¿Cómo viene desenvolviéndose el rubro de la edición académica? ¿Qué habilidades y destrezas debe tener un editor académico? Luisa Fernanda Arris, editora de la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas (UPC) y editora del libro 25 apuntes de la edición universitaria, responde a estas interrogantes y nos cuenta detalles de su más reciente publicación.
La edición académica, universitaria, es un campo que tiene otro manejo, a diferencia de la edición tradicional. Es decir, ¿posee otra concepción, así como una óptica distinta?
Así es. Hay más pasos de verificación, más ojos en las revisiones, por pares externos y expertos en cada uno de los temas de los libros.
Las universidades son creadoras y transmisoras de conocimiento. Bajo esta premisa, surge esta necesidad de que las universidades publiquen constantemente. ¿Esto complementa la labor universitaria?
Claro que sí, los fondos editoriales son una especie de vitrina y promotoras del conocimiento que se crea no solo dentro de las aulas de la universidad, sino también de la comunidad académica en general. Hay algunas universidades que solo publican a su comunidad. En el caso de las editoriales universitarias peruanas, sé que la Universidad del Pacífico solo publica a sus alumnos y profesores. Por el lado de la UPC, esto se da de otra manera.
El objetivo es que la comunidad académica se haga visible a través de sus publicaciones.
La comunidad es el brazo comunicante hacia la sociedad porque en las aulas, incluso los profesionales en su vida laboral y académica, se genera conocimiento constantemente. Es a través de los libros y, en este caso, de la editorial universitaria que comunicamos y vamos más allá. Por ejemplo, la motivación que tiene la editorial de la UPC es comunicar el conocimiento de una forma amigable, sencilla y directa. Nos encargamos mucho del cuidado del libro como objeto, desde la portada —porque también queremos comunicar a partir de ese aspecto— hasta el lenguaje que utiliza cada académico o profesional para narrar y contar la motivación de su obra.
Podríamos pensar que la edición académica se circunscribe únicamente a los proyectos de investigación, pero, de algún modo, abarca un espectro más grande. ¿Cómo surge la idea en un editor académico de desarrollar una publicación de este tipo, llámese una tesis o un proyecto de investigación?
En el caso de la universidad, nosotros recibimos manuscritos completos, eso quiere decir que el autor o la autora ya ha culminado su investigación. También recibimos proyectos de manuscritos. En cualquiera de los dos casos, nosotros los ayudamos desde la concepción de la obra a esquematizar, darle una estructura, de repente otorgarle un sentido narrativo. Definimos el público —con el autor— y reformulamos algunos párrafos o capítulos. Es un trabajo bien completo y con naturalezas muy variadas. La editorial UPC no solo hace libros de ensayo, sino también, por ejemplo, manuales, que están orientados más hacia el ámbito profesional. Dentro de la edición universitaria, la tipología de libros es amplia. Incluso, dentro del mundo académico, también se hacen diccionarios que son libros mucho más pensados y que toman un poquito más de tiempo.
El sentido de publicar un libro en el ámbito académico va más allá de un concepto, digámoslo así, meramente estético. En tu opinión, ahora que hablamos de los tipos de libros que existen en el sector, ¿cuál crees que sería el detonante principal de un editor que busca fomentar o propulsar este tipo de publicaciones académicas?
La principal consigna dentro de la editorial es que todos los libros sean entendibles, es decir, que posean un lenguaje directo, que cualquier persona, relacionada o no al tema que se toque, pueda comprenderlo. Cuando obtenemos un libro legible, en el que una idea especifica es entendida por cualquier lector, conseguimos una victoria para el mundo académico. Y es que el público le tiene algo de temor a los libros académicos, justamente porque piensan en la edición antigua proveniente de las universidades. Pero nuestro propósito es otro: ser divulgadores. Como te decía, forjar una vitrina de conocimiento que se pueda hacer dentro del mundo académico. Al menos desde nuestra trinchera.
Y desde esa trinchera en la que nos encontramos podemos hablar acerca de cuáles son las cualidades del mundo académico.
En primer lugar, un editor académico debe ser muy riguroso. Hay que entender que es imposible conocer todos los contenidos que editemos. Hay materiales muy específicos o terminología muy técnica con la cual probablemente no estemos familiarizados. Lo segundo es entablar una alianza profesional con los expertos, con el objetivo de realizar revisiones externas exhaustivas —llamadas también de doble ciego— que se hacen dentro del mundo académico. El tercer punto es conseguir que este tipo de libros sean lo más legibles posible.
Mencionaste que el editor académico apoya su trabajo en los expertos. Entonces, entran a tallar ciertas habilidades blandas para articular el trabajo con otros especialistas. Es decir, es necesaria la intervención de otras disciplinas.
En nuestra editorial, lo que hacemos son libros de ensayo, sobre todo, de humanidades. Es nuestro fuerte. Ahora estamos trabajando en fortalecer nuestro sello de libros sobre derecho. En cierta ocasión nos llegó un manuscrito sobre lenguaje de señas. Convenimos en que, al ser un tema muy específico, no estábamos preparados para trabajar dicho material. Dentro de nuestro proceso de producción hacemos la revisión; la primera lectura, que la hago yo; luego se envía a los expertos y estos a revisores externos; después lo evalúa un comité editorial y ahí vemos si cada una de las temáticas es pertinente a lo que quiere comunicar el fondo de la universidad. También analizamos si podremos trabajar o no en ese libro. En el caso anterior, decidimos que no porque ese libro debía ser trabajado con mucho respeto por el conocimiento que se está capturando en esa publicación. En principio, deberíamos tener cierto conocimiento para producirlo, corregirlo, incluso para diagramarlo. Un diccionario en lengua de señas no solamente es una descripción teórica, también necesita una descripción ilustrativa. Pensamos que, por el momento era un texto para el cual no estábamos preparados. Hay que saber qué proyectos desarrollar y cuáles no.
Esto me hace pensar en un artículo del editor Gregory Britton titulado «Pensar como editor académico». Él mencionaba que los editores académicos son como emprendedores que corren muchos más riesgos que un editor de otro rubro. ¿Compartes esta visión?
Hay más responsabilidad. También he editado libros de literatura, en el que el trabajo es casi unilateral. Yo acudo al creador, en este caso al escritor, y él resuelve mis dudas. O viene hacia mí, yo lo produzco y lo convierto en libro. En el caso de una obra académica es totalmente diferente. No es que el autor simplemente me entregue su conocimiento en un manuscrito y yo lo vuelva libro, sino que ese material debe ser evaluado. No solo en el sentido editorial, sino también en cuestiones de fondo. Incluso, en la editorial contamos con un software de similitud. Tenemos mucho respeto por las ideas y el conocimiento de cada uno de los autores. Para hacer llevar a cabo una publicación académica o de investigación, estas se basan en el conocimiento de otro investigador. Entonces, todo este trabajo debe ser sumamente respetuoso. No solamente por la labor en sí, sino también por la creación y el conocimiento que se toca en cada uno de los temas.
Me atrevería a decir que la edición académica, por lo que hemos conversado, tiene un objetivo mucho más allá de las ganancias que puede suscitar el producto. Como tú lo mencionas, va más por un tema de responsabilidad y divulgación.
Hay que recordar que, en las universidades y escuelas de nuestro país y del mundo entero, hay mucha responsabilidad por lo que se quiere transmitir y comunicar. Cada vez existe un mayor respeto con el conocimiento del otro. Me refiero específicamente al plagio, las similitudes, las referencias no consignadas, que pueden oscurecer los conocimientos que traen las publicaciones. Efectivamente, hay mucha responsabilidad detrás, no solo por parte de los académicos, sino también de las universidades. Nosotros desde la editorial tenemos misiones y objetivos alineados a toda la línea de investigación de la universidad. No es que cada publicación las suscriba la universidad. Para ponerlo en contexto, la UPC está alineada con las 8 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenido) así como nosotras también —digo «nosotras» porque la mayoría somos mujeres en la editorial—. Bajo el paraguas de estas ODS que están siendo motivadas por la universidad, tenemos una convocatoria llamada Mujeres académicas latinoamericanas. Su único propósito es darle mayor visibilidad al trabajo de las académicas. En la primera edición fueron solo peruanas, pero ya en la segunda y en la tercera que estamos haciendo este año se abrió la convocatoria a nivel latinoamericano. No es que la universidad piense y nosotras nos desligamos. Es todo un trabajo en conjunto para tener un mismo discurso, propósitos y objetivos. Eso es lo que tratamos de hacer: que se sienta el espíritu de la universidad en nuestros libros y en el trabajo que hacemos.
Es bajo este espíritu y entusiasmo que surge la publicación 25 apuntes de la edición universitaria.
En principio soy lingüista y nunca estudié la carrera de Edición, de hecho, me formé mientras iba trabajando. He sido editora de libros de literatura en otra universidad y en una asociación. Aprende con la práctica, pero no sabía formalmente qué era la edición. Con los continuos viajes a ferias internacionales uno descubre otro mundo, otro lenguaje, lo que se está haciendo profesionalmente en el sector editorial en otras partes del mundo. Fui conociendo a varios editores y la realidad es prácticamente la misma. La mayoría de editoriales universitarias lucha, sobre todo, por hacer libros de calidad. Y no me refiero por calidad al material o al objeto, sino al nivel de las investigaciones y la rigurosidad. Encontrar pares ciegos o evaluadores que den la talla de nuestras investigaciones es bastante difícil. Entre estas conversaciones vi muchas similitudes y algunas diferencias. Entonces, propuse hacerles algunas preguntas a veinticinco editores entre latinoamericanos y europeos. Eso me pareció muy emocionante — sinceramente, nunca pensé que nos iban a hacer caso—. Tenemos las opiniones de grandes editores dentro del libro. Respeto mucho el trabajo de Sayri Karp, la admiro totalmente. Ella es la editora de la Universidad de Guadalajara. Ha hecho muchas colecciones muy interesantes, como una que trata sobre el tema de los libros, así como otras en varias universidades. Ella es capaz de agrupar distintos temas y distintas universidades a nivel de Latinoamérica para hacer grandes proyectos. Nosotros también hemos editado con ellos. Ella tiene una larga trayectoria, también ha sido presidenta de la EULAC (Asociación de Editoriales Universitaria de América Latina y el Caribe). También están editores colombianos de gran renombre y trayectoria que conocimos en las ferias internacionales. Hay editores españoles, costarricenses y brasileños. En Brasil, por ejemplo, trabajan mucho con el acceso abierto. Es otro mundo. Tienen otro enfoque sobre la edición universitaria. Por ello, pensamos que ese tipo de edición y objetivos debían estar en este libro. También se habla sobre la inteligencia artificial para los libros; sobre la edición y el medio ambiente. De nuestro lado está Lisbeth Alvarado, editora de la Universidad Cayetano Heredia. Para nosotros es un gran referente para las ediciones sobre género. Nuestro libro está en acceso abierto. También hay cinco ensayos que inician cada conversación y batería de preguntas, para reflexionar cómo es que el editor vive esa realidad. Esta es una invitación para seguir pensando en la edición universitaria, a sentirla.
Ahora que hablamos sobre pensar en la edición y cómo es que los editores independientes tienen esa constante lucha por promover sus trabajos, supongo que, aunque tienes el apoyo de la universidad, fue todo un reto sacar adelante esta publicación.
Fue un gran desafío porque, además, ellos son cabezas de otras editoriales, de otras asociaciones dentro de sus países. Son personas que no están en una industria editorial como la nuestra, en la cual se publica poco. Son verdaderamente industrias editoriales. Pueden hacer en un año más de cien libros.
Estamos frente a un material que puede servir para visualizar el trabajo editorial en conjunto en el ambiente universitario, a través de la visión de los editores que mencionaste. Por lo menos en el Perú, no hay muchas publicaciones que traten la edición desde distintas ópticas. Hablando del país, ¿ves un panorama alentador sobre este tipo de edición en Perú?
Nos estamos profesionalizando. Si no hubiera un espíritu positivo y propositivo sobre el mundo académico, y sobre el mundo editorial académico específicamente, no existiría esta publicación. Estamos cubriendo nuestras necesidades porque reflexionamos sobre eso. Cuando hay reflexión sobre el tema es que el ambiente editorial académico está dando más pasos. Como te decía, desde la editorial UPC estamos dando esta convocatoria para mujeres académicas, que fue la primera iniciativa para tratar de visibilizar sus obras. Nuestra intención era que más editoriales universitarias se unan a esta consigna. Hemos visto que este año la Cayetano lanzó también una convocatoria para las mujeres investigadoras en salud. Estamos creando libros de ciencias sociales, humanidades, ahora también de ciencias de la salud. Es un gran paso para el mundo editorial académico peruano. Vamos por un muy buen camino.