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Comunicación personal: letras a una joven correctora

El trabajo del corrector de estilo es una carrera de largo aliento. Por ello, Katherine Pajuelo Lara, docente de la Escuela de Edición de Lima, nos entrega esta comunicación para aquellos que busquen consejos y recomendaciones en torno al oficio de la corrección.

Estimada X:

Agradezco infinitamente tu tiempo y paciencia con mi artículo. Me permito tutearte por este medio, aunque creo que también se me escapó en los comentarios formales en el Drive, espero no te moleste. Me parecieron brillantes todas tus observaciones; me pregunto si cada sugerencia tuya fue espontánea o, como dices cargada de humildad, representó para ti un desafío. Estamos iguales: escribirlo fue todo un desafío para mí. Si bien tus sugerencias de cambio en el estilo eran magníficas (y también fueron muchas, muchísimas), mi respuesta a casi todas fue «Sugerencia no aceptada», y esto se debió a que si las aceptaba, ese texto iba a dejar de ser mío. Una vez le dije a mi asesor de tesis que a mí me costaba mucho usar el estilo académico, peco de directa, quizás. Lo quiera o no, mi estilo en formación me ha hecho batallar en la redacción de mi tesis; no se escribe de la noche a la mañana, cuesta. A ti, sin embargo, como a él, te sale natural. No obstante, fuera de la tesis, me doy la libertad de vestir ideas con estructuras menos acartonadas.

En cuanto a las comas, esas cuya ausencia te espantaba (lo notaba) en las oraciones de orden envolvente, te diré que aprendí que había una puntuación cerrada y otra más flexible. Soy partidaria de esta última. Y es que con la literatura aprendí también que, en ocasiones, las comas estorban, que son como piedras en una acequia, bloquean la fluidez de las ideas. Espero no haber sido una libertina con mi falta de comas al inicio de mis enunciados, pero, sabes, interrumpían. Sentía que (im)ponerlas porque era lo estrictamente correcto le restaba sentido —sí, sentido— a lo que venía después.

Sobre tu estilo de corrección, ahora me toca a mí, si me lo permites, darte mis sugerencias: 1) corrige lo necesario. Si un enunciado funciona sin coma, déjalo. Léelo y reléelo, fíjate el matiz que le da la coma o le quita, entonces sabrás si la dejas o no. 2) Evita dejar comentarios al autor. Hazlo solo cuando el texto corra el riesgo de no ser entendido o percibes que le falta información, que hay información errada o cuando sospechas que un fantasma malo copipegó párrafos de otro texto mientras el autor dormía. Solo lo puntual. Olvídate del «Sugiero que le agregue un espacio», «Sugiero que justifique», «Sugiero…», porque si sugieres, entonces es optativo y estaríamos frente a una lucha de subjetividades. Reduce tus comentarios a lo estrictamente necesario (ojo, yo también agrego comentarios) y corrige de frente, sin miedo, sin pedir permiso por aquello que realmente está mal. 3) No me parece prudente que corrijas en el Drive, porque se vuelve un espiral. Mientras yo te contestaba, tú ya me estabas respondiendo. En esa inmediatez, a ti o al autor se les puede pasar un comentario, porque él también querrá responderte al instante. Que tú respondas mientras el autor responde es un elemento distractor.

Por último, la sugerencia que siempre doy sin que nadie me la pida es leer. Lee. Lee literatura. Por lo general, los expertos en lengua que se dedican a la corrección son cuadraditos: la norma dice, blanco y negro, punto, sanseacabó. Lee con la intención no solo de disfrutar de las letras, sino también de entender; pregúntate por qué el autor escribió así. Sé crítica. Lee los Monólogos de Gálvez Ronceros, pregúntate qué corregirías ahí. Lee a Saramago, por ejemplo, El hombre duplicado o Ensayo sobre la ceguera, por mencionar solo algunitas, y pregúntate cómo harías si te dan un texto suyo, donde escasean los puntos seguidos, los puntos y coma, las rayas de diálogo. Los diálogos los separa con comas, en un mismo párrafo y después de la coma empieza con mayúscula. Lee mucho. Sorpréndete con Yo he de amar una piedra, de Lobo Antunes, ódialo, ámalo, pregúntate qué se corrige. Lee El Espía del Inca, de Dumett, ¿cómo harías? ¿Cómo lo hizo? ¿Cómo se hace? Qué se hace, qué se toca, qué se deja. Pero, sabes, sobre todo, disfruta del camino, que recién empiezas.

Por último, me honras al decirme que no sabías si ibas a estar a la altura de mi escrito. Exagerada. Tienes todas las herramientas a tu favor y un par de ojos de lince acechante. Estás muy bien encaminada, joven caminante. Habías escuchado eso de que para romper las reglas, primero hay que conocerlas, ¿verdad? Tú ya las conoces, date permiso a volar cada tanto. Esas alas te las da la literatura.

Agradecida,

Katherine

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