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El pecado del original

Escrito por Helbert López

La corrección pasa desapercibida en un texto, curiosamente, cuando se ha hecho un buen trabajo. Pero, ¿qué ocurre cuando captamos algún cabo sin atar de esta labor?

La lectura de un libro es un acto tan elemental e inocente que a veces, sin quererlo, nos ponemos en el riesgo de pecar de superioridad, sobre todo si ya llevamos varios años de experiencia lectora. Pero, ¿qué significa esto? Lo que sucede es que, en el momento de entregar nuestro tiempo y voluntad a la experiencia de leer un texto, en muy pocas ocasiones (por no decir nunca) tenemos conciencia de los cientos de veces que ese texto fue corregido, reescrito y editado. No tenemos idea de que aquellas líneas que recorren nuestros ojos (con una adecuada tipografía, con un tamaño ideal, con un interlineado e interletrado efectivos, con una buena distribución de los espacios escrupulosamente depurados para los lectores) han pasado previamente por un riguroso proceso de supervisión ortográfica, gramatical, léxica y ortotipográfica.

En tal sentido, por no tener idea de todo ese proceso previo, cuando en la lectura de un texto detectamos una coma de más o de menos o unas comillas que se abrieron, pero nunca se cerraron, nos ufanamos ante los demás de que somos mejores que el profesional de la corrección o, peor aún, de todos aquellos que participaron en la producción del texto. He ahí el pecado.

Muy pocas personas saben que los procesos de corrección guardan determinados protocolos y técnicas que van más allá de la sola capacitación en ortografía y gramática, una lectura crítica, un buen análisis del discurso e infinidad de dudas. No obstante, al momento del pecado los lectores nos apropiamos del trabajo del corrector y lo anulamos de alguna manera. No somos conscientes de que gracias al profesional de la corrección comprendemos mejor el mensaje o dejamos de atormentamos por la ambivalencia de una oración, entre muchas otras cosas incluso más graves.

Es cierto que el proceso de corrección es un trabajo casi invisible, pero no por ello deja de ser valioso y tenga que anularse. La posibilidad de que subsista un error, a pesar del trabajo de corrección, siempre alcanza hasta un veinte por ciento, tal vez ese sea el pecado del texto original. No obstante, a pesar de que es difícil encontrar un texto libre completamente de errores, esta realidad no va en contra del profesional de corrección. Por el contrario, su trabajo es en favor del mensaje y del público al que va dirigido, es decir, controla y supervisa la calidad del mensaje dentro del proceso de comunicación.

Por tal razón, toda capacitación en corrección de textos también debe estar orientada al público creador y al público receptor de contenidos, porque, finalmente, todos, de una u otra forma, estaremos a cargo de la elaboración de algún mensaje escrito y cuidar de su claridad y eficacia debiera ser un objetivo común.

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