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Pedro Arriola: «Ribeyro es, por excelencia, un cuentista»

Este 31 de agosto se cumplen 95 años del natalicio del escritor peruano Julio Ramón Ribeyro. A lo largo de los años, su obra ha despertado gran interés y se mantiene vigente gracias a lectores que la difunden con cariño y pasión. Uno de ellos es Pedro Arriola, director del Club Ribeyro, quien nos cuenta en esta entrevista su experiencia como lector ribeyriano y propulsor de una interesante iniciativa para los fanáticos del autor.

Por Marco Fernández

La devoción por la literatura ribeyriana es admirable y parte de algo tan sencillo y complejo como el cuento. ¿Qué genera esa chispa que hace que los lectores amen la literatura de Julio Ramón Ribeyro?

Que uno se identifica con los personajes de los cuentos. Desarrolla empatía con ellos. Es que los «mudos» de Ribeyro podemos ser muchos de nosotros.

Se dice que los personajes de Ribeyro nacieron con al estigma de la derrota, recordemos a Arístides o al discípulo de Feifer en La insignia. Lo interesante, tú me dirás, es que dentro de esa pérdida encontramos también una especie de disfrute.

Más que disfrute, diría yo solidaridad. El fracaso conduele.

Cómo lector de Ribeyro, ¿cuál es el factor que te impulsa a disfrutarlo?

El disfrute de la lectura radica en esa prosa diáfana y no pretenciosa; directa, pero bella y conmovedora. Además, claro está, el profundo contenido humanista de la misma.

Sabemos que la producción cuentística del Flaco es prolífera, pero, de alguna manera, debe haber algunos cuentos que te marcaron más que otros.

Todo comenzó cuando leí, con doce años encima, «El profesor suplente». Otros cuentos memorables para mí son «Silvio en el rosedal», «Los gallinazos sin plumas», «Al pie del acantilado», «La juventud en la otra ribera», «Una aventura nocturna», «Doblaje», «Surf», entre otros.

Ribeyro, ¿novelista o cuentista? ¿Consideras que una faceta es superior a la otra?

Ribeyro es por excelencia un cuentista. Toda vez que él, haciendo analogía con el deporte, se consideraba corredor de distancias cortas.

Hablemos de las prosas ribeyrianas, específicamente de Dichos de Luder y Prosas apátridas. ¿Representan estas pequeñas grandes obras la condensación de su universo?

Prosas apátridas son el vademécum de su pensamiento, de su ideología, de su manera de entender el mundo o de cuestionárselo. Aborda los grandes temas que urgen pensar: el sentido de la vida, la muerte, el paso del tiempo, el amor, el desamor, la mujer, los hijos. Dichos de Luder es la puerta irónica, irreverente y lenguaraz en la que también accedes a ese universo, pero de modo lúdico y hasta sarcástico.

Si te dijese que una opción adecuada para adentrarnos en la literatura de Ribeyro es empezar por estas piezas de sabiduría, para luego decalar en los cuentos, ¿estarías de acuerdo con ello?

Siempre sugiero que para adentrarse en la obra del flaco es mejor comenzar por sus primeros cuentos, especialmente aquellos escritos entre las décadas del 50 y 60, pertenecientes a los libros Los gallinazos sin plumas, Cuentos de circunstancias, Las botellas y los hombres y Tres historias sublevantes. Estos cuentos son de su época neorrealista.

El tema de los diarios y la correspondencia de Ribeyro es también una arista importante de su obra, pero a su vez poco explorada.

Felizmente, esa otra área de su obra viene tomando importancia y consideración, tanto de lectores como estudiosos de su obra, toda vez que nos presenta a un Julio Ramón Ribeyro no tanto en su lado formal de escritor que publica, sino en el del escritor de la reserva y lo no convencional, donde sin duda es valioso verlo y conocerlo. Esa figura completa el cuadro del personaje.

A propósito de ello, entonces, ¿es La tentación del fracaso ese primer escalón que podría ayudarnos a entender por qué es que se habla de la derrota como un sello distintivo y ribeyriano?

El escritor español Enrique Vila-Matas dice que Ribeyro es un «fracasista profesional», pues hizo del fracaso su sello distintivo y una posibilidad siempre latente para el propio flaco y su obra. Pero esa tentación al fracaso no está solo en su diario, aunque allí sea, digamos, su hábitat por excelencia, sino que está también en sus cuentos y muy ampliamente. Hasta podríamos decir que el fracaso es algo que palpita siempre alrededor de Ribeyro y de todo lo que hace.

Ahora que hablamos de fracaso, me atrevería a pensar que así como se dice que determinadas situaciones son kafkianas, las hay también «ribeyrianas».

Por supuesto. Es que lo «ribeyriano», además de referirse a la intención por algo que termina en chasco, dice el investigador alemán Wolgang Luchting que «ese algo ribeyriano es el sentido que de la realidad tiene Ribeyro». Es su forma de definirla: es la resultante entre lo que se desea y lo contrario que resulta, lo opuesto. La diferencia, el revés, entre la idea quimérica y el facto fatal y adverso. Ahora, hay una tercera acepción entre los ribeyrianos: «ribeyriano es un adjetivo positivo para definir todo aquello que buenamente se relaciona con el flaco y la defensa de su impronta».

Eres parte de un muy interesante grupo llamado Club Ribeyro. Cuéntanos como surgió esa iniciativa.

El Club Ribeyro comenzó como un esfuerzo eminentemente personal. Yo creé un Facebook personal al que llamé así. Pero, de pronto, me comenzaron a llegar docenas de solicitudes de amistad que luego fueron cientos y después miles. Eso me hizo entender que había una necesidad, una urgencia por configurar un colectivo que abordara la vida y obra de Julio Ramón Ribeyro. Así nació nuestro grupo.

De alguna manera, ustedes mantienen vivo el legado.

Nos hemos sumado a ello. Nuestro gran objetivo es preservar y difundir la obra del flaco querido. Y lo hacemos por gratitud hacia un escritor que nos ha legado una literatura muy rica, humanista y tremendamente sensible. También lo hacemos porque a Ribeyro se le quiere.

Si alguno de nuestros lectores quisiera pertenecer al club, ¿cuáles son los requisitos?

Solo se necesita ser RIBEYRIANO. Es decir que te guste su obra y quieras que se difunda. ¡Ribeyro vive, leámoslo siempre!

*Pedro Arriola es abogado, músico y escritor. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad Nacional Federico Villarreal y música en la Escuela Superior José María Arguedas. Es, además bibliógrafo especializado, en la obra de Julio Ramón Ribeyro. Actualmente viene preparando un libro de cuentos con relatos de su creación.

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