El trabajo con manuscritos y textos originales de autores es una de las fases principales del proceso de manufactura del libro. Pero, ¿de qué hablamos cuando hablamos de editing? En el siguiente artículo, Diego Barros, editor y sociólogo de la Universidad de Buenos Aires, precisa este y otros conceptos respecto a la etapa decisiva de una publicación.
Por Diego Barros
En su Lección inaugural en el College de France «Escuchar a los muertos con los ojos» (2007), el historiador francés Roger Chartier (1945) afirmó: «Los autores no escriben libros, ni siquiera los suyos. Los libros, manuscritos o impresos, son siempre el resultado de múltiples operaciones que suponen decisiones, técnicas y competencias muy diversas».
En este y en tantos otros análisis en torno al libro y a la lectura, Chartier ha echado luz sobre la especificidad y significación de la tarea del editor, una profesión que, según afirma, surgió en Francia hacia 1830, al separarse definitivamente del impresor y del librero.
En efecto, buena parte de aquellas «múltiples operaciones» a las que hace referencia Chartier, pueden resumirse en lo que en la jerga editorial se conoce con el nombre de editing, y en donde confluye una sucesión muy variada de miradas profesionales que no solo terminan transformando el manuscrito del autor sino que le dan al mismo una serie de valores agregados que, se suponen, hacen posible la adecuada llegada de un libro a sus destinatarios.
Un recorrido guiado por el know-how editorial
A examinar de modo sistemático y en profundidad las implicancias del llamado editing, está destinado el curso Editing en el Proceso Editorial a dictarse en la Escuela de Edición de Lima todos los martes, entre el 22 de octubre y el 10 de diciembre próximos.
Partiendo de la indispensable distinción —a veces no tan claramente evidente para muchos— entre «texto» y «libro», este curso abordará las diferentes dimensiones y etapas propias del trabajo del editor, un profesional —una vez más con Chartier— que puede ser definido «… en tanto coordinador de todas las posibles selecciones que llevan a convertirse en un libro, y al libro en mercancía intelectual, y a esta mercancía intelectual en un objeto difundido, recibido y leído» (Cultura escrita, literatura e historia. Conversaciones con Roger Chartier).
Haciendo especial foco en la relación fundante que la define —la que se entabla entre el autor y el editor— las clases guiarán a los alumnos en el abordaje, en una primera instancia, del estatus del manuscrito producido por el autor, así como de los modos posibles en que un editor debe posicionarse para juzgar un producto que es expresión de la plena subjetividad de su creador.
Así, se espera poder dar respuesta a preguntas tan cruciales como: ¿Es posible emitir un juicio crítico objetivo de un texto con dichas características?, ¿Es posible hacerlo sobre una materia en la que el editor no se encuentre formado profesionalmente? Y aún más: ¿es posible enjuiciar un texto ficcional y, en todo caso, cómo debe hacerse de un modo profesional? Las respuestas a estos y otros interrogantes de este tenor, no hacen sino tematizar la condición del editor en tanto un «lector profesional», tema frente al cual se impone presentar algunas sugerencias y recomendaciones cuando se está frente a un texto para su publicación posterior.
Pero lo cierto es también que más allá de poder postularse para la actividad editorial un cierto flujo ideal de trabajo, a la vez se vuelve necesario abordar algunos casos específicos de libros, en función de los diferentes géneros discursivos y formatos editoriales.
La edición, entre textualidades y materialidades
Pero así como a la hora de abordar el editing se pone en juego la «textualidad del libro», se impone también prestar atención a la “materialidad del texto”, es decir, a ese conjunto de intervenciones relacionadas con los aspectos visuales y materiales que hacen al libro como objeto. Así, el editing incluye vérselas también con los efectos que el diseño gráfico, el tratamiento de los para-textos y, desde luego también, la materialidad misma en tanto todos esos aspectos pueden dar lugar a modos de apropiación bien diferentes por parte de los lectores, volviendo aún más crucial las prácticas editoriales.
Poniendo a dialogar en todo momento la experiencia concreta al frente de procesos editoriales con un ejercicio de conceptualización desde una perspectiva sociocultural, se espera que este trayecto formativo contribuya a mejorar las prácticas cotidianas de los editores y, de algún modo, poder coincidir con el fundador de Anagrama, Jorge Herralde, cuando afirma que «… el valor intangible aportado por un buen editor a los autores y a los títulos incorporados a su catálogo es el aura que su sello logra transmitir a los lectores; esto es, la garantía de calidad, trabajo bien hecho y continuidad de los criterios ofrecidos por el conjunto de las obras previamente publicadas» (Un día en la vida de un editor y otras informaciones fundamentales).
Sobre Diego F. Barros (Buenos Aires, 1964)
Sociólogo especializado en temas culturales. Doctorando en Ciencias Humanas (Universidad de San Martín). Posee más de treinta años de experiencia haciendo, pensando y enseñando la edición. Es docente de la Escuela de Edición de Lima en los cursos de Edición de Libros y Materiales Escolares, Mercado Editorial y próximamente Editing en el Proceso Editorial.