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Truman Capote: en la vorágine de la no ficción

Hablar de Capote es sumergirse, irónicamente, en las profundidades de una historia de ficción. A cien años de su nacimiento, lo recordamos así en este artículo.

En 1947, la crítica ovacionaba a un joven escritor de 21 años que acababa de ganar el Premio O. Henry, uno de los galardones literarios más importantes de Estados Unidos. Su nombre era Truman Capote. La distinción provenía de un relato llamado «Shut a final door» (en español, «Cierra la última puerta»), el cual lo encumbró como una joven promesa literaria.

Más aún, los críticos calificaban a Capote como discípulo del mismo Edgar Allan Poe. Esta fue la llave que abrió el arco dramático en la vida de uno de los más grandes autores de la literatura y el periodismo. El ascenso de Capote como autor de culto se basó en su comprensión de su sociedad, así como en la búsqueda incansable de su propia identidad.

Otras voces, otros ámbitos, su primera novela que fue publicada en 1948, refleja precisamente la aceptación de Capote—lo cual deja entrever que Joel, el protagonista, es de algún modo el alter ego del autor— de su homosexualidad, constante que se reflejaría a lo largo de su carrera. De hecho, en Música para camaleones, su último libro, Capote se describe de la siguiente manera: «Soy alcohólico. Soy drogadicto. Soy homosexual. Soy un genio». En esto reconocemos a un escritor presa de sus demonios y de una genialidad volcada en la construcción de un estilo que no se conforma únicamente con las convenciones tradicionales.

Y esto, además, es punto de discusión, pues A sangre fría (1966), obra maestra de Capote y punto de partida de lo que llamó la novela de no-ficción, no estuvo exenta de críticas, elogios y polémicas. Tal como señala el periodista Juan Carlos Laviana, «solo unos pocos se atrevieron a cuestionar que se trataba de una historia novelada». Es decir, A sangre fría no era más que una novela basada en hechos reales.

Por otro lado, algunos teóricos afirman que la non-fiction-novel tiene un antecedente mucho más lejano. Y es que, en 1957, el escritor argentino Rodolfo Walsh publica Operación masacre, obra que se considera el referente de lo que fue el nuevo periodismo estadounidense. Esta novela narra las entrevistas que se hicieron a los sobrevivientes del movimiento Revolución Libertadora, quienes fueron condenados a ser fusilados en 1956 en el cono urbano de Buenos Aires.

En el caso de Capote, A sangre fría utiliza la misma técnica de Walsh, al recopilar los testimonios de los pobladores del condado de Holcomb sobre el asesinato de una familia de agricultores de Kansas. La noticia fue publicada en el New York Times el 16 de noviembre de 1959, hecho que fascinó a Capote y le hizo pensar que podría tratar esa noticia de forma literaria. De este modo, durante cinco años, el autor entrevistó a testigos, revisó informes policiales y, lo más resaltante de esta investigación, se entrevistó con los autores del crimen: Perry Smith y Richard Hickock.

Capote se ganó la confianza de los prisioneros, de modo que pudo acercarse a la veracidad de los hechos conforme avanzaban las conversaciones. Así, la novela crea una atmósfera de incertidumbre, describiéndose los asesinatos tal cual sucedieron, desprovistos de cualquier tipo de censura. El título de la obra, además, alude a dos cuestiones que pueden extraerse al leer entrelíneas: la crudeza del asesinato de la familia Clutter, pero también la actitud de la sociedad que terminó ejecutando a Smith y Hickock en abril de 1965.

El libro se convirtió en un éxito rotundo y se hablaba de la creación de un nuevo género literario: la novela de no ficción. Aunque, como ya vimos, la corona de dicha corriente se encontraba en el sur. Ejemplos de esa senda pueden encontrarse en el corpus literario contemporáneo, como Una novela criminal del mexicano Jorge Volpi. Y así como reventaban los fuegos artificiales ante su obra, también hubo voces que denunciaron que el mismo Capote había distorsionado muchos de los testimonios recabados, lo cual resultó en pasajes falsos y alejados de la realidad. Sin embargo, esto fue dejado de lado debido al creciente éxito del autor. Y, esa ya es otra historia.

A cien años de la muerte de Capote, controvertido, extravagante, amigo de celebridades y huésped de los más altos círculos sociales, podemos afirmar que no solo se trata de un rey con la corona bien ganada, sino de uno de los escritores que supo aprovechar coyunturas y el talento innato para desplegar una genialidad que, al día de hoy, muchos aspiran, pero pocos consiguen.

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