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Luis Miguel Espejo: «Lo que necesita la educación y la producción de la industria del futuro es que las personas puedan pensar»

La lectura, ese hábito maravilloso y en constante cambio, es uno de los fenómenos más estudiados a lo largo de la historia. ¿Cuáles son sus beneficios? ¿Cómo se enfoca en las escuelas y ante los lectores del nuevo siglo? ¿Cómo se gesta el gusto por la lectura? Luis Miguel Espejo, docente de la Escuela de Edición de Lima, responde estas interrogantes en la siguiente entrevista.

Por Marco Fernández

Mucho se ha hablado, teorizado y emprendido en favor de la lectura. Pero vamos a la semilla, ¿cómo es que se despierta este hábito en los niños? ¿Dónde tiene su origen?

Los niños siempre tienen curiosidad por el mundo. Es natural en ellos preguntar por qué y también imitar, sea lo bueno o lo malo. Si en casa hay disponibilidad de material de lectura, revistas— lo que en mi época llamábamos “chistes”— o libros y, además, hay ejemplo de los adultos que leen, los niños pueden sentir esta atracción y curiosidad por esa acción. En realidad, el acto de leer en esa etapa se trata de un acompañamiento, ya sea leer un cuento antes de dormir o acompañarlos cuando tienen una tarea escolar y no entienden un texto. Es necesario comprender que hablamos de niños del siglo XX, pues a estas alturas también están leyendo en pantalla textos breves o en Youtube. Es decir, se están acostumbrando al consumo de información en movimiento.

Mencionaste una palabra muy importante: curiosidad. Digamos que esta característica lleva al niño explorar el libro y todas sus dimensiones. Pero, ¿qué pasa con ese niño que está creciendo y de pronto se topa con el libro equivocado? Como decía Daniel Pennac en su libro Como una novela, no hay libro malo sino malas experiencias que necesitan de una reconciliación.

Esto puede suceder en la niñez o en la adolescencia también. A veces uno tiene que leer ya sea por el colegio o por obligación. De pronto, el libro no cala, no entra, no corre. Recuerdo que en una conversación con Jorge Eslava saltó el tema del libro bueno, el libro malo, el lector bueno y el malo, y convenimos en lo que dices respecto a que no hay libro malo, sino un mal momento para leer. Cuando leí Rayuela tenía unos dieciocho años y me costó bastante. Pero volví a ella a los diecinueve, a los veintitrés, veinticinco, treinta y tantos y, cada vez que la leo la entiendo y disfruto mucho más. Lo mismo pasa con Moby Dick y un montón de clásicos. Una buena herramienta que pueden tener los padres y los mismos jóvenes al enfrentar una situación de este tipo es recordar, a modo de mantra: «A lo mejor no es el momento para este libro. Ya vendrá otro». Otra cosa en la que concordamos con Jorge en aquella conversación fue que, sino encuentras en las primeras páginas ese enganche para leer, no te obligues a hacerlo. Si no estás leyendo por placer, déjalo y busca otro libro. En esa búsqueda es posible que encuentres una joya insospechada. Lo importante es propiciar el ejercicio de la lectura porque activas rutas neuronales que no podrán efectuarse de otra manera. Además, el libro, a diferencia del periódico que se descarta y olvida al día siguiente de ser consumido, tiene la fascinante característica de la relectura, sobre todo si es que hablamos de literatura.

Ya que hablábamos de Pennac, recuerdo mucho los Derechos del Lector, donde dice que una persona tiene derecho a abandonar un libro si no le gusta. En los colegios, por lo general, la lectura es casi una imposición más que una actividad placentera.

La lectura por placer sería el ideal, sin embargo, es cierto que muchas veces se generan lecturas por obligación. Para poder dar un examen sobre la obra de Homero o los clásicos, necesariamente debes leerlos, no basta con ver un resumen. Y, ¡tienes que sufrir a Homero! El asunto es que, tanto Homero, como la Biblia o los clásicos son libros que fueron escritos para personas de una época específica. Lo mismo ocurre con los libros de ahora. No es fácil entrar sin acompañamiento a algunas lecturas como, sin ir tan lejos, Don Quijote de la Mancha. Me parece excelente que haya versiones adaptadas para jóvenes, pero sería oportuno que se pueda hacer una lectura del texto original de la primera y segunda parte con un acompañamiento bastante integral. No se trata solo de leer la novela, sino analizar que situación atravesaba España en aquel momento, por qué surgió ese libro, qué necesidad tenía Cervantes de acabar con las novelas de caballería, el nivel de analfabetismo en España, la alimentación de la gente, entre otros factores. Todo esto va configurando un entorno que facilita entender por qué hay ritmo en la lectura del Quijote, por qué usa algunas frases, por qué hay frases largas, las interacciones entre la narración, la historia y los personajes.  El contexto ayuda bastante a entrar en ese disfrute.

Es posible que estemos frente a una cadena de malas percepciones, de libros equivocados y momentos poco oportunos. De alguna manera, esto también influye en la percepción que un educador puede tener sobre la lectura. No se dice en voz alta, pero muchas veces los profesores no leen, entonces, ¿cómo podrían inculcar a sus estudiantes el placer y el disfrute de la lectura?

Otra vacuna que pueden inculcar los educadores y lectores adultos es que la literatura no habla consigo misma, sino que dialoga con otras literaturas. El Quijote hace referencia a las novelas de caballería. Hay superhéroes que salen de tragedias o mitos griegos. Incluso todas las telenovelas mexicanas clásicas provienen de unos cuantos de esos mitos: la lucha contra el destino, el chico que desea superar las barreras sociales, la chica que busca el amor y al final se casa y todo es color de rosa. Eso es un tópico tan antiguo como el agua hervida. Otra recomendación es leer más allá del texto, no quedarse solamente en el libro. De todas maneras, hay conexiones con otras tradiciones literarias. Por eso la literatura es uno de los pocos espacios donde los libros se reeditan tal cual. Si haces una buena traducción, sumada a una buena edición, tienes un buen libro asegurado.

Daniel Cassany menciona que más que leer, se trata de comprender. Tenemos tantas cifras en pruebas PISA y otras tantas cuestiones que nos arrojan que en el Perú no se lee mucho. Pero no solo se trata de la cifra dura, sino analizar por qué la gente no lee. Pienso que solo nos guiamos por los números para luego lamentarnos por lo que no se hace. Pero, la pregunta es al final quién arregla este problema.

Si intentásemos encontrar una solución al problema, tardaríamos por lo menos una o dos generaciones. Esto no se arregla con una ley ni con una práctica. Muchas de las cosas que faltan es información de buena calidad. Por ejemplo, estaba dictando una clase —solamente eran mujeres— y les dije a mis alumnas: «¿Cuándo fue la última vez que vieron a un hombre leyendo?». La misma pregunta me la realicé yo mismo y recordé a un hombre leyendo un libro en enero de este año. Eso puedes verlo en Buenos Aires, en Madrid, quizás en México, en un mundo de habla hispana me refiero. Pero acá en Perú eso es un poco difícil. La mayoría de los hombres aquí leen periódicos, pero si he visto a mujeres leyendo libros. Preguntarse el por qué es válido, pero se necesita data para corroborar. Sabemos que el sistema educativo está muy abandonado, manoseado y estancado. Yo siento que estamos yéndonos un poquito más hacia tiempos medievales con este abandono de la educación en general. A los chicos no se les está enseñando a pensar de forma crítica, sino que se insiste con la misma cantaleta de leer, memorizar y responder preguntas. Eso es un nivel muy básico. Lo que necesita la educación y la producción de la industria del futuro es que las personas puedan pensar. De hecho, más importante que solamente enseñar y paporretear respuestas es fomentar el pensamiento crítico en los estudiantes, es decir, enseñarles a debatir, a escuchar, a sopesar ideas, a obtener información y a discriminarla, y a formular conclusiones. Es un trabajo enorme, pero siento que no se está fomentando en las escuelas. Tengo dos hijos en edad escolar y me dejan la sensación de que están haciendo con ellos lo mismo que hacían conmigo en los años ochenta. ¿Cómo se soluciona esto? Por varios frentes. Por un lado, la disponibilidad y el acceso a los libros. Aquí en Perú todavía es caro comprar libros. Y no hablo de que se generen subvenciones, sino que se desarrolle una política integral que hiciese tanto del libro electrónico como del físico un objeto de acceso sencillo. De este modo, un estudiante de cualquier parte del Perú podría acceder a una biblioteca bien surtida, a plataformas que le permitan una lectura cómoda y completa de libros digitales. Necesitamos repensar y trabajar los temas educativos.

Martín Kohan, un escritor argentino, decía que la lectura necesita menos sermones y más actos concretos. ¿Cuál sería un acto de este tipo en torno a lectura y el fomento de esta?

Un acto concreto es que tengamos una proporción razonable entre lectores y creadores. Por ejemplo, alguna vez, cuando visité Islandia, me dijeron un dicho que data de hace muchos años: «Si un islandés no está leyendo un libro es porque está escribiéndolo». Fue sorprendente. La producción editorial en un idioma que solamente podían entender 230 000 islandeses en aquel momento superaba de lejos a la que tenía el Perú.

Algunos autores afirman que antes de ser escritor uno se forma como lector. Alguna vez escuché que, antes de formar en los talleres a escritores, se deben formar lectores que, en el futuro, devendrán en la actividad creativa.

Tú puedes tener un carpintero que, con unos clavos, un martillo y un par de sierras puede hacer algunas piezas básicas. Pero si a ese mismo carpintero le das varios tipos de martillos o diferentes tipos de madera, se conseguirá otro tipo de ebanistería, más fina o elaborada si él quiere. Cualquiera puede animarse a hacer creación en literatura, en lírica, en narrativa o en artes escénicas. Mientras más herramientas tengas, mucho mejor. Tú menú va a ser mucho más rico, mucho más grande y tu producción, por tanto, podría ser más variada o exploratoria. Entonces, mientras más tengas para elegir, mayores probabilidades tendrás para producir. Sería bueno encontrar formadores de lectores antes de, o durante los talleres de creación literaria.

Incluso, hay aspirantes a escritores que dicen que no leen porque «están buscando su propio estilo». Y, uno se pone a pensar a qué estilo se están refiriendo si no tienen un referente que pueda alimentar, justamente como usted lo menciona, esas técnicas, esos caminos exploratorios que podría tener sobre el proceso creativo.

En La tía Julia y el escribidor, el escribidor era este señor que hacía los guiones de radio para las radionovelas y que afirmaba que no leía nada para no contaminar su estilo. Si se fijan bien, el maestro Vargas Llosa presentaba el mismo estilo en todos los capítulos que le tocaban al escribidor. Entonces, todo el tiempo parecía el mismo personaje de nariz aguileña, frente amplia, actitud y serenidad en la mirada. El héroe de cada una de las radionovelas —porque cada capítulo que le tocaba al escribidor era una radionovela diferente e inconclusa— aparecía  como un personaje que era igual al propio escribidor. Un tipo de mediana estatura, con frente amplia, nariz aguileña y serenidad en el semblante. Se repetía lo mismo. Claro, tú puedes encontrar tu propio estilo. Pero, experimentar con otros estilos en algún momento dará alguna clave para forjar un estilo propio y realmente original. No por «descontaminarte» con otros escritores vas a estar protegido. Para nada. Y no hay problema si es que te salen cosas iguales. Esta famosa «cleptomnesia», en la que tú te robas algo sin darte cuenta de ello, al menos en el plano literario es natural. Es normal que si estás escribiendo algo y no recuerdas si leíste algo de Ricardo Palma o de Hemingway cuando estabas en la adolescencia, te salga una frase parecida a la de ellos. Alguien más se dará cuenta y dirá: «Oye, por acá se te ha escapado algo que tú ya tenías allá en tu arsenal y ha pasado inadvertido porque lo has escrito con tus propias manos».

Feria del Libro e Industrias Culturales en Pueblo Libre

La librería Ciudad Librera llevará acabo el evento Ciudad con Cultura, el cual reunirá a diversas empresas del sector editorial. La feria se realizará del viernes 13 al domingo 22 de octubre de 11:30 a. m. a 9:30 p. m. en la explanada de Plaza Vea (Av. Sucre 550, Pueblo Libre). El ingreso es gratuito.

Más de 20 librerías, editoriales, distribuidoras y emprendimientos participarán en la feria, la cual contará con una serie de actividades recreativas, familiares y culturales. Asimismo, se ofertará una gran variedad de libros desde 5 soles. Entre las librerías y empresas editoriales participantes se encuentran Librería Época, Just, Tinta Fugaz, Minimundo Toys, Book Vivant, Ciudad Librera, Zona Books, Ojos de Papel, Uber Salcedo, Arte y Cultura Laurente, Ediciones Quipu, Pekitas Books, Deconemis, entre otras.

Asimismo, Chrisel Arquíñigo, gerente de Ciudad Librera manifestó que esta iniciativa, realizada en conjunto con la Municipalidad de Pueblo Libre, busca fomentar el acceso al libro y las artes, y que «como Ciudad Librera buscamos crear espacios para la difusión de la producción, mediación y gestión de diversos productos artísticos». En tanto, se encuentra asegurada la participación de reconocidos escritores, gestores culturales y artistas, así como la realización de presentaciones musicales, cuentacuentos, talleres, shows artísticos, exposiciones de cuadros, conversatorios, recitales de poesía, entre otros.

Entre las actividades culturales se encuentra el conversatorio Vida y obra de Antonio Gálvez Ronceros, a cargo de Angie Anticona y el autor peruano Jorge Eslava, este viernes 20 de octubre a las 5:00 p.m. Por otro lado, se llevarán a cabo presentaciones de libros, talleres de pintura, dibujo y escritura creativa. Finalmente, este domingo 15 de octubre a las 6:00 p.m. se llevará a cabo el recital de poesía en la feria, a cargo de la editorial Autómata.

Jorge Eslava dictará un curso de lectura y escritura creativa en la Escuela de Edición de Lima

La EEL abre las inscripciones para la segunda edición del curso que iniciará el martes 9 de enero del 2024, bajo la dirección del reconocido narrador Jorge Eslava.

El placer de la escritura es consecuencia de una lectura compulsiva. En algún momento de la vida aparece de pronto una novela o cuento que rompe esquemas y, en algunos casos, enciende esa flama que impulsa a los escritores a vivir sus propias aventuras sobre el papel. Este curso busca forjar el proceso creativo de la escritura, tomando como punto de partida las habilidades del lector, a través de lecturas en las que el estudiante será capaz de reconocer diversas técnicas narrativas, con el objetivo de adaptarlas a su propio proceso.

El curso estará dirigido por el reconocido escritor peruano Jorge Eslava, quien compartirá con los participantes una serie de textos que complementarán las sesiones, pues lo importante es la práctica y el aprendizaje constante del estudiante. Por ello, se propondrán ejercicios de escritura que deberán ser presentados semanalmente. Además, estos serán compartidos en clase y debatidos entre compañeros.

Las inscripciones están abiertas. La segunda edición del curso de lectura y escritura creativa inicia el 9 de enero e irá todos los martes de 19:00 a 21:30 hrs., y consta de 12 sesiones presenciales, en Miraflores, lo cual suma un total de treinta (30) horas lectivas en las que el alumno incorporará las bases para emprender y conocer su propio proceso de escritura.

El curso de lectura y escritura creativa inicia el 16 de septiembre e irá todos los sábados de 10:30 a 01:00 pm., y consta de doce (12) sesiones presenciales, en Miraflores, de 150 minutos (dos horas y media), lo que hace un total de treinta (30) horas lectivas en las que el alumno incorporará las bases para emprender y conocer su propio proceso de escritura.

Jorge Eslava Calvo es un reconocido escritor peruano, docente en prestigiosas universidades. Él estudió Sociología y Literatura en la UNMSM, donde obtuvo el Magister y el Doctorado en Literatura. Efectuó estudios de posgrado en Madrid y Lisboa. A lo largo de más de cuatro décadas ha sido profesor de todos los niveles de nuestro sistema educativo. Ha publicado libros de poesía y narrativa, periodismo y ensayo; los cuales se han convertido en clásicos indispensables de la literatura peruana. Entre sus principales obras figuran Templado, Navajas en el paladar, Un placer ausente. Apuntes de un profesor sobre la lectura escolar, entre otros. Su ensayo Jugar a las escondidas. Una invitación para escribir cuentos en la escuela será utilizado como lectura guía en el curso y será entregado a los participantes de forma virtual.

El curso será certificado por la Escuela de Edición de Lima y el Centro de Desarrollo Editorial y de Contenidos. Las vacantes son limitadas. Para más informes e inscripciones comunícate al 968788289 o consulta con una asesora al WhasApp: wa.link/gb8ory. También puedes escribir al correo [email protected]

Jorge Eslava: «Casi todo escritor padece en la escritura. La escritura es un trance, un proceso de reflexión y de desvelo»

El reconocido escritor y educador Jorge Eslava derriba ciertos mitos en torno a la lectura, la literatura y el quehacer del escritor, en una entrevista en la que reconfirma su posición como uno de los más importantes escritores del canon literario peruano.

Una vez oí decir que una persona rechaza la lectura porque en algún momento de su vida se topó con el libro equivocado. ¿Podría decirse que el problema radica que no leemos porque no hemos comprendido lo que significa esta actividad?

Pienso que el primer problema que enfrentamos, respecto a la comprensión de lectura, es el poco acceso al libro. Ahora, ojalá nos topáramos con un libro incómodo o difícil de leer, porque supondría un desafío. En el país, el libro es casi un objeto desconocido. No digamos que no existen bibliotecas públicas, porque eso está fuera de discusión, sino que no existen bibliotecas en los hogares. Muchos de nuestros maestros no tienen una biblioteca en casa. Entonces, considero que el primer problema es la falta de acceso al libro y los otros problemas pueden ser los que tú señalas. El profesor de colegio nos recomienda un libro con poco olfato, con poco tino, un libro que no nos atrapa. Por tanto, nuestra primera experiencia de lectura puede ser infeliz. Si tenemos buenos padres y maestros que sí aciertan con los libros, probablemente se produzca un flechazo y nos enamoremos de la lectura para siempre.

La admiración por la lectura muchas veces se queda en lo abstracto y de hecho existen muchos sermones en torno a ella. En tu opinión, ¿estamos frente a un quehacer de disfrute absoluto y de pasión desmedida?

De todas maneras, es un sentimiento desmedido. El ícono de la lectura es el Quijote, porque está enfermo de literatura. El Quijote enloquece por la lectura. Es curioso que el libro por excelencia más importante de la literatura en lengua castellana sea el Quijote, pues pierde la razón. Es cierto que hay una prédica que subjetiva o idealiza la lectura. Nos hacen creer que la lectura siempre es fácil y agradable, pero a veces no es así. A veces la literatura supone un gran reto. Una novela, una pieza de teatro o un poema podría hacernos sufrir. Pero lo más importante de la literatura está por encima por el sufrimiento o el placer: está en la posibilidad que, gracias a ella, podemos comprender mejor la vida, conocerme mejor y a mis semejantes. Ese es el principal don de la literatura.

Acabas de mencionar algo muy interesante: lo más importante de la literatura está por encima del placer y el sufrimiento. Y aquí pasamos al plano del escritor, ese ser que muchas veces se presenta de forma doliente, aunque hay ciertos resquicios de placer. ¿Consideras que esta imagen del escritor sufriente debe ser erradicada o realmente se padece una especie de dolor durante el proceso creativo?

Casi todo escritor padece en la escritura. La escritura es un trance, un proceso de reflexión y de desvelo, la oportunidad de sacar afuera tu vida íntima. Eso no siempre es grato. Lo grato llega cuando hemos terminado de escribir o cuando la obra que nos costó tanto trabajo y dolor, finalmente, se encuentra en letras de molde, publicada y convertida en un objeto que es el libro. Seguramente, ese es un momento inconmensurable de felicidad, pero durante el proceso tenemos casi todos la imagen, que puede ser representada por Vallejo, de un escritor que sufre en la escritura. Ahora, hay quienes sufren más que otros; cuando uno se acerca a los diarios personales, a las memorias, incluso al género de la entrevista, y te asomas al trabajo creativo del escritor, por lo general, encuentras un proceso difícil, duro, esquivo, en el que se tuvo que superar problemas de carácter doméstico, contingencias, postergaciones, bloqueos. Eso no es grato para nadie.

En ese sentido, por ejemplo, esto es lo que siempre uno se pregunta, pero llevémoslo por otro lado. El escritor que nace o se hace, o también el escritor que nace siendo un lector compulsivo. ¿Crees que es una consecuencia o realmente es algo más mecánico ser escritor?

Debo hablar a nombre propio, aunque generalice al decir que todo escritor, como diría Enrique Vila-Matas, está podrido de literatura. Uno se convierte en un lector completamente desbocado, quieres leerlo todo, porque adviertes que la lectura es un canal de conocimiento riquísimo. Creo que todo escritor es un gran lector y es ahí cuando aparece esa dicotomía de «se hace o nace». Por lo general, descubrimos que hay una ruptura en la vida. Vargas Llosa, haciendo un poco de análisis, dice que al final de la infancia se produce un quiebre con el mundo ideal que tenemos, y luego hay una necesidad de reponer ese mundo a través de la escritura. De ahí surge la imagen del deicida. El escritor asesina a Dios para ocupar su trono y sustituirlo en el trabajo creativo. Todo escritor es consciente de que está creando una nueva realidad con sus propias coordenadas, sus propios códigos, sus propios personajes. Pero todo eso ha sido alimentado por la vida del escritor, tanto lo vivencial como lo conjetural, lo soñado, lo imaginado, lo que alguien le contó.

Ahí estamos lindando ya con el trabajo creativo del escritor. Recuerdo que Javier Marías decía que cuando terminaba de escribir una novela no sabía si escribiría otra al año siguiente. Es decir, el escritor deja muchas veces la piel en su obra. En tu experiencia, en torno a los cuentos y novelas que has creado, ¿es así? ¿Un escritor queda realmente dolido después de una batalla tan ardua como es la confección de una novela?

Mañana en la batalla piensa en mí, reza un título de Javier Marías. Has hablado de Javier Marías y es un buen ejemplo, porque empieza escribiendo, según él, irresponsablemente a los diecisiete o dieciocho años y publica su primera novela a los diecinueve. Pero, al cabo de los años, en ediciones posteriores él reconoce el arduo trabajo que le costó esa primera obra (Los dominios del lobo). No dejó de escribir y no solo terminaba una novela pensando si escribiría otra, sino que durante el proceso de escritura tampoco sabía si esa que estaba escribiendo la iba a terminar. Para Marías el trabajo creativo era de una incertidumbre absoluta. Es un escritor que ha sido, de algún modo, desdeñoso con su propia obra. En mi caso, cuando comencé a hacer literatura infantil, tenía casi como precepto indispensable mantener el sentido del humor, cierta ligereza y confeccionar una novela chispeante, para niños. Pero con el transcurrir del tiempo he ido densificando un poco más mi literatura infantil, preocupándome más por los problemas sociales y políticos que atravesamos, y que también tocan a la infancia o a la adolescencia. Aunque no lo quieran, un niño o un adolescente está expuesto permanentemente a las noticias que suceden en el país. Por ello, me pareció necesario cambiar mi línea de mira y empezar a observar más lo que ocurre en la sociedad peruana, que afecta a ese sector tan vulnerable como la infancia y la adolescencia. Algunos de mis trabajos han supuesto investigaciones muy rigurosas, incluso en algunas me he jugado el pellejo. Escribí una novela sobre niños de la calle, lo cual me costó cuatro o cinco meses de trabajo callejero y una secuela en el cuerpo, traumatizado por una experiencia durísima. Ahora, desde hace unos tres o cuatro años, estoy muy deseoso de hacer una novela sobre prostitución infantil, por lo que tendré que hacer un viaje de exploración en el que también expondré mi tranquilidad, mi serenidad. Sin embargo, estoy convencido de que esa es la misión del escritor: con mentiras, decir la verdad.

Mencionaste que has densificado tu literatura infantil. A veces tomamos a la literatura como un instrumento educativo. Pero, en el caso de la literatura infantil, ¿debe ser limpia, alegórica y con un fin educativo, o debe virar hacia algo más concreto? No podemos encerrar a un niño en una burbuja, pues no vivimos en un país de maravillas.

Yo diría que viven en un país de desgracias, no de maravillas. Muchos teóricos le atribuyen a la novela esa capacidad omnívora. Pienso que la novela soporta ensayo, poesía, documentos periodísticos, crónica, entrevista, todo cabe. Ahora, con la modernidad y el mundo contemporáneo, en el que los géneros se empiezan a derrumbar, también todo lo que contenía una novela hace algunos años también lo puede contener un poema, un ensayo o un cuento. La diferencia está, para ser muy concreto, entre lo que te puede ofrecer un manual de cualquier curso y una novela sobre ese tema. Todo buen libro literario es edificante, revelador y reflexivo, pero la educación que se imparte a través de un libro de literatura no es la educación didáctica del maestro o la maestra frente al pizarrón. Es un tipo de enseñanza o aprendizaje que tú puedes tener con un amigo, con un maestro, es una educación que se filtra con tu sensibilidad, tu reflexión. La literatura, al menos como yo la concibo, tiende a construir un pensamiento propio y una sensibilidad auténtica.

Ya adentrados en el ámbito artístico y creativo, ¿existe una receta o método para elaborar contenidos para niños? Es decir, ¿necesitamos tener ciertas pautas o es algo que tiene ver más con el criterio y el propio trabajo del autor?

A partir de Edgar Allan Poe, gran cuentista del mundo occidental que reflexionó mucho sobre el género del cuento, se han sucedido una serie de escritores —como Horacio Quiroga, el mismo Julio Ramón Ribeyro o Anton Chéjov— que se pronunciaron sobre el cuento, así como al respecto de esas fórmulas o recetas, o decálogos de cómo escribir un buen cuento. Pero todos ellos empiezan advirtiendo que esos códigos rigen para ellos y terminan diciendo que cada uno elaborará su propio método de creación. Pienso que sí y no. Hay sugerencias, hay fórmulas, hay recomendaciones. Hace un momento mencioné la capacidad de componer una literatura que chisporrotea por todos lados, con mucho sentido del humor, directa, concreta, y con un espacio para la reflexión; pues, un niño a los tres o cuatro años, cuando empieza a hacerse un montón de preguntas, ya está elaborando un pensamiento abstracto. Esas fórmulas, si es que ejercen alguna influencia, es sobre el propio autor. Yo he elaborado un método, en términos didácticos y puramente académicos, el cual garantiza la elaboración de un cuento. Sin embargo, la calidad del producto dependerá del talento y el empeño que ponga cada uno.

En ese sentido, hay autores que de pronto incursionan en el ámbito de la literatura infantil. Para hacerlo, ¿se necesita una sensibilidad especial?

Sí, se necesita una sensibilidad especial que solo se consigue mediante la relación con el niño y el adolescente. Si eres una persona que está en permanente convivencia con ellos, uno va adecuando el oído y la sensibilidad, porque cada uno de nosotros es un sinnúmero de referencias culturales, de relaciones familiares, de lenguaje, de sentimientos y es clarísimo que ese amasijo de experiencias de un adolescente o de un niño es diferente al de los adultos, porque ha vivido otras experiencias. A veces se ve un poco postizo cuando uno hace literatura infantil evocando su propia infancia, salvo que quieras hacer algo nostálgico o educativo. Pero, si quieres hacer literatura infantil inserta en estos tiempos, necesitas un vínculo natural, en lo posible, con el lenguaje, con las referencias, con el mundo infantil y adolescente. Nada molesta más a un niño que se le hable con diminutivos o que se le trate como si uno fuese su papá. El autor no es su papá ni su profesor: podría ser, incluso, su par. Si vas a hacer literatura para niños y adolescentes, la primera condición es convive con ellos, conócelos, olfatéalos, obsérvalos, escúchalos. Ese es un camino innegociable.

Quisiera entrar al tema de los problemas que afronta la literatura infantil. Por ejemplo, el caso de lo políticamente correcto. Hace poco, Penguin Random House, con su sello Puffin Books, quiso cambiar algunas partes de las obras de Roald Dahl, porque algunos textos resultaban ofensivos…

Lo han cambiado, lo han alterado.

Y lo han cambiado, de hecho. Entonces, ¿estamos frente a una especie de censura sutil?

De todas maneras. La censura se transparenta a través del canon. Si tú elaboras un canon de la literatura infantil o adolescente en el Perú vas a encontrar algunos nombres que probablemente no sean del agrado de mucha gente. Por ejemplo, resulta curioso que algunos escritores de la literatura peruana no escribieron relatos exclusivos para niños, por ejemplo, Paco Yunque o El vencedor de César Vallejo o algunos de los cuentos de Valdelomar. Fueron escritos no por demanda del mercado, sino porque Vallejo y Valdelomar tenían la necesidad de trasladar sus preocupaciones y vivencias al papel. Los cuentos de Vallejo, específicamente Paco Yunque, fue retirado durante un tiempo de los planes de lectura, porque era un cuento muy triste y revelador sobre cómo se establece el mundo de la escuela, de una manera vertical y autoritaria. Un libro de cuentos como Los inocentes, de Oswaldo Reynoso, sigue siendo mirado con temor por muchos maestros. Sin embargo, fue este libro el que a mí me descubre un nuevo tipo de literatura, realista y fiel a lo que yo vivía en mi barrio. Era la primera vez que encontraba en un libro experiencias de jóvenes que yo veía en la esquina de mi casa y que hablaban de drogas, que se trompeaban, se agarraban a golpes, con un gran componente de violencia, de frustración y de fragilidad. ¿Quiénes establecen este canon? Las academias y definitivamente las editoriales. Nuestras editoriales, lo he dicho varias veces, para no usar un término ofensivo, son demasiado timoratas. El Perú está muy a la saga de la literatura infantil que se puede hacer en otros países en términos creativos y reflexivos. En Colombia, Chile, en Argentina se abordan temas que son espinosos e incómodos, pero que se tiene el coraje de hacerlo porque es necesario que el público infantil y adolescente lo conozca. Por ejemplo, lo que pasó en Argentina durante la dictadura militar, ha sido abordado por cantidad de cuentos, novelas y poemas. La dictadura de Vilela halló eco también en la literatura infantil y adolescente, pues permite que niños y adolescentes encuentren explicación a tantas demandas políticas de los adultos. Y, además, conocen un presente lleno de cicatrices. No hay equivalente todavía en la literatura peruana. Yo lo he intentado y he sufrido censura con los veinte años de violencia política que vivió el Perú. Yo he tocado el tema de las desapariciones, las esterilizaciones forzadas, porque me pareció importante descorrer los velos que cubren la historia del Perú.

Entonces, caemos en cuenta en que sería algo irreal y hasta postizo hablar de una literatura infantil limpia y alegórica.

Tú quieres tomar un buen café, tiene que ser con cafeína, porque lo otro resulta artificial y manipulado. Ya es hora de que la sociedad peruana se arme de mayor coraje y valor para garantizar no solo, como dice tanta prédica, que leer no es simplemente un placer, sino que también es una revelación. Aprendemos muchísimo a través de la literatura, siempre y cuando sea hecha con sinceridad, naturalidad y con un ánimo edificante. Queremos construir un país más digno, queremos un país más justo, pues, abramos los ojos a nuestros lectores, hagámoslos más dignos, más sensitivos, más consecuentes.

¡Feliz Día del Maestro! Cinco libros para celebrarlo

Un libro siempre será un buen obsequio, así que, a modo de homenaje a nuestros profes, les dejamos una lista de títulos que todo maestro debería leer. Apunten.

1. Mal de escuela – Daniel Pennac

En esta obra, el autor francés aborda la problemática de la escuela, pero desde la piel de los alumnos problemáticos. Pennac estudia esta figura otorgándole una fuerte carga emocional y resaltando el dolor que acompaña a este tipo de estudiantes.

El escrito es una autocrítica a la pedagogía, en la que el autor pide a los docentes que vuelquen sus esfuerzos en rescatar a los malos alumnos, pues esa es su misión. Título imprescindible para todo maestro que pretenda entender los quiebres de la labor educativa.

2. Un placer ausente: Apuntes de un profesor sobre la lectura escolar – Jorge Eslava

A modo de una libreta de notas, el libro propone a una especie de combinación entre el ensayo, la novela y el periodismo. La historia propone la mirada ácida de un maestro de escuela (formado en una universidad estatal) que constantemente critica el plan de lectura implantado en los colegios.

Además, el protagonista atraviesa un drama familiar que entrecruza las líneas con su quehacer pedagógico, lo cual revela los entretelones que padecen los maestros en el Perú. Esta obra es el resultado de las investigaciones hechas por Eslava, quien participó de múltiples eventos académicos, conferencias, y conversaciones con estudiantes y profesores, para revelar la problemática de la educación peruana.

3. Diario educar. Tribulaciones de un maestro desarmado – Constantino Carvallo Rey

Librazo para todos los maestros. Aquí encontramos el legado de un docente convencido, en todo sentido, de que solo la buena educación en los colegios conseguirá formar ciudadanos de bien y el verdadero cambio en el país.

El gran educador Constantino Carvallo Rey ofrece una serie de reflexiones sobre el arte de educar, ordenándose estos testimonios entre los meses de abril y diciembre, periodo tradicional del año escolar peruano. Una radiografía exacta de la educación nacional.

4. El arte de dar clase – Daniel Cassany

Una joya de la pedagogía. El libro responde a muchas interrogantes hechas por los docentes. ¿Cómo estructurar una buena clase? ¿Cómo conseguimos captar la atención del alumno? ¿Cómo lidiar con el estrés? A partir de estas preguntas, Cassany ofrece una serie de consejos prácticos para desempeñar una buena labor pedagógica.

De un modo ágil y sencillo, el libro explica cómo aplicar las dinámicas de grupo, cómo generar un buen ambiente de estudio, cómo hacerse entender por los alumnos, entre otros métodos interesantes.

5. Como una novela – Daniel Pennac

Leer puede ser una ardua labor, sobre todo para aquellos estudiantes que no han desarrollado el hábito. Este libro es un genuino estímulo para ello, pues Pennac (que es profesor de literatura en un instituto) busca que el alumno pierda el miedo a la lectura.

La propuesta es sencilla: el alumno elige libremente un libro, sea por placer o porque desea embarcarse en una aventura personal con su lectura. Planteada a manera de monólogo, tal como menciona el autor, «no es un libro de reflexión sobre la lectura, sino una tentativa de reconciliación con el libro».

Por si fuera poco, Pennac ofrece una lista de derechos intrínsecos al lector. La dejamos picando, descúbranlos. ¡No se pueden perder este libro!