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El libro ante la crisis del Covid-19

Escribe Dante Antonioli Delucchi

Se ha comentado mucho sobre cómo la pandemia transformó nuestras vidas en varios aspectos. Luchamos por acostumbrarnos al encierro durante los primeros meses, «aprendimos» a lavarnos las manos con mucha más frecuencia que la habitual, peleamos con las mascarillas y los protectores faciales, nos percatamos más de las personas que caminaban a nuestro lado, reorganizamos nuestros horarios para comer y trabajar. Volvimos a casa y, muchas veces, tal vez, nos sentimos extraños en ellas. Con el Covid-19 también apareció la crisis económica, el desempleo y la reducción de ingresos.

El mundo del libro no ha sido ajeno a todos estos cambios. Al igual que todas las actividades económicas y culturales, también sufrió un severo impacto. En efecto, no pocas empresas editoriales, imprentas, librerías, distribuidoras, así como profesionales vinculados al sector, se han visto fuertemente afectados por las consecuencias del Covid-19. Desde la paralización casi total hasta la implementación de protocolos para el reinicio de actividades, algunas empresas cerraron y muchos profesionales quedaron desempleados. Aunque todavía no contamos con datos «oficiales» sobre el efecto de esta crisis en el mercado del libro, los cálculos más conservadores estiman una reducción de la actividad económica de entre 40% y 50% respecto del año pasado.

En el recorrido de este ya largo camino, surgieron transformaciones que, de alguna manera, permitieron que los negocios continúen operando con distinto éxito.

Transformación del trabajo (home office).

Esta ha sido la primera y más generalizada de las transformaciones ocurridas en el sector (y en casi todos los sectores). Desde que se dictaron las medidas de restricción del tránsito de personas y de actividades económicas, las empresas implementaron distintas modalidades de trabajo a distancia, buscando una solución inicial ante las medidas promovidas debido a la cuarentena.

Sin embargo, al paso del tiempo surgieron no pocos inconvenientes. En muchos casos, los empleados no contaban con equipos apropiados para el trabajo desde casa (o no los tenían) y/o su plan doméstico de Internet no tenía el ancho de banda suficiente para realizar vídeo llamadas. Adicionalmente, el uso masivo de Internet en distintas zonas de la ciudad colapsó el servicio o lo hizo extremadamente lento. El trabajo en casa, en simultáneo con las clases escolares y universitarias a distancia, todo ello funcionó como «potenciador» de los problemas indicados líneas atrás.

Esta situación ha ido estabilizándose; el tiempo transcurrido nos ha permitido organizarnos mejor y optimizar algunos de nuestros recursos. Todavía nos falta.

Las nuevas librerías (ecommerce) y la expansión del delivery.

La restricción de actividades económicas y culturales que implicaban reunión de personas impactó de inmediato a las librerías y a otros espacios de comercialización del libro. Aunque unas pocas contaban con tiendas virtuales, el negocio de la venta de libros en muchos de nuestros países había sido, tradicionalmente, presencial.

La pandemia impulsó el desarrollo de plataformas para la venta por Internet, no pocas librerías y editoriales lanzaron sus tiendas virtuales para movilizar sus stocks y algunas pudieron acelerar el desarrollo de contenidos digitales. Sin embargo, dado que la actividad librera no fue considerada esencial por nuestros gobiernos, estas iniciativas debieron enfrentarse a la restricción del tránsito de vehículos motorizados. En un primer momento, la venta de libros y contenidos digitales a través de soluciones ecommerce fue la única opción.

Para superar esta restricción, se implementaron sistemas de entrega a pie o en bicicleta. Si bien el volumen inicial no permitió recuperar las ventas pre Covid-19, en los meses posteriores, con la modificación en las condiciones de inamovilidad y la apertura de varios sectores de la economía, la solución inicial se complementó con el uso de los servicios motorizados de las empresas de recojo y entrega a domicilio.

Inicialmente utilizada para el envío de comida rápida y algunos productos del rubro regalos, la entrega por delivery de libros llegó para quedarse, fortaleciendo, de esta manera, un canal que había tenido uso limitado en Latinoamérica.


La crisis del sector del libro aún está muy lejos de resolverse. Las ferias en su modalidad virtual no han logrado cubrir el espacio y el alcance que antes tenían; los niveles de facturación de antes de la pandemia difícilmente se recuperarán hasta que no se defina el retorno a clases o la continuidad de la virtualidad; la expansión de los catálogos digitales de los editores está limitada a sus disponibilidad de recursos. El consumidor tiene que desarrollar una mayor confianza en las transacciones en línea y acceder a mecanismos de protección de fraude rápidos y efectivos.

La implementación de soluciones durante esta grave crisis sanitaria ha sido un proceso complejo de «prueba y error», adaptando, innovando, rediseñando, arriesgando. Pero, ¿acaso no ha sido así siempre?


Dante Antonioli

Economista por la Pontificia Universidad Católica del Perú, ha seguido cursos de postgrado en edición (UNESCO), evaluación de proyectos y planeamiento estratégico (BID). Se ha desempeñado como editor académico durante más de 25 años y como gerente comercial de Pearson Educación entre 2012 y 2021. Es docente de Derechos de Autor y Gestión Editorial en la Escuela de Edición de Lima. Es consultor en temas editoriales y planeamiento estratégico para diversas organizaciones, ha participado en diversos congresos, foros y debates sobre el libro y la lectura en Perú y América Latina. Por encargo del Congreso de la República del Perú, participó de la revisión de las autógrafas de las leyes del libro de 2003 y 2020. Es autor de Derecho de autor para autores y editores (EEL, 2019) y de artículos que han aparecido en diversos medios de Hispanoamérica.

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