fbpx

Una reseña sobre el poemario «Demolición de las aves» de Erika Aquino

Cesar Augusto López, docente de la Escuela de Edición de Lima, nos presenta una interesante reseña sobre la más reciente obra de la autora piurana Erika Aquino.

Cuando caen las aves, cae también el universo todo.

Demolición de las aves es el segundo poemario de la piurana Erika Aquino. Cuenta con treinta poemas caracterizados por presentar sus títulos hacia el final de cada pieza. Esta no es una disposición común, pero puede responder al título del conjunto. Después del fin de las aves, la caída es inevitable. Para aproximarnos a la presentación de la poética de Aquino, nos parece necesario meditar sobre la ascendencia de lo teológico en su escritura y cómo la mirada femenina construye una continuidad y crítica de sus formas, aún presentes en la escritura y con su expansión poética.

¿Qué quedaría después de las aves? Al parecer la caída e incluso la perdición o como menciona la voz poética sobre estos animales: «tropiezan estrepitosamente» (p.10). Lo que sucede después de la caída es imprecación, inasibilidad y devenir. El poemario es un canto dedicado a un tipo de final que no se tematiza, como se esperaría de modo clásico, sino que atiende a una suma de precipitaciones en la que aparecen más de una veintena de seres vivos entres animales, insectos y plantas.

La experiencia de la abolición del vuelo se aúna o hermana a la visión femenina que cuenta con su cuerpo, pero también el reclamo, ya sin la divinidad como garante: «¿Por qué no hundiste mi cabeza en el vientre materno/ y me ahogaste con su agua estancada?» (p.11). Sin duda, la presencia del doliente Job es inevitable en sus versos del diez al trece del capítulo tres del libro bíblico dedicado a su historia: «Porque no me cerró las puertas del seno materno ni ocultó a mis ojos tanta miseria. ¿Por qué no me morí al nacer? ¿Por qué no expiré al salir del vientre materno? ¿Por qué me recibieron dos rodillas y dos pechos me dieron de mamar? Ahora yacería tranquilo, estaría dormido y así descansaría…». El parecido es innegable, pero el devenir femenino no se ciñe a la mirada de lo humano-masculino, sino que, a través del cuerpo, amplía la experiencia junto con toda la creación, quizá como San Pablo mencionaba en su carta a los Romanos: «Sabemos que la creación entera, hasta el presente, gime y sufre dolores de parto» (8, 22).

¿Cuál sería la poética que se nos presenta en Demolición de las aves? A cuenta de riesgo, consideramos que, fuera de un posible nihilismo en los poemas, es la caída misma la que se encuentra presente en los poemas; el reconocimiento de su inevitabilidad en el que la memoria juega un papel preponderante como en la imagen del cuidado de la leche y la relación con la madre en el poema «La teoría de las cuerdas es una vibración en las hornillas». La caída también se encuentra en la culpa, un tópico clásico de la poesía que enlaza a Aquino con Vallejo, incluso. La conciencia de la caída es siempre más de una sola percepción, ya que la voz poética nos dice que «Rasgarse es la forma milenaria/ de resistir la culpa de ese otro/ que nos devuelve nuestra propia mirada» (p. 19). Hasta en la experiencia cinematográfica es posible percibir una huella de aquella ausencia de armonía que atraviesa la poética del libro; la belleza del fracaso, tal vez.

Imposible no reconocer la presencia clara de lo erótico y lo orgásmico como algo más que solo una marca solitaria o culposa, sino como un registro del pasado que se actualiza junto a animales, insectos y prostitutas: «Desmembrada así/ castigué a dios en una esquina/ y aprendí a acariciar con mi boca» (p. 27). Lo sagrado es tomado por asalto desde la particularidad de la perspectiva poética. No es una rebeldía o crítica mecánica, sino que todo está sujeto a una invasión de muchas presencias como en el poema «El Bing bang asfixiándose por las gaviotas» (p. 29).

No es, pues, lo teórico aquello que se enfrenta a lo divino o a lo cósmico, sino lo sensible y su constante relación con el recuerdo de diversas intensidades. Por ende, es un recorrido que también acoge a un demiurgo derrotado con el que se puede establecer una conexión emocional y, acaso, problemática en torno a una relación fracasada con todo, incluso con la divinidad cuando se menciona que «dios impreca su creación demente/ Acá el mismo dedo/ escribe las imprecaciones de dios» (p. 31).

Creemos, así, que la demolición de las aves podría ser el derrumbamiento de lo trascendente, aquello que va más allá de uno y por lo que se pugna en el mito cristiano. El más allá de la propuesta de Aquino puede ser un más acá en el que la derrota podría ser un paso hacia una especie renovación, aunque no se puede percibir tal realidad en el poemario. Esta es solo una observación o casi sugerencia de quien escribe la reseña, pero que nada tenga que ver con los versos del conjunto presentado en esta ocasión.

Es posible encontrar el desdoblamiento de un nuevo orden en el libro, siempre a partir de la dispersión o derrumbamiento de la inocencia, de lo equilibrado, de los primeros momentos, de la propia luminosidad. No es un nacimiento feliz, muy por el contrario, es la divergencia de un mundo que ya no contaría con el garante teológico y, por ese motivo, tocaría reconocer las sensaciones, darles su lugar, aunque sea por oposición después de que se nos comparte lo siguiente: «Afligir la advertencia del dedo/ en la decimocuarta estación/ en la que un hombre me levanta la falda/ y hunde su cruz en el sepulcro» (p. 49).

A pesar del aliento modernista o vallejiano del verso citado, se nos confiesa un hecho específico de violencia en un contexto de cierto carácter de expiación, pero para el que queda solo la muerte como prenda. No se nos conduce hacia el odio, sino al reconocimiento del fin y un nuevo régimen claro en el poema «Manifiesto de una piedra», en el que se nos dice «Soy la guardiana del arrecife/ y también la otra Eva» (p. 51). Se desdoblaría, así, la visión de una sola narración mítica, sino que se recurre a la actualidad de Lilith y su presencia como toda una exterioridad a la versión oficial de la primera historia.

Insistimos que en Demolición de las aves no se nos presenta una visión lastimera o de víctima, sino que se reconoce el desmoronamiento causado por la incapacidad de retomar el vuelo (¿una ficción no tan precisa o insuficiente para la muy mortal contemporaneidad?). Se emprende así una evaluación total cuando se nos propone que el acabose fuera «como si los siglos me golpearan estrepitosamente/ y odiara el devenir del mundo» (p. 55). Aquella experiencia de la caída no es grata y consta a lo largo del poemario esa situación tensa de una sucesión infinita de finales en cada una de las piezas poéticas.

No es en vano el título del libro que invita al lector a preguntarse, creo que, en primer lugar, ¿por qué acabar con los pájaros? Creemos haber esbozado alguna respuesta en nuestra reseña, pero hay más por descubrir en el libro, el cual recomendamos, por reconocer su valor y muchos de sus despliegues sugerentes. Solo el lector podrá decidir su respuesta a esa destrucción que el libro invoca y por el cual no hay pierde, si nos adentramos en él, además de agradecer a Aquino por ser coherente en acompañarnos, sin mordazas o razonamientos exagerados, con una poética, también, de la crisis.

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn