Hoy se cumplen ocho años del fallecimiento de uno de los autores más importantes de la literatura contemporánea. Aquí lo recordamos con una reseña de Cesar Augusto López, escritor y docente de la Escuela de Edición de Lima, sobre el libro Kafka: Seres inquietantes, en la cual Gutiérrez despliega una gran capacidad intelectual y ofrece uno de los mejores estudios de su producción ensayística.
Por Cesar Augusto López
La experiencia de aproximarse a un ensayo que no se encuentra interesado en la pretensión, sino en la relación cercana de un escritor fundamental de la literatura peruana con un ícono como Franz Kafka, es un privilegio. La edición que el lector tendrá entre sus manos, será un trabajo más cuidado que el primero (1999) y busca recuperar un testimonio literario con un clásico universal del siglo XX. Pero ¿qué se puede decir después de que mares de elogios se han vertido sobre la obra de Kafka? Consideramos que la sinceridad y los deslindes con los lugares comunes son la base de lo propuesto por Gutiérrez.
En esta ocasión, el libro contiene unas «Palabras preliminares» de Ricardo González Vigil y la «Presentación» que escribiera el autor de El viejo saurio se retira para el primer tiraje. Luego ingresa de lleno al ensayo, dividido en cuatro capítulos, y a un apéndice que consta, entre otros detalles, de una bibliografía fundamental junto con una selección de textos que son de mucha ayuda para precisar, aún más, los juicios del Gutiérrez. De esta forma, el lector no se sentirá ante un texto erudito o distante, sino a uno que quiere conducirnos por una lectura que procurará hacernos sentir próximos del mismo Kafka.
En la primera sección, Gutiérrez nos brinda aquello que nos promete: desacralizar al autor de El castillo (p.14). Para esto, recurre al mismo Kafka como un lector, como un conocedor de la tradición europea, no a un iluminado o un escritor salido de la nada. Además, se busca quitar del camino las tendencias de lecturas «clásicas» para reconocerlas como «irritantes» (p. 20). En ese sentido, no nos encontramos ante un intérprete, sino ante un lector que no busca darle más espacio a la obra de Kafka que su misma tarea estética y literaria, su orientación al goce (p.27).
Quizá muy adelantado a nuestro momento inmediato y con toda prudencia, Gutiérrez nos propone, en la segunda sección, un ordenamiento de los seres que desfilan por la creación kafkiana. Sin embargo, su modo de abordarlos no tiene que ver con un ánimo taxonómico del tipo medieval, como bestiario; antes bien, procura ordenar aquellas criaturas inquietantes como recurrencias en las narrativas e insistencias expresivas de Kafka. Es decir, no busca encasillarlo como un tipo de narrador, fantástico, por ejemplo, sino como un explorador de formas u obsesiones (p.29). Esto implica que no se cae en la fácil descripción y en el listado irreflexivo, mucho antes de que aparecieran los estudios sobre animalidad, por ejemplo.
Escribir sobre Kafka no puede evadir la paradigmática novela corta sobre la vida y muerte de Gregorio Samsa. En la tercera parte del ensayo, Gutiérrez no se sustrae a dicha responsabilidad. A esta altura del ensayo, se puede experimentar mayor cercanía en el testimonio del autor con La metamorfosis y con las marcas que dejó su lectura. Incluso la experiencia de la monstruosidad absurda se nos presenta como un movimiento doble, de rechazo y de compasión, incluso se puede decir que el mismo ensayista se sintió como un insecto, alguna vez, en su etapa juvenil (p.58). ¿Por qué esta obra breve es clave para nosotros, desde los ojos del autor de La violencia del tiempo? Esto se debe a que nos confronta, nos pone a prueba frente a un suceso.
Finalmente, en la sección cuarta, se realiza un balance de lectura que retoma la perspectiva crítica y además reconoce la influencia de Kafka en una serie importante de escritores, sobre todo para el caso peruano. Aquí podemos percibir otro aspecto importante del ensayo: su autor estaba informado sobre escritores cercanos al año 1998. En otros términos, Gutiérrez tenía muy en claro la actualidad de la prosa peruana de aquel momento y nos permite rastrear la presencia kafkiana en ellos. El cierre de esta obra, nos permite, entonces, reconocer un cuidado responsable, a pesar de la brevedad del trabajo y una exposición que oscila entre la confesión y una metacrítica accesible para quien quiera entender y animarse a ingresar a Kafka desde nuestro país, desde nuestro continente y sus peculiaridades.
La reedición del libro Kafka: seres inquietantes es una decisión certera en un momento clave para recuperar el pensamiento de uno de los narradores más importantes de la creación verbal de nuestra nación. Por otro lado, saber que el libro no es pretencioso, sino producto de años de lecturas, relecturas y valoración íntima del autor de La muralla china, nos coloca en un lugar privilegiado, porque nos encontraremos con un libro sobre un escritor ofrecido por otro. Quizá ese sea uno de los mejores presentes que nos legó Miguel Gutiérrez y que no deberíamos perder de vista, ya que sus palabras son más que aleccionadoras.
El canon kafkiano trasciende hasta nuestros días como una de las obras más influyentes de la literatura universal. De ahí que diversos autores, críticos y estudiosos manifiesten admiración por el escritor checo.
Por el centenario del fallecimiento de Kafka (1883-1924), recopilamos una serie de comentarios por parte de escritores, editores, docentes y egresados de la EEL respecto al trabajo del creador de La metamorfosis. Aquí se los dejamos.
«Siempre se dijo que cuanto más invisibles fueran las huellas que dejara un editor en las creaciones de un autor, mejor. Solo con los años, pudo conocerse y dimensionarse el lugar que en el cuidado de la obra de Franz Kafka ocupó su editor Kurt Wolff. No por nada, fue el también exquisito editor fundador del sello Acantilado, Jaume Vallcorba, quien reivindicó ese cuidado y la también exquisita relación que mantuvo el autor de La metamorfosis con su editor. Entre los textos que Vallcorba compiló de Wolff, debe destacarse el juicio, sin duda inapelable, que el poeta W.H.Auden formuló sobre Kafka: “Si me preguntan qué poeta representa mejor nuestro tiempo, del mismo modo en que Dante, Shakespeare o Goethe representaron el suyo, tengo que nombrar en primera instancia a Kafka… Es tan importante para nosotros porque sus problemas son los problemas del hombre de hoy” (Wolff, K. Autores, libros, aventuras. Barcelona. Acantilado. 2010, p.93). Poeta y editor hicieron justicia con Kafka. Allí quedaron sus obras –hoy clásicos- para que cada generación de lectores haga la propia». Diego Barros, editor, sociólogo de la Universidad de Buenos Aires y docente de la Escuela de Edición de Lima.
«Kafka es el narrador de la modernidad, porque entendió la hondura de la nada y pudo convertirla en historias que demostraban, con fría claridad, nuestra pequeñez frente a sistemas que no son humanos, a pesar de que estos han sido creación de nuestra especie. Él reconoció que la épica vida con sus conquistas y orgullo no es más que una ilusión frente al hombre de a pie que debe trabajar, proyectar, pedir, pero que en medio de todo su quehacer no tiene espacio para el sueño real, el enmarcado en el deseo, o para saber dónde se encuentra y a dónde va. En esto reside lo kafkiano, en no tener ninguna certeza frente a un mundo lleno de órdenes y señales de las que no formamos parte sincera, sino que pasamos por una larga serie de espacios y hechos para corroborar que todo es ajeno e, incluso, estamos desamparados por nosotros mismos». Cesar Augusto López, novelista y docente de la Escuela de Edición de Lima.
Quien no haya leído aún a Franz Kafka tiene la suerte del descubrimiento. Quienes lo hayan leído, poco o mucho, tienen el beneficio de la relectura y de adentrarse en sus cuentos e historias breves. A pesar de su mundo literario gris y angustiante, Kafka ha iluminado a varios escritores, entre ellos, Gabriel García Márquez quien, luego de leer La metamorfosis a los 17 años y ver que era posible que un hombre amaneciera convertido en un enorme escarabajo, descubrió que iba a ser escritor. Es sabido que la lectura nos hace personas empáticas. Si se preguntan cómo es posible sentir empatía por un insecto gigante encerrado en una habitación, lean la historia de Gregor Samsa e imagínense cómo sería hablar sin ser entendidos o vivir escuchando que tu núcleo familiar desea tu muerte porque «tú ya no eres tú». Imaginen ser Joseph K. a quien vienen a detenerlo sin la menor explicación. Visiten el laberinto kafkiano, siéntanse libres de habitarlo o escapar de él (si pueden, claro). Katherine Pajuelo Lara, editora y docente de la Escuela de Edición de Lima.
La obra de Kafka nos plantea con frecuencia situaciones complejas y angustiantes gobernadas por reglas ocultas, ilógicas o incomprensibles, las cuales se convirtieron en el sello característico de su autor, al punto que en la actualidad usamos el término kafkiano para identificar sucesos absurdos y desconcertantes. Los personajes kafkianos padecen debido a cambios drásticos que quiebran su cotidianeidad, como ocurre con Gregorio Samsa en la famosa novela La metamorfosis, pero también por el peso de sus propios códigos morales o su incapacidad de ver más allá de sus obsesiones, como sucede con los protagonistas de los cuentos «Un artista del hambre» y «Un artista del trapecio». El quiebre hacia lo fantástico se refleja no solo en sucesos inexplicables (como en la ya mencionada La metamorfosis y en relatos como «El cazador Gracchus» y «Una confusión cotidiana») sino también en la presencia de criaturas peculiares, como en los cuentos «El híbrido» o «Las preocupaciones de un padre de familia».Asimismo, en algunos textos podemos identificar una crítica a las autoridades públicas, en particular a la administración de justicia, que es retratada como inflexible, absurda e inhumana. Esto lo leemos en la novela El proceso y en cuentos como «Ante la ley», «La colonia penitenciaria» y «Un golpe a la puerta del Cortijo». Óscar Sandoval, escritor y egresado de la Escuela de Edición de Lima.
Indiscutiblemente, Franz Kafka representa, a través de su obra, el malestar y los vicios de la sociedad occidental de inicios del siglo XX. Sus novelas, sobre todo, destacan por exponer al hombre ante un “sistema” que lo vulnera y le quita sentido de existencia. Es gracias a él que empezamos a cuestionar los valores modernos y su impacto en nuestra cotidianeidad: ¿Quiénes somos realmente? Kafka derriba esos límites y cruza las fronteras de lo racional y nos enajena tocando puntos de angustia y vacío. El proceso (1926), por ejemplo, es un juicio absurdo donde convergen elementos realistas y surrealistas. Nunca sabemos de qué se le acusa al protagonista Josef K., tampoco él lo sabe. Sin embargo, el proceso continúa y el entorno somete más al personaje y lo convierte en un sujeto abandonado y nulo ante la justicia. Kafka recrea una paradoja de su tiempo: la deshumanización de los hombres por los mismos hombres. Luis Paliza, director de la editorial Reino de Almagro y egresado de la Escuela de Edición de Lima.
Impotencia, frustración, enigma, desconcierto. Leer a Kafka es sumergirse en un dédalo de trajines inconducentes donde todo parece símbolo, metáfora. Lo liberador de Kafka es precisamente eso: el mundo que plantea —esos cielos grises y opresivos, esos estrechos callejones de impersonalidad y confusa burocracia que no llevan a ninguna parte— nos remite a la experiencia de lo real y puramente cotidiano, a la experiencia común de ser retados por un dedo que nos acusa tan pronto abrimos los ojos a un nuevo día. Kafka nos redime de la realidad porque nos la muestra en toda su crudeza. Defendernos de un delito que no sabemos cuál es; apurar gestiones para entrevistarnos con personas que no sabemos qué hacen ni quiénes son; esperar pacientes frente a una puerta que en verdad siempre estuvo abierta para nosotros; despertar sin voz, sin faz reconocible, con un pesado y monstruoso caparazón a cuestas… Todo en Kafka es de una actualidad apabullante. Es la pesadilla de todos los días. Nadie como él, burócrata de los más competentes, para dibujar un paisaje plagado de laberintos, que al cabo fueron también los suyos propios. Horacio Hidalgo Ledesma, escritor.
Cuando Franz Kafka despertó una mañana tras un sueño eterno se descubrió que efectivamente habían pasado cien años. El sueño, o quizás la pesadilla, se había hecho realidad. La Tierra giró, cambió, se hizo más pequeña y él de alguna forma se había vuelto más grande durante una cerrada de ojos. Su rostro se había vuelto monumentos en las calles; su escritura, una fuente de inspiración; y su nombre, una característica… De lo más absurdo y angustioso. Entonces intentó registrar su nombre, hacer entender que seguía vivo. Su rostro no bastaba; sus huellas, tampoco. Cualquier pieza de su identidad podía ser reemplazada por algo llamado IA. Y necesitaba plata. Probó ingresar a distintos oficios; pero le pedían papeles… Una identificación. A la cual no podía acceder. No sin identificarse y pagar. Entonces ingresó a una librería para intentar entender el mundo. Había estantes con su nombre y libros que nunca terminó. ¿Cómo podían estar terminados y publicados si él nunca los finalizó? Si ordenó su quema… Y los que sí terminó, vivieron sin éxito y con su familia y amigos como sus únicos lectores. Pero ya no. Ahora vivían en las estanterías y en miles de casas las más variadas ediciones de sus escritos. Su rostro en portadas… “¿Me parezco?” se dijo mientras llevaba el libro al lado de su rostro para tratar de ver su reflejo. Quizás era otro. Otro Franz Kafka se había adueñado del mundo mientras él dormía. Entonces rio. Porque ahora hasta dejar de existir tras haber vivido se había vuelto también un proceso imposible de escapar; y el mundo era más absurdo y angustioso que nunca. Katherine Castañón, escritora.
Kafka, uno de los narradores en alemán más importantes del siglo XX, pasó la mayoría de su vida en Praga. Praga, a orillas del Moldava, es la madre de las ciudades. El corazón de Europa. La ciudad de las cien torres. La ciudad dorada. Praga es admirada como una de las ciudades más hermosas del mundo. Con la paradoja de ser al mismo tiempo la cuna del autor que más ha impactado por su temática de miedo y angustia existencial, conocido hoy a cien años de su legado como estilo kafkiano, mezcla de realismo y fantasía.Cuando Gabriel García Márquez leyó La Metamorfosis (Die Verwandlung) la obra más reconocida de Franz Kafka dijo: «Una mañana después de un sueño tormentoso, Gregor Samsa se encontró convertido en un gigantesco insecto. Lo recuerdo como si me hubiera caído de la cama en ese momento, fue una revelación, si esto se puede hacer, esto si me interesa».No se entiende Praga sin Kafka, ni Kafka sin Praga, la capital checa es kafkiana. Está la casita 22 del callejón de oro al lado del castillo de Praga, un estudio donde el autor se recogía a escribir después de su trabajo de abogado; el museo en el barrio del distrito pequeño de Malá Strana, donde se exhiben también dibujos del autor, pocos saben que Kafka también fue dibujante, segunda pasión que conocemos gracias a su amigo y editor Max Brod; la escultura en bronce de Jaroslav Róna inspirada en su primer cuento «Descripción de una lucha», que representa al autor en hombros sobre su propio traje vacío, ubicada junto a la Sinagoga española, en el centro de Praga; y la famosísima cabeza gigante giratoria, escultura de espejo de Kafka, de David Cerny, son toneladas de acero, piezas en movimiento gracias a una proeza tecnológica, ubicada junto al centro comercial Quadrio, un espectáculo coreográfico de 15 minutos que representa la transformación del mismo Kafka, quien solo fue reconocido tras el fin del régimen comunista controlado por la Unión soviética. Hoy es considerado el mayor símbolo de los checos. Úrsula Abarca Torres, gestor cultural en cine, moda y fomento de la lectura, y egresada de la Escuela de Edición de Lima.
Si todavía estás buscando regalo para celebrar el Día de la Madre, un libro siempre será una buena opción. Aquí te dejamos algunos títulos que podrían alegrar a mamá en su día.
Elena sabe – Claudia Piñeiro (2007)
Si a mamá le gustan las novelas policiales, esta es una excelente alternativa. De la mente de la escritora argentina Claudia Piñeiro, la historia cuenta el drama de Elena, una anciana que padece el mal de Parkinson y que está decidida a encontrar la verdad sobre la muerte de su hija Rita. Las autoridades han dictaminado que la mujer se suicidó, pero Elena sospecha que se trata de un crimen. Una imperdible novela que abarca diversos temas como la maternidad y las consecuencias de las enfermedades.
Patria – Fernando Aramburú (2016)
En la localidad española y ficticia de Guipúzcoa, Bittori, viuda de un empresario apodado Txato, visita diariamente la tumba de su esposo, hasta el día en que la ETA anuncia el alto al fuego definitivo. Tras ello, Bittori decide volver a su pueblo, lo cual altera la vida de aquellos que un día fueron sus amigos y vecinos. La tensión política y el clima de represión hicieron que ella y su familia tuviesen que dejar su hogar, ya que se les consideraba traidores.
El nadador en el mar secreto – William Kotzwinkle (1975)
Es una novelita corta, pero de gran factura. La historia narra el nacimiento del hijo de Diana y Laski, protagonistas de la obra, quienes pasan de percibir la maternidad y la paternidad como la más bella de sus experiencias al suceso más duro de sus vidas. Se dice que, años después de su publicación, el mismo Kotzwinkle declaró que la escritura de esta novela le ayudó a superar aquel momento. Escrita con una prosa sencilla y lineal, este libro es muy recomendado para quienes gusten de historias cortan y potentes.
La metamorfosis – Franz Kafka (1915)
Una mañana, tras un sueño intranquilo, Gregorio Samsa despierta convertido en un insecto, lo cual altera la vida de toda su familia. En el transcurso del relato, Gregorio empieza a perder su humanidad, hasta quedar completamente convertido en un monstruo. Altamente recomendado. Anímense a regalarle a mamá una relectura de este clásico de la literatura universal.
Pájaros en la boca – Samanta Schweblin (2009)
Una colección de cuentos que ha sido traducida a más de diez idiomas y que le valió a la autora argentina el Premio Casa de las Américas. El corte de estos relatos puede enmarcarse en el realismo mágico. Desde niños que se convierten en mariposas, pasando por el hallazgo de un hombre sirena en un muelle, hasta un pintor obsesionado con pintar cabezas sangrantes, estos cuentos aseguran un gran momento para todo lector.
Un día como hoy, en 1883, nació uno de los escritores más influyentes de la literatura universal. Y es que el trabajo de Kafka fue innovador en muchos aspectos. Por ejemplo, fue uno de los primeros en combinar elementos fantásticos y realistas en narrativa.
Mucho se ha hablado de Kafka y de las obsesiones que persiguió su literatura. Hoy en día, estudiosos de diversas partes del mundo discuten sobre cómo abordar el corpus literario kafkiano. Podría decirse que no existe una sola forma de hacerlo.
Algunos toman como posible punto de partida la influencia de una ideología antiburocrática, la religiosidad o fuertes cargas reivindicativas en torno a minorías. Otros prefieren tomar como germen la temática psicológica de sus obras. Sin embargo, el expresionismo alemán continúa siendo considerado como su principal influencia.
Contribuciones a la literatura moderna
Uno de los aportes de Kafka a la literatura contemporánea es haber despojado de moralejas a las parábolas, con el objetivo de reflejar el absurdo y la angustia propia de la existencia. De hecho, quienes hemos leído a Kafka podemos afirmar que no hay cuento o novela del autor que no sea traspasada por la desesperación.
Por ello se le considera un escritor existencialista y baluarte del pensamiento que los franceses Jean Paul Sartre y Albert Camus recogerían posteriormente en sus estudios. En tanto, algunos ven tintes marxistas en novelas como El proceso, El castillo y En la colonia de la penitenciaria.
¿Una lectura mística o sencillamente literaria?
Así como se han suscitado admiradores y defensores del aparente misticismo en los escritos de Kafka, también hubo quienes redujeron su obra a sencillas piezas literarias. Este fue el caso del escritor ruso Vladimir Nabokov, para quien las obras de Kafka están lejos del esoterismo o de cualquier matiz religioso.
Autores como la filosofa Hanna Arendt y Edmund Wilson rechazaron la teoría de un «mundo escondido» en las obras kafkianas. De hecho, la misma Arendt señaló que «el mundo de Kafka es un mundo de hombres construido por ellos mismos y que está expresado gracias a la simplicidad y fácil naturalidad de su lenguaje».
Obra cumbre
Las lecturas sobre la obra de Kafka son muchas y sería un despropósito reducirlas a una sola opción. Pero, si de algo estamos seguros es que La metamorfosis, novela corta y emblemática del corpus kafkiano, es el resumen perfecto del estilo del autor: el relato simbólico y metafórico.
La historia narra la transformación del comerciante Gregorio Samsa en un insecto gigantesco, una mañana tras despertar de un sueño intranquilo. En este punto, la novela desarrolla los pensamientos y el deseo de supervivencia del protagonista, quien se enfrenta a una situación incontrolable y desesperada.
Cabe mencionar que la metamorfosis no solo alude al cambio de Samsa a insecto, sino que engloba los sentimientos de su familia, los cuales evolucionan del rechazo a la compasión, de la desesperación al alivio, a lo largo de la narración.
Por ello, esta novela es considerada como una pieza maestra y una lectura recomendada (hasta obligatoria) para quienes deseen iniciar y, por qué no, profundizar en la literatura kafkiana.