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Barack Obama: de editor a presidente

Hace poco ha sido publicado el primer volumen de las memorias de Barack Obama, Una tierra prometida (Crown Publishing Group en inglés y Debate en castellano), libro que ha sido el fenómeno editorial más grande de los últimos años. Repasemos un poco la vida de Obama y sus vínculos con el mundo editorial desde sus años de juventud en la universidad.

Escribe Ricardo Meinhold

Siempre es un placer leer un libro bien escrito —y bien traducido—, sobre todo si se trata de uno de memorias. Todavía más si se trata de uno de memorias políticas, casi siempre una enumeración de aciertos (nunca de errores) o una parcial interpretación de los hechos. Rara vez son una reflexión honesta de quien tuvo la oportunidad de influir en la Historia —con mayúscula—. Es la que transpira Una tierra prometida (A Promised Land), el primer volumen de las memorias presidenciales de Barack Obama, publicadas en noviembre y que solo en su primer día de publicación vendió 900 000 ejemplares.

Escritas una vez finalizada su gestión, sus memorias son un intento de ordenar y entender aquellos ocho años en la Casa Blanca, así como su impacto y consecuencias en la sociedad actual. Porque al ser el primer presidente afroamericano de los Estados Unidos, él sabía que su administración traía consigo el peso de una promesa incumplida, nacida cincuenta años atrás, cuando Rosa Parks rehusó levantarse de su asiento en un autobús público para cedérselo a un blanco, y que continuó con el activismo de Martin Luther King contra la segregación y la discriminación racial hasta su muerte en 1968. Pero también el peso del sueño americano. Aquel que alguna vez fue la bandera de Estados Unidos y en la que entonces ya nadie creía.

Hijo de padre africano y madre blanca estadounidense, nació en Honolulu, Hawái en 1961, vivió en Indonesia, Los Ángeles y Nueva York, pero fue en Chicago donde se desarrolló e inició su carrera política. Se graduó en la Universidad de Columbia y en la prestigiosa escuela de Derecho de la Universidad de Harvard. El provenir de dos mundos tal vez le permitió ser aquel eslabón que hacía falta para alcanzar el cambio que reclamaba su país, sobre todo después del atentado del 11 de septiembre. Se convirtió primero en senador por el estado de Illinois (gracias a su discurso de apertura en la Convención Nacional Demócrata que impulsó su candidatura) desde el 2005 y finalmente en el 44° presidente de los EE. UU. desde el 2009 hasta el 2017.

Si cumplió la promesa o no es justamente lo que debemos descubrir nosotros los lectores al cerrar este libro. El país del norte vive actualmente una polarización atizada por su actual presidente. Pero la responsabilidad del presidente de los Estados Unidos va más allá de sus fronteras, porque finalmente ellos asumieron —después de la Segunda Guerra Mundial— el liderazgo del mundo libre. De alguna forma los países de occidente le dimos ese liderazgo que Donald Trump no quiso asumir. Es a la luz de esos acontecimientos que estas memorias adquieren una lectura diferente.

Sin embargo, no puedo dejar de pensar que la fina prosa, las buenas lecturas, su capacidad de trabajar en equipo, lograr acuerdos, convencer personas; no se fraguó en las convenciones demócratas ni en las campañas políticas para el senado, y la presidencia después, sino en la sala de redacción de la renombrada revista de leyes de la Escuela de Derecho de Harvard donde fue editor primero y presidente después —léase director o jefe de redacción— con 80 personas a su cargo, entre colaboradores, redactores y editores. De hecho, fue el primer presidente negro de dicha publicación. Este episodio, como en las historias clásicas, es la victoria del héroe rebelde en su solitaria batalla contra la sociedad y el mal.

Editada y publicada desde 1887 por un grupo independiente de estudiantes, Harvard Law Review es una de las revistas jurídicas más reconocidas de los Estados Unidos. Una revista estudiantil de 4000 ejemplares que se publica mensualmente. La calificación final de los estudiantes de primer año sumada a un concurso de edición y escritura —analizando y editando adecuadamente el extracto de un artículo legal sin publicar— son los filtros para la selección de los editores. Gracias a que en las clases sus intervenciones eran brillantes y sólidas fue admitido en la redacción de la revista. Su trabajo como editor le significaba más de 40 horas semanales revisando originales y pruebas, escribiendo anotaciones al margen de los artículos. Su perspicacia y ojo agudo hicieron que destaque del resto de editores y los directores de la revista lo animaron a concursar para presidente de la publicación. De 19 candidatos, Obama resultó el elegido, ejerciendo como voluntario a tiempo completo. Durante su año como presidente supervisó la totalidad del volumen 104 (actualmente un volumen para coleccionistas). En las interminables discusiones del consejo de redacción, verdaderas batallas campales, sus compañeros no olvidan como su director, sin perder los papeles, les decía: «Calma, muchachos, que nadie lee lo que publicamos». Verdadero aprendizaje para la presidencia y que lo emparenta con el presidente John F. Kennedy quien, con comentarios similares, calmaba el clima en la Oficina Oval. Haber sido escogido como el primer presidente afroamericano de aquel suplemento de leyes fue recogido por los medios que le dedicaron entrevistas y reseñas. También gracias a ello le ofrecieron un anticipo para escribir un libro sobre las relaciones raciales, cuya redacción evolucionó hasta convertirse en unas memorias personales que bajo el título de Los sueños de mi padre: Una historia de raza y herencia se convertiría en su primer libro publicado en 1995.

A partir de ahí trabajó como profesor en la Universidad de Chicago enseñando Derecho Constitucional, dirigió una organización sin fines de lucro Project Vote cuya meta era inscribir afroamericanos no registrados en el estado de Illinois, se unió a un bufete jurídico especializado en derechos civiles, participó en proyectos de desarrollo como fundador o director, se convirtió en senador del decimotercer distrito de Illinois, luego senador por el estado de Illinois y finalmente presidente de su país por dos periodos consecutivos.

Que aquella experiencia lo marcó se hizo evidente al aceptar, aún en el ejercicio de su último mandato, ser editor invitado para la edición de noviembre del 2016 de la revista Wired, prestigiosa publicación de tecnología y estilo de vida, y proponer en sus páginas que los cambios tecnológicos son también una manera de superar los obstáculos y una oportunidad para romper fronteras: personales, locales, nacionales e internacionales. De hecho, la junta editorial de la revista decidió dividir esa edición en secciones con el nombre de dichas fronteras.

En el prefacio de Una tierra prometida, Barack Obama dice: «Aún prefiero escribir a mano: creo que el ordenador da incluso a mis borradores menos pulidos una pátina demasiado satinada, y confiere apariencia de pulcritud a las ideas a medio elaborar». Las palabras son actos, escribió Jean Paul Sartre.

Por el momento solo nos queda esperar con impaciencia el segundo volumen.


Ricardo Meinhold Gálvez nació en Lima en 1971. Es editor y escritor. Ha colaborado para revistas como SOHO Perú y URL, Una revista de libros. Ha sido editor de la revista Beppo de la Escuela de Edición de Lima. Es especialista en finanzas y considera la edición como una manera de influir, para bien, pero sobre todo para mal, en la sociedad.

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