Katherine Pajuelo Lara, docente de la Escuela de Edición de Lima y del Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos, plantea un caso en el que traducción y corrección producen un interesante complemento.
En su ensayo sobre traducción, Decir casi lo mismo, Umberto Eco sostiene que para traducir es necesario tener conocimiento del mundo, conocimiento lingüístico y conocimiento enciclopédico. Esto surge de su trabajo en una editorial, donde, entre muchos otros textos, seguramente, revisó una traducción del inglés al italiano de un libro de psicología. El texto decía que «una abeja había logrado coger un plátano situado fuera de su jaula ayudándose con un bastón».
La primera reacción de Eco, por su conocimiento del mundo, fue pensar que las abejas no deberían ser capaces de coger un plátano (menos de ingeniárselas para alcanzarlo con la ayuda de un bastón). Su conocimiento lingüístico le indicaba que, claramente, el italiano ape (abeja) había llegado del inglés ape (simio). Su conocimiento del mundo, respaldado por su conocimiento enciclopédico, le decía que son los simios y no las abejas los que pueden coger y comer plátanos.
Lo que le ocurrió a Eco, no solo con la traducción de ape, sino también con carrera de trenes por training courses en otro texto, me hizo recordar un artículo médico cuya corrección me encomendaron. Me enteré de que (y es que corrigiendo uno se entera de cosas) cualquiera de nosotros podía tener, en algún momento de la vida, una injuria hepática. Lo primero que pensé fue que era un buen nombre para una banda de rock pesado. Lo segundo, aunque me negaba a creerlo y traté de buscarle otra explicación, es que venía del inglés.
Cuando reviso textos médicos, mi referencia de primera mano es el Libro rojo de Fernando Navarro. Busqué en él mi palabra sospechosa, injury, y encontré lo siguiente: «Término traidor; según lo comentado en injure, no significa ‘injuria’ (offence), sino herida, lesión, traumatismo, perjuicio o daño, según el contexto» (el resaltado es del autor). Entre otros términos, cita los siguientes: acute kidney injury (lesión renal aguda), brain injury (daño cerebral o lesión cerebral), head injury (traumatismo craneal), injury severity (gravedad de las lesiones), multiple injuries (politraumatismo).
Mi sospecha era válida. Aprovechemos el pánico para detenernos un momento en injury severity, que seguramente anda libre por ahí como «severidad de la injuria», no me sorprendería. ¿Habían notado que los dolores ya no son intensos ni las enfermedades son graves, sino que son «severos»? Google, por su parte, me ofrecía toda una gama de injurias: hepáticas, coronarias, cerebrales, renales, oculares, todas ellas provenían de artículos médicos.
Es claro que los conocimientos a los que se refiere Eco en su ensayo no son exclusivos del traductor, son también (o deberían ser) la realidad de quien se encarga del cuidado de un texto. Son los que nos hacen frenar de golpe ante una expresión determinada, un renglón o un párrafo entero. Ahora ya sabemos que esos famosos «esto no me suena», «aquí hay algo no me cuadra» o un enérgico «¡CÓMO?» que nos detienen la lectura no vienen de la nada, son nuestro conocimiento del mundo, conocimiento lingüístico y conocimiento enciclopédico que vienen en nuestra ayuda.