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Osvaldo Cattone y su última ovación

Escribe Juan Molina

Con más de cincuenta participaciones en obras de teatro y superando por amplio margen el centenar de obras dirigidas, Osvaldo Cattone falleció durante la mañana de este lunes 08 de febrero. 

Inocencio Osvaldo Cattone Ripamonti nació en 1933 en la ciudad argentina de Buenos Aires. Allí se formó en Literatura, pero la afición de sus padres —un ayudante de una carnicería y una lavandera— por el teatro y la ópera forjaron su prematuro interés por el teatro. 

En 1954 viajó a Roma, donde estudió teatro en la prestigiosa Academia Nacional de Arte Dramático Silvio D’Amico. En una entrevista realizada en el 2018, narró una pequeña anécdota sobre aquel viaje: «Yo he estado solo en Italia estudiando teatro y había días sin un centavo en que me moría de hambre y me paraba en la puerta de una parrillada para sentir el olor de la carne, del chorizo. No me morí, no me pasó nada». 

Luego de cinco años de instrucción, regresa a la Argentina convertido en el primer sudamericano con un diploma de aquella institución. En su país natal protagonizó más de 20 obras de teatro; entre las más conocidas están La visita de la anciana dama, Borrasca y Lysistrata. A la par, realizó una carrera en la pantalla chica participando en la serie Carola y Carolina (1966) con Silvia y Mirtha Legrand, y la telenovela Una vida para amarte (1970), con Gabriela Gili y Eva Franco. En 1971 logra un papel importante en la novela argentino-peruana Nino, las cosas simples de la vida; ese mismo año protagoniza Las mariposas son libres, con la que llamó la atención del Picollo Teatro della Citta di Milano y lo llevó a dar una gira nacional el año siguiente. 

En 1973, el canal de televisión peruana Panamericana Televisión le ofrece protagonizar la telenovela Me llaman Gorrión, junto a Regina Alcóver. Este acontecimiento marcará su estadía definitiva en el país al que considerará su segundo hogar, y a Regina como su hermana. En 1976 inauguró el teatro Marsano, sede principal de la mayor parte de su vida actoral en el país y donde se representaron más de cien obras. El lugar se inauguró como espacio cultural con el musical Aleluya Aleluya

Cattone también ha destacado por su participación como actor y/o director en óperas como El elixir de amor de 1980; ballets como El cascanueces de 1988; y en la producción de conciertos para Tania Libertad en 1978, Perú Negro de 1992 o Gianmarco en el 2008 y 2009. Por otra parte, desde 1980 hasta 1983, transmitirá por televisión abierta las puestas en escena que se daban en el Teatro Marsano. También destaca el programa para el canal América Televisión Comiendo con Cattone, emitido todos los martes entre 1984 y 1985; en él, cuatro diferentes personalidades de la cultura, el deporte y la ciencia participaban de una amena cena en compañía del actor. Entre las personalidades que participaron se encontraron el nobel Mario Vargas Llosa, la cantante criolla Chabuca Granda, el pintor Fernando de Szyszlo, el futbolista «Cachito» Ramírez, la actriz Lola Vilar, el puntero de la selección peruana Juan Carlos Oblitas y muchos otros más.

A inicios del nuevo milenio, Cattone también fomentó la aparición de nuevos talentos nacionales a través del programa televisivo Desafío y fama, que brindaba un premio de S/15000 para el ganador y la formación en una academia de artes dirigida por él. 

El dramaturgo también aprovechó sus estudios universitarios para publicar tres novelas: Mirar sin verte (Alfaguara, 2005), donde Jorge Pasco descubrirá las distintas clases sociales que existen en Lima, mientras es guiado por su alma gemela a la que considera una persona exitosa. En La casita del placer (Planeta, 2007) una novela cómica donde Javier descubrirá la vida de mujeres de clase acomodada insatisfechas con su vida sexual. Por último, La intrusa (Planeta, 2009) aborda el tópico del triángulo amoroso cuando Sebastián Resnick se entera de la muerte de un amor de juventud y en la cual se verá involucrado su único hijo. Las tres novelas tienen en común la búsqueda interior y reflejar, de alguna manera, el pensamiento de la clase alta limeña. 

En los últimos años, Cattone se dedicó de forma más intensa a la dirección con obras como Monólogos desde la vagina (2016), El té de las cinco (2017) o Brujas (2018). Asimismo, su última participación como actor se dio en la obra El padre (2019), cuya primera aparición fue en el teatro La Plaza y luego se estrenó en el Marsano. En esta obra, interpretó a un hombre de 80 años llamado André que sufría de alzhéimer; esto ocasionó diferentes disputas entre los miembros de su familia.

Durante la pandemia, declaró a un diario local que saludaba de buena gana la iniciativa de los actores que incursionaban en el mundo digital. Pero hizo hincapié en que «Yo no soy un actor para estar delante de una cámara y decir un monólogo de Hamlet de ‘ser o no ser’, me saldría muy mal». Por ello, en los últimos meses dedicó su tiempo a escribir sus memorias.

Con 88 años, Osvaldo se convirtió en una figura importante de la escena actoral peruana a la que le dedicó. Durante la transmisión del programa de Regina Alcóver, la conductora y una de las más cercanas amigas del actor confirmó su triste partida, diciendo «Gracias siempre gracias por todas las cosas que viví en ese teatro». 

Cattone siempre tuvo la fuerte convicción de que la cultura debía llegar a todas las personas, por lo que su trabajo como difusor es recordado como uno de los más importantes dentro del ámbito peruano.

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