Cada autor maneja su propio ritmo de escritura, sus propios métodos, sus propias concepciones del oficio. A continuación, te les presentamos unos cuantos testimonios de escritores respecto a cómo afrontan el momento de escribir.
Mario Vargas Llosa
«Trabajo de una manera bastante disciplinada. Escribo todos los días, por lo menos me encierro frente al escritorio unas seis horas u ocho horas, depende como vaya el trabajo. Pero, en principio lo hago todos los días, de lunes a sábado, casi como un oficinista (…) Las mejores horas para mí son siempre las primeras, cuando comienza el día, esas son las horas más fértiles y en las que trabajo mejor. Después ya se me va haciendo todo cuesta arriba y nunca he podido escribir en las noches, por ejemplo. En las tardes o en la noche tomo notas, reviso y preparo un poco el trabajo del día siguiente. Me cuesta mucho trabajo retomar lo que escribo. Si es que lo interrumpo por unos días o por unas semanas después me resulta muy difícil. Generalmente el comienzo de una novela es muy dificultoso, tengo una gran inseguridad, muchas dudas y es la parte más fastidiosa. Una vez que tengo un borrador más o menos terminado, entonces, sí, el trabajo resulta muy excitante, dedico muchas más horas y ya tengo una confianza mucho mayor. Para mí, lo que resulta maravilloso de mi trabajo es ese momento en el que ya la historia parece tomar forma y comienza a tener una vida propia».
Juan Carlos Onetti
«Yo escribo por ataques: a veces me paso meses y meses y no se me ocurre nada. Pero siempre sé que va a volver, que siempre volverá. Y vuelve: en el momento más inesperado el tema llega y lo domina a uno. Cuando se pone a buscar el tema, como hacen algunos que no quisiera nombrar, pensando que está bien escribir esto y mal esto otro, entonces uno no es un artista. Podrá ser un correcto escritor, pero no un artista (…) La paz es necesaria para el escritor… Es malo estar angustiado por lo que pasa cada día. Escribir en estas circunstancias puede ser peligroso en cuanto lleva a dos posturas: o cruzarse en brazos y romper la pluma, o caer en el panfleto. Es una defensa pasiva o activa».
Gabriel García Márquez
«Lo he dicho varias veces (sobre el lugar ideal para escribir): una isla desierta por la mañana y la gran ciudad por la noche. Por la mañana, necesito silencio. Por la noche, un poco de alcohol y buenos amigos para conversar. Siempre tengo la necesidad de estar en contacto con la gente de la calle y bien enterado de la actualidad. Todo esto corresponde a lo que quiso decir William Faulkner cuando declaró que la casa perfecta para un escritor era un burdel, pues en las horas de la mañana hay mucha calma y en cambio en las noches hay fiesta».
Haruki Murakami
«Lo primero que requiero cuando me pongo a escribir es silencio. Ni siquiera echo mano de música de fondo, excepto cuando escribo otra cosa, algo no literario (…) En casos como este, suelo decantarme por la música clásica, más que por el jazz o el rock. Cuando no escribo mis propias obras, me dedico a traducir, algo que es muy bueno mientras espero: sí estoy escribiendo, pero no es mi propia novela».
Enrique Vila-Matas
«Para escribir un nuevo libro, siempre necesito entrar en conflicto con el anterior. Me ha pasado mucho en los últimos veinte años: al terminar una de esas novelas que acostumbraba a conducir a un cul de sac y ponían muy difícil la puesta en marcha de un siguiente proyecto, los amigos me preguntaban qué iba a hacer después de haber llegado a aquel callejón de salida. Me parece haber descubierto que escribo novelas para, al final de las mismas, iniciar lo que de verdad me interesa: desarrollar una esforzada y heroica búsqueda de una salida de ellas, un nuevo objetivo, que siempre acaba siendo el mismo. En la inevitable sesión de preguntas que sigue a la presentación del nuevo libro, una señora quiso saber cuándo dejaría de escribir sobre lo mismo. «Cuando me salga bien», le dije».
Richard Ford
«No creo en la esencia en lo que concierne a la literatura. Punto. Ésa es una noción platónica que simplemente nunca he seguido a la hora de describir con precisión la experiencia humana. En cuanto a eliminar o borrar, no borro mucho. Con cada golpe intento evaluar la importancia de todo lo que elijo poner en la página. Así que no necesito borrar mucho. Como sucede en la vida, cada cosa de cada frase no puede ser algo significativo. Pero el todo, al menos para mí, sí debe ser significativo. Así que intento negociar las cosas menos importantes que inevitablemente deben estar presentes para poder resaltar las más importantes (…) Nunca sé con mucha certeza cuál será la próxima palabra que escriba. Hago planes e intento seguirlos, pero, aún así, la escritura palabra por palabra siempre es sorprendente».
Stephen King
«En mi caso, el horario está bastante claro. Dedico las mañanas a lo nuevo, la novela o cuento que tenga entre manos y las tardes a la siesta o a la correspondencia. La noche pertenece a la lectura y la familia, a los partidos televisados de los Red Sox y a las revisiones más urgentes (…) Cuando he empezado un proyecto no paro, y sólo bajo el ritmo si es imprescindible. Si no escribo a diario empiezan a ponérseme rancios los personajes, con el resultado de que ya no parecen gente real, sino eso, personajes. Empieza a oxidarse el filo narrativo del escritor, y yo a perder el control del argumento y el ritmo de la narración. Lo peor es que se debilita el entusiasmo de crear algo nuevo; empiezas a tener la sensación de que trabajas, sensación que para la mayoría de los escritores es el beso de la muerte».
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