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Juan Carlos Onetti: la mentira como elemento literario

Hoy se cumplen 115 años del natalicio de uno de los escritores uruguayos más importantes. Dueño de un estilo particular, en ocasiones enigmático, leer a Onetti supone un desafío en el que el lector debe estar dispuesto a creer en una serie de mentiras. En el siguiente artículo, te dejamos un breve análisis sobre ello.

Por Marco Fernández

Hace poco retomé la lectura de la obra del uruguayo Felisberto Hernández y encontré que comparte muchas características con la literatura de su compatriota Mario Levrero, pero en especial con Juan Carlos Onetti: el inaccesible, el críptico Onetti. En ello reconocí lo que se dice respecto a que la literatura es un salón de espejos, en el que un autor refleja a otro y así en lo sucesivo.

Mi primer encuentro con Onetti ocurrió cuando intenté leer El astillero, una de las novelas medulares de la literatura latinoamericana. Era una edición de bolsillo y el tomo 59 de la colección Biblioteca Clásica Universal. La historia recibe al lector de la siguiente manera:

Hace cinco años, cuando el Gobernador decidió expulsar a Larsen (o Juntacadáveres) de la provincia, alguien profetizó, en broma e improvisando, su retorno, la prolongación del reinado de cien días, página discutida y apasionante —aunque ya casi olvidada— de nuestra historia ciudadana (Onetti, 1970, p.19)

Este párrafo abre el arcón de Santa María, la utópica ciudad en la que se despliegan muchas de las historias de Onetti. Y es que, en su universo, Santa María no es un mero espacio decorativo, sino que es un personaje fundamental, con una historia propia, llena de gente que la olvida o la profana y cuna de leyendas que se transmiten entre generaciones.

Sin embargo, en aquella época abandoné su lectura por incompleta e incomprensible. Además, el ritmo narrativo de Onetti me parecía bastante lento y en ocasiones soporífero. El asunto es que no estaba listo para afrontar ese tipo de lides narrativas; con el tiempo, entendí que al igual que el argentino Juan José Saer, la prosa de Onetti es capaz de detener el tiempo. En ello reconocemos sus largos intervalos y descripciones.

Por ejemplo, en La vida breve, para describir el lamento de Gertrudis, esposa del protagonista Juan María Brausen, por la mutilación de su seno izquierdo, Onetti procede de la siguiente manera:

[…] Y ella, a pesar del llanto en el alba, acabaría por dormirse, para descubrir, por la mañana, mientras se le desprendían precipitados los sueños, que las palabras de consuelo no habían estado desbordando en su pecho durante la noche; que no habían brotado en su pecho, que no se habían amontonado, sólidas, elásticas y victoriosas, para formar la mama que faltaba.

Las emociones son cruciales en la obra de Onetti. Por esa razón no escatima en escudriñar en la psique de sus personajes, hasta rozar la motivación que moviliza sus tránsitos. Ese es el motivo principal por el que su lenguaje es hipnótico, casi irreal y libre de efectismos. El mismo autor explicó eso en una entrevista en 1976, al decir quesu mejor ambición «es conocer casi todas las palabras que están a mi disposición en el diccionario y que yo podría usar sin repugnancia […] y emplearlas con tal exactitud que no admitieran sinónimos, y en el momento preciso. Esta ambición irrealizable alcanzaría, supongo, para llenar los años de vida activa de un escritor».

La mentira, Onetti y sus cuentos

No exagero al afirmar que para leer a Onetti se necesita cierta experiencia en cuanto a la palabra. También es necesario acercarse despacio, a tientas y por un camino bien definido. Si eres de los que por primera vez pisa los linderos de Santa María, puedes optar por empezar leyendo los cuentos del autor.

Avenida Mayo es el germen de su literatura: la farsa como elemento sustancial, junto con la influencia devenida de su influencia Faulkneriana. La mentira discurre sin prisa, en la que la existencia del protagonista no es una sino muchas. Subjetividad y realidad habitan en completa armonía.

El héroe de este relato expresa sus fantasías, deseos y alucinaciones en un interesante discurrir de la consciencia, lo que equivale a definir un caos constante. En esto reconocemos también la cercanía de Onetti con la literatura de Joyce, respecto a la experimentación con el lenguaje y la libertad del discurso.

Y es que pareciera que Onetti trabajase sus relatos por capas, cada una independiente y con estructuras propias. Es trabajo del lector identificarlas, pero en especial discernir hasta que punto la narración es farsa o realidad.

En definitiva, los personajes de Onetti necesitan mentir. El posible Baldi es precisamente una de esas tiernas mentiras que aceptamos con agrado. Baldi es amante de las máscaras, un personaje fracasado que simboliza el pesimismo de las historias de Onetti. La inconformidad lo lleva a vivir tantas vidas como le es posible, en su afán por conquistar a una mujer. Me animo a creer que este concepto es la génesis de La vida breve, en dónde Brausen intenta huir de su pequeño departamento para vivir en la ficticia Santa María.

En este cuento es difícil saber quién es Baldi en realidad o qué parte de su historia es verdadera. Es preciso mencionar que los cuentos El álbum, Bienvenido Bob y El infierno tan temido comparten las mismas características.

¿Cómo leer a Onetti?

Soy un convencido de que ciertos libros llegan al lector en el momento oportuno. Y, cuando eso sucede, empieza la fiesta. Pero Onetti tiene un sabor distinto. Si pretendes leerlo, debes hacerlo a la vieja usanza. Con esto no quiero decir que exista una metodología estricta para leerlo, sino que hablo desde mi experiencia, con la cual pueden estar de acuerdo o no.

Si estás acostumbrado a leer como velocista, es necesario que bajes las revoluciones. Los textos de Onetti deben saborearse palabra por palabra y volver sobre ellas de ser necesario. En todo caso, prueben leyendo La casa de arena.

Un recurso que me sirvió muchísimo para acercarme a la literatura de Juan Carlos Onetti fue transcribir los párrafos que consideré importantes. Pero, ojo, no en la máquina, sino a mano.

Cuenta el escritor Eduardo Galeano que en una ocasión le comentó a Onetti que escribía a máquina y este le respondió que se estaba perdiendo del incomparable placer de escribir a mano, ya que supone pelearse con las palabras y es un acto de genuina sinceridad. Desde aquel día, Galeano no volvió a escribir en la computadora.

Si algún relato te sugiere alguna idea suelta, anótala. No importa cuantas veces te detengas, pues termina siendo un ejercicio bastante placentero. Pueden aplicar esto mientras leen el cuento Bienvenido Bob.

El posible Baldi y Un sueño realizado son dos cuentos bastante accesibles para los que inician el viaje por el universo de Onetti. Después, pueden pasar a la saga de Santa María, empezando por La vida breve y seguir con El astillero, Juntacadáveres y Dejemos hablar al viento.

Lo demás cae por sí solo.

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