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Miguel Gutiérrez: sobre Kafka y sus muchos seres inquietantes

Hoy se cumplen ocho años del fallecimiento de uno de los autores más importantes de la literatura contemporánea. Aquí lo recordamos con una reseña de Cesar Augusto López, escritor y docente de la Escuela de Edición de Lima, sobre el libro Kafka: Seres inquietantes, en la cual Gutiérrez despliega una gran capacidad intelectual y ofrece uno de los mejores estudios de su producción ensayística.

Por Cesar Augusto López

La experiencia de aproximarse a un ensayo que no se encuentra interesado en la pretensión, sino en la relación cercana de un escritor fundamental de la literatura peruana con un ícono como Franz Kafka, es un privilegio. La edición que el lector tendrá entre sus manos, será un trabajo más cuidado que el primero (1999) y busca recuperar un testimonio literario con un clásico universal del siglo XX. Pero ¿qué se puede decir después de que mares de elogios se han vertido sobre la obra de Kafka? Consideramos que la sinceridad y los deslindes con los lugares comunes son la base de lo propuesto por Gutiérrez.

En esta ocasión, el libro contiene unas «Palabras preliminares» de Ricardo González Vigil y la «Presentación» que escribiera el autor de El viejo saurio se retira para el primer tiraje. Luego ingresa de lleno al ensayo, dividido en cuatro capítulos, y a un apéndice que consta, entre otros detalles, de una bibliografía fundamental junto con una selección de textos que son de mucha ayuda para precisar, aún más, los juicios del Gutiérrez. De esta forma, el lector no se sentirá ante un texto erudito o distante, sino a uno que quiere conducirnos por una lectura que procurará hacernos sentir próximos del mismo Kafka.

En la primera sección, Gutiérrez nos brinda aquello que nos promete: desacralizar al autor de El castillo (p.14). Para esto, recurre al mismo Kafka como un lector, como un conocedor de la tradición europea, no a un iluminado o un escritor salido de la nada. Además, se busca quitar del camino las tendencias de lecturas «clásicas» para reconocerlas como «irritantes» (p. 20). En ese sentido, no nos encontramos ante un intérprete, sino ante un lector que no busca darle más espacio a la obra de Kafka que su misma tarea estética y literaria, su orientación al goce (p.27).

Quizá muy adelantado a nuestro momento inmediato y con toda prudencia, Gutiérrez nos propone, en la segunda sección, un ordenamiento de los seres que desfilan por la creación kafkiana. Sin embargo, su modo de abordarlos no tiene que ver con un ánimo taxonómico del tipo medieval, como bestiario; antes bien, procura ordenar aquellas criaturas inquietantes como recurrencias en las narrativas e insistencias expresivas de Kafka. Es decir, no busca encasillarlo como un tipo de narrador, fantástico, por ejemplo, sino como un explorador de formas u obsesiones (p.29). Esto implica que no se cae en la fácil descripción y en el listado irreflexivo, mucho antes de que aparecieran los estudios sobre animalidad, por ejemplo.

Escribir sobre Kafka no puede evadir la paradigmática novela corta sobre la vida y muerte de Gregorio Samsa. En la tercera parte del ensayo, Gutiérrez no se sustrae a dicha responsabilidad. A esta altura del ensayo, se puede experimentar mayor cercanía en el testimonio del autor con La metamorfosis y con las marcas que dejó su lectura. Incluso la experiencia de la monstruosidad absurda se nos presenta como un movimiento doble, de rechazo y de compasión, incluso se puede decir que el mismo ensayista se sintió como un insecto, alguna vez, en su etapa juvenil (p.58). ¿Por qué esta obra breve es clave para nosotros, desde los ojos del autor de La violencia del tiempo? Esto se debe a que nos confronta, nos pone a prueba frente a un suceso.

Finalmente, en la sección cuarta, se realiza un balance de lectura que retoma la perspectiva crítica y además reconoce la influencia de Kafka en una serie importante de escritores, sobre todo para el caso peruano. Aquí podemos percibir otro aspecto importante del ensayo: su autor estaba informado sobre escritores cercanos al año 1998. En otros términos, Gutiérrez tenía muy en claro la actualidad de la prosa peruana de aquel momento y nos permite rastrear la presencia kafkiana en ellos. El cierre de esta obra, nos permite, entonces, reconocer un cuidado responsable, a pesar de la brevedad del trabajo y una exposición que oscila entre la confesión y una metacrítica accesible para quien quiera entender y animarse a ingresar a Kafka desde nuestro país, desde nuestro continente y sus peculiaridades.

La reedición del libro Kafka: seres inquietantes es una decisión certera en un momento clave para recuperar el pensamiento de uno de los narradores más importantes de la creación verbal de nuestra nación. Por otro lado, saber que el libro no es pretencioso, sino producto de años de lecturas, relecturas y valoración íntima del autor de La muralla china, nos coloca en un lugar privilegiado, porque nos encontraremos con un libro sobre un escritor ofrecido por otro. Quizá ese sea uno de los mejores presentes que nos legó Miguel Gutiérrez y que no deberíamos perder de vista, ya que sus palabras son más que aleccionadoras.

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