El poemario Trilce, que catapultó a César Vallejo como el poeta universal, cumple 100 años desde que su primera edición apareció en 1922. Durante un largo tiempo, esta obra ha sido objeto de estudio en el campo de literatura, por lo que muchos críticos y escritores han tratado de descifrar el significado del nombre y las diferentes interpretaciones que se le puede dar. La poeta peruana Julia Wong comparte sus perspectivas acerca del texto y cómo este significó el nacimiento de una nueva forma de hacer poesía.
Escribe: Julia Wong
Decía Vallejo, que a él se le ocurrió Trilce como vocablo que podía resumir en un abstracto: su sentir santiagochuqueño, expresionista y regional. Transformarse subsecuente en provinciano incendiario, reo condenado a un infierno interior con paredes conspicuas pero estrechas.
Decía Vallejo, que en Trilce —una palabra que se le ocurrió así no más, sin esforzarse— estaban encerrados sus hermanos, sus penas, sus dobles Hs, su risa, sus extrapolaciones y las enormes rupturas telúricas que exigían, mudas y estruendosas, quedar grabadas para la eternidad en la lengua hispana. Trilce era el resultado de la exploración íntima a su equívoca cordura y a su caos —no con esas palabras, no—, pero quiso resumir lo indecible en setenta y siete poemas, que eran eran, eran; y sin embargo aún son, son, son, son.
Mucho se ha dicho sobre Trilce. Quizás son extremos opuestos que se amalgaman: tri- de triste, y –lce de dulce. Como se suele ser, cuando joven y humano, al descubrir el magma oscuro que moviliza al mundo; y se pretende nombrar, desde el lirismo que nos eriza, las palabras que nos ponen alerta del letargo ante lo obsoleto. Vallejo viene a descomponerlo todo en una exploración —matemática y a la vez naturalista— donde se cuecen todas las abas sin H. Porque él ha usado la H para herizarnos desde potentes versos como:
VUSCO VOLVVVER DE golpe el golpe.
Sus dos hojas anchas, su válvula
que se abre en suculenta recepción
de multiplicando a multiplicador,
su condición excelente para el placer,
todo avía verdad. (Trilce IX)
Abandona la ternura lírica, religiosidad de las costumbres, la seguridad de la lengua materna y consigue descubrir una génesis nueva. Cada par que provoca un tercero, un dicotiledón, que abre las puertas cerradas del lenguaje, permite eso que no se nombra. Un nuevo par que genera una descontracción anti ortográfica para causar ventarrones en un novísimo cosmos de somas y semas, proponiendo anti simetrías que desconjugan en vaivén revolucionario con la lengua española y sus poéticas —hasta entonces existentes—. Permite, así, la nueva emoción de un pueblo sin palabras precisas, sin fatalidades previas, con el ayuno de la historia. Empieza a recrear en una chokitud eterna —donde todo vale, todo sirve para la risa y el llanto— para el arca que transportará pares de miles de especies recreando la nueva música ecuménica. La modernidad de lo que aún no existe y que se está por escribir. La humanidad que sobrevive los contrastes.
A pesar de cualquier significado, Trilce es la génesis significante que regeneró al mundo lexical poético hispánico. Se le dice vanguardia porque se atrevió a saltar a un abismo lingüístico antes que muchos otros poetas lo hicieran. Trilce iría siempre por delante —como un ente punzante que traía consigo un corpus metafísico— dispuesto a destruir las leyes gramaticales para permitir al cadáver renacer en su fuego filial en constante actualización.