Para la corrección de textos se conocen aspectos como la redacción y la ortografía. Sin embargo, hay algunos más especializados, y no por ello más complicados ni poco accesibles a cualquiera que requiera mejorar un escrito. Helbert López, docente de la Escuela de Edición de Lima, además de editor, corrector de estilo y productor musical, nos comenta sobre las bases y aplicaciones de la ortotipografía.
1. ¿Qué es la ortotipografía?
El DRAE la define como el «Conjunto de usos y convenciones particulares por las que se rige en cada lengua la escritura mediante signos tipográficos». Dicho de otro modo, es «la ortografía peculiar de la escritura no manual» (F. Rico), es decir, la regulación del empleo de los recursos tipográficos que intervienen en la composición de un texto, tanto en lo que se refiere al uso y combinación de los distintos tipos y clases de letra, como a la distribución de los espacios en blanco (márgenes, espaciados y sangrías) y a la configuración y disposición de los diferentes elementos y secciones particulares (títulos y epígrafes, párrafos, listas, cuadros o tablas, llamadas de nota, citas, etc.). La correcta presentación de los documentos favorece su comprensión y el reconocimiento de su estructura interna.
2. ¿Cuál es la diferencia entre la ortotipografía y la corrección?
La corrección es el proceso por el cual se interviene un texto con la finalidad de absolver los problemas de orden ortográfico, gramatical, léxico y ortotipográfico. Por su parte, la ortotipografía son convenciones por las cuales se trabajan variadas posibilidades de orden y distribución de espacios en función de la naturaleza del texto, de la edición, del tipo de letra seleccionado o de los requisitos de legibilidad del soporte, ya que la lectura en papel difiere de la lectura en pantalla. Escribir es —ahora más que nunca— diseñar, componer y editar.
3. ¿Para qué sirve saber de ortotipografía en cualquier área de redacción?
Para que se trabaje de manera adecuada el aspecto meramente formal de un escrito y se facilite su lectura. Un uso adecuado del conocimiento ortotipográfico aportará una sensación de orden que se trasladará al contenido, pues dicho orden se asociará con la capacidad de realizar una exposición estructurada y coherente. Por ello, para articular un texto más allá de la redacción del contenido, es necesario conocer y emplear los recursos que ayudan a favorecer la lectura y mostrar su estructura a través de su configuración y disposición física, sea cual sea el soporte.
4. ¿En qué consiste una corrección ortotipográfica?
En limpiar el texto de los errores ortográficos y de puntuación; en ajustar la ortografía a las normas de la RAE (uso de mayúsculas, tildes, formación de abreviaturas, escritura de cifras, símbolos, etc.); en aplicar recursos tipográficos de manera uniforme como en el caso de las comillas, numeraciones, cursivas, negritas, versalitas, listados, entre otros; en unificar criterios donde haya situaciones no resueltas por la normativa; y, en el caso de textos ya maquetados para versión impresa, detectar viudas y huérfanas, repetición de sílabas en líneas consecutivas y palabras mal partidas, así como señalar errores en el tratamiento de blancos, márgenes, proporciones de la caja textual, etcétera.
Conversamos con el cofundador de la editorial Compañía Naviera Ilimitada sobre su catálogo, la traducción en Argentina y la proliferación de la lectura durante la pandemia.
La industria editorial argentina es una de las más amplias de la región. Se caracteriza por la variedad de catálogos y propuestas, así como por posicionar a nuevos autores dentro del canon literario de Latinoamérica, tanto de Argentina como de otros países. Compañía Naviera Ilimitada contribuye a esta inmensa variedad con libros sobre matemáticas, ensayos póstumos y novelas de variados temas. La mitad del catálogo se compone de traducciones, principalmente de traductores argentinos.
Andrés Beláustegui y Claudia Arce iniciaron Compañía Naviera Ilimitada Editores en el 2018. Ya tienen tres años en el mercado, con un catálogo de once libros de ficción y no ficción. En esta entrevista, Andrés nos cuenta sobre cómo nació el curioso nombre de la editorial, habla del catálogo y sobre la amplia tradición de traductores en Argentina. También mencionó cómo lograron sortear las dificultades de la pandemia y la sorprendente manera que esta contribuyó en llevar a más personas hacia la lectura.
Compañía Naviera Ilimitada distribuye sus libros en Argentina, Chile, Perú y Uruguay. Está presente en Facebook e Instagram.
¿Cómo surgió el nombre de la editorial?
Al momento de buscar el nombre jugamos con varias listas. A mí se me ocurrió la palabra «naviera» por la relación entre libros y barcos, por los viajes. A Claudia le pareció muy fría, pero a los dos días me dijo que le gustaba, pero que le íbamos a poner «Compañía naviera ilimitada». Y a mí me encantó la desmesura del nombre. «Compañía» exacerba la frialdad, pero al ponerle «naviera» la desmesura, quedaba en evidencia y tenía un tono más agradable, y finalmente, la palabra «ilimitada» como un juego con las compañías de sociedad de responsabilidad limitada y demás. La idea de una compañía naviera que transporta mercadería entre puntos distantes nos gustaba mucho, la idea de conectar el mundo, lugares lejanos, diferentes uno del otro y de llevar cosas de un lado a otro en términos de mercancía.
Desde el comienzo queríamos publicar principalmente ficción y, con el tiempo, publicamos no ficción, pero con alguna impronta narrativa. Por el momento, tenemos tres libros de no ficción: El ultimo teorema de Fermat (2019) de Simon Singh, una historia de las matemáticas desde Pitágoras al presente que se escribió con la excusa de contar la resolución y el teorema de Fermat. Después publicamos Un hombre sin patria (2020), el último que publicó Kurt Vonnegut en vida, un libro de ensayos cortos compuesto de memorias sobre diferentes temas que le preocupaban en sus últimos años: la literatura, la política, el destino del mundo, siempre con esa cuota de humor característica de Vonnegut. Y también publicamos Corazones estallados (La política del posthumanismo) (2019), un pequeño libro de ensayo de un autor argentino llamado J.P. Zooey, bastante provocativos y con un humor particular sobre la lectura, la tecnología y cómo estas nos cambian por el lado de la individualidad y la subjetividad. Por el lado de la ficción publicamos libros en español original y traducciones, aquí están Hugo Salas, Mariana Sández y Maru Leonhard, tres autores argentinos con distintos recorridos, y en traducciones tenemos a J. P. Donleavy, con la novela Cuento de hadas en Nueva York (2018); publicamos un autor inglés contemporáneo que se llama Alex Pheby con su libro Marionetas (2019); y dos libros de la autora finlandesa Tove Jansson, El libro del verano (2019) y La verdad increíble (2020). Esta autora fue conocida en el mundo entero por sus personajes infantiles, Los Mummin, y estamos publicando su obra para adultos, que no había circulado tanto en español.
Algunos de los libros traducidos. Imágenes sacadas de la cuenta de Facebook de la editorial.
Tove Jansson es una autora que ha sido difundida en español en los años setenta con Editorial Sudamericana, y más recientemente, la editorial española Siruela publicó El libro del verano (2014). Ese fue el primero que publicamos. Y el resto de los libros jamás habían sido traducidos. Por ahora tradujimos La verdad increíble y pensamos seguir traduciendo el resto, porque la verdad es una autora con gran nivel, sorprende que su obra de adultos no haya circulado más. Suponemos que el éxito y la envergadura de su figura como ilustradora y autora infantil opacó esta parte de su obra, pero es un hallazgo del que estamos muy contentos.
Nuestra idea es publicar mitad y mitad con los autores argentinos. Hasta ahora tenemos once libros, de los cuales cinco son de autores argentinos y seis son traducciones. Por el momento solo hay nacionales, pero deseamos publicar autores de otras partes de Latinoamérica e incluso de España. Vamos armando el catálogo según lo que nos interesa.
Algunos de los libros escritos por autores argentinos. Imágenes sacadas del Facebook de la editorial.
¿Son autores argentinos contemporáneos?
Los cuatro autores argentinos que publicamos son contemporáneos y tienen distintos recorridos. Por ejemplo, la novela que publicamos de Mariana Sández fue la primera que hizo, su libro de cuentos es una reedición. Su novela se llama Una casa llena de gente (2019), y el libro de cuentos, Algunas familias normales (2021). Este había circulado en una edición muy chiquita hace unos años. J. P. Zooey es otro autor argentino en nuestro catálogo ―usa un seudónimo y tal vez por eso suene extranjero―. Tiene publicadas cinco novelas, si no recuerdo mal, y este es el primer libro de ensayos, que es Corazones estallados. De Hugo Salas publicamos su tercera novela y cuarto libro, se llama Hasta encontrar una salida (2018), y la otra autora argentina es Maru Leonhard, Transradio (2020) es su primera novela y el primer libro que publica. Allí, nuestra idea es mezclar autores con diferentes trayectorias y eventualmente de diferentes épocas. Queremos que el corazón de nuestro catálogo sea literatura contemporánea, y con eso queremos decir siglo veinte y siglo veintiuno, pero no descartamos ir un poco más atrás y revisitar algún clásico. Para publicar, tanto clásicos como nuevos libros, es cuestión de buscar. Por lo menos acá en Argentina hay para todos los gustos y solo es cuestión de encontrar los autores y los libros adecuados o lo que creemos adecuado para la editorial, pero solo es cuestión de buscar porque en la historia de la literatura y en la producción actual hay mucho, es sorprendente. Siempre quedan libros olvidados o perdidos por un tiempo, y siempre hay editores que hacen el trabajo de encontrarlos, y también con obras actuales solo es cuestión de leer y encontrar lo que uno encuentra adecuado.
En Argentina hay una gran tradición de traducciones, especialmente al español latinoamericano. Esto ayuda a que la lectura de libros en la región no se vea dificultada por el español ibérico. ¿Cómo eligen traducir en español neutro?
El español neutro no es un término que me interese usar. Pero sí buscamos traducir en un español más amable para el lector latinoamericano. A la hora de traducir es necesario tomar muchas decisiones, porque las palabras varían por país, y a veces optamos por una variante más rioplatense, por decirlo de algún modo ―con este término buscamos tanto a Uruguay como a las otras provincias de Argentina, porque todas hablan de maneras distintas―. Pero si encontramos alguna palabra más utilizada en varias regiones, preferimos esa. No es algo sencillo porque, como una vez dijeron, en España tienen una sola lengua, pero los latinoamericanos somos políglotas. Cada país tiene sus formas, sus costumbres, sus formas de usar el lenguaje, y eso de alguna forma nos vuelve más capacitados para apreciar todas esas variantes. Entonces, tratamos de replicar eso.
Nuestras traducciones, por el momento, tienen diversos orígenes. El último teorema de Fermat tiene una traducción de Bernardo Recamán Santos, un matemático y traductor colombiano que había traducido la primera edición de este libro en la editorial Norma. Es una excelente traducción, y tiene la amabilidad de poder leerse en varios países de Latinoamérica sin sonar demasiado colombiano. Después, Cuento de hadas en NuevaYork es una traducción de los años 70 hecha por los mejores traductores argentinos, Enrique Pezzoni; él tradujo, por ejemplo, Lolita, Moby Dick, y otras grandes obras. Lamentablemente, esas traducciones ya no están vigentes por una cuestión de derechos, aunque no estoy seguro de ello con respecto a Moby Dick. Un hombre sin patria la adaptamos junto con el traductor, Daniel Cortés Coronas, un español que había hecho también una edición en su país, y la trabajamos con él para hacerla más latinoamericana. Sacamos las palabras más duras o algunas frases hechas que en Argentina u otras partes de la región no son habituales. Marionetas de Alex Pheby fue una traducción propia, y trabajamos mucho con el traductor para llegar a un tono que refleje la sutileza del original, pero teniendo presente un lector latinoamericano. Ojalá nos esté saliendo, porque a veces es muy difícil pensar en un lector de Colombia, Venezuela, Perú, Chile, México o Argentina entendiendo lo mismo, pero es lo que intentamos.
Sus traducciones, de todos modos, han sido las más amables a lo largo del tiempo. Porque hay varios libros a lo largo de la historia contemporánea y son más comprensibles que los traídos de España.
Sí. Es una cuestión de tradición y también de idiosincrasia de cada país. En los años sesenta y setenta en Argentina se tradujo mucho para todo Latinoamérica, nuestras ediciones intentaban llegar con mucha fuerza al continente. En España, por cuestiones de costumbre y de gusto, quieren la variante ibérica y no les gusta cuando se sale de eso. Pero estas traducciones generan entre los lectores latinoamericanos. Aquí hay algunas editoriales que prefieren ir por la traducción rioplatense y no despegarse demasiado de la forma argentina de hablar. Es algo que el mercado te marca, pero la idea de poder recibir traducciones de diferentes países con variantes más locales no me parece nada mal. Desde el inicio, nuestra idea fue llegar a todos los países latinoamericanos, así que optamos por este español neutro, que en realidad no existe en sí; más bien, es el idioma local mezclado con palabras más utilizadas en Colombia o en Venezuela. Parafraseando al escritor y traductor Marcelo Cohen, para construir un español neutro es necesario buscar palabras de diferentes tradiciones que tengan mayor uso, y eso da una idea de ese tono de traducción que no es de ningún lado en específico, pero siempre se recibe bien.
Hacemos la traducción que cada libro requiere. Por ejemplo, para los libros de Tove Jansson, que eran traducciones del sueco, tuvimos que buscar a Christian Kupchik, un gran traductor, escritor y periodista, que vivió mucho tiempo en Suecia ―sus hijas viven allá y conoce varias lenguas nórdicas―, e hicimos con él varias traducciones de cero. También encargamos la traducción de Marionetas. En caso de que las traducciones estén bien y haya que trabajarlas poco o nada, como la de El último teorema de Fermat, tratamos de usar esas. También ocurre que hay traducciones buenas, pero ya no son vigentes, especialmente por la época que fueron hechas. Por ejemplo, cuando quisimos usar la de Enrique Pezzoni, dudamos al leer su traducción porque esta ya tiene cuarenta o cincuenta años y por ahí ya no funciona hoy, pero era muy buena. Y no era muy fácil, porque ese libro tiene muchas complicaciones con el tema del lenguaje, pero lo supo solucionar de la mejor manera.
¿Cómo les fue el año pasado durante la pandemia?
El año pasado fue rarísimo, inesperado para todos. Por suerte nosotros pudimos acomodarnos bien, y pudimos trabajar cosas que veníamos trabajando. Los libros que habíamos publicado en el 2019, como El libro del verano y Una casa llena de gente siguieron funcionando muy bien, a pesar de los primeros meses de cuarentena que acá fue muy rígida y nos golpeó bastante. Con la apertura de las librerías, los libros volvieron a funcionar porque hubo un corrimiento de los lectores que empezaron a comprar bastantes libros, sobre todo en librerías independientes, que trabajaban por redes sociales, recomendaciones y estaban muy conectados para los pedidos por redes y WhatsApp. En ese sentido, nuestros libros fueron muy bien acompañados por los libreros. En junio de 2020 publicamos la primera novela de Maru Leonhard; no sabíamos cómo iba a funcionar en lo comercial, pero funcionó bárbaro, es una novela que sigue encontrando lectores. Y después, todos los libros siguieron bien. Publicamos el segundo libro de Tove Jansson, el de Vonnegut, ahora a principios de año el de Mariana Sández, entonces la verdad que se posicionaron muy bien y encontraron lectores, sobre todo gracias a los libreros que cumplen de la mejor manera recomendando y haciendo llegar los libros a los lectores o ayudándolos a elegir los libros que más les gustan; dentro de todo fue un buen año para nosotros. En cuanto a lo vital, fue igual de complicado que todos.
Algunas personas me han comentado que el encierro ha ayudado mucho a la lectura, porque la gente tenía mucho más tiempo libre.
Sí, paso algo interesante con eso. Yo creo que la pandemia en muchos sentidos nos hace pensar en cómo estábamos haciendo funcionar el mundo, en qué cosas nos ocupábamos y qué dejábamos de lado, y es un momento para pensar que hay cosas que no están tan buenas. En cuanto a la lectura, es verdad que muchas personas encontraron tiempo para leer, y es algo que la vida cotidiana, la velocidad, la cantidad de cosas, hace que uno lo vaya posponiendo. Si bien esto pasa hasta con los que nos gusta leer, una persona que no lo tiene tan presente lo encontró en la pandemia. Y otra cosa es que dejamos de lado esa cosa tan rígida de las novedades. Uno termina leyendo lo que acaba de salir y se olvida un poco de libros que han salido hace uno o dos años. En ese caso, el rol de los libreros que recomiendan, y que hubiera menos novedades, hizo que la gente buscara esos libros que van quedando atrás con la velocidad irracional que genera la economía y el mercado. Mientras que el cambio hecho desde las librerías comerciales hacia los libreros independientes también fue evidente. Si uno ve cómo actúa el lector en una librería, compra lo que ve. En las librerías comerciales, esto es lo que acaba de salir o lo que se vende mucho, y no siempre hay libreros a los que uno pueda consultar. Entonces salir de esa lógica de la exhibición y recibir la recomendación de alguien es fundamental. En las redes sociales también está pasando esto, hay cuentas de lectores que recomiendan y hacen reseñas. Ocurre a veces que un chico o una chica joven recomienda libros de alguna saga que le interesa, y en el medio mezcla un clásico, o un libro de hace cinco años que alguien más le recomendó. Ese es el verdadero tránsito por la literatura. Siempre me causaron gracia esas notas que hay en los diarios sobre las recomendaciones de “¿Qué hay para leer el próximo año?”, y uno se puede responder: toda la historia de la literatura hay para leer. Uno puede llegar en cualquier momento al Quijote o al Ulises o a libros contemporáneos, no hay buena época para leer esos libros. La única buena época es la que corresponde a cada uno.
Dos Bigotes es una editorial española que se especializa, desde hace ya siete años, en literatura LGBTIQ+ y feminismo. Sus catálogo está presente tanto en España como en varios países de Latinoamérica.
Editorial Dos Bigotes comenzó sus operaciones en el año 2014. Su catálogo tiene un amplio espectro de autores de habla hispana, latinoamericana, idiomas extranjeros, teatro, ensayos y poesía. ¿El punto de encuentro? Todos tratan acerca de personajes que descubren su verdadera identidad sexual, o intentan sobrevivir en un mundo que no acepta el género que ellos han elegido. Los libros de Dos Bigotes visualizan todas las formas de amar del ser humano y busca la libertad y la empatía.
De acuerdo con su página web, su objetivo «no es excluir a nadie, sino todo lo contrario: creemos que la buena literatura interesa a todo tipo de lectores, más allá de cuestiones de género o identidad sexual». Después de todo, el propósito de la literatura es unir, a través de palabras, experiencias individuales para hacerlas formar parte de algo más universal.
1. ¿Qué hizo que decidieran iniciar una editorial con esta línea?
Decidimos comenzar con Dos Bigotes para visibilizar la diversidad sexual e identitaria a través de la literatura. Pensamos que los libros que reflejan esta diversidad son un espacio donde el colectivo LGTBIQ+ puede encontrarse y reconocerse, y también son una herramienta que puede transformar la sociedad, que visibiliza realidades no normativas y que sirve para empatizar y ponerse en el lugar de otras personas.
Vimos la oportunidad de emprender este proyecto cuando en el 2013 cerró el medio de comunicación en el que estábamos trabajando. Llevábamos algunos meses pensando en iniciarlo, pero no lo podíamos llevar a cabo debido a la falta de tiempo.
2. ¿Cuál es el proceso que siguen para elaborar su catálogo?
Hay varias maneras de elaborar nuestro catálogo: manuscritos que llegan y nos gustan; propuestas de traductores, que encuentran una obra en otro idioma que encaja en nuestra línea editorial; propuestas de agencias literarias (tanto para autores españoles como extranjeros); autores que ya hemos publicado y que escriben una nueva obra; y proyectos propios de la editorial, es decir, libros que se nos ocurren y buscamos a las personas para que los escriban (como las antologías de relatos).
En el mercado editorial se ha generado interés por publicaciones con la línea que ofrece Dos Bigotes.
3. ¿Todavía notan algún tipo de prejuicio o incomodidad hacia las publicaciones sobre diversidad sexual? ¿Cuánto creen que ha avanzado nuestra sociedad y cuánto creen que falta recorrer?
Cada vez notamos que hay menos prejuicios hacia este tipo de publicaciones, que no solo pueden interesar al colectivo LGTBIQ+, sino a todas aquellas personas que les guste leer y que estén abiertas a conocer otras realidades. También por parte de medios de comunicación y librerías notamos que hay cierto interés hacia los libros especializados en esta temática. Es evidente que en los últimos años se han dado grandes avances en cuanto al respecto por la diversidad y la diferencia, pero es verdad que son logros muy frágiles y en cualquier momento se pueden revertir, por lo que hay que seguir trabajando para consolidar la libertad y los derechos ganados y para continuar ampliando estos derechos. En cuanto a la literatura, uno de los grandes retos es reflejar toda la diversidad del colectivo LGTBIQ+ y no quedarse solo en la experiencia de hombre-cisgénero-blanco-homosexual, sino dar voz a otras minorías y otras letras del colectivo menos representadas.
4. ¿Hacen distribución en algún lugar de Latinoamérica? ¿Cómo es recibida su propuesta de línea editorial en nuestra región?
Estamos llegando a Latinoamérica a través de distribuidores locales. En Perú, por ejemplo, lo hacemos gracias a Heraldos Negros. Y también nuestros libros se pueden encontrar en Argentina, Chile, Guatemala, Colombia y México. La respuesta está siendo positiva. Por ejemplo, hemos asistido a la Feria del Libro de Guadalajara en dos ocasiones, y ha sido muy bonito ver el interés que despiertan las publicaciones que abordan la diversidad afectivo-sexual y la necesidad de este tipo de lecturas.
Stand de Editorial Dos Bigotes en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2018. Imagen sacada de la cuenta de Twitter de la editorial.
5. ¿Qué otras editoriales conocen en idioma español con esta línea?
Otra editorial especializada en temática LGTBIQ en España es la editorial Egales, que lleva publicando libros desde hace más de dos décadas y con la que tenemos una relación muy cercana.
La revuelta social iniciada en Santiago de Chile el 18 de octubre de 2019 generó una serie de publicaciones desde diversas áreas de estudio. Historiadores, filósofos, abogados y artistas intentaron buscarle una explicación a un hecho histórico que se iba desenvolviendo frente a sus ojos. Entre ellos apareció Rabia dulce de furiosos corazones: símbolos, rayados y otros iconos de la revuelta chilena, un libro que combina fotografía, elementos etnográficos, iconos callejeros y un poco de historia. El protagonismo en la obra lo toman los rayados de las paredes, transcritos en fondos en blanco y negro, que dan la impresión de estar caminando por la ciudad y ver cómo la historia se desenvuelve en tiempo presente. Felipe Guerra, uno de los autores y editores de Rabia dulce y de la editorial Tempestades, cuenta los pormenores de este libro-objeto que salió durante dos contextos históricos— la crisis social y la pandemia— que siguen sacudiendo la vida de sus protagonistas.
Felipe Guerra y Francisco Solar conforman la Editorial Tempestades, especializada en temas de investigación, narración histórica y pensamiento crítico, que son necesarios abordar en cualquier momento pero especialmente en estos, donde se pelea por una nueva constitución después de una revuelta social a nivel nacional.
Aparte de su labor de edición, los directores se encargan de buscar a los autores, organizar los temas y, a veces, escribir los libros. Rabia dulce forma parte del último caso. Para adquirir un ejemplar de este libro y las demás obras que conforman su catálogo, pueden contactar a la editorial en Instagram como @tempestadeseditorial y Facebook como @EditorialTempestades.
¿Cómo surgió la idea de hacer Rabia dulce de furiosos corazones?
El libro tiene como base el estallido social. Constantemente se discute si esta terminó o no terminó, si el proceso social sigue o no; las manifestaciones sociales siguen, pero en menor medida por la pandemia. El consenso general es que, desde el 18 de octubre de 2019 hasta marzo de 2020, hubo un contexto de revuelta generalizado donde muchos elementos del orden actual se vieron completamente trizados, tales como la legitimidad de la autoridad o la economía la cultura misma, e incluso los símbolos religiosos; todo se vio totalmente trastocado. Como aún estamos viviendo este proceso es muy pronto para empezar a teorizar, para ponerle lápida, un final o hacer temas conclusivos.
Lo que nos llamó la atención —y vimos la necesidad de hacerlo— fue plasmar esto para que quede lo que estamos mirando, lo que estamos viviendo. Mucha gente estaba con proyectos para publicar libros que tuvieran testimonios de la revuelta o breves relatos; todos estaban trabajando en algo. Pero a nosotros nos llamaba la atención hacer un libro-objeto, que el libro en sí fuese más atractivo estéticamente, que tuviese su espacio o su forma. Entonces mantuvimos aquellos dos elementos en mente: que el libro sea como una especie de reliquia, incluso de regalo por un lado; y por otro, testimoniar todo lo que estaba pasando.
El libro tiene varias fotos, pero en su mayoría está compuesto por rayados de la revuelta, escritos que hay en la pared, grafitis. Pensamos en tomar fotografías en un momento, pero lo que ocurría era que la gente rayaba y luego otros escribían sobre los rayados; llegó un momento en que las murallas se acabaron. Después empezó a haber un conflicto social entre los manifestantes y sectores de extrema derecha, que bajaban al centro y pintaban los muros sobre los que la gente volvía a rayar. Eso pasó como cuatro o cinco veces. Empezó una especie de pelea en las calles: pintaban las paredes de blanco y la gente las volvía a rayar, y lo interesante es que no era el estado o la municipalidad, era gente del sector derecha, a veces la policía. Esa fue un poco la urgencia, nos decíamos «acá hay cosas que se ven y se van a perder». Pensamos en sacar fotos, pero la calle —en una situación conflictiva permanente— tiene un ritmo que impide hacerlo, además implica un trabajo distinto y escapa quizás a nuestro conocimiento fotográfico. Entonces, nos pareció que poner la frase sola con el contexto o el lugar donde fue hecha le daba aún más fuerza al contenido, porque a veces estas frases están escritas con un plumón muy pequeño, a veces están escritas en un espacio muy grande, como un mural; por ello, decidimos enfocarnos principalmente en las frases y el texto. Y así nació la idea principal del libro, que está lleno de frases con una descripción del lugar en el que fue tomada y en sus distintos momentos. Las tratamos de ordenar según las temáticas, eso quizá fue también el trabajo: «contra la represión» o «el patriarcado» son algunas de las categorías que se venían escuchando en la calle. El libro tiene cerca de doscientas páginas y cerca de cien están compuestas por los rayados.
Uno de los rayados plasmados en el interior del libro, con descripción del lugar donde se vio. Foto: Facebook @editorialtempestades.
Los otros capítulos son una introducción para quien esté más lejano a este tema, ya sea porque vive en otro lugar o porque lo mira años después. El resto trata sobre los cambios de la simbología, de la iconografía, porque empezaron a derribar muchas estatuas de militares y se reemplazaron por símbolos de la cultura mapuche. Esto ocurrió en muchos lugares del país. También la propia revuelta, que se diferencia según el lugar donde ocurriera la manifestación, comenzó a tener símbolos propios. Ha habido cerca de 460 casos de personas lesionadas en los ojos producto de los disparos de la policía, y ahora es muy común ver la iconografía del ojo en murales, en ropa, en pancartas. Por eso empezamos a hacer un bosquejo de qué iconos se estaban destruyendo y cuáles estaban apareciendo con las revueltas. Por ejemplo, hay un perro muy conocido acá en las manifestaciones, el negro matapacos[1]. Murió hace 4 o 5 años por causas naturales, y era un icono de las revueltas hace varios años; ahora se ha retomado. Eso nos llamó la atención: ¿por qué un perro?, ¿qué está significando?, ¿qué está pasando allí? Al final, algo que nos costó trabajo fue hacer una lista tentativa de casos de lo que denominamos como «Lista de fallecidos en el contexto de la revuelta». Esa lista no existía. Generalmente se hablaba de 5 o 6, algunos nombres, todo esto estaba muy disperso y lo que hicimos nosotros fue sistematizar; la lista tiene una relación de 41 personas. Buscamos a toda la gente que falleció en esos momentos. Asumimos que se dieron los fallecimientos en contextos diversos; mucha gente murió, por ejemplo, en incendios durante saqueos a grandes negocios. Allí estaba la pregunta de si fue un incidente o no, porque hubo casos donde sí fue intencional, la policía lanzó cuerpos en locales para incendiarlos; eso está probado. Pero también hay muchos casos que no sabemos.
Decidimos hacer la lista con la intención de decir «esto pasó», aprovechando que tenemos una visión panorámica porque el libro narra más o menos hasta marzo del 2020. Pretendemos hacer una especie de fotografía del momento: mostrar los rayados, mostrar los cambios de ciertos iconos y ciertos datos, pero finalmente no busca ponerle un cierre, no busca adentrarse en los motivos porque las calles saben. Además, es un bonito objeto como artículo.
Las fotografías se las pedimos a la gente que estuvo allí. Llamamos a cinco o seis fotógrafos. Los contactamos por redes sociales y trabajamos directamente con ellos. El libro tiene fotografías exclusivas en ese sentido. La gente estuvo muy dispuesta y feliz de ver sus fotos publicadas. Y es bonito, mucha gente se lo obsequió a familiares, es un tema muy querido.
Capítulo de la «Lista de fallecidos en el contexto de la revuelta». Foto: Instagram @tempestadeseditorial.
Han salido otros libros de fotografía relacionados con la revuelta, pero son distintos. El nuestro tiene la particularidad de que, al mostrar la frase, ofrece un significado distinto cuando uno lo lee con calma. Otros libros van más por el lado estético; este aborda el contenido del rayado, de la manifestación escrita, y ese es el lado positivo que yo le veo.
¿Cómo fue la experiencia de imprimir un libro en plena pandemia?
Lo terminamos de escribir en mayo y después, por la cuarentena, tuvimos el tiempo necesario para compilar lo que faltaba. Costó mucho llevar a cabo la impresión, pero se pudo hacer. El problema es que todavía no lo podemos lanzar. Pensamos en un lanzamiento virtual pero después decidimos esperar, y ahora ya pasó el tiempo. Quizá en algún momento haremos una presentación, pero ya no un lanzamiento.
Hubo un par de ferias presenciales este año, pero no se ha dado la ocasión. Generalmente, cuando uno lo presenta el libro empieza su ruta, pero este ya tiene su camino.
¿Y sabes sobre otras personas o editoriales que hayan hecho libros sobre la revuelta social?
Hay varios. De hecho, hace poco fui a una librería y tienen secciones especiales del estallido social. Estas van por todas las vertientes de lo que significa: el tema constituyente, discusiones teóricas, legislativas, sociales, hasta el tema callejero, testimonial; hay mucho material escrito. No te podría decir si hay alguno mejor que otro, faltan un par de años para decidir eso, todo está ocurriendo todavía. Hay muchas historias que contar, y muchas otras que siguen pasando.
Nosotros regalamos un par de copias de nuestro libro, y nos seguimos esforzando en pasar copias a los compañeros y compañeras mutiladas, así como a los familiares de las personas muertas. Es un gesto mínimo, pero sentimos que el libro es de ellos. Nos ha costado a veces, pero lo hemos conseguido en varias ocasiones.
El 14 octubre del 2019, un grupo de estudiantes sorprendió al mundo cuando saltaron en cargamontón las vallas de los metros de Santiago de Chile. Este hecho, al parecer aislado, desencadenó una serie de protestas diarias que empezaron a reclamar lo mismo: condiciones de vida más dignas en un país que aparentaba mucha solvencia económica y era un ejemplo para América Latina. A raíz de este quiebre, varios grupos de intelectuales buscaron comprender el movimiento social brindando un contexto y un marco teórico como una forma de canalizar el malestar hacia solicitudes más concretas. Hubo publicaciones desde todas las áreas de la academia y el conocimiento; entre ellas surgió Evadir. La filosofía piensa la revuelta de octubre 2019 (Libros del Amanecer, 2020). Cristóbal Balbontín, uno de los editores, explica las claves para leer esta serie de ensayos que demuestran hasta dónde pueden llegar las ciencias humanas: volverse una correspondencia teórica y un canal para comprender los acontecimientos que se dan a los alrededores y todos los días.
¿Cómo surgió la idea de publicar Evadir?
Fue un acontecimiento sorpresivo e inesperado, tanto como la revuelta que ocurrió en Chile en octubre de 2019. Sorpresivo, sí; pero enteramente inesperado, no. Las causas de la revuelta ya habían sido diagnosticadas por investigadores y académicos en Chile. Nadie anticipó de manera precisa cuándo y cómo, pero había un proceso de descomposición que estaba en curso.
Durante la misma semana de los acontecimientos se iba a dar el VI Congreso Nacional de Filosofía, que organiza la Asociación Chilena de Filosofía. Nos reunimos en un pueblo al sur del país, y cuando llegó el evento ya se habían desencadenado los acontecimientos; la forma en la que se produjeron perturbó profundamente a la comunidad filosófica. Concretamente, se trató primero de una reacción, de una movilización social espontánea. Los primeros días estuvieron marcados por fuertes hechos de violencia, de incendios, de protestas, de una crisis cargada de ira, frustración, desencanto. Todos estos acontecimientos fueron de contestación al poder establecido, pero eran simplemente sobre el terreno de los hechos y no sobre un terreno discursivo, por decirlo de una manera. Por lo tanto, la primera impresión que tuvimos nosotros cuando nos reunimos con Ricardo Salas —el compilador del texto— y otros presentes esa noche fue de estar frente a una revuelta inorgánica que carecía de cualquier aparato de conducción, sin partido político, que no tenía cabeza. De la misma manera, carecía de un soporte argumentativo, teórico, sobre el cual levantar aspiraciones legítimas. Nosotros advertimos una oportunidad —histórica e inédita— para finalmente catalizar un cambio en el orden establecido; al mismo tiempo, sentimos el peligro de que ese cambio no se cristalizara en reformas concretas a las instituciones por la falta de un discurso bien estructurado que organice esas reivindicaciones legítimas con una narrativa que fuese más allá de la sola expresión de malestar. Para que una revuelta sea exitosa no bastan los hechos, hacen falta los conceptos, y ambos tienen que reunirse para que esa revuelta implique una transformación de las instituciones.
Esa conversación fue crítica aquella noche del 23 de octubre. La filosofía tiene una vocación pública en tanto filosofía, tanto en su matriz de lectura como en su forma de abordar los acontecimientos. Tiene una responsabilidad pública de asumir una palabra de aliento para acompañar el movimiento social, que en ese momento era muy solitario y no lograba llegar más allá en ninguna reivindicación concreta.
Esa fue la génesis del libro. Se tomó la decisión de llevarlo a cabo el 23 de octubre y se trabajó de forma tan rápida que, un mes más tarde, para fines de noviembre, ya estaban todos los textos completos, y el primer ejemplar ya había sido publicado el 15 de enero; prácticamente, en un plazo de dos meses. La idea original era publicarlo a finales de diciembre, pero el nivel de irrupción social fue tan grande que la imprenta no pudo responder a nuestros requerimientos de tiempo.
Puedo notar, con respecto a las fechas, que la escritura del libro se dio de forma paralela a lo que estaba ocurriendo.
Fue bastante paralela. Lo que hicimos, en buena medida, fue acompañar los acontecimientos. El libro está estructurado con un orden cronológico. Los 56 ensayos fueron anticipados por una cronología de los hechos, y cada uno va acompañado de una fecha a la que corresponde la redacción de ese texto, porque los acontecimientos iban cambiando precipitadamente. El libro buscó, en las reflexiones de sus autores, acompañar la secuencia de acontecimientos con ellas.
¿Quiénes participaron en la compilación y revisión del libro? ¿Cómo se compone y organiza el libro?
Los compiladores fuimos Ricardo Salas y yo, ambos somos profesores de filosofía y trabajamos regularmente juntos. También hubo un comité editorial con quien se discutieron las decisiones estratégicas que se fueron tomando a lo largo del desarrollo del libro. Este comité estuvo compuesto por Pablo Aguayo, Valentina Bulo, Iván Canales, Ricardo Espinoza Lolas, Pablo Pulgar, Rodrigo Pulgar, Mario Samaniego y Raúl Villarroel. Es un grupo heteróclito de filósofos, no todos corresponden a una misma escuela de pensamiento ni a una institución que los albergue, todos son de distintas universidades, los une la filosofía y un compromiso con los acontecimientos. Ellos jugaron un rol protagónico, fueron decisivos para que el libro cumpliese su misión.
En cuanto a la organización de los textos, es importante destacar que no tienen unidad teórica, están en distintos registros y se apoyan en diferentes registros teóricos para introducir sus claves de lectura. Uno puede encontrar distintos ejercicios que se acercan a la filosofía analítica, otros a la filosofía antigua, otros basados en la filosofía estructuralista, o en la filosofía posestructuralista, teoría crítica, otros en un marxismo más ortodoxo, otros menos, en la teoría de la justicia, como la de John Rawls, para abordar el mismo fenómeno. Los reúne el hecho de ser todos ejercicios de filosofía aplicados al mismo acontecimiento, así como la tarea de resaltar aspectos distintos de este. Si hubiera que decidirse por algún tipo de línea que reuniese todos los textos, sería la cronológica. Los textos se estructuran en torno a una secuencia de línea de tiempo de los acontecimientos a los cuales ellos responden. No obstante, la filosofía tiene tiempos y piensa con una distancia sobre los procesos sociales e históricos de forma distinta que las ciencias sociales o el derecho. Asimismo, el esfuerzo es intentar pensar el acontecimiento a partir de las premisas de una especie de crisis del pensamiento metafísico, así como de ciertos defectos en la forma de organizar el saber, que explican de manera larvada un malestar de la cultura con la forma que han adquirido las sociedades políticas en nuestro mundo contemporáneo. Todo ello anunciaba, de forma negativa, esta expresión de malestar y esta movilización. Ahora se anuncian cambios profundos, nuevas formas de convivencia que aún no se han formalizado y son parte del nuevo proceso constituyente.
¿Este libro se basó más en el acontecimiento en sí o en la filosofía?
La filosofía va llevando a cabo un proceso de reflexión. Pero el pensamiento no solo pone en cuestión el orden establecido o piensa en torno a él, sino que tiene cierta eficacia plástica sobre la realidad, se imprime en la realidad. Esta cuestión la resume bastante bien Hegel al decir que lo racional es real o efectivo, y lo efectivo es racional. No es posible divorciar los hechos de la interpretación de los hechos, de la comprensión que tenemos de ellos. Por lo tanto, es cierto que hay algo que escapa al acontecimiento mismo de la revuelta y que proviene del ejercicio del pensamiento filosófico y de su devenir; pero no es menos verdadero que el acontecimiento en sí plasma y les da eficacia a ciertas claves teóricas e hipótesis que venían movilizando el pensamiento. Por lo tanto, existe esa doble correspondencia: al mismo tiempo que el acontecimiento ocurre, él inicia, inaugura o estimula una nueva necesidad de pensarlo.
Debido a que se ha publicado muy cerca del acontecimiento —porque se publicó en enero—, ¿usted considera que por ello es necesario revisitar el texto en algún futuro?
No. En primer lugar, porque ya es un documento histórico. La palabra que está es aquella de quien vive el momento en que se plasman las impresiones en tiempo real, envueltos en el fragor de los hechos. Eso, de por sí, tiene cierto valor histórico. Hay muchos documentos que son retrospectivos, pero hay pocos que hayan reflexionado en el calor del acontecimiento mismo. Yo creo que ese es un primer mérito sobre el cual no existe una posibilidad de revisión.
La segunda cuestión es el documento en sí, porque tenía una especie de propósito programático de acompañar; una toma de posición discursiva por parte del movimiento social. Eso cuesta evaluarlo. El movimiento social hizo suyos ciertos conceptos que no se producen acá, sino que ya venía trabajando la academia y el mundo universitario con cierta anticipación. Por lo menos unos cinco o diez años antes se venía discutiendo ciertos déficits democráticos de nuestras instituciones, de nuestro establishment político; una cierta dificultad para reformar democráticamente nuestras instituciones, fruto de ciertas dificultades constitucionales. También se venía discutiendo la pertinencia de una nueva constitución, esa discusión académica había logrado penetrar en el mundo político y había formado parte del programa de gobierno de Michelle Bachelet, que paradójicamente no llegó a puerto, pero presagiaba algo. Y finalmente, en el mundo académico se estaba discutiendo con anterioridad la pertinencia de una Asamblea Constituyente como forma de participación política para deliberar en sociedad la forma más directa y participativa posible en torno a las expectativas de vida en común y a las reglas fundamentales que debían organizar nuestra vida en sociedad. Esos elementos ya se encontraban trabajados científicamente en el terreno teórico por la academia y por el mundo universitario, y de alguna manera lograron ser incorporados por el movimiento social y levantados de una manera discursiva. Estas dos cosas juntas —los hechos unidos a un cierto pensamiento, a una cierta narrativa—, lograron configurar la fuerza de este hecho social que finalmente permitió al movimiento popular a forzar un proceso constituyente e imponer una agenda a la élite política.
Por lo tanto, yo pienso que no habría que revisarlo. Si existe una cierta pertinencia para la palabra filosófica, me da la impresión que es para advertir ciertos llamados de alerta ante ciertas dificultades y carencias que no están siendo abordadas adecuadamente por ese proceso constituyente. A mí me parece que la filosofía podría tener la oportunidad de un Evadir 2; esa posibilidad se está incubando desde el momento que la cuestión se ha desplazado al terreno jurídico, aunque no estoy convencido que se esté logrando captar todas las sutilezas de las experiencias situadas de injusticia. La filosofía, en toda esa puesta en cuestión del estado actual de las cosas, podría tener un lugar pertinente, una intervención oportuna.
Y esto no solo sería para criticar lo que quedó o no quedó en la nueva constitución. Por la forma en que se han decantado los acontecimientos, ya había ciertos elementos que son insatisfactorios. La filosofía, y sobre todo la filosofía social, puede encontrar un espacio de reflexión para hacer luz sobre eso.
Estos hechos venían por cuestiones que datan desde hace mucho tiempo, no solo desde el fin de la dictadura.
Me gustaría complementar tus palabras con lo siguiente: uno podría atribuir la revuelta social y el proceso constituyente a una génesis imperfecta de la constitución por haber nacido en dictadura, por haber sido sancionada en un plebiscito que carecía de todas las garantías y los cerrojos que afectaron la posibilidad de reformarla democráticamente. Esta es la lectura que hacen los juristas. Pero me parece que esta es una lectura insuficiente. El malestar no solo pasa por un problema normativo en la génesis de la institución, sino que llega a un nivel más profundo, y tiene que ver con el neoliberalismo en la sociedad. Hay algo que va más allá de la destrucción de un sistema de derechos y servicios públicos sobre bienes públicos, tales como la educación, la salud, las pensiones y su traspaso a un sistema privado para la asignación de estos recursos y no de provisión estatal. El neoliberalismo y la expansión del capitalismo colonizan ―por usar términos habermasianos―, de una manera tan radical, la vida humana y la vida en sociedad que comienza a producir una descomposición dentro de ella misma. Afectan la moral social generando una destrucción del sentido común, de las distintas formas de organización colectiva y las instituciones, a través de cierta atomización de la sociedad en individuos sin capacidad de pertenencia social o de pensar en cierto sentido de interés general, con una preeminencia de su puro interés y provecho individual. Este individualismo metodológico hace lentamente una erosión de la vida en sociedad y de las instituciones, comienza a hacerse un proceso de descomposición social. Esto va operando en el neoliberalismo de una manera silenciosa, y de ese modo ocurrió en Chile. Así se explica la génesis de procesos de corrupción de la política; cosa que no se había visto antes en un país que tiende más a la transparencia y era ajeno a los procesos de corrupción que otros países americanos han conocido históricamente. Comienza a aparecer con el tráfico de influencias en las Fuerzas Armadas, en la corrupción de carabineros, en los abusos al interior de la Iglesia, una institución muy importante en nuestra sociedad. Estos agentes socializadores comienzan a entrar en crisis de forma acelerada: la Iglesia, la escuela, el Estado, la política, la vida en sociedad y el aumento de la violencia en su interior; todo es reflejo de la descomposición social en individuos que no tienen sentido de pertenencia ni sentido de lealtad común.
Que haya ocurrido la revuelta popular fue una cuestión no menos extraordinaria, porque implica cierta capacidad de agenciamiento político con un sentido de pertenencia común que volvió a aparecer con la recuperación de la palabra pueblo durante los acontecimientos. El rescate de este sentido democrático, que la soberanía radique en el pueblo y que este pueda autoconvocarse como poder constituyente para establecer democráticamente los términos fundamentales de la vida en común es algo que no deja de ser sorprendente, considerando la destrucción progresiva que se había producido sobre las instituciones que organizan, fortalecen y estructuran el tejido de la sociedad. Esto también está en el libro, está sobre la mesa y es una clave de lectura que va más allá. Es mucho más profundo, a nivel de la sensibilidad de las personas, que la clave de lectura puramente normativa en torno a las instituciones.
Finalmente, se han publicado diversos libros desde múltiples ángulos sobre la revuelta social. La aparición de todas estas publicaciones, ¿podría verse, en parte, como una tendencia editorial, o como algo más?
Yo observo con mucha satisfacción que actualmente ha sido posible organizarse y nutrirse con formas de saber que tienen una fuente distinta a las formas hegemónicas del saber instituido, en especial con la generación joven. Durante mucho tiempo en Chile hubo una sensación de que todas ellas estaban monopolizadas por la clase dominante: aquella que controlaba la prensa, los medios de comunicación, el discurso académico al interior de las universidades; en resumen, que controlaba las distintas formas de conocimiento. Durante mucho tiempo hubo la sensación de no existir un espacio para un saber contrahegemónico. Ahora, con sorpresa, noto que en la última década se ha ido articulando, cada vez con más fuerza, la producción de conocimiento en una prensa de oposición, independiente o disidente; en producciones literarias y editoriales disidentes; en una presencia cada vez más fuerte en las universidades de una diversidad teórica que permite elaboraciones teóricas disidentes de los saberes establecidos o al menos de las formas de discursos oficiales. La revolución de los medios de comunicación con las nuevas tecnologías también ha ayudado mucho a este proceso. La irrupción de los dispositivos tecnológicos ―esto es interesante porque uno suele pensar lo contrario con autores como Foucault― facilitaron la circulación de alternativas contrahegemónicas del saber que han alimentado formas de contestación; permitieron la configuración de un pensamiento contrahegemónico a partir del cual nuevas formas de organización política y social se levantaron. El rol de las nuevas tecnologías en Chile para la revuelta social fue importante, como el que cumplió Facebook para que la gente se reúna. La profundización del acceso a las nuevas tecnologías por parte de la sociedad y la utilización estratégica es un capítulo que no está desarrollado en el libro, pero me parece interesante explorarlo. Esto no corresponde solo a Chile, sino también se puede ver en la Primavera árabe del 2010, o la revuelta de los chalecos amarillos en Francia. Así que no, yo me resistiría a creer que esto es algo pasajero. Estas distintas recopilaciones estéticas, de performance, artísticas, teóricas, corresponden a un nuevo espacio contrahegemónico que ha ido llegando a Chile y me parece tremendamente saludable. En cierto modo puede ser una tendencia, pero no produciría ningún efecto sobre la realidad si no fuera acompañado por un malestar social que existe. Esas formas de expresión teóricas y artísticas se encuentran con formas de malestar que existen en la sociedad pero estaban larvadas. El resultado del plebiscito con un 80% a favor del apruebo para dar paso al nuevo proceso constituyente habla, en el fondo, de una gran mayoría que estaba completamente invisibilizada en su experiencia de vulnerabilidad frente al discurso dominante que mencionaba solamente los éxitos del modelo chileno. Finalmente, ese discurso representaba a una minoría que es la élite dominante.
Escritor, lingüista, filólogo y educador, Daniel Cassany se ha dedicado a investigar el discurso escrito y sus finalidades. Sus libros tratan sobre cómo escribir de manera adecuada diferentes tipos de texto y qué ocurre en el proceso de comunicación, tanto desde el emisor como la forma en que este mensaje se decodifica. Es autor de libros como Describir el escribir: Cómo se aprende a escribir (Paidós, 1989), La cocina de la escritura (Anagrama, 1993), Tras las líneas: Sobre la lectura contemporánea (Anagrama, 2006) o En_línea: Leer y escribir en la red (Anagrama 2007).
Conversamos con él acerca de su nuevo libro, El arte de dar clase (según un lingüista) (Anagrama, 2021), así como de la importancia que tiene actualmente la comunicación escrita en una época donde los medios digitales han cobrado más importancia que nunca.
Sus libros suelen ir por los temas de escribir e interpretar la escritura. ¿Por qué ahora optó por escribir sobre enseñar?
Aparte de investigador, soy docente. Entonces tengo algunos libros dedicados a la educación, a la educación lingüística, no solo he publicado acerca de la escritura[1]. Tal como cuento en la introducción del libro nuevo, cuando empecé a dar clases buscaba libros para aprender a enseñar y había poco o nada que me resultara atractivo sobre el tema, por lo que este libro también es uno que me habría gustado encontrar para entonces. En este momento de mi vida supe que ya tenía los conocimientos y la orientación adecuados para poder escribir sobre el tema. Y también surgió la oportunidad de hacerlo, así que la aproveché.
El libro va dirigido tanto a docentes que están empezando, como a aquellos que ya tienen experiencia, más que nada porque la forma de aprender y de enseñar han cambiado mucho.
Sí, porque también ha cambiado nuestra forma de vivir, así como el tipo de conocimientos que tenemos, las posibilidades de las personas para acceder a ellos. El libro tiene contenidos sobre cómo se enseña en contextos digitales, sobre la enseñanza en línea usando las distintas plataformas y la red, pero también incluye muchos conocimientos y destrezas de toda la vida, que se utilizan también en la enseñanza cara a cara ―que esperemos regrese cuando se acabe el virus, y estoy convencido de ello, porque es mucho más fructífero y placentero que enseñar y aprender a distancia—.
El libro contiene una sección específica de cómo trabajar con las tecnologías, cómo dar clases en línea, etc. Hay reflexiones al respecto. Y, en principio, es para todo el mundo. Algunos colegas míos, que son profesores experimentados como yo, me han dicho que les ha gustado y que han encontrado ideas allí, de modo que también resulta útil para profesores en ejercicio que ya no son novatos. Pero, en principio, está dirigido para comenzar desde cero. De ese modo, el libro tiene la sección del primer día, el «primer primer día», del primer año en que se ejerza como docente. Desde este punto de vista se escribe el libro.
¿Le parece que la pandemia ha cambiado la forma de tomar en cuenta la expresión escrita, considerando que muchas veces se toma como una actividad separada de lo cotidiano y se ha concebido, más bien, como una actividad académica o profesional?
La escritura también era privada, personal, antes que llegara la pandemia o incluso la tecnología. La gente se escribía cartas por correo. Yo guardo una bonita colección de cartas que escribió mi padre durante la Guerra Civil Española y que conservó toda su vida, y también tengo algunos cuadros de postales de inicios del siglo XX que se enviaba la gente joven para declararse, para desearse amor, felicidad, para felicitar el cumpleaños. De modo que la escritura siempre ha sido útil en áreas personales. Lo que ha ido cambiando es la manera de usarla y sus valores, dependiendo de las profesiones, los objetivos y las posibilidades. Ahora la utilizamos más porque somos una comunidad más letrada y porque hay tecnologías que permiten utilizar la escritura de muchas maneras.
Pero las tecnologías van cambiando. Usamos mucho la comunicación oral en línea. Podemos hacer videollamadas, enviar podcasts, enviar mensajes de voz en WhatsApp. De modo que oralidad y escritura se mezclan. Y lo normal es lo que tenemos ahora. Es más habitual escribir para decir después lo que se ha escrito, que hablar para transcribir y después publicar por escrito. Las tecnologías se van mezclando sin problema, y funciona bien. Es una cuestión de elección de cada uno y depende también de los medios.
¿Qué es, en realidad, escribir correctamente?
A simple vista sería escribir con las normas de gramática vigentes, pero es un objetivo muy pobre. Más que decir correctamente, deberíamos preguntarnos qué es escribir adecuadamente, o escribir para ser eficaces, para convencer, para gustar, para, de algún modo, informar de manera clara las cuestiones relevantes. Con gramática, esto se puede conseguir, pero se necesitan más cosas aparte de corrección. La gente piensa mucho en «este texto es incorrecto». Sí, vale, de acuerdo. Pero lo importante, además de ser correcto, es que sea significativo, que diga algo interesante y que se entienda fácilmente. Todos estamos demasiado obsesionados con la gramática, con la ortografía, y creo que es un nivel básico; hay que ir más arriba, hay que buscar otras cuestiones de fondo, como, por ejemplo, decir las cosas de manera significativa, de manera relevante, con ejemplos que se puedan entender con un nivel de lenguaje adecuado que conozca el lector, entre otras cosas.
¿Qué podría decirles a las personas que están llevando cursos de expresión escrita o para mejorar su redacción?
Están estudiando algo muy útil, porque cada vez se escribe más. Incluso con las nuevas tecnologías o las tecnologías orales, cada vez se va a utilizar más la escritura para planificar. Asimismo, yo estoy aquí porque escribí un libro. De modo que escribir sigue siendo muy relevante, porque nuestra comunidad es alfabetizada, letrada, es una comunidad escrita.
Por otro lado, escribir también es una actividad muy compleja, es una de las actividades más complejas que hacemos las personas. Por este motivo, es muy lógico que haya que estudiarlo, y no se acaba de estudiar, constantemente estás aprendiendo a escribir de distintas formas porque también van cambiando los géneros y las tecnologías para escribir. Yo les daría a estas personas mucho ánimo, pues están aprendiendo una herramienta de trabajo que les va a resultar muy importante en la vida.
[1] También escribió Taller de textos: Leer, escribir y comentar en el aula (Paidós, 2006). Su intención es ser un manual práctico destinado a los docentes que trabajan con textos en clase.
A propósito de la reciente publicación de la novela El intervalo del diablo (Colmillo Blanco), entrevistamos al escritor peruano Alfredo de Cossío para hablar acerca de los temas que motivaron la historia detrás de la obra, así como las fuentes de inspiración y las causas.
Entrevista Erick Saavedra
El intervalo del diablo se presentará este jueves 25 de marzo a las 8:00 p. m. a través del Facebook de la editorial Colmillo Blanco. Los comentarios estarán a cargo de los escritores Erick Benites y Luis Francisco Palomino.
La novela muestra la conexión entre dos mundos diferentes, Europa y Perú. Va de frente a la acción y a partir de ahí se desarrollan los personajes.
Para mí es muy importante que la lectura sea fácil. Puedo disfrutar de una literatura muy lírica, aprecio mucho a los autores que tratan de construir el lenguaje de sus novelas; pero cuando yo escribo, lo que quiero es que el lector se enganche y se le haga fácil, que cuando se dé cuenta ya haya leído cuarenta páginas en veinte minutos. Es lo que a mí me gusta. Siempre estoy pensando en crear contenido interesante, en la historia, en los personajes. Soy amante de los escritores que crean sus propios mundos, aquellos que ponen la mirada en los aspectos de la sociedad que no mucha gente conoce, como el black metal noruego.
Se presentará este 25 de marzo a las 8:00 p. m. Los comentarios estarán a cargo de los escritores Erick Benites y Luis Francisco Palomino. Ya está disponible en la librería El Virrey.
Hay un cuento brillante del chileno Álvaro Bisama titulado «Death Metal». ¿Qué otro referente en la literatura latinoamericana podemos encontrar que hable acerca de metal extremo?
¿Que hable del heavy metal extremo? No se me viene a la cabeza ninguno. ¿Si tuve alguna fuente de inspiración específica? No, no con el tema. Mi fuente de inspiración fue la música. Para escribir una novela acerca de esto iba a un concierto de una banda que se llama Amon Amarth, una banda sueca de death metal, y curioseando en el evento de Facebook vi que muchos participantes del concierto tenían fotos como las de los álbumes de los músicos de black metal noruego, con cruces invertidas, caras pintadas de blanco y negro —lo que se llama corpse paint—, una tumba y una lápida. Entonces me llamó mucho la atención, y dije «acá hay mucho material». Y comencé a escribir un poco sobre los personajes, la trama. Me inspiré de dos fuentes, la primera fueron algunas novelas de Don DeLillo, que es un autor ítalo-americano, uno de mis autores preferidos; y las películas de los hermanos Coen, como The Big Lebowski o Barton Fink, donde los personajes se ven envueltos en situaciones caóticas, fuera de su control, conocen gente que los meten en conspiraciones o de repente tienen un amigo obsesivo que los mete en problemas. Agarré esos elementos y fui pensando en la novela.
Se nota bastante esa dinámica conflictiva que acabas de exponer y también, la estética de estas bandas. También es una experiencia porque, en Latinoamérica, lo religioso es un tema tabú; y el death metal es uno de esos géneros musicales que toma referentes religiosos.
La novela trata sobre el black metal, ese estilo es el que tiene esa onda pagana, anticristiana. Yo escucho todo tipo de heavy metal, incluido el black metal; conozco varias bandas, tengo discos. Pero descubrí que había una corriente de black metal peruano —que en la novela se exagera—. Ese fue el punto de partida. Digamos que en la superficie la novela trata de la movida del black metal en el Perú, pero el tema que yo quería desarrollar era la identidad: cómo los jóvenes a veces buscan los aspectos más incomprendidos o antisociales para imponerse en la sociedad, para decir «aquí estoy y así soy». Nosotros somos una sociedad religiosa, mayormente cristiana, católica y conservadora, y qué mayor forma de alienación que alguien buscando la música nórdica, tan ajena a nuestra realidad, que ataca los valores cristianos típicos de nuestra sociedad. Yo dije: «Uy no, aquí tenemos un tema bueno para la novela».
Es interesante el conflicto de la identidad, aquello con lo que uno se identifica y la herencia que tiene de Latinoamérica.
Sí, para mí era muy importante. Muchos de estos temas, de esos conflictos, se me fueron ocurriendo mientras escribía. No soy de esos escritores que tienen todo mapeado al comenzar. Como dice Paul Auster, «si ya tengo todo en mi cabeza, ¿para qué escribir?». Escribir, para mí, es un acto de descubrimiento; uno descubre su novela mientras la escribe. Todo el tema de la peruanidad que aparece en la novela, y mucho de la figura paterna del Tincho, el papá de Satana, se me fue ocurriendo mientras la escribía. Y planteo preguntas. Me gustan mucho las novelas que plantea inquietudes, interrogantes y no plantea respuestas; es lo mejor de todo. Primero, a un músico, a un artista: ¿qué lo hace peruano? En realidad, estas preguntas se pueden aplicar a cualquiera: ¿qué nos hace peruanos?, ¿qué es ser peruano?, ¿soy menos peruano porque toco música nórdica?, ¿o soy más peruano si cambio y ya no toco black metal, sino cumbia? Estas preguntas se me ocurrían mientras escribía la novela, y las introduje para usarlas como parte de la narrativa.
Estamos en el año del bicentenario, así que es interesante tratar el tema de la identidad peruana con algo que nos es ajeno, como el black metal. Por otro lado, ¿por qué optaste por juntar dos realidades tan diferentes como la de Perú y los países nórdicos?
Me parece bacán la idea de una novela en la que nos adentramos en un ambiente tan ajeno, a lo que se considera normal en otras sociedades, porque solo hablamos de bandas que no tocan heavy metal únicamente, sino que han escogido tocar el tipo de metal más extremo y que tiene detrás una filosofía o una historia muy cargada de violencia. Toda la parte de la historia de la banda Mayhem es verdad, no lo inventé yo. Quería que el lector conozca algo, que si no es por la novela nunca lo va a conocer, o nunca va a saber que existe. De esa manera busqué plantear un cuestionamiento interesante de quiénes somos, qué nos hace peruanos, cuál es nuestra forma de pensar. Mientras más escribía, más se metía en mi cabeza la idea de que no solo sería una movida musical, sino que lo iba a convertir en una tribu, porque las reglas son tribales, las reuniones, los códigos, el líder de cada banda es como el jefe de una tribu. También, la idea de comenzar cada parte con la letra de una canción era para hacer de la lectura una experiencia inmersiva para el lector.
¿Cómo pasan estos eventos (los de la banda Mayhem) a formar parte de la psique de cada personaje?
Bueno, lo que pasó con el black metal es que hubo asesinatos, suicidios, quema de iglesias. Fue un momento muy problemático que ocurrió en Noruega. Hoy todos esos músicos ahora están en sus cincuentas. Siguen tocando black metal, pero muy pocos se siguen pintando la cara, muy pocos siguen con la filosofía. Yo lo exageré en la novela, al asegurar que aquí hay gente que toma eso como su propio evangelio, prácticamente su modelo de vida, como si fueran la mitología griega. Aquella vez que Euronymous, el guitarrista de Mayhem, haya dicho tal cosa, o el momento en el que Dead, el vocalista, caminó por el bosque antes de suicidarse, son mitos. Todo para decir que esa tribu urbana, esa movida de black metal noruego, necesita de eso para sentirse parte de algo más grande que ellos, para sentirse importantes, contestatarios, que es parte de lo que se cuenta.
¿Qué novelas de rock te han influenciado?
Novelas de rock… Ahora estoy viendo mi biblioteca, acá, de frente. De rock no he leído muchas novelas. Lo que sí he leído son novelas de gente obsesionada por algo. Por ejemplo, hay una novela de Don DeLillo que se llama Fin de campo. Se trata de un jugador de fútbol americano, estudiante, en Estados Unidos, que relaciona las estrategias de fútbol americano con estrategias bélicas, y los personajes están obsesionados con el fútbol americano o con la guerra. Ese es mi tipo de influencia, o en todo caso, Los detectives salvajes de Bolaño. Son poetas, pero desde mi punto de vista, la novela los plantea como rockstars. Ulises Lima y Arturo Belano, los grandes personajes de la narrativa de Bolaño, son prácticamente rockstars. Y también la aproximación que hace Vila-Matas, autor catalán, sobre la misma literatura. Leerlo me hizo pensar que tú puedes hacer una literatura que se adentre en todo tipo de arte, una literatura musical, por ejemplo. Y no importa que hables de una banda que el lector no conozca; el hecho de hablar de esas bandas y explicar de qué tratan y qué expresan. Todo esto puede hacer que cualquier lector se enganche. No tiene tanto que ver con que haya leído novelas de rock o metal, sino que sean novelas que enganchen, que hagan migrar cualquier tipo de expresión artística de una u otra manera.
La literatura sirve como medio o plataforma para poder aprender nuevos temas. Eso me trae a la cabeza: antes de la pandemia, ¿asistías a conciertos de rock?
Sí, fui a Vivo por el rock, vi a Slipknot. Estuvo bueno. Lo que pasa es que yo escucho todo tipo de rock, en general. No escucho solo metal. Tengo un polo de Rush, una banda de rock progresivo que estuvo vigente desde los setenta hasta hace cinco años. Si tú ves mi colección de discos, gran parte es heavy metal, pero también escucho a Phil Collins. Es igual con la literatura. La cosa es leer de todo; al igual que en la música, escuchar de todo. Pero si hay un género o subgénero que tiene más potencial literario, creo que lo elegí bien, no hay subgénero musical que tenga la historia del black metal, en el rock no hay. Claro, están Jimi Hendrix, Jim Morrison, sus novelas son las típicas historias de abuso de drogas. Pero ese tipo de historias está muy tocada, y durante la investigación, lo poco que encontré es acerca de todo lo que pasó en Noruega, entre los años 1991 y 1993, y eso me bastó para escribir la obra.
¿Qué bandas estás escuchando ahora y qué novelas estás terminando de leer?
Bandas de música, escucho muchísimas. Mis bandas preferidas las divido en contemporáneas, metal y clásicas. En contemporáneas mis bandas preferidas son The Smashing Pumpkins, Tull, Radiohead, Marilyn Manson, Deftones. Las clásicas son Genesis, Rush, Pink Floyd, Beach Boys, King Crimson. Y de metal, Metallica, Enslaved, Morbid Angel. Y ahora he comenzado a escuchar un subgénero musical que se llama math rock, donde lo matemático entra en lo rítmico, los patrones rítmicos son secuencias numéricas, ahí escucho a This Town Needs Guns, banda inglesa, y otra banda que se llama Delta Sleep; son bandas actuales, vigentes.
Sobre lo que estoy leyendo, acabo de terminar Los errantes de Olga Tokarczuk, una escritora polaca que hace algunos años ganó el Nobel. También estoy leyendo a Peter Handke, el alemán que también ganó el Nobel. He estado completando la bibliografía de Don DeLillo, Vila-Matas. He estado leyendo a Javier Cercas, Paul Auster. También estuve leyendo a Sebald, un autor alemán que falleció en un accidente automovilístico, escribía estas novelas ochenta por ciento ensayísticas y veinte por ciencia ficción, que se supone es la tendencia hoy en día. Yo cuando escribo trato de no cerrarme mucho. Algo que siempre nos repetía el profesor de la maestría que fui a estudiar a Barcelona es que la tendencia de la literatura de ficción, hoy en día, es que tiene que ser en primera persona; tiene que ser digresiva, ensayística y de alcance global. Por eso, cuando escribí El intervalo del diablo, quería que la historia se desarrollara en Perú, pero que también trate sobre lo que pasó en Noruega. Yo bromeaba y decía «estoy escribiendo la primera novela peruano-noruega de la historia», porque quería que tuviera un alcance más global. Pero la novela que estoy escribiendo ahora sucede en Barcelona, y en otras partes de Europa. Es una novela más extranjerizada.
A pocas semanas de iniciar la Feria Internacional del Libro de Bogotá – FILBo, en abril del 2020, el mundo entero ingresó en cuarentena por la llegada del COVID-19. Los organizadores tuvieron dos opciones, cancelar el evento para el siguiente año o moverla de su predio acostumbrado en Corferias a la esfera virtual. Resolvieron hacer lo segundo. Es así que la FILBo 2020 fue la primera feria de libro en formato digital, y tuvo un enorme éxito de convocatoria a lo largo de sus quince días de programas.
Este 2021, la Cámara Colombiana del Libro y Corferias están apostando a un formato híbrido desde el 9 al 23 de agosto, con actividades para ser transmitidas de forma virtual y actividades para disfrutar en los terrenos acostumbrados de este evento. Sandra Pulido, directora de la FILBo, nos cuenta todos los detalles de esto.
El año pasado fue bastante bueno para la FILBo, considerando el poco tiempo que tuvieron para organizarla. ¿Por qué consideras que les fue tan bien? ¿Qué cambios o mejoras se pueden esperar para una versión hibrida este 2021?
En primer lugar, quisiera mandar un abrazo grande a todos en Perú, son muy próximos y los llevamos muy cerca. El año pasado trabajamos juntos, y los tenemos muy en cuenta este año por el tema de su bicentenario.
Efectivamente, fuimos la primera feria del libro en el mundo en readaptarnos. Nosotros, tres semanas antes de la FILBo, tuvimos una alerta amarilla que obligaba a aplazar o cancelar los eventos de más de mil personas. Como la feria es organizada por el gremio, que es la Cámara Colombiana del Libro y Corferias, lo que hicimos desde la cámara fue preparar una encuesta para saber cómo movernos muy rápido ante la situación que estaba sucediendo. Salieron muchas cosas, entre ellas, por ejemplo, lanzar una campaña desde la cámara llamada «Adopta una librería», un crowdfunding para que la ciudadanía apoyara con dinero el trabajo de los libreros y que las librerías no tuvieran que cerrar; y otra de las acciones fue llevar a cabo la FILBo en Casa. Le dimos la vuelta a la programación profesional, es decir, a foros del libro específicamente, que es esta franja de la feria donde la industria, tanto nacional como internacional, se sienta a pensar qué está pasando y qué podemos hacer, pensamos cómo darle la vuelta a esta programación. Vimos con los aliados y los afiliados expositores los eventos que se podían mantener, y finalmente logramos hacer 133 eventos que en principio nosotros decíamos: «Máximo tres eventos al día», menos de la mitad de los eventos que estábamos pensando. Pero hubo días donde teníamos eventos por las redes de la cámara, de la FILBo y de Corferias al mismo tiempo, y es que también ocurrió que el mundo entero estaba confinado en las fechas de la feria. Pensamos actividades especiales para Instagram; por ejemplo, lecturas en voz alta, iniciativa del escritor Ricardo Silva y en alianza con Penguin Random House y con la Secretaría de Cultura. Y entonces todos los días a las 9:00 p. m. se leían dos capítulos en voz alta. Ricardo movilizó todo esto y lo lideró, porque finalmente era su idea, pero lograba tener periodistas, actores y actrices. Entonces las lecturas en voz alta eran todo un acto creativo que hasta se podían llamar radionovelas, y llevaban a terminar el día de otra manera. Los primeros días hubo 1500 personas conectadas a las 9:00 p. m., y eso nunca iba a pasar en Corferias. Además, estuvo la inauguración que la hicimos con Roger Chartier, y esta sumó 153 000 personas en esta conferencia. Es así como medimos todo. Y el cierre también fue una de las transmisiones más vistas. Y, en resumen, después de esos quince días de la FILBo en Casa llegamos a 2 millones de personas. Para nosotros eran cifras nunca antes vistas, la FILBo recibía unas 600 000 personas, así que imagínate triplicar con quince días de planeación, de no conocer bien la tecnología, de tener una mejora impresionante para la circulación y comercialización de los libros que finalmente es lo mas importante en las ferias. Y más en una feria como FILBo que tiene una característica distinta a otras ferias del libro en el mundo: es una gran librería en la cual se venden muchos libros. En el 2019, recibimos 600 000 personas y se vendieron 900 000 libros, casi un libro y medio por persona. Esas cifras son únicas de la FILBo, y eso tiene un significado directo en la industria. Hay empresas editoriales en Colombia para quienes su participación en la FILBo significa entre el 30 y el 70% de su facturación, dependiendo de la empresa. Entonces la responsabilidad era muy grande y es más grande para este año. Por eso, hemos confirmado la feria presencial. Por supuesto híbrida, mixta, pero yo creo que la virtualidad ha llegado para quedarse porque además se ha demostrado que se pueden pensar eventos específicos para este formato con muy buenos resultados. También nos permite visibilizar algo muy valioso: la FILBo ocurre en Bogotá, entonces hemos extendido en programación en la ciudad y también en la región, tenemos un programa que se llama FILBo Región y cuando hablamos de región nos referimos al país. Hay algunos invitados de la FILBo que viajan a otras partes del país con libros, van a actividades en colegios y dejan libros en bibliotecas. Pero también la FILBo en Casa nos permitió conectarnos, si se quiere, a un mismo nivel a todas las ciudades. Ya no había diez eventos al mismo tiempo en un mismo horario, excepto este día que teníamos los tres canales a la vez, pero no se compara a los casi 1900 eventos que tuvimos el 2019. Por eso sí sentimos que fue un éxito y sobre todo con tanta incertidumbre, nosotros partimos creyendo que íbamos a poder hacer la FILBo en el segundo semestre del año, veíamos que iba a ser muy complicado y que tendríamos que cerrar con un comunicado diciendo que nos veíamos en el 2021.
Actualmente, Corferias tiene ya unos protocolos, unos sellos de autorización de seguridad que los da el Ministerio de Salud. Los protocolos cambian, no serán los mismos ahora que en agosto, pero nos dan los lineamientos de cómo vamos a poder operar en un espacio público con todos los cuidados. Además, me parece que es un gran escenario de pedagogía, no sé cómo será en Perú, pero aquí un 40% de la población no se quiere vacunar, entonces creo que es importante poner este tema sobre la mesa y que hablemos como ciudadanos sobre las dudas que pueda haber. Entonces estamos planeando la feria presencialmente reducida, no tenemos los mismos metros de Corferias, ahora más controlada, vamos a tener mucho menos de programación presencial, casi un 30% menos, además vamos a crecer con la FILBo en la Ciudad, es decir, llevar a otras partes algo de la programación, firmas de libros, también llegaremos con una muy amplia oferta de la programación de la FILBo en Casa a otras partes del país y al mundo entero. De esa manera nos dimos cuenta que esto sí era de la FILBo para el mundo, como cualquier otra feria. Y ni siquiera tenemos al idioma como un límite, porque a través de Zoom podemos organizar algo con intérpretes y el mundo está a nuestro alcance para difundir a nuestros autores y autoras.
Ustedes fueron una de las ferias más vistas en el mundo. ¿Este año van a hacer de forma separada eventos para la virtualidad y eventos para lo presencial?
Sí, tenemos pensado hacer eventos para la virtualidad y eventos para la presencialidad. Porque no tendría sentido que invirtamos en traer ciertos invitados y que ellos se puedan ver desde la virtualidad. Va a ser en exclusiva para las personas que visiten la feria. Pero también habrá eventos creados exclusivamente para la virtualidad, e incluso estamos motivando al gremio para que los editores que tienen autores en otra ciudad como Cali, Medellín, Barranquilla, también hagan eventos en sus ciudades para movilizar en librerías a estos autores. Y que haga parte de este calendario, de esta gran agenda que se va a vivir en todo el país. Y entonces eso no sería virtual.
Si, digamos, veinte días antes de la FILBo pasan cosas, estamos planeando cómo movernos para que siga esa presencialidad. Acá nos están encerrando en localidades ―Bogotá se divide en veintiún localidades―, y luego nos encierran en UPZ, por lo que nos están encerrando por territorios de espacio cada vez mas reducido para poder controlar el contagio. Entonces, si creció el contagio en un lugar, pensamos moverlo para otro lado. En ese sentido tenemos varios planes sabiendo que lo más exclusivo será dentro de Corferias.
Algo muy valioso que tiene Corferias, según lo que recuerdo desde muy pequeña, son sus calles. Hay pabellones que dividen el espacio y dentro de estos pabellones hay calles entre ellos, entonces hay mucho espacio abierto entre los pabellones, y eso es un valor agregado muy alto que no tienen otros recintos que están más cerrados. Los pabellones tienen varias puertas que van a quedar abiertas solo a modo de ventilación, con una sola entrada y una sola salida. Todo eso estará considerado para la circulación del aire, que es tan importante.
FILBo 2019 en Corferias.
¿Qué expectativas tienen sobre Suecia? ¿Qué escritores vienen? ¿Por qué Suecia es el país de honor este año?
El año pasado iban a ser los países nórdicos, de los cuales forma parte Suecia. Este país también ha encabezado la participación nórdica en la FILBo, y desde antes hemos comenzado a conversar con ellos. El interés de esto es acercar a Colombia con Suecia, con la cultura sueca, con la literatura sueca y la expresión de la cultura sueca en todas sus artes. Suecia, en un acto de generosidad y acompañamiento después de un momento tan difícil que hemos pasado como humanidad, ha comprendido que son los libros, es la cultura, lo que de cierta manera nos sana, nos recompone, nos renueva, que nos permite reencontrarnos y que conversemos, sanemos y pensemos juntos en cómo nos va a ir de aquí en adelante, así como que también pensemos en otras cosas, por supuesto visitemos otros mundos, otras historias, que haga todo lo que la lectura hace en nuestras vidas. Y allí esta la tarea de Suecia.
Ahora estamos haciendo la lista de invitados y apostamos a que algunos vengan presencialmente, no muchos porque finalmente es lejos, pero estamos muy confiados de que algunos puedan venir. Y hay una gran participación virtual desde allá, teniendo en mente la diferencia horaria, y hay varias exposiciones muy pertinentes sobre varios temas, sobre fake news, hay un homenaje a los libros infantiles suecos, una exposición con Save The Children para acabar con la violencia infantil que incluye charlas con expertos suecos. Queremos que estas exposiciones circulen por Bogotá y acompañen con estas conferencias. También nos apoyan con los temas de sostenibilidad; con la FILBo habíamos contratado todo un manual para hacer, diseñar y producir ferias sostenibles en su mayor capacidad. Finalmente estábamos buscando llegar a un nivel cero en la cantidad de dióxido de carbono que produce una feria, entonces estamos viendo qué protocolos cambiar y qué materiales usar. Suecia es uno de los países que más comprometido está con este tema, y seguramente vamos a tener muchas actividades y conversaciones sobre este asunto. En este momento estamos viendo quiénes serán invitados, quiénes podrán venir a Colombia, estamos felices de celebrar y acercarnos con Suecia. Además, tiene una historia larga de cooperación y de trabajo político con todo el proceso de paz, ha venido acompañándonos en muchos procesos de cooperación internacional, entonces vamos a conversar sobre eso.
¿En Colombia hay muchas restricciones para el ingreso de los europeos?
Por ahora no, solo Brasil y el Reino Unido tienen el ingreso restringido. Pero la verdad es que los hechos cambian muy rápido, entonces ahora podemos hablar de estas restricciones y luego podría haber otras o no podría haber ninguna. Ya que en los otros países están avanzados en el proceso de vacunación, a mí me parece, muy personalmente, que les va a dar mucha tranquilidad porque tal vez ciertos autores están vacunados y entonces pueden viajar sin problemas, y además, en general, ya hay mucha gente viajando. Pero estamos apuntando a tener un 30% de invitados internacionales y un 70% de invitados nacionales, por lo que esta feria será mucho más local y nacional.
Con respecto a las compras de libros por comercio electrónico, ¿qué modificaciones se podría esperar este año?
Una de las cosas que ocurrió el año pasado con la cancelación de la FILBo fue que el presidente de la Cámara Colombiana del Libro, Enrique González, fue a pedirle al ministro de Cultura de la Alcaldía de Bogotá que parte del dinero que se usaba en la FILBo se inyectara en el sector editorial, porque la pandemia nos mostró que el sector no estaba preparado para el ecommerce, para las ventas por internet. Y durante todo este año el Ministerio de Cultura de Colombia, la alcaldía de Bogotá y la Cámara Colombiana del Libro han invertido en un proyecto de modernización del sector en el que se han visto beneficiados casi cien empresas editoriales y librerías en Colombia; en este, se les ha dotado de comercio electrónico a las librerías, y la idea es que este comercio transaccional se lance en la FILBo. La gran transacción que ese catálogo o esa página va a permitir se piensa anunciar durante la feria, además de complementar las ventas físicas en la FILBo presencial con las ventas digitales.
¿Cómo lo resolvieron el año pasado?
El año pasado estuvimos muy cortos y logramos con Corferias diseñar una plataforma virtual en la misma página de la feria que se llamaba Vitrina virtual, junto a los expositores. Hubo 2000 títulos en total. Pero no fue fácil vender porque el comprador tenía que llenar mucha información, y luego tercerizar para finalmente llevar el dato al expositor o llevarlo al canal de comercio electrónico de este. Pero el trámite resultaba muy largo para comprar un libro de diez dólares. Además, la gran mayoría de nuestros expositores eran editoriales que no vendían digitalmente, y las librerías estaban cerradas, solo vendían algunas librerías independientes que funcionan de una forma muy casera, lograron seguir vendiendo, y esto se agravó con la demanda de Historia oficial del amor que protagonizaba las lecturas en voz alta de Ricardo Silva. También, durante el segundo semestre del año, las ferias regionales del libro se han fortalecido mucho como canal, pero nos quedamos con ese pendiente de ser más efectivos en la comercialización digital de libros.
Creo que tenemos mucho que aprender. Las librerías tienen que aprender cómo lograr solucionar lo que el lector quiere. Y esto implica invertir en tecnología. Creo que eso es lo más maravilloso de lo que ha pasado en este proceso de modernización del sector, y esto también servirá en un futuro, y no creo que reemplace el ir a las librerías, que es una experiencia irremplazable. Pero si no tienen tiempo para ir a buscarlo, es necesario que nuestra industria pueda ofrecer este servicio de forma idónea. Allí tenemos mucho por hacer.
¿Cómo se percibe el entusiasmo de las editoriales que van a participar este año?
La noche de los libros. Créditos: Archivo FILBo.
Todavía no hemos tenido la primera reunión de expositores. Hay algunas que manifiestan su incertidumbre, saben que nada garantiza cuánta gente pueda llegar a Corferias. Nosotros, como somos el gremio, especialmente junto a la gran mayoría de editores, estamos teniendo una conversación muy cercana con todos para que las decisiones las tomemos en conjunto. Queremos que estas no sean una sorpresa, que podamos conocer los riesgos y tomar la mejor decisión como creemos que se pueda llevar a cabo. Pero yo creo que en general, con la buena recepción del lanzamiento del comunicado anunciando a Suecia y las fechas finales de la feria y los proyectos de FILBo en la Ciudad y FILBo en Casa, los eventos de este año han sido bien recibidos.
Tenemos enfrente un año, o puede ser un poco más, donde tenemos que aprender este ejercicio de cuidarnos, de cuidado y autocuidado, porque son miles de trabajos, empresas, miles de personas, miles de vidas que necesitan mantenerse, que requieren que esto se mueva y que genere confianza y haya una reactivación económica. Entonces sería mentira decir que todos acepten a ojos cerrados, y es normal, yo creo que todos tenemos las mismas incertidumbres y nadie tiene la verdad en sus manos en este momento. Nuestro compromiso es hacerle un seguimiento desde el protocolo a nivel de epidemiología según los expertos y las autoridades que van dictando cómo debemos operar, nosotros desde la feria ver qué tipo de acciones y alianzas podemos hacer. Ya estamos adelantando con ciertas empresas y marcas para garantizar el cuidado y que haya también una pedagogía en ese sentido para entender que se demuestra que el buen uso del tapabocas salva. En ese sentido queremos ser muy insistentes en eso. Esa es la apuesta por ahora y así es como vamos trabajando en estos meses.
Tenemos semanas de aquí hasta la feria, en los que muchas cosas pueden cambiar. Yo espero que tengamos más certezas y tranquilidad y confianza en los procesos de aquí a agosto. También hay una responsabilidad tremenda ante muchas empresas. Tendremos que tomar muchas decisiones en conjunto porque esto no lo habíamos vivido antes. Pero la solución no puede ser «no hacemos nada»; tenemos que ver qué hacemos. La gran mayoría del tiempo, yo tengo un pensamiento muy optimista donde creo que, con los cuidados, las alianzas y una buena campaña de comunicaciones vamos a hacer algo mejor y necesitamos que así sea de cara a la industria editorial en Colombia.
El dueño de la librería Prólogo nos cuenta un poco sobre la propuesta de su librería y el incierto futuro que tienen por delante después del primer año de la pandemia.
La librería Prólogo está ubicada en el barrio Chapinero, en Bogotá. Abrió sus puertas el año 2006 con la idea de ofrecer un espacio confortable para los amantes de la narrativa, así como para talleres y cursos enfocados en el arte y las humanidades. Su dueño, Mauricio Lleras, nos cuenta cómo fue el año 2020 para ellos y qué futuro les espera para este incierto 2021, ya que, al igual que todos los negocios que no atienden las primeras necesidades, se vieron obligados a sufrir serios recortes en sus ingresos por la llegada del COVID-19.
¿Cuál es el concepto de Prólogo?
Esta librería está enfocada en la narrativa, sobre todo en la narrativa contemporánea. Tenemos unas secciones de filosofía, ensayo, historia, biografía, pero comparadas con el área de narrativa son muy pequeñas. Eso obedece al criterio que a mí, como librero, me interesa: la narrativa. No me interesa ofrecerle al cliente un libro del cual desconozco su lenguaje, su contenido, como es el caso de los textos filosóficos, a pesar de haber estudiado filosofía. Estamos enfocados en el área de narrativa. Si usted busca libros de autoayuda encontrará por ahí ocho libros, pero es porque se colaron en algún pedido o porque están siendo muy consultados por los clientes. Pero nuestro interés es la narrativa.
La mayor parte de nuestro catálogo pertenece a la segunda mitad del siglo veinte e inicios del siglo veintiuno, pero también hay de 1800 y 1700, y si consideramos al Quijote también hay de 1600. Asimismo, tenemos literatura japonesa de antes de ese tiempo.
¿Tiene narrativa de todas partes del mundo, o se enfoca en alguna narrativa específica?
Hay una sección que es mi consentida que es una sección de novela negra y policiaca porque me apasiona. Después, tenemos narrativa en general. Tenemos narrativa colombiana, todos los títulos de habla hispana, y después está la narrativa en general que abarca la mayoría de lo que se está publicando. Uno depende demasiado de las editoriales y de lo que estas quieran tanto importar como imprimir en Colombia, entonces estamos un poco limitados en ese sentido. Nosotros eventualmente hacemos importaciones directas de libros, pero con el precio del dólar y del euro no ha sido posible actualmente.
¿Ofrecen alguna otra cosa, como crónicas o periodismo, o se enfocan más en literatura?
Principalmente literatura. Aunque hay una pequeña sección de crónica, no muy exquisita, no muy curada ni seleccionada, pero existe esa sección de crónica. Todas son secciones pequeñas y procuramos no tener demasiados libros, sino tener los que creemos que son lo mejor.
¿Cómo les fue el año 2020?
Es mejor borrar el año pasado, mejor no lo contemos. El año comenzó muy bien, contra todos nuestros pronósticos. El mes de enero, que siempre es muy flojo en ventas, fue extraordinario, el mes de febrero también, el mes de marzo comenzó muy bien hasta que empezó el tema de la pandemia. Nos defendimos bien con las ventas virtuales, que fueron muy buenas en los meses de abril, mayo y junio, pero a partir de julio las ventas se cayeron. Montamos una página de emergencia en Mercado Shops que actualmente está en mantenimiento, también trabajamos con Instagram, pero en julio las ventas cayeron radicalmente. En agosto se levantaron las restricciones, así que pudimos abrir la librería. Fuimos medio «nadando» en agosto, septiembre y en octubre teníamos la librería completamente abierta. Octubre y noviembre fueron meses discretos, pero no fueron unos meses horribles; en diciembre nos fue bastante bien. En enero volvimos a tener cuarentena, entonces solo pudimos abrir la librería por dos semanas. En febrero empezamos muy bien, pero durante las últimas semanas ha estado quieta la librería. Actualmente hay restricciones de aforo, pero nunca me ha tocado aplicarlas aquí. Normalmente vienen personas que visitan 10 o 15 minutos, compran lo que deben comprar, hablan con el librero, inclusive a veces compran más de lo que pueden leer en las siguientes 8 semanas.
¿Cómo ve el panorama en este año?
Hay bastante incertidumbre, estamos mirando un poco lo que pueda pasar durante este semestre. Esta librería tenía muchas presentaciones de libros, dictaba cursos de música, de literatura, de historia, todo eso está restringido, entonces estamos un poco a la espera de ver qué pasa. Si la cosa se complica mucho, la decisión que yo tengo tomada desde ahora es que, si de aquí al 30 de junio esto no cambia mucho de norte, cerramos la librería.
¿Qué novedades literarias han salido que tenga disponibles en su librería?
Entre las que han llegado últimamente destaca una novedad del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez que se llama Volver la vista atrás (Alfaguara, 2021), se ha vendido bastante bien. Aparte de esa obra, no creo que este año haya salido algo especialmente atractivo. Han llegado cosas de España, pero básicamente la oferta que tenemos ahorita es lo que ha llegado en noviembre y diciembre. Está, por ejemplo, Línea de Fuego de Arturo Pérez Reverte (Alfaguara, 2020), A prueba de fuego de Javier Moro (Planeta, 2020), el libro de Obama que todo el mundo lo ha estado preguntando (Una tierra prometida; Editorial Debate, 2020), y también algunos ensayos de autores colombianos. Pero realmente las novedades que yo estoy esperando no llegan todavía. Estoy esperando tres obras de novela negra que salieron ya hace tiempo, en septiembre, octubre y noviembre, y no las han traído. Volvió a salir la revista Gatopardo que estaba agotadísima desde finales de 2019 y durante todo el 2020. Estábamos esperando la llegada de 1794, continuación de 1793 de Niklas Natt Och Dag (Salamandra, 2020); también está el libro de Tomás González, El fin del océano Pacífico (Planeta, 2020), un libro que se ha vendido muy bien; el de Laurent Binet, Civilizaciones (Planeta, 2020). En líneas generales, eso es lo que ahora se está vendiendo. También hay una novela del escritor alemán Walter Kempowski, Todo en vano de la editorial Libros del Asteroide (2020). Es una novela preciosa, dura. El año pasado también salió Frankenstein en Bagdad, de Anna Gil Bardají (Libros del Asteroide, 2019); Los niños del Borgo Vecchio, de Giosue Calaciura (Editorial Periférica, 2021). Todo eso se ha estado moviendo bastante bien, pero no son libros de este año.
¿Ha sido complicado imprimir, publicar o importar en Colombia?
Yo creo que las editoriales en Colombia han bajado mucho el número de sus impresiones, me parece que las importaciones se van a empezar a normalizar a partir de finales de marzo.
Por otro lado, las novedades que salieron en enero en España no alcanzan a llegar sino hasta mitad de año a Colombia, porque ya no están haciendo importaciones con la regularidad de antes. Están haciendo dos, tres importaciones al año, entonces eso nos está restringiendo el acceso a esas novedades.
Finalmente, ¿podría recomendar cinco libros que tenga en su librería?
Puedo recomendar Todo en vano, de Walter Kempowski. También Los niños del Borgo Vecchio, de Giosuè Calaciura; Frankenstein en Bagdad, de Ahmed Saadawi. También le puedo recomendar uno que está agotado, pero es extraordinario, que se llama Testamento de juventud, de Vera Brittain (Errata Naturae, 2019); y finalmente, recomiendo 1793.
Sacar adelante una editorial independiente es un reto, y más en un país como Chile, donde la competencia multinacional es una de las más fuertes de la región. Sin embargo, gracias al trabajo de Juan Carlos Cortés y su equipo, Abducción Editorial tiene siete años de vida y sus libros son algunos de los más buscados en la Furia del Libro, la feria de editoriales independientes más grande de Chile.
Pasando de la ciencia ficción a la poesía japonesa, Abducción ha cambiado mucho a lo largo de los años, pero nunca se aleja de su meta principal: el placer de llevar al lector a otro mundo, con una propuesta editorial novedosa y de calidad. Conversamos con Juan Carlos Cortés para que nos cuente un poco lo que ha sido su desarrollo.
¿Cuánto tiempo con este proyecto en marcha?
Este es el séptimo año que tenemos como editorial. En un comienzo, todas las editoriales, como todos los proyectos artísticos, tienen un deseo muy grande de definirse. Se llama Abducción por algo, partimos muy enfocados en la ciencia ficción. Empezamos con Burocracia de Santiago Ambao, un autor argentino que saca libros en España, y es ciencia ficción dura. Yo creo que en ese tiempo teníamos un formato semiformal. También Opio en las nubes, que antes solía circular en fotocopias; nosotros conseguimos los derechos y lo publicamos, pero allí ya se nota que salimos un poco de la ciencia ficción, es más fantasmagórico. En un inicio parecía que nos íbamos por ese lado. Ahora, si uno entra a nuestra página o a nuestras redes sociales, podrá ver que publicamos los libros que nos gustan. Y ese es el filtro: libros que nos gusten. Ahora somos más otakus, sacamos libros japoneses como el de Chika Sagawa, que es una de las primeras veces que sale una edición en español. Este año vamos a sacar otro de Juno Uza, un compadre que hizo una de las primeras novelas de ciencia ficción en Japón. Igual ahora se están mezclando un poco las cosas, pero en general nuestra definición es esa: publicar las cosas que nos gusten. Y estamos en un sector cultural muy específico también. Nosotros tenemos una librería, y allí se nota que nuestros gustos por la literatura de género, no solamente de género literario, sino de diversidad, LGTBIQ+, las cosas asiáticas, las cosas chinas, japonesas, por allí vamos. Creo que lo que más define la editorial es que lo hacemos porque nos gusta, y lo pasamos bacán haciéndolo, y creo que va a seguir viva mientras sigamos haciéndolo así.
Burocracia, de Santiago Ambao. Abducción Editorial, 2016.
Se puede ver que la editorial ha cambiado bastante de formato. Al comienzo se veían un poco como Tusquets y ahora tienen muchas estéticas.
Sí, de hecho, sacamos el formato de Tusquets, incluso la forma como está escrita la contratapa: poner una cita, hablar un poco del plot, un poco del autor. Ahora somos más escuetos. Por ejemplo, en el de Philip K. Dick pusimos «uno de los maestros de la ciencia ficción», en otro pusimos «se trata de unos amigos que tienen una banda». Me parece que en general, las editoriales en Chile desde hace unos cinco años estábamos todos anagramizados, todos queríamos ser Anagrama, o Tusquets. A las finales, la edición independiente va por un lado muy distinto. Nosotros por ejemplo ahora hacemos cosas más visuales. Antes no nos preocupaban estas cosas. Pero ahora ponemos diseños en el reverso, hojas de guarda de otro color, de otro material. Somos un equipo de cuatro personas, pero yo era el más motivado. Hacía muchas directrices, y antes yo leía en Kindle, entonces no tenía un apego al libro-objeto. Ahora que tenemos una librería hemos aprendido muchísimo que el libro sea una experiencia. Entonces sí, ha cambiado caleta (mucho).
Un ejemplo es Ducks Space. Es de un cantautor gringo, Daniel Johnston. Kurt Kobain usaba la polera de su disco Hi, How Are You? Es el más famoso, el que tiene una ranita, por eso mucha gente lo conocía. Este loco hace una música enfermísima, y por lo mismo este cómic son patos espaciales que van a matar al diablo de su planeta para erradicar el mal del mundo.
Space Ducks, de Daniel Johnston. Abducción Editorial, 2019.
Tienen ciencia ficción, anime, Rafael Chaparro que tiene un nicho específico, y el cantante Daniel Johnston.
Sí, todos son de nicho, pero un nicho que está en crecimiento. Por ejemplo, el de Rafael Chaparro, cuando lo tenemos en feria, mucha gente que lo leyó en fotocopias hace mucho tiempo —sobre todo porque es una novela súper juvenil— y cuando lo ven se sorprenden: «¡Oh, no sabía que existía el libro!». Además, como nosotros nos distribuimos en librerías independientes y por nuestras redes sociales, mucha gente que compra en librerías de cadena, como Antártica y Librería Chilena, que son las de mall, en general no se encuentra con este libro. La gente se sorprende mucho cuando lo encuentra.
Opio en las nubes, de Rafael Chaparro. Abducción Editorial, 2016.
¿Cómo les ha ido el 2020?
El 2020 estuvimos parados por el tema del dinero, hay mucho trabajo que nosotros hacemos gratis, pero imprimir es el problema.
Imprimir es, a veces, más de la mitad del presupuesto.
Sí, es muy caro, hay que tener capacidad de inversión en ese momento. Pero, por otro lado, el 2020 fue bacán porque todos estuvieron encerrados, y tú podías hablar con todo el mundo por internet. Entonces hablamos con mucha gente, con muchos autores, y el 2021 vamos a sacar seis libros. Nosotros éramos una editorial que sacaba dos libros al año, y ahora nos pegamos el salto a seis. Así que en realidad de lo malo salió algo bueno. Este 2021, como te adelantaba, viene un libro de Juno Uza; también se viene una autora francesa, Anne Scott, que es conocida en Francia, pero en el extranjero más se conoce porque es amiga de Virginie Despentes, la de Teoría King Kong, es la que estaba con la Despentes cuando pasó lo que cuenta en ese libro. Igual ella (Despentes) es el enganche, más allá de ser una gran escritora. En nuestra librería nos enfocamos principalmente en publicaciones independientes, entonces tenemos muchos fanzines, también revistas que hacen agrupaciones o artistas solos, y de allí sacamos libros visuales que también vamos a publicar, entre otras cosas.
¿Qué es la Furia del Libro?
La Furia es la feria más bacán de Chile, no hay duda de eso. Es incluso más importante que la Filsa. Lo que pasa es que los actores que la hacen son muy distintos. La Filsa en el fondo es la feria hecha por las grandes industrias, entonces son puestos que cuestan como tres millones de pesos, para nosotros es imposible asistir. En general, entre los independientes se agrupan para estar presentes allí, o piden fondos. De ese modo la inscripción está pagada por el Ministerio de Cultura. No obstante, la Filsa está tomada por dos o tres editoriales que son las transnacionales, como Planeta o Penguin Random House. En el fondo, el público que va se guía por eso, porque son las cosas que ya conocen, pero hay pocas propuestas.
En cambio, la Furia, que creo que tiene más de diez años, inició muy chica. Se hace en el GAM (Centro Cultural Gabriela Mistral), que está cerca de la plaza de la Dignidad, y es un encuentro. Porque en la Filsa trabajan vendedores, pero en la Furia trabajan los editores. Esa es la gran diferencia. Tú vas y conversas con las personas, los conoces; las actividades son bacanes; y escritores chilenos realmente actuales están presentes en las charlas. Tampoco es por desmerecer tanto a la Filsa, pero el contraste es muy grande, es la gran empresa contra la empresa a la que le importa. Por ejemplo, en la Filsa te encuentras a Hernán Rivera Letelier todos los años, que, si bien es un gran escritor, en Chile todos los años hay escritores nuevos que son interesantes, y eso no se ve.
Nosotros llegamos a la Furia en nuestro primer año de editorial. Los organizadores fueron muy generosos, nos conocíamos un poco y nos permitieron tener un stand que era muy pequeño. Nos fue bacán, vendimos caleta. Un poco porque en ese tiempo vendíamos con el corazón, nos desmadrábamos vendiendo los libros. Ahora tenemos un stand completo y se venden solos, ya tienen vida propia. Eso es algo que se agradece caleta, dan espacio a editoriales nuevas, respetan también a las que están hace tiempo metidas, en el fondo siento que la Furia es trabajo entre amigos, de gente que le interesa y que estudió la cosa. Yo fui al magíster de Edición de la Universidad Diego Portales y muchos de los que fuimos allá tenemos editoriales y trabajamos así.
¿Qué se debe editar, por ejemplo, para autores que ya están publicados, que ya tienen como cierto nombre, cierta tradición, como Chaparro o Philip K. Dick? Porque un autor nuevo, en cierta forma, se puede moldear, pero un autor consagrado es distinto.
Con los chicos siempre bromeamos con que debemos trabajar con autores muertos. Los vivos son complicados, no les gusta que les toquen la obra, y tienen opinión para todo. Ojo, está bien que se involucren.
Entonces con autores consagrados, como Philip K. Dick, lo que hicimos fue una traducción en latinoamericano, no en «españolísimo». Philip K. Dick está traducido en España y está traducido con joder o coño. Para nosotros es un poco incómodo leerlo así. Además, en las traducciones españolas, por desvirtuación del monopolio que tienen, todas sus obras se parecen; si tú lees Anagrama, todos los libros son iguales. Con autores consagrados es interesante el ejercicio de traducirlos para Latinoamérica. En Argentina eso se hace bastante, suelen traducirlo en argentino, como para ellos mismos. Lo de las traducciones es una discusión gigante, pero lo ideal es que suene local para todos.
Humano es, de Phillip K. Dick. Abducción Editorial, 2018.
Por otro lado, lo que ocurre con autores consagrados como Chaparro es que muchos no tienen distribución, a menos que estén editados en España. Es un buen ejercicio localizarlos dentro de Latinoamérica. Por ejemplo, traer para acá a un autor mexicano, peruano o colombiano, y en otros sellos aparte de los que los han publicado. Del mismo modo, a nuestros autores chilenos llevarlos a otras partes mediante alianzas, y que se hagan conocidos así.
Para conocer más sobre Abducción Editorial se puede visitar su página web y sus redes sociales.