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Javier Arévalo: «En lo cultural, el Mincul no tiene ninguna orientación política. Hacen actividades, pero no hay una guía definida».

Javier Arévalo es escritor, periodista y promotor cultural. Tuvimos la oportunidad de hablar con él para que comparta su visión acerca de los hábitos de lectura en nuestro país, las limitaciones que tiene el Plan Lector para revertir estos problemas y lo que se podría aplicar para redireccionarlo.

CDEYC: ¿Qué agentes de la industria editorial se quedaron fuera de la nueva Ley del Libro?

Javier Arévalo: La nueva Ley del Libro no está enfocada directamente —como en las anteriores—, a vender la idea que con beneficios tributarios o con exoneraciones de impuestos vamos a generar más lectores. La industria lo que necesita son lectores. Los lectores de todo el país son formados en las escuelas, donde los niños tienen acceso al libro y a la lectura. El Estado tiene como meta hacer que cada niño en este país tenga acceso a una biblioteca. Ese es un objetivo que impacta en toda a industria editorial.

CDEYC: ¿Qué beneficios brinda esta nueva Ley del Libro?

J. A.: He trabajado desde hace diez años para que esta ley tenga el enfoque de ahora. El impulso de la industria es que tenga clientes, o que se vea beneficiada hasta que logre tenerlos. Por ejemplo, para que una industria como la del teatro o de la lectura logre tener un público, ese público tiene que ser educado en el uso y en el deseo de su producción. La lógica desde el Estado no es colaborar con una industria, es formar un sujeto que desea leer o que sabe y desea la experiencia y el beneficio que le da leer. Hasta ahora eso no había ocurrido. Si tú piensas en 50 000 escuelas públicas y 100 000 escuelas privadas, y en todas ellas se logra tener una biblioteca con estándares de calidad internacional, entonces habrá editores, libreros, bibliotecarios, promotores de lectura, maestros. Y los demás usuarios estarán beneficiados, incluso la industria editorial. Esto es porque los libros tienen que comprárselos a alguien; los autores tienen que hacer los libros; los diseñadores tienen que ilustrarlos y diagramarlos; las imprentas imprimirlos. Toda la cadena está atada a una sola visión: que un ciudadano peruano, en general, y un niño, en especial, tengan acceso a una biblioteca. Ese es el verdadero foco. La industria debería verse así. Las exoneraciones jamás han formado un solo lector en nuestro país.

Javier Arévalo: La verdad es que el país tiene tantos problemas para comprender en qué consiste una biblioteca, que cree que una tablet es una biblioteca.

CDEYC: ¿Ha habido algún tipo de estímulo dirigido al sector cultural como para superar la crisis debido al covid-19?

J. A.: Hubo varias actividades enloquecidas para soltar dinero. La última compra de libros se hizo sin consulta y sin orientación alguna. Solo para repartir dinero entre un grupo de personas de la industria. Precisamente eso es lo que ocurre alrededor de la gestión cultural, ha estado tan abandonada que no tiene foco. Todos esos libros que van a comprar ahora ¿a dónde van a ir?, ¿qué sistema de bibliotecas tenemos para que los recepcione? Han comprado imprudentemente. En lo cultural, el Mincul no tiene ninguna orientación política. Hace actividades, pero no hay una guía definida.

CDEYC: ¿Esto se debe a problemas ocasionados por la antigua ley del libro?

J. A.: Hemos tenido una ley del libro enfocada en disminuir el pago a los importadores y ofrecer beneficios tributarios a la industria. Terrible. Esa lógica es la que nos tiene atados a un país donde siete de cada diez adolescentes no comprenden lo que leen. El foco no es darme a mí, como importador de libros, el beneficio dudoso de no pagar el 18%. Como editor, he sido beneficiado por la ley del libro. He colocado libros de animación a la lectura por el Grupo La República. Esto fue más atractivo para los socios porque nos devolvían el IGV. Con esto, el editor podía recuperar mucho del dinero. En especial cuando se vende más de quince millones de libros, como yo. ¿Eso hizo posible que haya más lectores? Los libros que vendí eran de bajo costo, precisamente pensando que serían usados dentro del Plan Lector. Mientras tanto, las editoriales que han publicado mis novelas con un tiraje de mil ejemplares están beneficiadas por el retorno del IGV. ¿Quién más se beneficia con esto? Algunos pocos lectores. Es cierto que las importaciones del libro benefician a los lectores, pero ¿quiénes son lectores en este país? Siempre son grupos favorecidos, con recursos para desarrollar su hábito lector y su comprensión de lectura; han tenido una mayor instrucción, un mayor respaldo de la familia que los ha provisto de libros. Ese sector es pequeño. Esa lógica tenía que cambiar, y ya cambió.

CDEYC: ¿Cómo ha afectado esta pandemia en el fomento de la lectura en niños y jóvenes?

J. A.: Hubo un impacto mediático de algunas acciones realizadas por gente independiente que han publicado libros y que han llamado la atención sobre la necesidad de que los niños tengan acceso al libro en cualquier situación, y más en una situación de encierro. La municipalidad de Pueblo Libre, en una pequeña iniciativa de un grupo de promotores y generadores de cultura, en poco más de tres meses, ha llevado más de cinco mil libros en préstamos a niños del distrito. Además, en medio de la pandemia se aprobó la Ley del Libro. Su impacto dentro de la pandemia ha sido bueno para los niños.

CDEYC: ¿Han existido otros canales? ¿O solo se ha llevado libros impresos a los niños y jóvenes?

J. A.: Hay un gravísimo problema respecto a la distribución de tablets. Primero, es necesario aclarar que el problema no fue las tablets y la corrupción que se insinuó que hubo. Sobre ese tema no tengo mucho conocimiento. La verdad es que el país tiene tantos problemas para comprender en qué consiste una biblioteca, que cree que una tablet es una biblioteca. Nadie realiza estas preguntas al Estado: ¿Qué libros has conseguido? ¿Qué bibliotecas virtuales has contratado para que los niños puedan acceder a alguna lectura? Eso no lo preguntan, solo ven al aparato como si fuera mágico y los condujera directamente a libros que puedan leer. Otro problema es el analfabeto funcional digital, que es muchísimo más grave que el analfabeto funcional analógico. Tenemos un grave problema de concepción de lo que es acceder a la lectura. Acceder a la lectura no es tener una computadora o un celular. Este país tiene dos o tres celulares por habitante, pero no lee. No usa el celular para leer, y quienes leen en el celular, leen algo que corresponde con la pobreza de su lenguaje y la pobreza de su curiosidad.

CDEYC: Se está viendo que plataformas como YouTube o Spotify están empezando a crear espacios de diálogo para los lectores. ¿Crees que se lograrán aprovechar las nuevas tecnologías de forma adecuada para el fomento de la lectura?

J. A.: Uno se hace lector desarrollando gusto y hábito lector en determinado momento. Nosotros tenemos una población que es Homo videns de memes, de figuritas de calatas y calatos, de jueguitos. Pero no lee, y no porque no le guste leer. El problema con el peruano es que no desarrolló las habilidades y destrezas necesarias, el vocabulario necesario para poder leer algo de profundidad. Solo ve; como te digo, es un Homo videns. Los vídeos y los memes los satisface. Esto no es únicamente el caso peruano, es un mundo entero que ha cedido al Homo videns tan naturalmente como la aparición de los memes. En la actualidad, la misma universidad peruana se basa en la lectura de sumillas. Por ejemplo, el profesor reparte sus sumillas entre sus alumnos y sobre eso estudian; no usan libros, ni textos completos. Solo sumillas o resúmenes que sirven al alumno para memorizar algunas cosas y dar el examen. Eso es porque no hay lectores, hay reproductores y memoristas de textos. Un lector es un sujeto altamente competente que devora información continuamente, cuyo vocabulario se expande en función del desarrollo neurológico al tejer nuevas conexiones neuronales, lo que le permite procesar toda esa información veloz y críticamente. Eso no tenemos. Tú le puedes otorgar celulares o tablets a todo el mundo, pero no lo usarán para leer porque no tienen el hábito.

CDEYC: En la industria del libro hay muchas propuestas que alientan el Plan Lector y cada editorial tiene una selección propia para este proyecto. Ante tanta variedad, ¿cuáles crees que deberían ser los lineamientos a considerar para la gestación de un buen Plan Lector?

J. A.: Se deben tener dos consideraciones cuando hablamos en este país sobre el Plan Lector. La primera: el Plan Lector Nacional, que yo diseñé en el 2006, supone una meta nacional de lectura de un libro al mes para el alumno y su maestro, que se realiza en biblioteca. Un Plan Lector es una estrategia pedagógica que adopta una escuela para promover la lectura dentro de la escuela entre los alumnos, sus maestros y la comunidad. En ese sentido, un Plan Lector empieza a estar atado a diferentes consideraciones por parte de la escuela. Inicialmente, muchas de ellas creían que el Plan Lector está enfocado en la literatura. Pero el Plan Lector, como estrategia pedagógica, lo que busca es desarrollar hábito y gusto. El modelo que se ha instalado en las escuelas es el que proponen las editoriales con libros para niños, púberes y adolescentes normalmente anclado en literatura. No tendría que ser así. Si una editorial quiere innovar tendrá que remar en contra de lo que ya está establecido. Yo siempre recomiendo a los colegios que adopten libros de ciencia y divulgación porque el Plan Lector no es el curso de Literatura, ni de Comunicación. Pero muy difícilmente lo entienden y esto es así porque no son lectores. Tenemos seis de cada diez maestros que no comprenden lo que leen. Si tú trasladas eso al mundo escolar, vas a encontrar una escuela paporretera donde la lectura es escolarizada. Es decir, lees para dar examen o lees para que te evalúen lo que has leído. No como una estrategia de animación lectora, sino como un curso pedagógico enfocado en la nota y no en un desarrollo de hábitos. La escuela peruana no está enfocada en lo que necesita realmente, aun cuando curricularmente debería estarlo en el desarrollo de competencias, de habilidades y destrezas. Eso es lo que teóricamente debe hacer, y en la práctica lo que hace es seguir produciendo el clásico modelo del estudiante que memoriza textos de un libro porque tiene la obligación de recordarlo, porque si no recuerda, no sabe. Esa educación es la del tercer mundo y es la que tenemos nosotros.

CDEYC: Con respecto a esta propuesta que hiciste en el 2006, ¿se puede decir que las editoriales la han tergiversado a su beneficio?

J. A.: No es así. La escuela tiene una estructura de la que no se mueve. Las editoriales someten a sus demandas a la escuela privada. El Plan Lector, desde las editoriales, no ocurre para la escuela pública, solo en la privada. En esta última nunca se ha leído la norma, y nunca les interesó. Fue un impacto publicitario para ellos y una meta. Fue allí cuando hubo todos estos líos donde demandaron a los colegios porque había acuerdos entre los directores y las editoriales. El director cobraba su viaje a Miami para hacer que compren cualquier libro. Estaba pensado solo para que los compren, no para que los lean. Luego, el profesor obligaba a los niños a leer porque «por algo compraron». Esto hacía que en lugar de lograr un círculo virtuoso fuera un círculo vicioso. A pesar de ello, el Plan Lector Nacional fue lo único que impactó en las cifras de ventas anuales de las editoriales. Si tú miras las cifras del 2006 y las de ahora, la compra de libros tiene una diferencia extraordinaria; tanto para los títulos, las editoriales y los autores, ese año fue fabuloso.

CDEYC: ¿Cómo se realiza un proyecto de fomento de la lectura?

J. A.: He tenido muchas acciones de promoción de lectura. Trabajo principalmente en tres áreas: incidencia política, impacto mediático e intervención directa. En cuanto a la incidencia política, donde diseñé el Plan Lector Nacional en el 2006, en el 2009 descubrí que el Ministerio de Educación no tenía una Dirección Nacional de Bibliotecas Escolares. Yo no lo sabía. Era inconcebible, yo no lo podía creer; cuando lo he contado en otros países nadie lo podía creer. En ese momento montamos tres bibliotecas con un financiamiento hecho por la empresa Rímac Seguros, que nos brindó 50 000 dólares. Lo hicimos con un programa que se llama Un Millón de Niños Lectores, que luego se independizó para ser manejada por otra empresa que creé con mi exesposa. Ella se quedó al frente del proyecto.

CDEYC: Actualmente, los jóvenes tienen mucho entusiasmo para apoyar al fomento de la lectura. ¿Qué sugerencias darías a las actuales generaciones?

J. A.: Como te decía, mi trabajo es en tres campos: en incidencia política, en impacto mediático y en intervención directa. Me meto a una escuela o una biblioteca, busco financiamiento y la pongo a trabajar. Yo no quiero vivir de montar bibliotecas o hacer ciudades de promoción de lectura; las hago enfocado en una política: tiene que producirse. Estas funcionan, más que nada, bajo mi intervención directa; para que las instituciones me hagan caso debo tener impacto mediático; y cuando aparece en los medios de comunicación porque es algo bacán, los funcionarios quieren participar y te prestan atención, eso pasa porque haces presión social. Lo que yo le digo a cualquier promotor, es que no haga cualquier tontería como si le hiciera un bien al mundo. Las buenas acciones son tontas. Tienen que estar enfocadas en una política, llamar la atención con una actividad. Por ejemplo, hay un proyecto que se llama Biblioteca de la Confianza. Llamar «biblioteca» a una casita con libros empieza a deteriorar el concepto muy maltratado en este país de lo que es una biblioteca. El ciudadano peruano común ignora qué es una biblioteca. Si tú pones una estantería con cuatro libros lo llama «biblioteca»; Promolibro distribuyó unos paneles con treinta libros y también los llamó «biblioteca», y dijo que creó mil bibliotecas en este país. Llamar a todo eso «biblioteca» es como si yo tuviera una carretilla con una sartén para hacer arroz chaufa y dijera que tengo un chifa. Por eso ahora hablo específicamente del servicio de biblioteca que debe existir. Un servicio es una cosa muy compleja: espacio, presupuesto para adquisición de materiales, un plan de acción. En este último, en el plan de acción de promoción de lectura, es donde se han quedado todos. Hacen actividades a cada rato. Si yo pongo libros en un parque no es para pasarme veinte años promoviendo la lectura en ese espacio, es para exigir que existan bibliotecas. Si pongo libros en el parque es para que me miren. Pero los promotores tienen que tener un norte, un objetivo; y este objetivo tiene que ser uno político y a la vez ciudadano. Si no lo tienen claro, pueden hablar conmigo. Es crucial tener esto en claro; de lo contrario convierten la lectura en cosas como «hago mi librito y se lo regalo a los niños pobres», eso es una tontería con la que no vamos a llegar a nada. Yo les digo a todos que nosotros no somos los que tendríamos que hacer estas cosas. Promolibro ponía esos módulos de lectura en cualquier casa. Imagínate que podría pasar si algún pedófilo se acerca y ofrece su casa. De pronto tiene una veintena de niñitos leyendo en su sala. Entra una niña a esa casa y la pueden hasta violar. No puede ser. Esta clase de servicio tiene que nacer de la municipalidad con su biblioteca, igualmente de un colegio, con el cuidado que deben tener los niños cuando se acercan a estos lugares. No puede ser cualquiera.

CDEYC: Tiene que ser un establecimiento con las medidas adecuadas, con las funciones para cada persona y sus normas básicas adecuadamente reglamentadas.

J. A.: Como cualquier servicio. Tú no vas a un chifa si el dueño no cumple con ponerte un baño. Todos los servicios tienen un estándar de calidad. En este país, el estándar de calidad educativo no existe. Tú puedes montar tu colegio sin patio y sin biblioteca, sin laboratorio de química o sin instrumentos musicales, con un salón, carpeta y pizarra. Eso es inaceptable, pero eso ocurre porque a las instituciones no les interesa la educación de los peruanos. Este es un país controlado por mafias de droga y piedras. Al ciudadano común le importa un bledo, y quien pone a los presidentes son los consultores, los mineros y la industria de la coca. A ellos no les importa tu hijo o el mío, no les importamos absolutamente nada; solo somos consumidores de algo. Por eso el transporte público es miserable, donde la gente pierde su vida entera viajando, encima es ultrajada abollada, gritada, ultrajada por un sujeto que apenas sabe hablar. Lo más triste es que la gente le hace caso, le dicen que avance y avanza. Es una locura. Debemos exigir que existan bibliotecas es una demanda necesaria.

Si hay gente animada a promover la lectura, que se comuniquen conmigo porque vamos a remecer todo. Exigiremos a la próxima presidencia que para el 2025 no exista ninguna escuela sin una biblioteca, para que los niños ejerzan su derecho a leer. En este momento estoy buscando nueva gente que se preocupe por este país, para ello hay que formarla, agruparla y lanzarla con organizaciones que lo puedan soportar. Con los representantes que tengo en las siete regiones tengo una estrategia que será debatida. Ellos son profesionales con bibliotecas, con sus experiencias en promoción de lectura, con sus módulos, son personas que ya han hecho algo. Son los primeros por sus logros cosechados, luego de ellos vendrán todas las personas que quieran participar. Yo pienso que es más fácil formar líderes como mi exesposa, con quien hemos ganado premios internacionales en Inglaterra. El mundo empieza a mirarte cuando haces cosas, por eso tienes que empezar a hacerlas.

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