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Del libro físico al contenido digital, ¿es solo un cambio de soporte?

Escribe Dante Antonioli

Las lecturas en dispositivos digitales han tenido un alza considerable este último año debido al distanciamiento social obligatorio. Pero este cambio de soporte implica más que una adaptación del papel a la pantalla, que se repasan a continuación.

Es innegable que durante el último año muchas cosas han cambiado en nuestro entorno. La mal denominada «nueva normalidad», además de modificar nuestros hábitos y patrones de consumo, también ha traído cambios interesantes y permanentes en diversos sectores, gran parte de estos vinculados al uso de la tecnología en productos y servicios que antes eran, convencionalmente, presenciales, físicos, tangibles, manipulables.

Hoy, nuestro carrito de compras es virtual, las vitrinas son fotografías, vídeos o animaciones digitales; «vamos» al banco mediante operaciones o pagamos servicios a través de una aplicación. Conversamos con otros o dictamos clases o conferencias mediante una videollamada. Leemos libros en una tableta, en el teléfono o en el computador.

Si bien mucho de lo anterior estaba disponible antes de la pandemia del Covid-19 y tenía un nivel aceptable de uso, hemos comentado en una anterior entrega que una de las transformaciones más importantes del sector editorial durante los últimos meses ha sido la digitalización de sus catálogos y su posterior comercialización en entornos virtuales. Hablemos sobre esto.

Entonces, ¿convertir un libro físico a un formato digital ha sido solo un cambio en el soporte en el que se entrega hoy al lector/usuario?

Existen diversas posibilidades en el uso de contenidos en formato digital. Desde transformaciones idénticas a un libro físico, sin la posibilidad de interacción del usuario con los contenidos (únicamente con las funciones básicas de lectura que brinda la aplicación con la que se leen: buscador simple, ampliación o reducción del tamaño de visualización o la opción de un resaltador de textos), hasta contenidos digitales que incluyen audio, vídeo, actividades interactivas y enlaces diversos a otras subaplicaciones.

Hay opciones intermedias a las mencionadas con distinto nivel de intervención del lector y/o con funciones fuera del contenido; por ejemplo, que el texto incluya «botones» en diversos lugares del texto para habilitar información complementaria o, tal vez, audios o videos. O, para el caso de materiales que se usan para el dictado de clases, la posibilidad de que la información que genera un usuario, al responder actividades o cuestionarios, se respalde en otra aplicación (un archivo o una plataforma) y se generen reportes que permitan calificar evaluaciones o analizar avances o dificultades durante el proceso de enseñanza.

Entre los aportes más importantes de este «nuevo contenido» encontramos las soluciones que permiten la lectura en voz alta y la adaptabilidad del tamaño de letra y el brillo de pantalla; soluciones al parecer simples que, sin embargo, permiten la inclusión en el mundo de la lectura a personas con discapacidad visual o auditiva.

De esta manera, enriquecer un contenido con distinto nivel de interacción por parte del usuario permite diversificar la oferta editorial según el perfil del cliente, así como de sus necesidades y recursos disponibles.

Sin embargo, volviendo a nuestra pregunta, la transformación mencionada no implica entonces solo un cambio de soporte (del papel a lo digital). El nuevo contenido digital requiere de varias etapas que incluyen, además de la elaboración del contenido, diseño, desarrollo, generación de complementos, pruebas, correcciones y ajustes y, eventualmente (o generalmente), la participación de un socio que juegue el papel de proveedor de algunas de estas soluciones o, nos brinde el soporte donde se colocarán nuestros nuevos contenidos.

Esta evolución del sector hacia la creación de contenidos que son dinámicos ―que se puedan adaptar a la experiencia del lector/usuario/estudiante/investigador― requiere acercarse cada vez más a lo que el mercado necesita y exige. Mirar el entorno y conocer las necesidades de nuestros clientes puede ser el mejor punto de partida.

Así, el futuro inmediato del sector editorial (aunque para algunas empresas ya es el presente) está en las posibilidades de transformar la forma de ofrecer sus contenidos a los lectores. Pasar de un espacio en el que este es pasivo, que recibe y consume lo que la editorial le ofrece o que utiliza lo que el profesor planifica según un diseño curricular, a un mundo de interacción y retroalimentación permanente con los administradores de estos contenidos y de sus autores o especialistas.

Este futuro abre numerosas posibilidades para el desarrollo de nuevos productos: contenidos para entrenamiento, capacitación, evaluación; contenidos adaptativos a través de aplicaciones de inteligencia artificial; contenidos con traducción automática a varios idiomas. La lista puede ser más extensa aún, pues las posibilidades son enormes.

Uno de los objetivos de esta columna es compartir algunos de los cambios que vienen ocurriendo en el sector, muchos de ellos «acelerados» por la pandemia de la Covid-19 y que están funcionando en distintas regiones. Lo anteriormente mencionado existe y está disponible, entonces, tal vez sea el momento de preguntarnos: ¿cuándo lo haremos nosotros?


Dante Antonioli

Economista por la Pontificia Universidad Católica del Perú, ha seguido cursos de postgrado en edición (UNESCO), evaluación de proyectos y planeamiento estratégico (BID). Se ha desempeñado como editor académico durante más de 25 años y como gerente comercial de Pearson Educación entre 2012 y 2021. Es docente de Derechos de Autor y Gestión Editorial en la Escuela de Edición de Lima. Es consultor en temas editoriales y planeamiento estratégico para diversas organizaciones, ha participado en diversos congresos, foros y debates sobre el libro y la lectura en Perú y América Latina. Por encargo del Congreso de la República del Perú, participó de la revisión de las autógrafas de las leyes del libro de 2003 y 2020. Es autor de Derecho de autor para autores y editores (EEL, 2019) y de artículos que han aparecido en diversos medios de Hispanoamérica.

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