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Réquiem por Antonio Gálvez Ronceros

El escritor y educador peruano falleció a los 90 años, dejando un legado invaluable a la narrativa nacional. Es considerado por muchos intelectuales como uno de los grandes cuentistas de la literatura peruana de los últimos años.

«¿Pa que sirve un pescao así, tan atravesao de espina? A vece la mar e como algunos hombes: hace cosas solo poi joré» Cómo no recordar, con una sonrisa, aquellos fraseos de gente sencilla, pero de gran sabiduría.  

Cómo no recordar cuentos tan entrañables como «Jutito» o «El retrato de Joché» o la novela Perro con poeta en la taberna, piezas fundamentales de una obra construida a pulso de obrero.

Y es que si algo le debemos a Antonio Gálvez Ronceros es haber constituido un canon que servirá como faro de las nuevas generaciones de escritores. Y, sí, nos queda la amarga sensación de que aún tenía mucho por ofrecer (y enseñar).

Lector compulsivo y crítico, nutrió su vocación literaria desde joven con las obras de autores de la talla de Dostoievski y Jorge Isaacs. Sin embargo, apreciaba fervorosamente la obra del mexicano Juan Rulfo y la forma en que representaba el habla popular de los campesinos de México.

Conocer el Perú profundo, entre las campiñas y campos frescos de Chincha, también jugó un papel fundamental en la narrativa de Gálvez Ronceros, específicamente en la concepción de Los Ermitaños y Monólogo desde las tinieblas, sus colecciones de cuentos más celebradas.

Precisamente, tras la publicación en 1962 de Los ermitaños, la crítica resaltó la originalidad y calidad de los relatos, pues no solo ofrecían estructuras innovadoras y profundidad en su temática. El humor y la musicalidad conseguida a partir del habla de sus personajes configuraron un mundo particular: el de los campesinos de la costa peruana.

La consolidación de Gálvez Ronceros como narrador llegó en 1975, con la publicación de Monólogo desde las tinieblas, en el cual se aprecia un trabajo incansable del lenguaje y el perfeccionamiento de su técnica narrativa. Al igual que Oswaldo Reynoso, la experimentación y trabajo con el lenguaje fue una constante en su obra.

De esta forma, el autor logró introducir en el corpus literario peruano el habla común de los campesinos afrodescendientes. No necesitó hacer una parodia de ello.

A decir verdad, hubiese sido muy fácil ridiculizar el habla de las personas del campo. En cambio, Gálvez Ronceros tuvo el suficiente tino para dotarla de un valor estético y literario.

Hemos perdido a uno de los grandes. Nos vamos quedando solos, aunque su legado perdurará por generaciones, aún cuando el polvo de los tiempos sople sobre las tumbas.

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