos por una variante más rioplatense, por decirlo de algún modo ―con este término buscamos tanto a Uruguay como a las otras provincias de Argentina, porque todas hablan de maneras distintas―. Pero si encontramos alguna palabra más utilizada en varias regiones, preferimos esa. No es algo sencillo porque, como una vez dijeron, en España tienen una sola lengua, pero los latinoamericanos somos políglotas. Cada país tiene sus formas, sus costumbres, sus formas de usar el lenguaje, y eso de alguna forma nos vuelve más capacitados para apreciar todas esas variantes. Entonces, tratamos de replicar eso.

Nuestras traducciones, por el momento, tienen diversos orígenes. El último teorema de Fermat tiene una traducción de Bernardo Recamán Santos, un matemático y traductor colombiano que había traducido la primera edición de este libro en la editorial Norma. Es una excelente traducción, y tiene la amabilidad de poder leerse en varios países de Latinoamérica sin sonar demasiado colombiano. Después, Cuento de hadas en Nueva York es una traducción de los años 70 hecha por los mejores traductores argentinos, Enrique Pezzoni; él tradujo, por ejemplo, Lolita, Moby Dick, y otras grandes obras. Lamentablemente, esas traducciones ya no están vigentes por una cuestión de derechos, aunque no estoy seguro de ello con respecto a Moby Dick. Un hombre sin patria la adaptamos junto con el traductor, Daniel Cortés Coronas, un español que había hecho también una edición en su país, y la trabajamos con él para hacerla más latinoamericana. Sacamos las palabras más duras o algunas frases hechas que en Argentina u otras partes de la región no son habituales. Marionetas de Alex Pheby fue una traducción propia, y trabajamos mucho con el traductor para llegar a un tono que refleje la sutileza del original, pero teniendo presente un lector latinoamericano. Ojalá nos esté saliendo, porque a veces es muy difícil pensar en un lector de Colombia, Venezuela, Perú, Chile, México o Argentina entendiendo lo mismo, pero es lo que intentamos.

Sus traducciones, de todos modos, han sido las más amables a lo largo del tiempo. Porque hay varios libros a lo largo de la historia contemporánea y son más comprensibles que los traídos de España.

Sí. Es una cuestión de tradición y también de idiosincrasia de cada país. En los años sesenta y setenta en Argentina se tradujo mucho para todo Latinoamérica, nuestras ediciones intentaban llegar con mucha fuerza al continente. En España, por cuestiones de costumbre y de gusto, quieren la variante ibérica y no les gusta cuando se sale de eso. Pero estas traducciones generan entre los lectores latinoamericanos. Aquí hay algunas editoriales que prefieren ir por la traducción rioplatense y no despegarse demasiado de la forma argentina de hablar. Es algo que el mercado te marca, pero la idea de poder recibir traducciones de diferentes países con variantes más locales no me parece nada mal. Desde el inicio, nuestra idea fue llegar a todos los países latinoamericanos, así que optamos por este español neutro, que en realidad no existe en sí; más bien, es el idioma local mezclado con palabras más utilizadas en Colombia o en Venezuela. Parafraseando al escritor y traductor Marcelo Cohen, para construir un español neutro es necesario buscar palabras de diferentes tradiciones que tengan mayor uso, y eso da una idea de ese tono de traducción que no es de ningún lado en específico, pero siempre se recibe bien.

Hacemos la traducción que cada libro requiere. Por ejemplo, para los libros de Tove Jansson, que eran traducciones del sueco, tuvimos que buscar a Christian Kupchik, un gran traductor, escritor y periodista, que vivió mucho tiempo en Suecia ―sus hijas viven allá y conoce varias lenguas nórdicas―, e hicimos con él varias traducciones de cero. También encargamos la traducción de Marionetas. En caso de que las traducciones estén bien y haya que trabajarlas poco o nada, como la de El último teorema de Fermat, tratamos de usar esas. También ocurre que hay traducciones buenas, pero ya no son vigentes, especialmente por la época que fueron hechas. Por ejemplo, cuando quisimos usar la de Enrique Pezzoni, dudamos al leer su traducción porque esta ya tiene cuarenta o cincuenta años y por ahí ya no funciona hoy, pero era muy buena. Y no era muy fácil, porque ese libro tiene muchas complicaciones con el tema del lenguaje, pero lo supo solucionar de la mejor manera.

¿Cómo les fue el año pasado durante la pandemia?

El año pasado fue rarísimo, inesperado para todos. Por suerte nosotros pudimos acomodarnos bien, y pudimos trabajar cosas que veníamos trabajando. Los libros que habíamos publicado en el 2019, como El libro del verano y Una casa llena de gente siguieron funcionando muy bien, a pesar de los primeros meses de cuarentena que acá fue muy rígida y nos golpeó bastante. Con la apertura de las librerías, los libros volvieron a funcionar porque hubo un corrimiento de los lectores que empezaron a comprar bastantes libros, sobre todo en librerías independientes, que trabajaban por redes sociales, recomendaciones y estaban muy conectados para los pedidos por redes y WhatsApp. En ese sentido, nuestros libros fueron muy bien acompañados por los libreros. En junio de 2020 publicamos la primera novela de Maru Leonhard; no sabíamos cómo iba a funcionar en lo comercial, pero funcionó bárbaro, es una novela que sigue encontrando lectores. Y después, todos los libros siguieron bien. Publicamos el segundo libro de Tove Jansson, el de Vonnegut, ahora a principios de año el de Mariana Sández, entonces la verdad que se posicionaron muy bien y encontraron lectores, sobre todo gracias a los libreros que cumplen de la mejor manera recomendando y haciendo llegar los libros a los lectores o ayudándolos a elegir los libros que más les gustan; dentro de todo fue un buen año para nosotros. En cuanto a lo vital, fue igual de complicado que todos.

Algunas personas me han comentado que el encierro ha ayudado mucho a la lectura, porque la gente tenía mucho más tiempo libre.

Sí, paso algo interesante con eso. Yo creo que la pandemia en muchos sentidos nos hace pensar en cómo estábamos haciendo funcionar el mundo, en qué cosas nos ocupábamos y qué dejábamos de lado, y es un momento para pensar que hay cosas que no están tan buenas. En cuanto a la lectura, es verdad que muchas personas encontraron tiempo para leer, y es algo que la vida cotidiana, la velocidad, la cantidad de cosas, hace que uno lo vaya posponiendo. Si bien esto pasa hasta con los que nos gusta leer, una persona que no lo tiene tan presente lo encontró en la pandemia. Y otra cosa es que dejamos de lado esa cosa tan rígida de las novedades. Uno termina leyendo lo que acaba de salir y se olvida un poco de libros que han salido hace uno o dos años. En ese caso, el rol de los libreros que recomiendan, y que hubiera menos novedades, hizo que la gente buscara esos libros que van quedando atrás con la velocidad irracional que genera la economía y el mercado. Mientras que el cambio hecho desde las librerías comerciales hacia los libreros independientes también fue evidente. Si uno ve cómo actúa el lector en una librería, compra lo que ve. En las librerías comerciales, esto es lo que acaba de salir o lo que se vende mucho, y no siempre hay libreros a los que uno pueda consultar. Entonces salir de esa lógica de la exhibición y recibir la recomendación de alguien es fundamental. En las redes sociales también está pasando esto, hay cuentas de lectores que recomiendan y hacen reseñas. Ocurre a veces que un chico o una chica joven recomienda libros de alguna saga que le interesa, y en el medio mezcla un clásico, o un libro de hace cinco años que alguien más le recomendó. Ese es el verdadero tránsito por la literatura. Siempre me causaron gracia esas notas que hay en los diarios sobre las recomendaciones de “¿Qué hay para leer el próximo año?”, y uno se puede responder: toda la historia de la literatura hay para leer. Uno puede llegar en cualquier momento al Quijote o al Ulises o a libros contemporáneos, no hay buena época para leer esos libros. La única buena época es la que corresponde a cada uno.

Dos Bigotes: «Uno de los grandes retos es reflejar toda la diversidad del colectivo LGTBIQ+». Entevista a Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo.

Entrevista de Talía Chang

*Foto: dosbigotes.es

Dos Bigotes es una editorial española que se especializa, desde hace ya siete años, en literatura LGBTIQ+ y feminismo. Sus catálogo está presente tanto en España como en varios países de Latinoamérica.

Editorial Dos Bigotes comenzó sus operaciones en el año 2014. Su catálogo tiene un amplio espectro de autores de habla hispana, latinoamericana, idiomas extranjeros, teatro, ensayos y poesía. ¿El punto de encuentro? Todos tratan acerca de personajes que descubren su verdadera identidad sexual, o intentan sobrevivir en un mundo que no acepta el género que ellos han elegido. Los libros de Dos Bigotes visualizan todas las formas de amar del ser humano y busca la libertad y la empatía.

De acuerdo con su página web, su objetivo «no es excluir a nadie, sino todo lo contrario: creemos que la buena literatura interesa a todo tipo de lectores, más allá de cuestiones de género o identidad sexual». Después de todo, el propósito de la literatura es unir, a través de palabras, experiencias individuales para hacerlas formar parte de algo más universal.

1. ¿Qué hizo que decidieran iniciar una editorial con esta línea?

Decidimos comenzar con Dos Bigotes para visibilizar la diversidad sexual e identitaria a través de la literatura. Pensamos que los libros que reflejan esta diversidad son un espacio donde el colectivo LGTBIQ+ puede encontrarse y reconocerse, y también son una herramienta que puede transformar la sociedad, que visibiliza realidades no normativas y que sirve para empatizar y ponerse en el lugar de otras personas.

Vimos la oportunidad de emprender este proyecto cuando en el 2013 cerró el medio de comunicación en el que estábamos trabajando. Llevábamos algunos meses pensando en iniciarlo, pero no lo podíamos llevar a cabo debido a la falta de tiempo.

2. ¿Cuál es el proceso que siguen para elaborar su catálogo?

Hay varias maneras de elaborar nuestro catálogo: manuscritos que llegan y nos gustan; propuestas de traductores, que encuentran una obra en otro idioma que encaja en nuestra línea editorial; propuestas de agencias literarias (tanto para autores españoles como extranjeros); autores que ya hemos publicado y que escriben una nueva obra; y proyectos propios de la editorial, es decir, libros que se nos ocurren y buscamos a las personas para que los escriban (como las antologías de relatos).

En el mercado editorial se ha generado interés por publicaciones con la línea que ofrece Dos Bigotes.

3. ¿Todavía notan algún tipo de prejuicio o incomodidad hacia las publicaciones sobre diversidad sexual? ¿Cuánto creen que ha avanzado nuestra sociedad y cuánto creen que falta recorrer?

Cada vez notamos que hay menos prejuicios hacia este tipo de publicaciones, que no solo pueden interesar al colectivo LGTBIQ+, sino a todas aquellas personas que les guste leer y que estén abiertas a conocer otras realidades. También por parte de medios de comunicación y librerías notamos que hay cierto interés hacia los libros especializados en esta temática. Es evidente que en los últimos años se han dado grandes avances en cuanto al respecto por la diversidad y la diferencia, pero es verdad que son logros muy frágiles y en cualquier momento se pueden revertir, por lo que hay que seguir trabajando para consolidar la libertad y los derechos ganados y para continuar ampliando estos derechos. En cuanto a la literatura, uno de los grandes retos es reflejar toda la diversidad del colectivo LGTBIQ+ y no quedarse solo en la experiencia de hombre-cisgénero-blanco-homosexual, sino dar voz a otras minorías y otras letras del colectivo menos representadas.

4. ¿Hacen distribución en algún lugar de Latinoamérica? ¿Cómo es recibida su propuesta de línea editorial en nuestra región?

Estamos llegando a Latinoamérica a través de distribuidores locales. En Perú, por ejemplo, lo hacemos gracias a Heraldos Negros. Y también nuestros libros se pueden encontrar en Argentina, Chile, Guatemala, Colombia y México. La respuesta está siendo positiva. Por ejemplo, hemos asistido a la Feria del Libro de Guadalajara en dos ocasiones, y ha sido muy bonito ver el interés que despiertan las publicaciones que abordan la diversidad afectivo-sexual y la necesidad de este tipo de lecturas.

Stand de Editorial Dos Bigotes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018. Imagen sacada de la cuenta de Twitter de la editorial.

5. ¿Qué otras editoriales conocen en idioma español con esta línea? 

Otra editorial especializada en temática LGTBIQ en España es la editorial Egales, que lleva publicando libros desde hace más de dos décadas y con la que tenemos una relación muy cercana.

Redes sociales: @dosbigoteseditorial (Facebook), @DosBigotesEdit (Twitter) y @editorialdosbigotes (Instagram).

El nuevo libro del Rey Lagarto

Escribe Talía Chang

*Fotografía de portada: Revista Esquire.

La obra poética de Jim Morrison es menos conocida que su música, pero decisiva para su carrera. El día de hoy sale a la venta el último libro de su obra póstuma.

Después de fallecer a los 27 años, los amigos y familiares de Jim Morrison encontraron una serie de papeles entre las pertenencias del cantante que contenían poemas, aforismos y ensayos que el cantante escribió a lo largo de su vida. Hoy salió a la luz con el nombre The Collected Works Of Jim Morrison: Poetry, Journals, Transripts And Lyrics, publicado por HarperCollins. En este libro se recopila material inédito que viene de 28 libretas del cantante, así como 160 fotos e ilustraciones realizadas en la época.

Jim Morrison nació en Melbourne, Florida el 8 de diciembre de 1943. Es considerado uno de los cantantes más representativos e influyentes en la historia del rock y representó la contracultura juvenil por muchos años. Los constantes viajes de su padre influenciaron en él desde muy pequeño:  Morrison creció sin apego a lugares o personas, y esto le hizo mirar hacia la expresión artística. Desde muy joven escribía poesía, pintaba y leía.

Morrison adoptó el alias de «Rey Lagarto» debido a uno de sus textos, The Celebration of the King Lizard, que se volvió un espectáculo poético y musical. Su banda The Doors se hizo conocida por canciones como «Light My Fire», «Hello, I Love You» y «Touch Me», así como por su estilo psicodélico, acorde a una época en la que se comenzó a experimentar con drogas psicotrópicas y toda la movida artística exploraba la espiritualidad y existencialismo.

Otros libros de Jim Morrison

The Lords, and The New Creatures (1970): este volumen fue publicado por el autor. Es una exploración sin tapujos del lado oscuro de la sociedad. Tiene como foco principal sus ideas sobre las drogas, el sexo y la muerte.

The Lords and the New Creatures. Publicado por Simon & Schuster.

Wilderness: The Lost Writings of Jim Morrison (1989): el libro se publicó después de su muerte. Se compone de poesía, aforismos, ensayos y epigramas. Los poemas están llenos de metáforas, sensaciones y diversas experiencias cuyo tópico es la noche, el sexo, la soledad, la muerte, Norteamérica y el amor. Varios poemas poseen preguntas, lo que da la sensación de una autoentrevista.

Wilderness: The Lost Writings of Jim Morrison. Publicado por Vintage Books.

The American Night (1991): También publicado de manera póstuma, este libro de poesía se estructura en diez secciones. Se basa en teorías donde aparecen, de acuerdo al editor, «imágenes de pesadilla, asociaciones atrevidas, y un poder volcánico de emoción».

The American Night. Publicado por Villard Publishing.

El párrafo dentro de un texto

El filólogo y educador español Daniel Cassany explica la manera más efectiva de estructurar los párrafos dentro de un texto.

En La cocina de la escritura (Anagrama, 1995), Cassany define el párrafo como «un conjunto de frases relacionadas que desarrollan un tema particular dentro de un texto más largo». Funciona para clasificar la información dentro de este, ya sea para marcar los puntos que conforman el tema, distinguir las informaciones a favor o en contra, o señalar las diferentes partes, como la introducción, medio, recapitulación de ideas, conclusión o ejemplos.

Cassany explica que, a pesar de su importancia, muchas veces no se enseña cómo armar un párrafo de manera correcta. Para resolver esta falta, hace un pequeño ejercicio con cuatro ejemplos de textos que replican cuatro tipos de división de párrafos. 

Gráfico extraído del capítulo 6 de La cocina de la escritura (Anagrama, 1995).

El primero (A) da la sensación de un texto comprimido, porque presenta demasiada información en muy pocos párrafos.

El tercero (C) es totalmente lo contrario, hay demasiados párrafos y tan cortos que parecen ideas desligadas entre sí.

El cuarto (D) provoca mayor desconfianza en el lector, porque los tamaños de los párrafos son desmesurados y dan la impresión de una «anarquía estructural».

El ejemplo de una división adecuada de párrafos lo daría el segundo (B), porque todos los párrafos se ven del mismo tamaño.

En cuanto a la estructura interna del párrafo, el elemento más importante es la primera frase, porque introduce la idea o tema central. La formación más básica del párrafo sería un inicio, desarrollo, conclusión y marcadores textuales que dividan las ideas dentro de este. Existen también los casos donde presenta distintos puntos de vista, por lo que se puede conformar de ambas opiniones, separadas por marcadores textuales como por un lado___, por otro lado___. Asimismo, es posible que en el párrafo se presenten varias razones para un argumento; en este caso, los marcadores textuales podrían ser en primer lugar___, en segundo lugar___.

Editorial Fitzcarraldo

De dimensiones pequeñas en comparación con los grandes conglomerados ingleses que la rodean, Fizcarraldo ya tiene a dos premios Nobel en su catálogo.

Uno de los logros más importantes para una editorial es tener una identidad que se reconozca con facilidad. Fitzcarraldo logra esto con muy pocos elementos ―es más, solo con dos colores―: azul para ficción, blanco para no ficción. Pero este no es el único mérito de esta pequeña editorial independiente. Jacques Testard, su director editorial, ha logrado llenar un espacio poco explorado en la industria de los libros en el Reino Unido. Y como si fuera poco, tiene a dos premios Nobel como parte de sus autores.

La idea de la editorial Fitzcarraldo inició el 2011, cuando Testard (París, 1984) fundó la revista literaria The White Review, que buscaba ser «un espacio para que la nueva generación se exprese sin las ataduras de la forma, tema o género». Luego de un tiempo de llevar esta publicación, se dio cuenta que muy pocas editoriales en el Reino Unido se animaban a tomar riesgos con literatura traducida. De esa manera, el 2014 inició editorial Fitzcarraldo, con la idea de publicar libros contemporáneos innovadores e imaginativos que aborden temas importantes para el mundo actual y expandan las posibilidades de las formas de escritura. «Fitzcarraldo nace de darme cuenta de que muchos de los libros y autores que nos interesaba publicar en The White Review no estaban publicados en el Reino Unido», afirma Testard en una entrevista[1].

El nombre de la editorial viene de la película del mismo nombre dirigida por Werner Herzog (1982). En ella, se cuenta la historia de un hombre que busca hacer una ópera en la selva. De acuerdo con Testard, armar una editorial se puede equiparar en excentricidad y aparente inutilidad a la empresa del protagonista de la película: «como arrastrar un barco de vapor de trescientas veinte toneladas para cruzar un cerro lodoso en la jungla del Amazonas».

Fitzcarraldo se hizo más conocida cuando Svetlana Alexiévich ganó el premio Nobel en 2015. Gracias a su instinto, Testard apostó por comprar sus derechos en inglés cuando todavía no era muy conocida. Esto parecería una coincidencia, pero luego ocurrió lo mismo con Olga Tocarczuk, ganadora del Nobel en 2018.

Sobre los huesos de los muertos (Fitzcarraldo Editions, 2018). Traducción de Antonia Lloyd-Jones.
Tiempo de segunda mano (Fitzcarraldo Editions, 2016). Traducción de Bela Shayevich.

Los autores hispanohablantes que conforman su catálogo son el español Agustín Fernández Mallo, el chileno Alejandro Zambra y los mexicanos Paul Preciado y Fernanda Melchor. Entre los autores angloparlantes están Claire-Louise Bennett, Kate Briggs, Brian Dillon y Keith Gessen.

La aparente falta de uniformidad es clave, dice Testard. El catálogo se siente contemporáneo, pero al mismo tiempo apuestan ser atemporales. «Me parece que estamos tratando de publicar libros que perduren, que encuentren a sus lectores con el tiempo, que puedan convertirse en futuros clásicos».


[1] https://www.letraslibres.com/mexico/cultura/fitzcarraldo-una-editorial-que-parece-publicar-desde-el-futuro

Felipe Guerra: «[El libro pretende] ser como una fotografía del momento, pero no busca ponerle un cierre».

La revuelta social iniciada en Santiago de Chile el 18 de octubre de 2019 generó una serie de publicaciones desde diversas áreas de estudio. Historiadores, filósofos, abogados y artistas intentaron buscarle una explicación a un hecho histórico que se iba desenvolviendo frente a sus ojos. Entre ellos apareció Rabia dulce de furiosos corazones: símbolos, rayados y otros iconos de la revuelta chilena, un libro que combina fotografía, elementos etnográficos, iconos callejeros y un poco de historia. El protagonismo en la obra lo toman los rayados de las paredes, transcritos en fondos en blanco y negro, que dan la impresión de estar caminando por la ciudad y ver cómo la historia se desenvuelve en tiempo presente. Felipe Guerra, uno de los autores y editores de Rabia dulce y de la editorial Tempestades, cuenta los pormenores de este libro-objeto que salió durante dos contextos históricos— la crisis social y la pandemia— que siguen sacudiendo la vida de sus protagonistas. 

Felipe Guerra y Francisco Solar conforman la Editorial Tempestades, especializada en temas de investigación, narración histórica y pensamiento crítico, que son necesarios abordar en cualquier momento pero especialmente en estos, donde se pelea por una nueva constitución después de una revuelta social a nivel nacional. 

Aparte de su labor de edición, los directores se encargan de buscar a los autores, organizar los temas y, a veces, escribir los libros. Rabia dulce forma parte del último caso. Para adquirir un ejemplar de este libro y las demás obras que conforman su catálogo, pueden contactar a la editorial en Instagram como @tempestadeseditorial y Facebook como @EditorialTempestades.

¿Cómo surgió la idea de hacer Rabia dulce de furiosos corazones?

El libro tiene como base el estallido social. Constantemente se discute si esta terminó o no terminó, si el proceso social sigue o no; las manifestaciones sociales siguen, pero en menor medida por la pandemia. El consenso general es que, desde el 18 de octubre de 2019 hasta marzo de 2020, hubo un contexto de revuelta generalizado donde muchos elementos del orden actual se vieron completamente trizados, tales como la legitimidad de la autoridad o la economía la cultura misma, e incluso los símbolos religiosos; todo se vio totalmente trastocado. Como aún estamos viviendo este proceso es muy pronto para empezar a teorizar, para ponerle lápida, un final o hacer temas conclusivos. 

Lo que nos llamó la atención —y vimos la necesidad de hacerlo— fue plasmar esto para que quede lo que estamos mirando, lo que estamos viviendo. Mucha gente estaba con proyectos para publicar libros que tuvieran testimonios de la revuelta o breves relatos; todos estaban trabajando en algo. Pero a nosotros nos llamaba la atención hacer un libro-objeto, que el libro en sí fuese más atractivo estéticamente, que tuviese su espacio o su forma. Entonces mantuvimos aquellos dos elementos en mente: que el libro sea como una especie de reliquia, incluso de regalo por un lado; y por otro, testimoniar todo lo que estaba pasando. 

El libro tiene varias fotos, pero en su mayoría está compuesto por rayados de la revuelta, escritos que hay en la pared, grafitis. Pensamos en tomar fotografías en un momento, pero lo que ocurría era que la gente rayaba y luego otros escribían sobre los rayados; llegó un momento en que las murallas se acabaron. Después empezó a haber un conflicto social entre los manifestantes y sectores de extrema derecha, que bajaban al centro y pintaban los muros sobre los que la gente volvía a rayar. Eso pasó como cuatro o cinco veces. Empezó una especie de pelea en las calles: pintaban las paredes de blanco y la gente las volvía a rayar, y lo interesante es que no era el estado o la municipalidad, era gente del sector derecha, a veces la policía. Esa fue un poco la urgencia, nos decíamos «acá hay cosas que se ven y se van a perder». Pensamos en sacar fotos, pero  la calle —en una situación conflictiva permanente— tiene un ritmo que impide hacerlo, además implica un trabajo distinto y escapa quizás a nuestro conocimiento fotográfico. Entonces, nos pareció que poner la frase sola con el contexto o el lugar donde fue hecha le daba aún más fuerza al contenido, porque a veces estas frases están escritas con un plumón muy pequeño, a veces están escritas en un espacio muy grande, como un mural; por ello, decidimos enfocarnos principalmente en las frases y el texto. Y así nació la idea principal del libro, que está lleno de frases con una descripción del lugar en el que fue tomada y en sus distintos momentos. Las tratamos de ordenar según las temáticas, eso quizá fue también el trabajo: «contra la represión» o «el patriarcado» son algunas de las categorías que se venían escuchando en la calle. El libro tiene cerca de doscientas páginas y cerca de cien están compuestas por los rayados. 

Uno de los rayados plasmados en el interior del libro, con descripción del lugar donde se vio.
Foto: Facebook @editorialtempestades.

Los otros capítulos son una introducción para quien esté más lejano a este tema, ya sea porque vive en otro lugar o porque lo mira años después. El resto trata sobre los cambios de la simbología, de la iconografía, porque empezaron a derribar muchas estatuas de militares y se reemplazaron por símbolos de la cultura mapuche. Esto ocurrió en muchos lugares del país. También la propia revuelta, que se diferencia según el lugar donde ocurriera la manifestación, comenzó a tener símbolos propios. Ha habido cerca de 460 casos de personas lesionadas en los ojos producto de los disparos de la policía, y ahora es muy común ver la iconografía del ojo en murales, en ropa, en pancartas. Por eso empezamos a hacer un bosquejo de qué iconos se estaban destruyendo y cuáles estaban apareciendo con las revueltas. Por ejemplo, hay un perro muy conocido acá en las manifestaciones, el negro matapacos[1]. Murió hace 4 o 5 años por causas naturales, y era un icono de las revueltas hace varios años; ahora se ha retomado. Eso nos llamó la atención: ¿por qué un perro?, ¿qué está significando?, ¿qué está pasando allí? Al final, algo que nos costó trabajo fue hacer una lista tentativa de casos de lo que denominamos como «Lista de fallecidos en el contexto de la revuelta». Esa lista no existía. Generalmente se hablaba de 5 o 6, algunos nombres, todo esto estaba muy disperso y lo que hicimos nosotros fue sistematizar; la lista tiene una relación de 41 personas. Buscamos a toda la gente que falleció en esos momentos. Asumimos que se dieron los fallecimientos en contextos diversos; mucha gente murió, por ejemplo, en incendios durante saqueos a grandes negocios. Allí estaba la pregunta de si fue un incidente o no, porque hubo casos donde sí fue intencional, la policía lanzó cuerpos en locales para incendiarlos; eso está probado. Pero también hay muchos casos que no sabemos. 

Decidimos hacer la lista con la intención de decir «esto pasó», aprovechando que tenemos una visión panorámica porque el libro narra más o menos hasta marzo del 2020. Pretendemos hacer una especie de fotografía del momento: mostrar los rayados, mostrar los cambios de ciertos iconos y ciertos datos, pero finalmente no busca ponerle un cierre, no busca adentrarse en los motivos porque las calles saben. Además, es un bonito objeto como artículo. 

Las fotografías se las pedimos a la gente que estuvo allí. Llamamos a cinco o seis fotógrafos. Los contactamos por redes sociales y trabajamos directamente con ellos. El libro tiene fotografías exclusivas en ese sentido. La gente estuvo muy dispuesta y feliz de ver sus fotos publicadas. Y es bonito, mucha gente se lo obsequió a familiares, es un tema muy querido. 

Capítulo de la «Lista de fallecidos en el contexto de la revuelta».
Foto: Instagram @tempestadeseditorial.

Han salido otros libros de fotografía relacionados con la revuelta, pero son distintos. El nuestro tiene la particularidad de que, al mostrar la frase, ofrece un significado distinto cuando uno lo lee con calma. Otros libros van más por el lado estético; este aborda el contenido del rayado, de la manifestación escrita, y ese es el lado positivo que yo le veo. 

¿Cómo fue la experiencia de imprimir un libro en plena pandemia?

Lo terminamos de escribir en mayo y después, por la cuarentena, tuvimos el tiempo necesario para compilar lo que faltaba. Costó mucho llevar a cabo la impresión, pero se pudo hacer. El problema es que todavía no lo podemos lanzar. Pensamos en un lanzamiento virtual pero después decidimos esperar, y ahora ya pasó el tiempo. Quizá en algún momento haremos una presentación, pero ya no un lanzamiento.  

Hubo un par de ferias presenciales este año, pero no se ha dado la ocasión. Generalmente, cuando uno lo presenta el libro empieza su ruta, pero este ya tiene su camino. 

¿Y sabes sobre otras personas o editoriales que hayan hecho libros sobre la revuelta social?

Hay varios. De hecho, hace poco fui a una librería y tienen secciones especiales del estallido social. Estas van por todas las vertientes de lo que significa: el tema constituyente, discusiones teóricas, legislativas, sociales, hasta el tema callejero, testimonial; hay mucho material escrito. No te podría decir si hay alguno mejor que otro, faltan un par de años para decidir eso, todo está ocurriendo todavía. Hay muchas historias que contar, y muchas otras que siguen pasando. 

Nosotros regalamos un par de copias de nuestro libro, y nos seguimos esforzando en pasar copias a los compañeros y compañeras mutiladas, así como a los familiares de las personas muertas. Es un gesto mínimo, pero sentimos que el libro es de ellos. Nos ha costado a veces, pero lo hemos conseguido en varias ocasiones. 


[1] Paco: en Chile se refiere a oficiales,carabineros etc. Referencia: https://diccionariochileno.cl/term/Paco

Cristóbal Balbontín: «Para que una revuelta sea exitosa no bastan los hechos, hacen falta los conceptos».

Entrevista de Talía Chang

El 14 octubre del 2019, un grupo de estudiantes sorprendió al mundo cuando saltaron en cargamontón las vallas de los metros de Santiago de Chile. Este hecho, al parecer aislado, desencadenó una serie de protestas diarias que empezaron a reclamar lo mismo: condiciones de vida más dignas en un país que aparentaba mucha solvencia económica y era un ejemplo para América Latina. A raíz de este quiebre, varios grupos de intelectuales buscaron comprender el movimiento social brindando un contexto y un marco teórico como una forma de canalizar el malestar hacia solicitudes más concretas. Hubo publicaciones desde todas las áreas de la academia y el conocimiento; entre ellas surgió Evadir. La filosofía piensa la revuelta de octubre 2019 (Libros del Amanecer, 2020). Cristóbal Balbontín, uno de los editores, explica las claves para leer esta serie de ensayos que demuestran hasta dónde pueden llegar las ciencias humanas: volverse una correspondencia teórica y un canal para comprender los acontecimientos que se dan a los alrededores y todos los días.   

¿Cómo surgió la idea de publicar Evadir?

Fue un acontecimiento sorpresivo e inesperado, tanto como la revuelta que ocurrió en Chile en octubre de 2019. Sorpresivo, sí; pero enteramente inesperado, no. Las causas de la revuelta ya habían sido diagnosticadas por investigadores y académicos en Chile. Nadie anticipó de manera precisa cuándo y cómo, pero había un proceso de descomposición que estaba en curso. 

Durante la misma semana de los acontecimientos se iba a dar el VI Congreso Nacional de Filosofía, que organiza la Asociación Chilena de Filosofía. Nos reunimos en un pueblo al sur del país, y cuando llegó el evento ya se habían desencadenado los acontecimientos; la forma en la que se produjeron perturbó profundamente a la comunidad filosófica. Concretamente, se trató primero de una reacción, de una movilización social espontánea. Los primeros días estuvieron marcados por fuertes hechos de violencia, de incendios, de protestas, de una crisis cargada de ira, frustración, desencanto. Todos estos acontecimientos fueron de contestación al poder establecido, pero eran simplemente sobre el terreno de los hechos y no sobre un terreno discursivo, por decirlo de una manera. Por lo tanto, la primera impresión que tuvimos nosotros cuando nos reunimos con Ricardo Salas —el compilador del texto— y otros presentes esa noche fue de estar frente a una revuelta inorgánica que carecía de cualquier aparato de conducción, sin partido político, que no tenía cabeza. De la misma manera, carecía de un soporte argumentativo, teórico, sobre el cual levantar aspiraciones legítimas. Nosotros advertimos una oportunidad —histórica e inédita— para finalmente catalizar un cambio en el orden establecido; al mismo tiempo, sentimos el peligro de que ese cambio no se cristalizara en reformas concretas a las instituciones por la falta de un discurso bien estructurado que organice esas reivindicaciones legítimas  con una narrativa que fuese más allá de la sola expresión de malestar. Para que una revuelta sea exitosa no bastan los hechos, hacen falta los conceptos, y ambos tienen que reunirse para que esa revuelta implique una transformación de las instituciones. 

Esa conversación fue crítica aquella noche del 23 de octubre. La filosofía tiene una vocación pública en tanto filosofía, tanto en su matriz de lectura como en su forma de abordar los acontecimientos. Tiene una responsabilidad pública de asumir una palabra de aliento para acompañar el movimiento social, que en ese momento era muy solitario y no lograba llegar más allá en ninguna reivindicación concreta. 

Esa fue la génesis del libro. Se tomó la decisión de llevarlo a cabo el 23 de octubre y se trabajó de forma tan rápida que, un mes más tarde, para fines de noviembre, ya estaban todos los textos completos, y el primer ejemplar ya había sido publicado el 15 de enero; prácticamente, en un plazo de dos meses. La idea original era publicarlo a finales de diciembre, pero el nivel de irrupción social fue tan grande que la imprenta no pudo responder a nuestros requerimientos de tiempo. 

Puedo notar, con respecto a las fechas, que la escritura del libro se dio de forma paralela a lo que estaba ocurriendo. 

Fue bastante paralela. Lo que hicimos, en buena medida, fue acompañar los acontecimientos. El libro está estructurado con un orden cronológico. Los 56 ensayos fueron anticipados por una cronología de los hechos, y cada uno va acompañado de una fecha a la que corresponde la redacción de ese texto, porque los acontecimientos iban cambiando precipitadamente. El libro buscó, en las reflexiones de sus autores, acompañar la secuencia de acontecimientos con ellas. 

¿Quiénes participaron en la compilación y revisión del libro? ¿Cómo se compone y organiza el libro?

Los compiladores fuimos Ricardo Salas y yo, ambos somos profesores de filosofía y trabajamos regularmente juntos. También hubo un comité editorial con quien se discutieron las decisiones estratégicas que se fueron tomando a lo largo del desarrollo del libro. Este comité estuvo compuesto por Pablo Aguayo, Valentina Bulo, Iván Canales, Ricardo Espinoza Lolas, Pablo Pulgar, Rodrigo Pulgar, Mario Samaniego y Raúl Villarroel. Es un grupo heteróclito de filósofos, no todos corresponden a una misma escuela de pensamiento ni a una institución que los albergue, todos son de distintas universidades, los une la filosofía y un compromiso con los acontecimientos. Ellos jugaron un rol protagónico, fueron decisivos para que el libro cumpliese su misión. 

En cuanto a la organización de los textos, es importante destacar que no tienen unidad teórica, están en distintos registros y se apoyan en diferentes registros teóricos para introducir sus claves de lectura. Uno puede encontrar distintos ejercicios que se acercan a la filosofía analítica, otros a la filosofía antigua, otros basados en la filosofía estructuralista, o en la filosofía posestructuralista, teoría crítica, otros en un marxismo más ortodoxo, otros menos,  en la teoría de la justicia, como la de John Rawls, para abordar el mismo fenómeno. Los reúne el hecho de ser todos ejercicios de filosofía aplicados al mismo acontecimiento, así como la tarea de resaltar aspectos distintos de este. Si hubiera que decidirse por algún tipo de línea que reuniese todos los textos, sería la cronológica. Los textos se estructuran en torno a una secuencia de línea de tiempo de los acontecimientos a los cuales ellos responden. No obstante, la filosofía tiene tiempos y piensa con una distancia sobre los procesos sociales e históricos de forma distinta que las ciencias sociales o el derecho. Asimismo, el esfuerzo es intentar pensar el acontecimiento a partir de las premisas de una especie de crisis del pensamiento metafísico, así como de ciertos defectos en la forma de organizar el saber, que explican de manera larvada un malestar de la cultura con la forma que han adquirido las sociedades políticas en nuestro mundo contemporáneo. Todo ello anunciaba, de forma negativa, esta expresión de malestar y esta movilización. Ahora se anuncian cambios profundos, nuevas formas de convivencia que aún no se han formalizado y son parte del nuevo proceso constituyente. 

¿Este libro se basó más en el acontecimiento en sí o en la filosofía?

La filosofía va llevando a cabo un proceso de reflexión. Pero el pensamiento no solo pone en cuestión el orden establecido o piensa en torno a él, sino que tiene cierta eficacia plástica sobre la realidad, se imprime en la realidad. Esta cuestión la resume bastante bien Hegel al decir que lo racional es real o efectivo, y lo efectivo es racional. No es posible divorciar los hechos de la interpretación de los hechos, de la comprensión que tenemos de ellos. Por lo tanto, es cierto que hay algo que escapa al acontecimiento mismo de la revuelta y que proviene del ejercicio del pensamiento filosófico y de su devenir; pero no es menos verdadero que el acontecimiento en sí plasma y les da eficacia a ciertas claves teóricas e hipótesis que venían movilizando el pensamiento. Por lo tanto, existe esa doble correspondencia: al mismo tiempo que el acontecimiento ocurre, él inicia, inaugura o estimula una nueva necesidad de pensarlo. 

Debido a que se ha publicado muy cerca del acontecimiento —porque se publicó en enero—, ¿usted considera que por ello es necesario revisitar el texto en algún futuro?

No. En primer lugar, porque ya es un documento histórico. La palabra que está es aquella de quien vive el momento en que se plasman las impresiones en tiempo real, envueltos en el fragor de los hechos. Eso, de por sí, tiene cierto valor histórico. Hay muchos documentos que son retrospectivos, pero hay pocos que hayan reflexionado en el calor del acontecimiento mismo. Yo creo que ese es un primer mérito sobre el cual no existe una posibilidad de revisión.

La segunda cuestión es el documento en sí, porque tenía una especie de propósito programático de acompañar; una toma de posición discursiva por parte del movimiento social. Eso cuesta evaluarlo. El movimiento social hizo suyos ciertos conceptos que no se producen acá, sino que ya venía trabajando la academia y el mundo universitario con cierta anticipación. Por lo menos unos cinco o diez años antes se venía discutiendo ciertos déficits democráticos de nuestras instituciones, de nuestro establishment político; una cierta dificultad para reformar democráticamente nuestras instituciones, fruto de ciertas dificultades constitucionales. También se venía discutiendo la pertinencia de una nueva constitución, esa discusión académica había logrado penetrar en el mundo político y había formado parte del programa de gobierno de Michelle Bachelet, que paradójicamente no llegó a puerto, pero presagiaba algo. Y finalmente, en el mundo académico se estaba discutiendo con anterioridad la pertinencia de una Asamblea Constituyente como forma de participación política para deliberar en sociedad la forma más directa y participativa posible en torno a las expectativas de vida en común y a las reglas fundamentales que debían organizar nuestra vida en sociedad. Esos elementos ya se encontraban trabajados científicamente en el terreno teórico por la academia y por el mundo universitario, y de alguna manera lograron ser incorporados por el movimiento social y levantados de una manera discursiva. Estas dos cosas juntas —los hechos unidos a un cierto pensamiento, a una cierta narrativa—, lograron configurar la fuerza de este hecho social que finalmente permitió al movimiento popular a forzar un proceso constituyente e imponer una agenda a la élite política. 

Por lo tanto, yo pienso que no habría que revisarlo. Si existe una cierta pertinencia para la palabra filosófica, me da la impresión que es para advertir ciertos llamados de alerta ante ciertas dificultades y carencias que no están siendo abordadas adecuadamente por ese proceso constituyente. A mí me parece que la filosofía podría tener la oportunidad de un Evadir 2;  esa posibilidad se está incubando desde el momento que la cuestión se ha desplazado al terreno jurídico, aunque no estoy convencido que se esté logrando captar todas las sutilezas de las experiencias situadas de injusticia. La filosofía, en toda esa puesta en cuestión del estado actual de las cosas, podría tener un lugar pertinente, una intervención oportuna. 

Y esto no solo sería para criticar lo que quedó o no quedó en la nueva constitución. Por la forma en que se han decantado los acontecimientos, ya había ciertos elementos que son insatisfactorios. La filosofía, y sobre todo la filosofía social, puede encontrar un espacio de reflexión para hacer luz sobre eso. 

Estos hechos venían por cuestiones que datan desde hace mucho tiempo, no solo desde el fin de la dictadura. 

Me gustaría complementar tus palabras con lo siguiente: uno podría atribuir la revuelta social y el proceso constituyente a una génesis imperfecta de la constitución por haber nacido en dictadura, por haber sido sancionada en un plebiscito que carecía de todas las garantías y los cerrojos que afectaron la posibilidad de reformarla democráticamente. Esta es la lectura que hacen los juristas. Pero me parece que esta es una lectura insuficiente. El malestar no solo pasa por un problema normativo en la génesis de la institución, sino que llega a un nivel más profundo, y tiene que ver con el neoliberalismo en la sociedad. Hay algo que va más allá de la destrucción de un sistema de derechos y servicios públicos sobre bienes públicos, tales como la educación, la salud, las pensiones y su traspaso a un sistema privado para la asignación de estos recursos y no de provisión estatal. El neoliberalismo y la expansión del capitalismo colonizan ―por usar términos habermasianos―, de una manera tan radical, la vida humana y la vida en sociedad que comienza a producir una descomposición dentro de ella misma. Afectan la moral social generando una destrucción del sentido común, de las distintas formas de organización colectiva y las instituciones, a través de cierta atomización de la sociedad en individuos sin capacidad de pertenencia social o de pensar en cierto sentido de interés general, con una preeminencia  de su puro interés y provecho individual. Este individualismo metodológico hace lentamente una erosión de la vida en sociedad y de las instituciones, comienza a hacerse un proceso de descomposición social. Esto va operando en el neoliberalismo de una manera silenciosa, y de ese modo ocurrió en Chile. Así se explica la génesis de procesos de corrupción de la política; cosa que no se había visto antes en un país que tiende más a la transparencia y era ajeno a los procesos de corrupción que otros países americanos han conocido históricamente. Comienza a aparecer con el tráfico de influencias en las Fuerzas Armadas, en la corrupción de carabineros, en los abusos al interior de la Iglesia,  una institución muy importante en nuestra sociedad. Estos agentes socializadores comienzan a entrar en crisis de forma acelerada: la Iglesia, la escuela, el Estado, la política, la vida en sociedad y el aumento de la violencia en su interior; todo es reflejo de la descomposición social en individuos que no tienen sentido de pertenencia ni sentido de lealtad común. 

Que haya ocurrido la revuelta popular fue una cuestión no menos extraordinaria, porque implica cierta capacidad de agenciamiento político con un sentido de pertenencia común que volvió a aparecer con la recuperación de la palabra pueblo durante los acontecimientos. El rescate de este sentido democrático, que la soberanía radique en el pueblo y que este pueda autoconvocarse como poder constituyente para establecer democráticamente los términos fundamentales de la vida en común es algo que no deja de ser sorprendente, considerando la destrucción progresiva que se había producido sobre las instituciones que organizan, fortalecen y estructuran el tejido de la sociedad. Esto también está en el libro, está sobre la mesa y es una clave de lectura que va más allá. Es mucho más profundo, a nivel de la sensibilidad de las personas, que la clave de lectura puramente normativa en torno a las instituciones. 

Finalmente, se han publicado diversos libros desde múltiples ángulos sobre la revuelta social. La aparición de todas estas publicaciones, ¿podría verse, en parte, como una tendencia editorial, o como algo más?

Yo observo con mucha satisfacción que actualmente ha sido posible organizarse y nutrirse con formas de saber que tienen una fuente distinta a las formas hegemónicas del saber instituido, en especial con la generación joven. Durante mucho tiempo en Chile hubo una sensación de que todas ellas estaban monopolizadas por la clase dominante: aquella que controlaba la prensa, los medios de comunicación, el discurso académico al interior de las universidades; en resumen, que controlaba las distintas formas de conocimiento. Durante mucho tiempo hubo la sensación de no existir un espacio para un saber contrahegemónico. Ahora, con sorpresa, noto que en la última década se ha ido articulando, cada vez con más fuerza, la producción de conocimiento en una prensa de oposición, independiente o disidente; en producciones literarias y editoriales disidentes; en una presencia cada vez más fuerte en las universidades de una diversidad teórica que permite elaboraciones teóricas disidentes de los saberes establecidos o al menos de las formas de discursos oficiales. La revolución de los medios de comunicación con las nuevas tecnologías también ha ayudado mucho a este proceso. La irrupción de los dispositivos tecnológicos ―esto es interesante porque uno suele pensar lo contrario con autores como Foucault― facilitaron la circulación de alternativas contrahegemónicas del saber que han alimentado formas de contestación; permitieron la configuración de un pensamiento contrahegemónico a partir del cual nuevas formas de organización política y social se levantaron. El rol de las nuevas tecnologías en Chile para la revuelta social fue importante, como el que cumplió Facebook para que la gente se reúna. La profundización del acceso a las nuevas tecnologías por parte de la sociedad y la utilización estratégica es un capítulo que no está desarrollado en el libro, pero me parece interesante explorarlo. Esto no corresponde solo a Chile, sino también se puede ver en la Primavera árabe del 2010, o la revuelta de los chalecos amarillos en Francia. Así que no, yo me resistiría a creer que esto es algo pasajero. Estas distintas recopilaciones estéticas, de performance, artísticas, teóricas, corresponden a un nuevo espacio contrahegemónico que ha ido llegando a Chile y me parece tremendamente saludable. En cierto modo puede ser una tendencia, pero no produciría ningún efecto sobre la realidad si no fuera acompañado por un malestar social que existe. Esas formas de expresión teóricas y artísticas se encuentran con formas de malestar que existen en la sociedad pero estaban larvadas. El resultado del plebiscito con un 80% a favor del apruebo para dar paso al nuevo proceso constituyente habla, en el fondo, de una gran mayoría que estaba completamente invisibilizada en su experiencia de vulnerabilidad frente al discurso dominante que mencionaba solamente los éxitos del modelo chileno. Finalmente, ese discurso representaba a una minoría que es la élite dominante.

Daniel Cassany: «Más que decir correctamente, deberíamos preguntarnos qué es escribir adecuadamente, o escribir para ser eficaces».

Entrevista de Talía Chang

Escritor, lingüista, filólogo y educador, Daniel Cassany se ha dedicado a investigar el discurso escrito y sus finalidades. Sus libros tratan sobre cómo escribir de manera adecuada diferentes tipos de texto y qué ocurre en el proceso de comunicación, tanto desde el emisor como la forma en que este mensaje se decodifica. Es autor de libros como Describir el escribir: Cómo se aprende a escribir (Paidós, 1989), La cocina de la escritura (Anagrama, 1993), Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea (Anagrama, 2006) o En_línea: Leer y escribir en la red (Anagrama 2007).

Conversamos con él acerca de su nuevo libro, El arte de dar clase (según un lingüista) (Anagrama, 2021), así como de la importancia que tiene actualmente la comunicación escrita en una época donde los medios digitales han cobrado más importancia que nunca.

Sus libros suelen ir por los temas de escribir e interpretar la escritura. ¿Por qué ahora optó por escribir sobre enseñar?

Aparte de investigador, soy docente. Entonces tengo algunos libros dedicados a la educación, a la educación lingüística, no solo he publicado acerca de la escritura[1]. Tal como cuento en la introducción del libro nuevo, cuando empecé a dar clases buscaba libros para aprender a enseñar y había poco o nada que me resultara atractivo sobre el tema, por lo que este libro también es uno que me habría gustado encontrar para entonces. En este momento de mi vida supe que ya tenía los conocimientos y la orientación adecuados para poder escribir sobre el tema. Y también surgió la oportunidad de hacerlo, así que la aproveché. 

El libro va dirigido tanto a docentes que están empezando, como a aquellos que ya tienen experiencia, más que nada porque la forma de aprender y de enseñar han cambiado mucho.

Sí, porque también ha cambiado nuestra forma de vivir, así como el tipo de conocimientos que tenemos, las posibilidades de las personas para acceder a ellos. El libro tiene contenidos sobre cómo se enseña en contextos digitales, sobre la enseñanza en línea usando las distintas plataformas y la red, pero también incluye muchos conocimientos y destrezas de toda la vida, que se utilizan también en la enseñanza cara a cara ―que esperemos regrese cuando se acabe el virus, y estoy convencido de ello, porque es mucho más fructífero y placentero que enseñar y aprender a distancia—.

El libro contiene una sección específica de cómo trabajar con las tecnologías, cómo dar clases en línea, etc. Hay reflexiones al respecto. Y, en principio, es para todo el mundo. Algunos colegas míos, que son profesores experimentados como yo, me han dicho que les ha gustado y que han encontrado ideas allí, de modo que también resulta útil para profesores en ejercicio que ya no son novatos. Pero, en principio, está dirigido para comenzar desde cero. De ese modo, el libro tiene la sección del primer día, el «primer primer día», del primer año en que se ejerza como docente. Desde este punto de vista se escribe el libro.

¿Le parece que la pandemia ha cambiado la forma de tomar en cuenta la expresión escrita, considerando que muchas veces se toma como una actividad separada de lo cotidiano y se ha concebido, más bien, como una actividad académica o profesional?

La escritura también era privada, personal, antes que llegara la pandemia o incluso la tecnología. La gente se escribía cartas por correo. Yo guardo una bonita colección de cartas que escribió mi padre durante la Guerra Civil Española y que conservó toda su vida, y también tengo algunos cuadros de postales de inicios del siglo XX que se enviaba la gente joven para declararse, para desearse amor, felicidad, para felicitar el cumpleaños. De modo que la escritura siempre ha sido útil en áreas personales. Lo que ha ido cambiando es la manera de usarla y sus valores, dependiendo de las profesiones, los objetivos y las posibilidades. Ahora la utilizamos más porque somos una comunidad más letrada y porque hay tecnologías que permiten utilizar la escritura de muchas maneras.

Pero las tecnologías van cambiando. Usamos mucho la comunicación oral en línea. Podemos hacer videollamadas, enviar podcasts, enviar mensajes de voz en WhatsApp. De modo que oralidad y escritura se mezclan. Y lo normal es lo que tenemos ahora. Es más habitual escribir para decir después lo que se ha escrito, que hablar para transcribir y después publicar por escrito. Las tecnologías se van mezclando sin problema, y funciona bien. Es una cuestión de elección de cada uno y depende también de los medios.

¿Qué es, en realidad, escribir correctamente?

A simple vista sería escribir con las normas de gramática vigentes, pero es un objetivo muy pobre. Más que decir correctamente, deberíamos preguntarnos qué es escribir adecuadamente, o escribir para ser eficaces, para convencer, para gustar, para, de algún modo, informar de manera clara las cuestiones relevantes. Con gramática, esto se puede conseguir, pero se necesitan más cosas aparte de corrección. La gente piensa mucho en «este texto es incorrecto». Sí, vale, de acuerdo. Pero lo importante, además de ser correcto, es que sea significativo, que diga algo interesante y que se entienda fácilmente. Todos estamos demasiado obsesionados con la gramática, con la ortografía, y creo que es un nivel básico; hay que ir más arriba, hay que buscar otras cuestiones de fondo, como, por ejemplo, decir las cosas de manera significativa, de manera relevante, con ejemplos que se puedan entender con un nivel de lenguaje adecuado que conozca el lector, entre otras cosas.

¿Qué podría decirles a las personas que están llevando cursos de expresión escrita o para mejorar su redacción?

Están estudiando algo muy útil, porque cada vez se escribe más. Incluso con las nuevas tecnologías o las tecnologías orales, cada vez se va a utilizar más la escritura para planificar. Asimismo, yo estoy aquí porque escribí un libro. De modo que escribir sigue siendo muy relevante, porque nuestra comunidad es alfabetizada, letrada, es una comunidad escrita.

Por otro lado, escribir también es una actividad muy compleja, es una de las actividades más complejas que hacemos las personas. Por este motivo, es muy lógico que haya que estudiarlo, y no se acaba de estudiar, constantemente estás aprendiendo a escribir de distintas formas porque también van cambiando los géneros y las tecnologías para escribir. Yo les daría a estas personas mucho ánimo, pues están aprendiendo una herramienta de trabajo que les va a resultar muy importante en la vida.


[1] También escribió Taller de textos: Leer, escribir y comentar en el aula (Paidós, 2006). Su intención es ser un manual práctico destinado a los docentes que trabajan con textos en clase.