Entrevista de Juan Miguel Marthans
*Foto de portada: Editorial Colmillo Blanco
Jorge Eslava (Lima, 1953) hace una pausa a su actividad dentro de la literatura infantil y responde una vez más al llamado de la poesía. Luego de 30 años se entrega a ella y el resultado es Gimnasium (Colmillo Blanco, 2022), donde homenajea al deporte, una de sus pasiones más fuertes, que revitaliza, fortifica y golpea, a la vez que enseña y curte: poco importan las hazañas / si el pálido brillo / proviene del gramático / y no del maestro de gimnasia…, señala en unos versos.
El libro se presentará el jueves 30 de junio a las 7:00 p. m. en la librería El Virrey. Los comentarios estarán a cargo de Enrique Planas y Alonso Rabí.
¿Después de cuánto tiempo retomas el camino de la poesía?
Lejos del Perú, en Lisboa, ensayé algunos poemas nostálgicos que publiqué con el título de Escollera (1992). No volví a escribir poesía, aunque he procurado que mis libros para niños, sobre todo los libros álbum, contengan esa impronta poética de contención, sugerencia y musicalidad.
Ítaca tiene un significado especial para ti, pues es el poemario con el que obtuviste el Premio Copé en 1982 y también el espacio donde abrigas una nutrida biblioteca y juguetes infantiles de antaño. ¿Consideras que la poesía puede ser el camino en sí, como el «Ítaca» de Kavafis?
Ciertamente, Ítaca representa el pequeño universo personal que he cultivado. Considero que mi familia, la biblioteca y los viajes son los elementos más significativos. Agradezco el Premio Copé, sin duda, pero no es lo que más valoro. Tampoco quiero presumir, pero dos años antes había obtenido el Premio de la Federación de Estudiantes del Perú y ese reconocimiento tuvo una decisiva importancia, la de persistir o abandonar la escritura creativa.
Sobre la segunda parte de tu pregunta, no creo que la poesía tenga un lugar de privilegio. Un camino que pretende —tal como lo planteas— encontrar un sentido a la vida podemos encontrarlo en cualquier oficio asumido con ingenio y pasión. Y mucha responsabilidad. Aunque ya sabemos que no existe un camino que conduzca a la felicidad y que, además, un camino equivocado es también un camino.
Y, además de este retorno a la poesía, ¿cómo sientes este volver, ahora como autor, a la casa editorial que tú iniciaste?
Me emociona sentir que algunos círculos se cierran. Volver a los poemas —tengo un libro en proceso, muy cerca al tono de Territorio—, publicar en Colmillo Blanco, un sello que fundé hace mucho tiempo y que ahora está en manos de dos jóvenes estupendos, recobrar mi estado físico después de una complicada operación, estar a un paso de la jubilación —llevo una eternidad como profesor— y soñar con pasear y remar nuevamente en La Punta. ¿No te parece bastante recompensa para un hombre que envejece?
Algo más de cuarenta años entre Ceremonial de muertes y linajes y ahora Gimasium. ¿Qué cambios has percibido en tu obra poética a lo largo de esta ruta?
Los primeros conjuntos de poemas poco tienen que ver con lo que escribí después de Itaca. Solo la búsqueda de una voz personal y una actitud insular. Diría que la afirmación de la soledad, del estoicismo como forma de vida y de la contemplación, han ampliado mi visión del mundo. Y, por otro lado, han tallado mi lenguaje hasta hacerlo más austero y pesimista. Esos cambios se los debo a las lecturas de escritores que no están de moda, a la paternidad y la docencia, y siempre a los viajes.
Luego de Gimnasium y ya recuperado del problema ocular (lo menciono porque se destaca delicadamente en el colofón), ¿en qué proyecto te encuentras trabajando?
Todavía arrastro el problema ocular, pero continúo dando clases y cumpliendo con mi rutina de entrenamiento. Pronto me someteré a un “retoque quirúrgico”; mientras, voy elaborando de a pocos un libro sobre la lectura para docentes escolares —es una ilusión terminarlo— y por ahí andan algunos cuentos inconclusos dirigidos al público infantil.
De la nueva poesía peruana, ¿qué autores son los que más llaman tu atención?
Si te refieres a la novísima, no la conozco. Entiendo que circula más en redes y yo soy ajeno a la tecnología. Podría mencionarte a dos consolidados poetas jóvenes, Tilsa Otta y Rafael Robles. Unos años menor, me gusta la despojada poesía de Vanessa González y unos años mayor, considero a Diego Otero un grandísimo poeta.