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Letras peruanas para la Navidad

Escribe Juan Molina

La literatura peruana se ha caracterizado por inmortalizar los momentos más resaltantes en la vida de los ciudadanos, y la Navidad no ha sido una excepción. Este es un breve repaso por textos clásicos de las letras peruanas que han marcado nuestro espíritu navideño.

La Navidad es una fiesta para unirse con la familia y rememorar en una cálida cena los mejores momentos que hemos pasado a lo largo del año. José Carlos Mariátegui escribió un lúcido ensayo titulado originalmente como Navidad en nuestra época (1923) y luego recopilado por Alberto Tauro como Divagaciones de Navidad (1948). En él, hace mención que en Europa y Estados Unidos esta fiesta tiene un carácter íntimo: «no es, consiguientemente, una fiesta de la calle sino una fiesta intima. Navidad se festeja en el hogar». Nuestras letras nacionales coinciden con este espíritu y brindan a los lectores diversas obras literarias que es necesario recordar. Dejemos un momento de lado la Canción de Navidad de Charles Dickens o el Cascanueces de Ernst Hoffman y prestemos atención a las siguientes joyas navideñas.

Poesía

La lírica peruana ofrece a los lectores una diversidad de emociones que acompañan a esta época. Te presentamos un par de los poemas más bellos.

«Nochebuena» (Los heraldos negros, 1919)

Al callar la orquesta, pasean veladas

sombras femeninas bajo los ramajes,

por cuya hojarasca se filtran heladas

quimeras de luna, pálidos celajes.

Hay labios que lloran arias olvidadas,

grandes lirios fingen los ebúmeos trajes.

Charlas y sonrisas en locas bandadas

perfuman de seda los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;

y en la epifanía de tu forma esbelta

cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en tu predio entonces,

canturreando en todos sus místicos bronces

que ha nacido el niño-Jesús de tu amor.

Abrimos la lista con el poeta peruano más universal. César Vallejo nos entrega el poema «Nochebuena», donde las metáforas ensalzan a la mujer a través de flores en los versos: «sombras femeninas bajo los ramajes», y luego «grandes lirios fingen ebúmeos trajes». La mujer se confunde con el lirio, símbolo de pureza. Por ello, no es gratuito que el último verso sea: «que ha nacido el niño-Jesús de tu amor». La voz poética reconoce la pureza de la mujer a la que se dirige, pues del amor de ella ha nacido Dios.

«Navidad» (Amauta N.°10, 1927)

Tus ojos

unen las manos

como las madonas

de Leonardo.

los bosques de ocaso,

las frondas moradas

de un Renacimiento sombrío

El rebaño del mar

bala a la gruta

del cielo, llena de ángeles.

Dios se encarna

en un niño que busca los juguetes

de tus manos.

Tus labios

dan el calor que niegan

la vaca y el asno.

Y en la penumbra,

tu cabellera mulle sus pajas

para Dios Niño.

Martín Adán también avanza por un camino similar a Vallejo: «Y en la penumbra / tu cabellera mulle en pajas / para Dios Niño». Se revela ante el lector una relación entre la mujer y la divinidad, cuyo resultado es el enaltecimiento de su papel como Virgen y la cercanía que ella presenta con Cristo.

Prosa

La prosa peruana también está atenta a las fiestas navideñas. A diferencia de la poesía, la prosa refleja el otro lado de la Navidad: la que se escapa de la unión e intimidad familiar, brindado un interesante contrapunto al señalar el espacio público como el más navideño y las vicisitudes que pueden atravesar los niños.

«El mes de diciembre en la antigua Lima» (Tradiciones peruanas, 1883).

En Navidad en nuestra época de Mariátegui, también se revela que estas fiestas en Perú no se parecen a las de Europa y Estados Unidos. En Perú, la Navidad es una «fiesta de la calle». En esta tradición, Palma cuenta cómo la clase aristocrática y el pueblo se divertían alrededor de las plazas; las misas podían durar hasta dos horas e incluían los ya conocidos villancicos: «Arre, borriquito, / vamos a Belén, / que ha nacido un niño / para nuestro bien. / Arre, borriquito, / vamos a Belén, / que mañana es fiesta; / Pasado también». Bailes populares como la zamacueca y los nacimientos especialmente armadas durante este mes eran acompañados con «un vaso de jora, chicha motada […] bautizadas con el nada limpio nombre de orines del Niño». Sin duda, desde hace siglos, diciembre y la Navidad han cautivado a todos los peruanos.

El cuchichancho (El cuento peruano, 1959-1967 [compilación], 1984)

El cuento de Felipe Sanguinetti empieza en algún lugar de Barrios Altos, donde existe un tamalero singular. Con la clásica fórmula que distingue y dignifica este oficio, el cuchichancho pregona: «tamales, con orejas de muchacho». Frase simple, y poderosa arma de los padres contra niños traviesos. Será durante la Navidad que uno de estos niños pide a Papá Noel que cambia su pelota de cuero con el número 5, si mata al cuchichancho porque es malo y «mi mamá dice que me va a entregar a él cuando venga y yo no quiero que me lleve». El final de la historia hará que más de un niño vuelva a pensar en pedir la muerte del tamalero.

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