fbpx

Sobre el oficio y el perfil del corrector de textos

Un corrector necesita ser un lector compulsivo y analítico. Y es que, sin esta condición, difícilmente llevará a cabo su labor. Katherine Pajuelo Lara, correctora de textos, traductora y docente de la Escuela de Edición de Lima y del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, amplía el tema sobre el perfil y el oficio del corrector de textos en este interesante artículo.

El primer requisito de algunas instituciones (generalmente públicas) que buscan contratar un corrector de textos es ser egresado de lingüística, literatura o ciencias de la comunicación. Otras, más consideradas, suelen agregar al final: «o carreras afines». Aprovecho la ocasión para agradecer a esas instituciones, en nombre de todos aquellos que entramos en dicha categoría.

El perfil de cualquier carrera se fundamenta en la voluntad y en la responsabilidad que asume quien vaya a ejercerla. Conozco de primera mano a egresados de administración y de ingeniería que escucharon el llamado de las letras, y habitan hoy el mundo de la edición y la corrección de textos; asistentes ejecutivas que decidieron estudiar corrección y una bióloga que se ha sentido atraída por nuestro oficio. Ahora bien, tampoco hay que caer en el positivismo a ultranza: puedo tener toda la voluntad de ser enfermera, pero si cada vez que veo sangre me desmayo, mi sentido de la responsabilidad indicará que sería mejor dedicarme a otra cosa.

Cuando digo que cualquiera puede ser corrector, quiero decir que, si tienes las ganas y la decisión de asumir con responsabilidad la tarea, no importa de qué carrera vengas o si aún no la tienes. Lo importante es que te lo tomes en serio, que decidas estudiar y que el terreno firme donde construyas y desarrolles tu nueva carrera sea la lectura. ¿Cómo podría dedicarme a corregir un texto (solo para tener un ingresito extra) si no me comprometo con las letras? La lectura facilitará en gran medida tu proceso de convertirte en corrector.

Si de la nada empiezas a estudiar gramática, por ejemplo, y te enfrentas a un análisis sintáctico, es probable que te sientas perdido o frustrado, y te preguntes por qué te metiste en este lío si tan tranquilo estabas. Aquello que ves complejo en un análisis sintáctico (con esos nombres desconocidos para muchos: sintagmas, complementos, agentes, perífrasis, adjuntos…) puede resultarte más interesante si lo comparas con algo que leíste, porque será inevitable, créeme, que te preguntes: «¿Cómo analizaría esta oración interminable de El otoño del patriarca?».

¿De qué sirve analizar una oración?, pues de mucho. Cuando te dan a corregir un texto y hay una oración o un párrafo que no entiendes, empezarás a analizarlos automáticamente, ubicas el verbo, luego el sujeto, hay algo que no te cuadra, ¿por qué si el sujeto está en singular, el verbo está en plural?; ¿antes de porque va coma?, ¿por qué a veces sí y otras no?; ¿este relativo de qué o de quién me habla? Estudiar gramática te ayuda a comprender la parte lógica de la estructura verbal. Luego, hay que estudiar también ortografía, pero ¿por qué hacerlo si Word ya viene con un editor en la pestaña Revisar? Porque sí y punto: hay que estudiar. Pasar el corrector de Word no te hace corrector profesional, con eso no está ni la cuarta parte hecha.

Hay que ser minucioso y curioso, dudar, investigar, identificar mis referencias de primera mano. La duda mata, dicen, pero a los correctores nos fortalece. Gracias a ella aprendemos a buscar más rápido, dónde y cómo resolverla; sobre todo, gracias a la duda aprendemos. El trabajo del corrector pasa también por saber escuchar y mirar. ¿Esta expresión es adecuada para un texto escrito o es lo que se ha puesto de moda en el habla coloquial? ¿El gráfico o la tabla que aparece en un texto está relacionado con el tema que se trata? ¿Cómo se ve el texto? ¿Cómo están distribuidos sus párrafos? ¿Es coherente? ¿Qué hay de su cohesión?

Se puede hacer un listado con las virtudes de un corrector de textos (de hecho, es lo que aparece en las ofertas de trabajo) y pueden incluir «ser proactivo» y (¿cómo es?, ¡ah, claro!) «que sepa trabajar bajo presión». Sin embargo, me quedo con dos requisitos indispensables: ser lector (pero saber leer, no solo leer por placer) y saber escribir. Capacitarse en un centro de estudios es siempre una gran opción, hoy la oferta de estudios es amplia. Pero, sobre todo, por si no lo dije antes, el requisito principal es saber leer.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn