Fundada el año 2005 en Medellín, esta editorial independiente colombiana busca publicar libros que atraigan a todos los sentidos.
Diseño y contenido se han vinculado cada vez más en los últimos años. Sin embargo, en el continente latinoamericano este concepto sigue siendo bastante básico. Una de las pocas editoriales que ha desarrollado el área de diseño de la mano de un contenido bien cuidado y de calidad es Tragaluz Editores. Gracias a esta combinación, han logrado sacar al mercado publicaciones con formatos muy originales, desde atractivos libros infantiles y juveniles hasta obras en forma de pergamino. Con el tiempo, sus esfuerzos le han valido reconocimientos internacionales, incluyendo varios reconocimientos como Mejor Editorial de Latinoamérica en la Feria del Libro Infantil de Bolonia.
En esta entrevista, Daniela Gómez Saldarriaga, editora encargada de proyectos especiales, dio luz sobre el concepto de la editorial, su acogida en el país y en la región y su participación en la reciente colección Biblioteca de Escritoras Colombianas, elaborada por el Ministerio de Cultura de este país.
Ocurre seguido que, cuando una publicación pone mucho énfasis en el diseño, el contenido queda en un segundo plano. ¿Cómo han logrado conciliar la edición y la ilustración con el mismo cuidado?
Todo parte de valorar la materialidad del libro como un elemento narrativo. No se trata de hacer un diseño simplemente para crear un efecto estético, la idea es que el contenido de los libros permee los formatos y ambas cosas se comuniquen bien, y que hagan la experiencia de lectura más estimulante. Lo que suele ocurrir con los libros para niños es que usualmente tienen formatos muy esmerados, se enfocan en las ilustraciones, los papeles son interesantes, el tamaño es más disruptivo, justamente porque se busca llamar más la atención de los lectores y generar mayor recordación. La idea es echar mano de esas mismas potencialidades del diseño y pasarlas también a los libros para adultos. Se busca aprovechar los elementos que siempre han estado allí, la tinta, el papel, la encuadernación, los formatos, pero llevarlo hacia un camino más interesante que empieza a distinguir a todos los libros de la editorial. De ese modo, tiene también un efecto en el mercado y más en los lectores, si ven un libro que les parezca hermoso, que este sea de Tragaluz. En parte, esa es también la idea.
En todo momento, la premisa es no hacer libros decorativos; la idea es que la materialidad también sea un elemento narrativo. Esto funciona porque tenemos un equipo multidisciplinar que se encarga de hacer los libros: de ese modo, hay un editor y un corrector de estilo que son los vigías del contenido, y también tenemos a un diseñador que participa con sus sugerencias y propuestas para darle forma al libro. Es entendible que, en fondos muy dedicados a cierto tipo de literatura o contenido, el diseño no sea una preocupación muy presente, y lo único que sea importante es tener un taco de hojas con una cubierta que las proteja. Y esto finalmente funciona, pero en nuestro caso, como hay un interés por la imagen, siempre es una pregunta más bien natural, no ha pasado que nos llegue un proyecto de libro y no nos preguntemos cómo hacerlo más bello, o no sepamos cómo darle potencial al contenido mediante la forma. Pensar en el diseño está tan incorporado a nuestro proceso que siempre es una pregunta latente, y ocurre al mismo tiempo que otras cuestiones naturales al proceso editorial, como quién va a hacer el prólogo, quién es el corrector, quién es el ilustrador. La verdad, no sabríamos hacerlo distinto.
¿Cómo les ha ido con este tipo de publicaciones en el mercado del libro local?
Yo creo que muy bien. Tragaluz se sube a un boom de editoriales independientes en el mundo que a nivel local respondió a la escasez de otros que tuvieran una oferta semejante. Había en Medellín algunas editoriales que tenían propuestas al margen de lo que llamamos independiente, eran iniciativas de algunos editores o escritores, pero no había una apuesta por el libro objeto, por la literatura infantil y juvenil, estas eran mucho más escasas. A partir del nacimiento de Tragaluz, y de algunas editoriales que nacieron un poquito antes y un montón que las siguieron, ha habido un renacimiento de esa pregunta, por la materialidad de libro y por lo que permiten las editoriales independientes, ser un poco laboratorios de las editoriales grandes, empezar a probar con autores que no forman parte del secreto editorial pero que tienen propuestas creativas. Entonces, en ese sentido, por su propuesta novedosa, por su sello distintivo nos ha ido muy bien. Pero también es un mercado limitado, el consumo de libro en Colombia no es muy grande por la situación socioeconómica en que vivimos. Siempre creo en países como los nuestros, con tantas brechas educativas y de acceso a la cultura, no nos iría tan bien, pero al mismo tiempo hay un montón de personas interesadas en este tema, así como carreras relacionadas y gente muy lectora. Sin embargo, seguimos siendo una porción minoritaria en la sociedad. Pero, hablando en términos de audiencia, han sido libros bien recibidos, y ya mirándolo en términos internacionales, por fortuna ha tenido muchos reconocimientos, el último fue Mejor Editorial de Centro y Suramérica en la Feria del Libro de Bolonia (año 2016), que es la más importante en literatura infantil y juvenil en el mundo, y así como ese premio, hay otros que nos ubican en un panorama internacional desde una propuesta que sigue siendo muy alternativa y trabajará siempre por serlo, y tiene muchas innovaciones en cuanto al formato, pero también al quehacer de las convocatorias que hace, los premios que tiene, y los autores que publican.
¿Sus libros se han podido distribuir en otros países?
Nosotros viajamos constantemente a la FIL Guadalajara, tenemos un stand y un distribuidor que se encarga de poner los libros de Tragaluz en librerías. También tenemos una distribución en Argentina, y además participamos en varias ventas importantes en Chile. Esos son principalmente los países adonde distribuimos, no tenemos presencia en otros lugares como España u otros lugares de Latinoamérica, que sigue siendo un desafío muy grande, pero yo creería que general para todos los editores, porque la distribución es super costosa. Entonces siempre hay que inventarse modelos nuevos o encontrar brechas en el sistema para hacerlo posible, porque los fletes que pagan los libros son muy costosos, entonces terminas encontrando un libro argentino en Colombia a un increíbles, o un libro colombiano en Chile a precios muy altos, y obviamente esa no es la idea. Pero los trabajos que hemos avanzado en ese sentido han rendido frutos en México y Argentina, y también vamos a la Feria del Libro Infantil y Juvenil de Bolonia, y aunque allí no tenemos distribución, también es un trabajo de Tragaluz para internacionalizar su sello para darse a conocer en otros países y para enriquecerse de referentes. Entonces es un esfuerzo también para estar en esa Feria, y hemos recibido varios premios de mención en la Feria de Libros de Bolonia, y el premio que te comenté.
Muchas veces, entre editoriales independientes se ayudan para la distribución. Sin embargo, no hay muchos sellos similares al de ustedes en otros lugares de la región.
Sí, lamentablemente no tenemos esos contactos. Una vez tuvimos una experiencia con una editorial independiente, pero era muy grande y la distribución terminó siendo muy problemática y finalmente nos dimos cuenta que mantener nuestra escala con pares que tienen el mismo tamaño que nosotros es mucho más factible. Ahora, por ejemplo, nos distribuye una editorial de nuestro tamaño, y también por nuestra parte les ayudamos a crecer, pues ellos tienen cosas que nosotros sí tenemos y si queremos ir a Guadalajara ellos nos ayudan con cosas que nos salen super costosas. Entonces es cierto, una hermandad entre editoriales de la misma dimensión suele salvar esas brechas que existen en los países latinoamericanos.
Ustedes han participado de la elaboración de la colección Biblioteca de Escritoras Colombianas. ¿Cómo ha sido este proceso?
La Biblioteca es una iniciativa del Ministerio de Cultura de Colombia. La editorial participó en un principio con el manual de estilo de la colección, es decir, recibimos por encargo hacer el diseño de los libros. Diseñamos originalmente la mitad de la colección, la otra mitad la diseñó una editorial de Bogotá que se llama Laguna Libros, y ellos se encargaron de la producción. Hasta allí fue, en un principio, nuestra participación. Luego, entramos como proponentes junto con otras editoriales de Colombia para que el ministerio nos hiciera el puente para publicar uno de los títulos de la biblioteca comercialmente, que fue como la segunda etapa del proceso. Primero, publicar los dieciocho títulos de distribución gratuita que se llevaron a bibliotecas del país, y luego, hacer el puente para que editoriales adoptara, cada una un título para su distribución comercial. Nosotros tenemos el único título de dramaturgia de la colección, Los hijos de ella, por una escritora barranquillera llamada Amira de la Rosa. Esperamos que salga para FILBo, entre finales de abril y mitades de mayo, entonces estamos montados en el proyecto como editorial. Nos hace mucha ilusión porque no es una escritora muy conocida, tampoco hay muchas editoriales en Colombia que se dediquen a dramaturgia y nosotros tenemos una colección de ese género, que aún no tiene muchos títulos, pero los que tiene son buenísimos, y este viene a incorporarse a esa línea, aunque tenga la identidad gráfica de la colección.
Pilar Quintana fue la editora de la colección, ella vio los títulos que iban junto con un equipo de otros asistentes editoriales, parte su labor fue elegir qué escritoras meter en la colección con cuáles obras, si tenían circulación comercial o no, si habían sido editadas o no, y contactar a los herederos, trabajar los textos, y además trabajó un librito que brinda contexto de cómo fue la investigación para llegar a estos nombres. Fue una especie de tema de rescate, porque varios de estos libros se distribuyeron en su momento, pero no volvieron a salir entonces no había manera de conseguirlos. Básicamente, la naturaleza de la colección es rescatar aquellas obras que deberían formar parte del canon, pero por cuestiones ideológicas estaban por fuera, entonces se busca reintegrarlas para que la gente los pueda leer.
Finalmente, ¿podrías recomendar cinco títulos?
Por un lado, en Tragaluz tenemos una sección llamada Lusitania, dedicada a autores que escriben en portugués. El papá de esta colección es Fernando Pessoa, pero sus obras se intercalan con otras de autores contemporáneos portugueses. Es una colección muy interesante porque tiene muchas cosas que no habían sido traducidas, también tiene traducciones originales, es un trabajo muy juicioso de revisión del trabajo de Pessoa mezclado con otros grandes autores como José María Cardoso o Alfonso Cruz, que son autores contemporáneos portugueses.
Tenemos una colección de literatura juvenil, y de ella recomendaría especialmente a Juliana Muñoz, es una escritora bogotana muy joven, en parte un hallazgo de Tragaluz, que tiene una propuesta juvenil muy poética, muy hermosa.
Tragaluz también se ha caracterizado por su colección de poesía. Tenemos una colección de poetas ilustrados, de ella forma parte Jaime Jaramillo, un gran poeta colombiano que murió hace muy poco. Recomiendo un libro de él que no forma parte de esta colección, pero a mi parecer es uno de los libros más hermosos que ha publicado Tragaluz, llamado Cartas con Geraldino, es una correspondencia que mantuvo con un poeta brasileño que al mismo tiempo se puede ver como una novela de la amistad que se trazó entre estos dos poetas.
En el territorio del libro álbum, Tragaluz tiene libros muy extraños: libros triangulares, libros pergamino, libros alargados. Hace poco publicamos un libro llamado A la sombra de un naranjo que sigue dando sorpresas, se trata un pergamino de seis metros y es así porque las ilustraciones lo pedían. Estas fueron hechas por un ilustrador iraní llamado Mohammad Barrangi, que se ganó el premio de la ilustración de Tragaluz. Con base en las ilustraciones que nos mandó hicimos un ejercicio de écfrasis para escribir una historia, pero también condensa buena parte de la singularidad de Tragaluz como propuesta editorial.
Y finalmente, mencionar también que tenemos una colección infantil, y de ella resalto el libro El tiempo de mi casa de Samuel Castaño, que es uno de los ilustradores más cercanos al corazón de Tragaluz; él comenzó su trabajo editorial de la mano de nosotros, y es un libro precioso que también da buena cuenta de lo que piensa Tragaluz sobre literatura infantil que es apostarle a textos que tienen hondura, profundidad psicológica, que tratan temas duros pero justo por eso es necesario que intervenga la literatura para hacerlos aparecer en el mundo de los niños.