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Plagio, malas prácticas y conciencia pública

En las últimas semanas hemos visto en los medios de comunicación que las infracciones al derecho de autor, las malas prácticas y las faltas éticas invaden cada vez más espacios del ambiente académicos. De este modo, tenemos trabajos de investigación sin citas ni referencias, compras de contenidos o plagios evidentes en tesis de pre y posgrado, así como empresas legalmente constituidas que ofrecen servicios de «elaboración» de contenidos.

Por Dante Antonioli Delucchi

Docente del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos

Los afectados guardan silencio, pese a que están siendo engañados. Esto deja abiertas dos posibilidades: complicidad o ignorancia.

La respuesta más simple e inútil que venimos escuchando desde hace mucho es que se investiguen los hechos. Bien sabemos que ninguna de estas faltas (varias de ellas sancionadas por el Código Penal del Perú) terminará convertida en denuncia, mucho menos en una acusación.

Este escenario es el reflejo perfecto de una sociedad informal que «saca la vuelta» y evade las normas; que se enoja cuando alguien «se mete en la cola», pero paga coimas para evitar una multa o acelerar un trámite.

Delito tipificado

Parecería que muy poca gente conoce cuán grave es el plagio. Quizás piensan que se trata de una falta ética, por tanto, admiten pasarla por alto. Insisto: el plagio es delito y la compra de contenidos es la infracción más grave en el mundo académico.

El artículo 219 del código penal castiga este acto con una pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ocho años. Asimismo, el artículo 220 reprime con pena privativa de libertad no menor de cuatro ni mayor de ocho años a lo que se conoce como formas agravadas de este delito.

El plagio es el robo de la propiedad intelectual y no debe quedar ninguna duda al respecto. De hecho, estamos completamente seguros de que asaltar un banco, robar un celular o defraudar al Estado son delitos, ¿verdad?

Turnitin y la lucha contra el plagio

Aunque el tratamiento del plagio es similar en muchas legislaciones, no se puede afirmar que algunos hayan tenido más éxito que otros al combatirlo. Es un problema común y de escala global.

Algo parecido está ocurriendo con la compra de trabajos, pues las instituciones no han logrado implementar medidas para frenar el rápido crecimiento de este mercado (muy lucrativo, por cierto).

Por otro lado, Turnitin, uno de los servicios de prevención de plagio más usados en el mundo académico, presentó a fines de 2021 una segunda versión de su Plagiarism Spectrum, que es una representación gráfica de 12 tipos comunes de trabajos no originales.

Asimismo, incluyó por primera vez lo que denominó Contract Cheating y lo definió como «contratar a un tercero de forma gratuita, por pago o en especies para completar o hacer una tarea, y presentarla como un trabajo propio». Esto fue calificado como la falta más grave en contra del trabajo original.

Si bien este tipo de trampa académica aún no es considerada un delito, podría alinearse con el fraude, el engaño, la estafa o la violación de normas institucionales, para definir sanciones específicas.

Sin embargo, pareciera que no es suficiente. Ningún diseño jurídico está preparado para afrontar estas acciones y me atrevo a afirmar que el problema es más complejo.

Apuntes finales

Estudios, reportes y encuestas recientes realizadas en países desarrollados y no desarrollados encontraron que, hacia finales de la pandemia, un 48.6 % de estudiantes hizo trampa por lo menos una vez durante la etapa universitaria.

Este resultado se complementa con un importante 10 % que declaró estar seguro de que no sería descubierto en el acto. Es decir, a estos estudiantes no les importa las consecuencias. Peor aún, están convencidos de que las medidas existentes o que se implementen no les afectarán.

Entonces, podemos deducir que este asunto va más allá de la legislación y de las normas institucionales. Hay varios factores que pueden alimentar acciones poco éticas en las personas como una educación débil en valores, la percepción de impunidad, la incapacidad para manejar la presión del grupo, la falta de respeto a las normas o un evidente desinterés por el aprendizaje.

Esto demuestra que la única meta es conseguir el «cartón» a como dé lugar, entre otros factores asociados a la formación de las personas, lo cual requiere de un análisis más allá de esta contribución.

En cualquier caso, quienes alentamos el respeto por la propiedad intelectual y el uso de normas éticas en las publicaciones seguiremos utilizando estas plataformas para crear conciencia, educar y apoyar cualquier iniciativa que contribuya al fortalecimiento de estos conceptos y sus conductas.

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