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Homenaje a Antonio Gálvez Ronceros y presentación de la reedición de su novela «Perro con poeta en la taberna»

Katherine Pajuelo Lara, docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, participó como ponente en el homenaje a uno de los más grandes cuentistas peruanos, el cual se realizó en la Casa de la Literatura Peruana el pasado 5 de diciembre. Aquí te dejamos su presentación.

Quisiera empezar agradeciendo al Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos para esta presentación. Y, también, reconocer y felicitar el trabajo de esta reedición para el sello J.M. Marthans. Juan Miguel, haz hecho un excelente trabajo, la verdad que el libro-objeto es muy bonito y se lee bastante bien.

Quisiera empezar planteando la reflexión sobre el libro. ¿Cómo definimos hoy un libro? Les cuento que hace un par de años volví a la universidad y algo que me sorprendió fue cuando el profesor nos dijo: «Alumnos, los libros ya están colgados en la plataforma». Para mí todo era bastante nuevo. ¿Cómo que los libros están colgados en la plataforma? Es en ese momento en el que descubrí el libro PDF. La verdad que fue bastante incómodo leer en la pantalla (yo utilizo la pantalla para traducir, para corregir, en fin, para trabajar, no por el placer de leer) entonces mi recurso fue imprimir todos los libros que tenía que estudiar, porque era cada semana un libro, cada semana un libro y me gasté la vida en tinta (encima, había que comprar las celestes y las rosadas, cuando uno necesitaba el negro, era rarísimo). Pero, todo esto para llegar al libro como tal. Yo prefiero distinguir al libro-objeto; este es, para mí, un cofre del tesoro, un libro en general, a parte de este hermoso libro Perro con poeta en la taberna del maestro Gálvez Ronceros.

Es un cofre del tesoro que tiene una tapa, un lomito, una solapa, tiene papel adentro, no solamente páginas, porque el PDF también las tiene. El libro tiene papel, lo puedes tocar, uno tiene contacto. Además, las páginas del PDF no siempre coinciden con las de un libro y no hay nada como leer un libro físico, al menos para mí. Hay otros que utilizan Kindle o PDF… dependerá de cada gusto. Este libro (Perro con poeta en la taberna) podría decir que es ideal para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero; es ideal para lectores claustrofóbicos (soy una de ellas) y digo esto por sus márgenes, por su interlineado. Muchos lectores necesitamos tomar nota, escribir la definición de una palabra y, en ese sentido, mi forma de contacto con el libro es escribir al costado. Y, algunas veces, corregir, uno no pierde el vicio de la corrección; subrayar, el interlineado es generoso, el tamaño de letra es adecuado, es una letra chica, porque si fuera más grande sería un cuento para niños, es redondeada, es amigable, es cálida. El color del papel también nos transmite esa calidez. Es un placer realmente posar la mirada en el papel. El libro como tal está muy bien hecho y trabajado.

La obra de Antonio Gálvez Ronceros ha sido recientemente publicada en España.

En cuanto al tesoro que este lleva, yo lo califico no como un libro en PDF sino la obra, la cual trasciende a cualquier plataforma. Esta obra puede estar en un libro, la podemos leer por internet, en un Kindle. Esa es la obra, para mí el libro sigue siendo el objeto físico. Quisiera compartir con ustedes seis motivos (ya que he hablado ahora de lo físico, de lo tangible, que está un poco afeado por mis marcas, pero ese es el contacto que tengo con mis libros que realmente entusiasma al leer) para leer Perro con poeta en la taberna, si es que no lo han leído, o para reencontrarse con esta hermosa obra de don Antonio Gálvez Ronceros.

1. Por el puro placer de leer a don Antonio

Quienes lo hemos leído sabemos que vamos a pasar un muy buen tiempo rodeado de sus letras. Tiene unas palabras cálidas que nos aproximan a nuestra propia cultura, tan cercana y tan lejana a la vez. Y porque sabemos que nos vamos a reír: con él nos brotarán sonrisas y más de una risotada. Realmente es una invitación a la lectura, porque sabemos que la vamos a pasar bien.

2. Porque se lee de un tirón

Uno empieza a leer Perro con poeta en la taberna y no quiere parar hasta el final. A veces vemos libros que tienen 300 páginas, digamos Los miserables, por ejemplo, encima dos tomos y decimos: «¿Cuándo voy a terminar?». Hay algunas personas que se ponen nerviosas porque ven muchas páginas. Todo dependerá de la maestría del escritor, de la pluma, que nos lleve, que nos envuelva, que nos haga ir junto a él. El libro no se nos cae nunca de las manos.

3. Para descubrir

El escritor mexicano Rafael Pérez Gay cierra su programa La otra aventura, con la siguiente frase: «Abres una puerta y detrás de ella aparece un mundo: eso es un libro». Abrimos esta puerta y nos encontramos con un mundo mágico, un mundo distinto, un mundo lejano y que, sin embargo, está en Huancayo. Un mundo en el que un perro habla, un mundo en el que el perro se expresa, como decía Karen, piensa. Podría hablar disparates, pero es un perro que piensa, razona y que quiere salvar a alguien; es un perro al que le gusta la bebida, que es parroquiano en las tabernas y que encima paga «miti-miti» la cuenta.

Otra de las cosas que me llamó la atención es que no tiene, como en los cuentos, generalmente los animales que están personificados en los cuentos llevan el nombre con mayúscula. El Lobo Feroz, L con mayúscula, se distingue porque es un personaje principal. El perro es perro. El perro nunca va con mayúscula. El perro es un perro con la diferencia que se puede parar en dos patas, se apoya en un poste en el mercado, viste pantalón, chompa y chaqueta.

Pantalón, chompa y chaqueta. Repitamos eso. Prestemos atención cuando leamos a don Antonio, porque tiene esos sonidos en las palabras. No decimos casi nunca suéter, pero hubiese podido decir casaca. Pero es chompa y chaqueta, así es su sonoridad en lo verbal. A mí me llama muchísimo la atención. Además, este perro que se puede parar en dos patas y que está vestido, cuando camina lo hace en cuatro patas. No deja su naturaleza, no deja de ser perro. Muy particular.

4. Nos permite descubrir otros libros

Perro con poeta en la taberna, como cualquier otra gran obra literaria, nos permite descubrir otros libros. Se habrán dado cuenta los que ya la han leído, no quiero adelantarme a los que no, que podemos encontrar Las mil y una noches aquí. El perro es una suerte de Sherezade, y Sherezade quiere salvar su vida cada noche y le cuenta un relato distinto al sultán para salvarse. Y, ¿cómo termina Sherezade cada historia? «Bueno, y esto me recuerda a otra historia». Y el sultán le dice: «A ver, cuéntamela». «No, mañana». Entonces tiene que esperarse hasta mañana y ella salva su vida por muchas noches, porque si no las mandaban a decapitar.

El perro también relata una historia, pero no para salvarse así mismo, sino para salvar al otro. Y, ¿de qué lo quiere salvar al poeta? (Hay niños presentes en la sala…) Así que lo quiere salvar de ese «ismo», cojudismo que rodea muchas veces a las personas del medio artístico. Menciona a los poetas en primer lugar. ¿Quién no conoce a un poeta que sufra de este mal? Yo conozco, y no solamente poetas, narradores también, más de uno. Es ese ismo de la vanidad absoluta. Incluso el perro le recomienda: «Deberías dejar de ser poeta y dedicarte más a la poesía». La verdad que esas recomendaciones son bastante valiosas y las podemos aplicar. Regalen el libro a algún amigo que sufra de este mal.

Es más, el perro dice: «Decidí proseguir con historias de igual índole, porque me había propuesto ayudarlo a salir del cojudismo que lo tenía atrapado». Entonces, cada vez él le va contando una historia al poeta y muchas veces el poeta ni se da por aludido, porque él no acepta no ser reconocido. Y, al perro le importaba un rábano: él le contaba nuevamente otra historia. Yo detecté, en esta especie de Mil y una noches que tenemos en este maravilloso libro, once historias. La primera es a modo de anécdota: «Le conté, relaté tal cosa o me hizo acordar». Luego detecté otras diez, quizás ustedes detecten más.

Lo que me gustó mucho es esta suerte que en literatura le llaman muñecas rusas o cajas chinas: una historia dentro de otra. Mi historia número uno yo la tengo como 1.1 y luego retoma otra vez la historia principal y esto sucede en la historia uno (ustedes son libres como lectores de enumerar sus propias historias) en la tres y en la seis, que tienen subhistorias.

Es un encuentro, en efecto, con otros libros y también nos desternillamos al leer el resumen de Hamlet. Los que han leído el libro, ¿cómo resumen Hamlet?: «El príncipe que despeja sus dudas y, espada en mano, se despacha a casi todo el elenco». Uno lo lee y por más que en literatura se diga que ese es el narrador, no es el autor, el autor no está. No, tú te lo imaginas a don Antonio diciéndotelo, contándotelo, escribiendo y te ríes. Yo no lo conocí en persona, lo conocí a través de Monólogo desde las tinieblas; pero es como si lo viera, como si lo escuchara. No tuve la suerte que tú has tenido, pero para mí es leerlo y reconocerlo ese placer. Las referencias, además, no solamente tenemos acá a Hamlet o Las mil y una noches que les decía, sino también menciona a Vallejo, a Chocano (para bien o para mal los menciona) y, bueno, al corrector de estilo.

5. Para aprender

Como decía Karen hace un rato, y yo no sabía que eran palabras de don Antonio, me lo anoté aquí: «¿Quieres aprender a escribir? Lee. ¿Quieres ser mejor corrector? Lee. ¿Quieres estar mejor alimentado espiritualmente? Lee. El autor es un maestro de la escritura». Podemos leer el libro por puro placer, lo vamos a devorar. Todos somos, en primer lugar, lectores, y leemos porque se nos antoja y tenemos el derecho de dejar un libro que no nos gusta y podemos retomarlo años después. Miguel sabe lo que me pasó con Rayuela, no entendí Rayuela muchas veces, hasta que llegó el momento en que me encantó. Eso nos puede pasar con todos los libros, es nuestro derecho como lector.

Pero, para los futuros escritores, los que se dedican a la palabra, aprovechen en leerlo para aprender. Qué podemos aprender, podrían decirme, de un libro que físicamente es pequeño. Podrían decir qué hay. Bueno, hay todo un mundo. Por ejemplo, se sugiere que los párrafos no sean extensos. Vayamos a párrafos cortos porque no queremos perder al lector. En cualquier ámbito, una carta comercial, un correo electrónico, tus párrafos que sean cortos porque si no el lector se va a perder y se nos va a ir, y va a soltar el libro. Bueno, ¿qué tenemos en Perro con poeta en la taberna? ¡Tenemos un megapárrafo! No sé si lo notaron, comienza en la página 23, primera línea, y termina en la primera parte de la página 100. ¿De dónde sacamos que no se pueden utilizar párrafos largos? Ahí está la maestría del escritor. Claro, no es recomendable que cualquiera que no esté muy entrenado o que no haya leído lo suficiente (diría yo) se aventure a un párrafo tan extenso. Pero, uno no lee y no se pierde. Él nos atrapó en la lectura y nos lleva de la mano a través de señales. Por ejemplo, los diálogos en la primera parte, ¿cómo los distinguimos? ¿Con rayas de diálogo? Vemos al personaje A que habla con el B, ¿tenemos las rayas de diálogo? Dentro de este párrafo gigantesco, ¿cómo distinguimos los diálogos? Con comillas. Entonces, él nos avisa: «Ojo, acá hay un diálogo». Y nosotros lo vemos y eso permite que no nos perdamos, que continuemos en la lectura y que no se nos vaya el libro de las manos.

También hay unos puntos suspensivos que es como una especie de, no me animo a decir respiro, pero, no hay punto y aparte, salvo para mencionar algunas citas puntuales que están centradas, además, pero el párrafo es continuo. Además, hay momentos en que para describir ambientes no usa verbos, no sé si se dieron cuenta. Cito: «Lejos, muy lejos de la estridencia del centro de la ciudad de Lima y sus distritos aledaños, una urbanización que parecía un remanso. En el silencio y sosiego de la urbanización, un pequeño café de ambiente apacible». ¿Utilizó un verbo? No. ¿Qué pasa cuando escribimos así para un articulo universitario? Te dicen, el verbo, ¿dónde está? La literatura lo permite, la literatura nos da alas (como la bebida energizante) para escribir, alas para alzar el vuelo en nuestra imaginación. Sí, es verdad, pero siempre y cuando sepas escribirlo bien, porque hay que conocer las reglas para poder quebrarlas. Esa sí es toda una recomendación.

Las onomatopeyas de los ríos. Él es muy preciso en las descripciones. Es como si pintara un cuadro. Por ejemplo, cuando ubica al perro que está apoyado en el poste, en el mercado, parado en sus dos patas y al costado están las mujeres vendiendo papas. ¿Las mujeres vuelven a aparecer en el libro? No. Es un cuadro, nos ubica, podemos verlo. La literatura tiene eso: cuando uno lee no solamente utiliza los ojos, los sentidos todos se involucran. Imaginamos, vemos más allá del perro, vemos todo lo que sucede alrededor. No me digan que al leer que había una ruma de papas no sintieron de pronto ese olor que uno percibe en el mercado. ¿Quién no ha ido a la paradita de su barrio? ¿Quién no ha ido, no a un supermercado, al mercado, donde todos los olores se entremezclan? Papas, camotes, choclo, culantro. Todo ese olor es uno y uno puede sentirlo cuando lee. Todo eso transmite la obra. Reitero lo de las onomatopeyas, la lluvia al caer. Nunca se me hubiera ocurrido decir que sonaba chuc, chuc, chuc. Así que el oído también se involucra en la lectura. La lectura no solamente son ojos.

6. Para jugar

Ese es mi sexto motivo. Y, ¿cómo puedo jugar yo con un libro? Jugar a encontrar las similitudes, por ejemplo. Identificar lo mismo en el otro. Yo encontré al primer poeta más adelante en otro personaje, porque coinciden. El primer poeta tenía más o menos 22 o 23 años y más adelante hay otro personaje que también (oh, coincidencia) tiene 22 o 23 años. Tenemos a un charlatán en las primeras páginas, tenemos otro charlatán que podría haberlo denominado de otra manera, porque a él no le faltaba vocabulario para nombrar. Pedro, ¿quién fue Pedro? Pedro fue el mozo que ganó el premio nacional de poesía. Tenemos un Pedro corrector de estilo que lleva ese nombre, bueno el corrector de estilo tiene apellidos, no los tengo a la mano, pero también se llama Pedro. Qué coincidencia. Entonces, me pregunto: ¿Son coincidencias o simplemente son reencuentros de personajes en un extremo y el otro del libro?

De izquierda a derecha: Katherine Pajuelo Lara, Isabel Gálvez, Karen Calderón y Jorge Eslava.

Ojalá que este libro-espejo nos sirva para detectar si nosotros padecemos también de ese ismo tan insoportable y decadente (y dicen que es más decadente a medida que pasan los años. O sea, démonos cuenta a tiempo). Y también para ver si el compañero o amigo poeta, o escritor, lo sufre también. Ya les digo: regálenles el libro para que se puedan ubicar. Calculemos bien la ruta, para eso nos sirve también el libro: a fin de no desviarnos por el camino que lleva al hoyo profundo de la vanidad.

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