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Julio Isla Jiménez: «Nos hemos tomado muy en serio eso, que no sea un club de amigos, más bien que presente una propuesta de lectura que llame a la crítica».

Entrevista de Juan Molina

Julio Isla es director del sello Alastor Editores y de la revista literaria peruana Lucerna. En esta entrevista nos habla sobre este último proyecto que tiene, el cual acaba de aparecer con su volumen N.° 13 en un año tan difícil para el mundo.

El mundo editorial sufrió un duro golpe el año pasado a raíz de las diversas crisis que surgieron: de salud, política, económica, social. ¿Qué impulsó al equipo editorial para la publicación del N.° 13 de Lucerna?

Lucerna es una revista de literatura que inicia labores el 2012. Este 2020 publicó el N.° 13. Ya sabemos, por las circunstancias que ha pasado el mundo, que ha sido un año complicado para todos, no solo para el sector editorial. No ha sido fácil para nosotros, pero no ha sido más difícil que para otros. Por eso, tomamos la decisión de continuar con la revista impresa. Manejamos en algún momento la opción digital, como muchas publicaciones hechas durante el año. Pero luego dijimos: «Si tanta gente, a pesar de las dificultades, está realizando grandes esfuerzos en sacar y dar lo mejor de sí, nosotros debemos sacar la revista impresa»; no porque el papel, de una manera romántica, tenga un valor por encima de lo digital. Lo que importa realmente es el contenido. La revista ha salido año tras año en papel, y lo asumimos como un gesto de lucha y resistencia el hecho de seguir editándola en el mismo formato desde que inició en el 2012. Esa fue la idea, hacer el máximo esfuerzo posible para sacarla en papel, por lo que consumimos nuestros ahorros. En 2019 sacamos el N.° 12; este se presentó, pero no se pudo distribuir de manera adecuada durante el año pasado. Normalmente participamos en ferias de libro y allí distribuimos la revista. Esta vez, sin su presencia física en el 2020, tuvimos un acumulado. Otra razón para mantener esto fue para demostrarles respaldo a nuestros colaboradores de este último número, que vean que apostamos por ellos, por difundir sus obras tanto de los autores peruanos y extranjeros. Es por ello que hicimos el esfuerzo para que la revista Lucerna, en este número del 2020, siga saliendo en papel.

La revista tiene un soporte físico y, como señalas, no es un acto de romanticismo sino de resistencia ante la crisis. ¿Hay posibilidad de que llegue el momento de pasar al plano digital? ¿Hay algún proyecto audiovisual a corto o mediano plazo para Lucerna?

Lucerna tiene una web donde compartimos mucho del contenido, avances y extractos de los textos publicados en el soporte físico. Más adelante, tal vez, publiquemos en PDF los números ya agotados. Por el momento, la revista seguirá saliendo en papel y extractos de ella estarán disponibles en la web. Proyectos audiovisuales no están en nuestros planes, por el momento.

En la página web de la revista hay una reseña sobre el libro Ejercicios contra el Alzheimer (Andesgraund Ediciones, 2019) de Virginia Benavides, mientras que en la sección Editorial se hace una reflexión en torno a la importancia del libro como bien de primera necesidad. ¿La realidad en la que vivimos tiene influencia directa dentro de los temas seleccionados para cada número?

Por supuesto. La realidad y los problemas actuales tienen influencia en la elección de los temas de cada número. Por ejemplo, cuando se cumple un aniversario muy importante de un escritor peruano o extranjero, como el centenario, sacamos un artículo alusivo. Cuando fue el cuarto centenario de la muerte de Shakespeare, hace algunos años, sacamos un especial porque él sigue siendo relevante para la sociedad. Se le sigue leyendo, los problemas que tratan sus obras siguen vigentes y es lo menos que podemos hacer. Honramos su memoria invitando a las personas a leerlo con miradas nuevas, en ese caso publicamos traducciones. Algo similar ocurrió con el centenario de Gonzales Prada. Por otra parte, los problemas, ya no a nivel de efemérides literarias, sino como realidad, siempre los abordamos o tratamos de no hacerlo sobre coyuntura política inmediata porque eso lo tratan los propios autores en sus escritos, cuentos o poemas; allí lo pueden realizar. Como revista, lo hacemos tratando de seleccionar autores que nosotros creemos que tienen una visión crítica con sus escritos, que sean cuestionadores, desestabilizadores del conformismo. Eso es algo que no va a ser tan evidente. La revista no tiene un corte panfletario político, porque finalmente es una revista de literatura que trata de ahondar en los problemas literarios, estéticos y artísticos. Pero como el arte no está disociado de la realidad, estos problemas se abordan de una manera más crítica y profunda, sin ser tan evidente. Eso es algo que le corresponde al lector desentrañar, descifrar y asimilar. A veces podrán ver un artículo que habla sobre un tema de género, por ejemplo, que está muy vigente y del cual se sigue discutiendo actualmente. En este número específicamente hay un artículo que trata sobre la fenomenología y la música, de cómo el análisis fenomenológico sirve para tener una nueva comprensión, una nueva escucha de los fenómenos sonoros del siglo XX. Y uno dirá, ¿y eso qué tiene que ver con la realidad peruana? Tiene mucho que ver, porque este artículo es de una filósofa que estudia en Alemania y nos ayuda a repensar la recepción del arte que tenemos.

Muchas veces se dice que el arte contemporáneo es vacuo, incomprensible, frívolo, y lo hacemos en comparación con un supuesto arte universal de todas las épocas que, naturalmente, nosotros disfrutamos también: el arte clásico, grecorromano o el arte romántico. Sin embargo, el arte contemporáneo también tiene mucho que decir porque apela a nuestra sensibilidad actual, a los problemas del hombre y la mujer de hoy en día; solo que el lector o el oyente se ve repelido porque ha cambiado la forma de escuchar. Ahora, la recepción se da de otras maneras y este artículo aborda eso, ¿cómo hacer para que el espectador de las obras contemporáneas no se vea ahuyentado?, ¿cómo abordar estas nuevas obras que desafían y ponen a prueba nuestra sensibilidad? Tiene mucho que ver. Son temas que se relacionan con uno y lo debe enfocar según su realidad. Luego, hay otros temas más literarios. No abordan problemas directamente, sino que sirven para formar el criterio literario y para ayudarnos a leer de una manera más atenta y más sagaz. ¿Para qué nos sirve leer así? Pues para procesar con más inteligencia la gran cantidad de información que abunda hoy en día en redes sociales, en toda esfera de la vida. Si nosotros somos buenos lectores, somos ciudadanos que no nos dejamos engañar, nos volvemos críticos ante los mensajes, los fake news y demás formas de desinformación que existen. Lucerna es una revista para lectores y lectoras que se toman su tiempo, que quieren leer a profundidad, que quieren leer de manera crítica, activa, recreativa e imaginativa. No de una manera pasiva.

Nuevo volúmen de Lucerna Revista de Literatura

Otro eje recurrente en la revista es el rescate. No solo de textos olvidados como el de Sologuren y la poesía negra, sino de otros cánones a través de las traducciones; o el que se logra a través de la sección de creación, que permite dar a conocer al público las nuevas propuestas. ¿Cómo se selecciona el material a publicar?

Lucerna, desde el primer número, se propuso dialogar con otras literaturas y otras lenguas. Por eso es que siempre tiene una sección de traducciones en las cuales se traducen textos de autores contemporáneos, sin olvidar a los clásicos. Como ya mencioné, de Shakespeare se hizo una traducción nueva, con una visión diferente. También tiene una sección de rescates. La literatura es un gran horizonte transversal, dinámico que fluye a nivel temporal: de la antigüedad a lo contemporáneo; igualmente fluye en el plano de otras lenguas y dimensiones actuales, así como entre otras disciplinas. Lucerna muchas veces se ha publicado artículos sobre cine, teatro, música, pintura. En ese sentido es heterogénea, plural. Volviendo a tu pregunta, los criterios para seleccionar y publicar el material son los mismos: muy abiertos, muy plurales. Siempre tratando —como respondí en la pregunta anterior— que haya una mirada crítica en el ensayo o artículo que se publique, que sea una propuesta novedosa. Desde el primer número nos hemos propuesto variar casi completamente los autores y autoras que escriben, los temas tratados, las traducciones, los colaboradores, la creación. Tú no vas a ver poetas que se han repetido de un número a otro, solo una vez hemos hecho tal cosa. En Lucerna hay una voluntad de pluralidad de voces, publicando a gente de Lima, Huancayo, Áncash, Chimbote, Trujillo. En este último número han escrito dos chicas cusqueñas, una poeta trujillana, un narrador huancavelicano y una ensayista y un poeta de México; nuestros lectores verán una apuesta en lo heterogéneo. Nos hemos tomado muy en serio eso, que no sea un club de amigos, más bien que presente una propuesta de lectura que llame a la crítica, al cuestionar. De acuerdo a estos lineamientos nosotros seleccionamos este material que —como ya viste— se renueva número a número. 


Julio Isla es magíster y candidato a doctor en Literatura Hispanoamericana por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha colaborado en el Diccionario histórico de la traducción en Hispanoamérica, publicado en España, y elaborado estudios introductorios de Manfredo de Lord Byron y Antonio y Cleopatra de William Shakespeare. Ha editado y prologado el volumen Más allá de los cielos. Antología poética y teatral de Carlos Germán Amézaga. También es autor de ensayos, relatos y piezas teatrales en diversas revistas. Para revisar el trabajo de Alastor Editores y los números anteriores de Lucerna Revista de Literatura, hacer clic en los enlaces.

Juan Carlos Cortázar: «A las personas trans no las matan de un tiro en el pecho, en la nuca… Cuarenta puñaladas, sesenta tiros. Destrozan los cuerpos porque hay miedo».

Entrevista de Erick Saavedra

Escritor y sociólogo, autor de la novela Cuando los hijos duermen y del libro de cuentos El inmenso desvío, Juan Carlos Cortázar acaba de publicar la novela Como si nos tuvieran miedo, una historia de temática LGTB enmarcada en la época del terrorismo en el Perú, entre la década de 1980 y 1990.

Erick Saavedra: ¿Cuál fue el proceso de escritura de Como si nos tuvieran miedo, específicamente por los temas que están relacionados? Tenemos al sujeto disidente sexual, las transexuales y, por otro lado, tenemos toda la época de terrorismo en el Perú.

Juan Carlos Cortázar: En algún momento me propuse, casi como un ejercicio, escribir algo desde una mirada que no correspondiera a mi mirada cisgénero, masculina, gay. Siempre me ha atraído la mirada trans, explorarla como ficción de base. A raíz de la matanza en una discoteca de Orlando, en Miami, me puse a investigar noticias sobre asesinatos en discotecas LGTB, trans en Perú. Allí encontré los escritos de Giovanni Infante sobre las matanzas en los ochenta y noventa. Luego, el corto de Juan Carlos Goicochea, El pecado social, que aborda lo que fueron las matanzas en Tarapoto. Y uno va sumando cosas. Al final se mete todo en una licuadora, o en una juguera, y sale algo. Luego, elegí el año 1992 porque fue la época de esas matanzas en Tarapoto. Además, el año 1992 me pareció un año particular conforme fui revisando diarios y revistas de la época. Ese mismo año Fujimori cerró el Congreso, fue el atentado de Tarata, se capturó a Abimael. Fue un año muy denso. La violencia estaba a tope, había esta sensación de cerco de Lima. Los barrios desplazados eran una realidad muy dura. Yo conocí algunos. Yo sé que lo que era un barrio desplazado en 1992. E inventé uno mezclando las experiencias que tuve de adolescente y joven en el Callao y el Cono Norte. Aparecieron personajes. Tomé a Angie —que lo había trabajado antes en otras narraciones—. De hecho, en el cuento donde aparece Angie, «El inmenso desvío», ya sale Melgar como barrio creado sobre recuerdos míos en esa zona del Callao, al borde del río. Y así, se fue sumando y sumando personajes. Apareció Miluska, luego Leoncio y la historia comenzó a desarrollarse. Como soy una persona que no tiene tanto tiempo escribiendo, siempre busco que alguien, algún escritor cuya escritura me guste y me motive, me acompañe. En este caso fue Hernán Ronsino, escritor argentino que fue mi profesor en Buenos Aires cuando estudiaba allá. Fue un proceso que tomó cuatro años. Lo más interesante (creo) y lo más desafiante ha sido tratar de enganchar la mirada trans. Es una mirada muy compleja, muy rica y muy móvil. Entonces lo que hice fue —y allí otra vez mi formación de sociólogo— hablar con gente trans, conversar, ir a sus lugares de trabajo. Hablé con personas trans que estaban trabajando en el mundo de la peluquería, de la política, en el mundo del arte. Creo que esto ha sido lo más desafiante.

Tapa de la última novela de Juan Carlos Cortázar, Como si nos tuvieran miedo, publicada por Animal de Invierno.

E. S.: ¿Cómo trasladar esta disidencia que vemos en el mundo real al espacio de la escritura, a la literatura?

J. C. C.: Es parte del oficio. Para mí un ícono de texto que logra enganchar con una mirada más trans es Salón de belleza de Mario Bellatin; ese personaje maravilloso que es el narrador. Y no hay personaje más puntual en El Sexto de Arguedas como «el Rosita». Y una cosa que a mí me surgió en la escritura, medio naturalmente y que lo vi en Arguedas y me alegró, es el juego con los pronombres: es él, es ella. Los tres personajes centrales, por razones distintas, por el tema trans o por temas más políticos tienen dos nombres: uno pasado y el actual. Formar en palabras una mirada y una sensibilidad que no es la de uno —como sí sucede cuando tengo personajes que son hombres homosexuales, por ejemplo—, pasa por el sentir. Quien escribe es una especie de pararrayos: usa sus sensaciones, sus sentimientos, temores, alegrías, su placer, su dolor, su cuerpo como un pararrayos para captar la energía, los sentimientos, las vivencias, los dolores y los cuerpos de otros. Y uno trata de traducirlo en palabras. No tendría una repuesta muy metódica, pero creo que el ejercicio básico es ese: cómo sientes, cómo te vinculas. Tuve la suerte de conversar acá en Chile con una amiga con la que tenía mucha confianza como para hacerle preguntarle; entendí así acerca de la sensibilidad y el deseo trans que, para mí, como hombre homosexual, son distintas, raras, queer. Es un arco grande: transformistas, travestis, transgénero, transexuales… Pero hay mucho por explorar en la dimensión de lo que podemos llamar trans.

E. S.: ¿Se puede hablar de «trauma» dentro de tu novela, entendiendo esta palabra como la experiencia vivida en un momento específico y las consecuencias que esta tiene?

J. C. C.: Hay una superposición de varios traumas. Tengamos en cuenta que hay muchos tipos de poblaciones o comunidades que viven discriminación. Por ejemplo, la discriminación racial o por pobreza; pero también la discriminación por orientación sexual o por identidad de género, de las pocas donde tu espacio íntimo, incluso tu familia, se convierte en un lugar de discriminación y agresión. En el caso de una discriminación racial puede haber formas familiares, pero ya en el caso de una persona homo, lesbi y, sobre todo, en el caso trans hay un golpe inicial que es abrirte al mundo, identificarte y sentirte alguien, y que tu padre o hermano te digan: «No, tú eres otra cosa». Eso me parece que debe ser fundante como grieta que luego se busca otra vez, curar. También está el trauma que la violencia política nos dejó a todos: si salías a la calle, si ibas a determinadas zonas más calientes, incluso si mirabas las noticias y los periódicos. Hoy en día tal vez nos hemos olvidado, pero era un periódico que chorreaba sangre. Las fotos. Ver un noticiero te dejaba con los huevos acá. Daba miedo, y ese miedo genera un trauma. Y luego está la violencia específica dirigida, en este caso, a la población trans, u homo si lo queremos ver (aunque en este caso es más difuso), es un tipo de violencia que existe hasta ahora: la transfobia. Por alguna razón, a las personas trans no las matan de un tiro en el pecho, en la nuca o una puñalada. No. Cuarenta puñaladas, sesenta tiros. Destrozan los cuerpos porque hay miedo. Y de ahí, viene el título de la novela —que me lo robé de José Donoso, maravilloso escritor chileno y unos de mis mayores héroes—: Como si nos tuvieran miedo. En algún momento pongo la frase en la boca de un personaje: «Como si nos tuvieran miedo». El odio nace del miedo; la transfobia y la homofobia nacen del miedo. Por eso, debe ser tan agresiva y destructiva del cuerpo. La persona ya está muerta, pero igual la siguen destruyendo por miedo. Esa violencia todavía existe y la novela trata de aportar a eso. Lo puedo haber instalado en el 1992 porque es un tema que me interesaba vincularlo con la violencia política y los personajes me llevaron allí. Pero la violencia, sobre todo en el caso de las personas trans en el Perú, en América Latina y en el mundo es algo permanente. Fijémonos que el promedio de vida de las personas trans es entre 35 a 40 años, dependiendo de cada país.

E. S.: ¿Cuál ha sido tu forma de experimentar tu labor de escritor en este tiempo de pandemia? ¿Cuáles han sido esos acercamientos que has tenido con la literatura?

J. C. C.: Lo que más extraño es ir a bares, discotecas, saunas, gimnasio o el box. En cuanto a literatura, he leído mucho. Me metí a leer algo muy grande, y lo he ido leyendo muy despacio (no soy un lector rápido), Paradiso, de Lezama Lima. Y en medio, le he metido muchas cosas, en medio voy metiendo a leer otra cosa, otro cuento, otra novela. Terminé de leer a Marchant Lezcano, leí los cuentos de Kathy Serrano (los microcuentos, digo)… La verdad me ha pasado, como a todo el mundo, y nunca voy a terminar de leer todo lo que tengo, pero sigo comprando. Entonces, sí he leído mucho. Estuve muy metido en este proyecto en terminar de cerrar con Lucho Zúñiga, el editor de Animal de Invierno, el texto final de Como si nos tuvieran miedo. Luego estuve trabajando con otro editor peruano, un texto que probablemente aparezca el año que viene. Luego, hubo una propuesta de Campo Letrado para hacer una antología de diversidad sexual. Esto también está dando vueltas. Ahora, sí he leído cosas buenas, por ejemplo, la última novela de Lola Fernández, Preguntas frecuentes, que tiene que ver con el encierro y la pandemia. Bárbaro texto. Luego, acá en Chile el tema de la pandemia en el barrio donde vivo, que es el centro de Santiago, está muy mezclado con la exclusión social. Entonces, ambas generan una sensación de agresividad muy grande en las calles, por descontento, por necesidad material. Esa agresividad llegó, hace poco, a que yo tuviera una situación complicada con la policía. Y eso, probablemente, me provoca un texto. Quiero escribir un texto bastante distinto a las cosas que he escrito. Este es un resultado de pandemia, encierro y explosión social. Todo simultáneo.

Victoria Guerrero: «La poesía siempre ha tenido un lugar marginal dentro de los géneros de la literatura»

Entrevista de Talía Chang

Fotografía de Victoria Guerrero por Rosana López-Cubas

[…] el hecho de que la palabra vuelva al espacio público y vuelva a la voz de los y las jóvenes, junto con este sentido de dignidad que es tan importante, le devuelve cierto fuego y el poder subversivo que había perdido por este uso retórico y deshonroso que había hecho el poder de ella.

Conversamos con Victoria Guerrero acerca de Y la muerte no tendrá dominio (Fondo de Cultura Económica, 2019), libro ganador del premio Nacional de Literatura 2020 en la categoría de No Ficción. Asimismo, hace un recuento de su poesía desde el inicio de su carrera, la forma en que esta ha ido cambiando, el feminismo presente en su poética y en su activismo y algunos de sus escritores más queridos. También remarca la fuerza que volvió a ganar la palabra a raíz de las últimas protestas por la crisis política.

Victoria Guerrero Peirano nació en Lima el 14 de marzo de 1971. Es escritora, investigadora, activista feminista y docente universitaria. Es fundadora del Comando Plath, una plataforma virtual que, junto a otras escritoras, artistas e intelectuales, define su campo de acción desde la expresión artística y la visualización del trabajo de creadoras peruanas. Ha publicado los poemarios De este reino (Los Olivos, 1993), El mar, ese oscuro porvenir (Santo Oficio, 1996), Berlín (Intermezzo Tropical, 2011), Cuadernos de quimioterapia (Paracaídas, 2012), la plaqueta Diario de una costurera proletaria (2013) y el libro compartido con Raúl Zurita llamado Zurita+Guerrero (Fondo de Animal, 2014). También es autora de la novela Un golpe de dados. Novela sentimental pequeñoburguesa (Kodama Cartonera, 2015).

Tu poesía ha abarcado desde la resistencia y las luchas en los primeros poemarios, y luego un poco sobre el desencanto, la muerte y el dolor de la pérdida en el último libro. ¿De qué manera han cambiado tus libros a lo largo del tiempo?

En primer lugar quisiera aclarar que el libro ganador del último premio es un libro mixto, hibrido, de ensayo, se nutre de varias artes, como de la fotografía, y también tiene poesía. Pero como tengo muchos amigos poetas, en cierta forma todos buscan que sea un poemario. Se adapta a la lectura de cada uno, pero no es propiamente un poemario.

¿Cómo ha ido cambiando mi poesía? Yo empecé a escribir en los años noventa. Publiqué mi primer libro a inicios de esa década, se titula De este reino, y está basado en personajes de la Biblia, pero los temas que plantea son temas sociales. Hace visibles las injusticias. Es un poemario más polifónico, de un estilo más conversacional, más narrativo. Y cuando me fui a estudiar a los EE. UU. mi poesía comenzó a cambiar por las lecturas, las bibliotecas a las que puedo acceder, y porque me conectó más con mis propios deseos. También era una escritora joven en los noventa, lo que escribía se confrontaba con lo que había escrito antes, en los ochenta, época en la que hubo todo un boom de la poesía escrita por mujeres, y los centros y ejes eran el cuerpo, aunque cada una tenía sus propios temas. En los años noventa queríamos dar una mirada distinta y creo que cuando uno se aleja de este contexto del Perú, que puede llegar a ser un poco encorsetado —hay muchas demandas sobre la poesía peruana, ya que es muy importante en América Latina y tiene una tradición grande en el siglo xx—, tenía todo el peso de la tradición. Entonces el hecho de que viajara y tomara esa distancia del país y de mis profesores fue importante para mí porque empecé a escribir otros libros. Uno que fue una especie de bisagra fue El mar, ese oscuro porvenir, y luego vinieron otros libros más densos, como Ya nadie incendia el mundo, que tiene como eje central la violencia política, pero también el cuerpo de la mujer como una metáfora. Luego vino Berlín y Cuadernos de quimioterapia cuando ya estoy de vuelta en el Perú. Pero ya esa poética había cambiado totalmente, creo que tenía un carácter, una voz que en los noventa no se había afianzado de esa manera; en esa época creo que era más titubeante, de explotación.

Mi último poemario, Diarios de una costurera proletaria, es quizás otro tipo de experiencia dentro de todo ese recorrido. La poesía es como la música para mí, uno puede tener diferentes líneas donde puede desarrollar un proyecto, y creo que ese gran proyecto fue Ya nadie incendia el mundo, Berlín y Cuadernos de quimioterapia, que se encuentran en este libro llamado Documentos de barbarie, porque estos tres poemarios tienen un hilo narrativo que está condensado en esa publicación. Este también contiene algo de El mar, ese oscuro porvenir, por lo que se puede decir que son tres libros y medio. Son poemarios publicados a inicios del siglo xxi. Y creo que se cerró con ellos el ciclo de ese tipo de poética.

Y la muerte no tendrá dominio (FCE, 2019), libro ganador del Premio Nacional de Literatura 2020.

¿Qué temas exploras en este libro nuevo?

El tema de la relación madre-hija, exploro el tema de la muerte, la burocratización de la muerte en los hospitales, la seguridad social, y también, digamos, la muerte en su sentido más amplio: la relación de poder, la figura materna ideal frente a la materna real, y todos estos arquetipos que se han construido sobre esta figura materna en occidente. Pero, sobre todo, exploro el pasar por ese duelo y cómo este duelo va adquiriendo ciertas dimensiones a partir de ciertas lecturas que hice sobre ese tema. Por ejemplo, Barthes tiene un libro sobre la muerte de su madre. Muchos autores hablan de la muerte del padre, pero yo quise hablar de la muerte de la madre, que era la que más me preocupaba y obsesionaba por mi propia experiencia. Y luego la frustración por esta muerte a causa de la burocracia y la frialdad de ella, la injusticia de estos procesos fue algo que también afloró en este texto.

¿La visión feminista está siempre presente en tu escritura?

Creo que fue cuando viajé a los EE. UU.; me acerqué otra vez al feminismo allí. Cuando entré a la universidad lo sentí muy cercano, pero cuando ingresé a la facultad me volví a alejar de ello, y eso ocurrió en los años noventa. La universidad es como una pequeña visión del universo, y es sabido que en los noventa hubo una total despolitización de la gente: la gente estaba harta, y también había una represión muy fuerte, hubo lo que se llamó «apagón cultural». Todavía había rezagos de las movidas contracultura de los ochenta, y luego después del autogolpe, desde el año 92 en adelante; no es que no se produjeran libros, pero el fervor con el que había comenzado esta época no estaba presente. Hacia principios de los noventa estaba muy conectada, pero luego se fue perdiendo, no solo por mi parte sino que en general ya no hubo tanto interés. Además, para ese tiempo el feminismo dejó un poco las calles y pasó a una vida más institucional, se creó el Ministerio de la Mujer en la época de Fujimori. Más bien, quedabas como un personaje aislado frente a esas reivindicaciones. Pero cuando fui a EE. UU. hubo nuevamente una conexión, estaba en un espacio bastante democrático en muchos sentidos. También tuve la oportunidad de leer mucha teoría y eso hizo que mi poesía, de alguna manera muy intuitiva ―porque no metía directamente la teoría en mi poesía― fuera un canal para interiorizar estas lecturas. Mis lecturas de Monique Wittig, Hélène Cixous y de Judith Butler, fueron entrando de alguna u otra manera para pensar el poemario Ya nadie incendia el mundo, para pensar en el cuerpo femenino como una escisión, pero también en el cuerpo de la nación. Esas reflexiones que se habían hecho en estos libros pudieron asentarse bien en mi poética. Así fue como me volví a conectar. Tiempo después, cuando hubo esa vuelta a Perú y América Latina, en general, de las mujeres a la calle, de salir de las instituciones para exigir reivindicaciones, es en ese contexto que surge el Comando Plath para, sobre todo, revisar el material y las relaciones diferenciadas entre los géneros en el campo de la literatura y la invisibilización de las mujeres en este ámbito.

De la mayoría de escritores y escritoras de los últimos años (década de los ochenta y noventa), los que son más conocidos y difundidos son hombres. Estas historias tratan sobre la existencia, la vida y la experiencia masculina. Casi no hay experiencias femeninas en narrativa.

En los años ochenta y noventa recién aparecen algunas voces femeninas en narrativa, pero muy al final, y son muy pocas. En poesía hay muchas más, aparece Carmen Ollé, Mariela Salas, pero no se comparan con el número de voces de hombres que hay. Recién en estos tiempos se está rescatando a Pilar Dughi, Laura Riesco. Ellas no escribieron mucho, pero lo que escribieron no tuvo la difusión que sus pares hombres.

Hablemos un poco sobre Louise Glück. ¿Crees que el hecho de que una poeta haya ganado el premio Nobel le da un impulso comercial a la poesía? ¿Consideras que esto le devuelva la mirada a la poesía?

La poesía siempre ha tenido un lugar marginal dentro de los géneros de la literatura por diferentes razones. En los últimos años, la poesía ha sido puesta en el banquillo del repechaje a partir del siglo xxi por otras cuestiones que habría que analizar, que tienen que ver con el mundo editorial, las grandes trasnacionales y los grandes conglomerados que terminan engullendo a las pequeñas editoriales donde se producía literatura y poesía muy diversas. Aunque la poesía siempre sigue su camino, siempre sigue el camino de la autogestión, siempre está presente.

Sí es cierto que ha perdido un poco de su poder simbólico, porque la poesía en el siglo xx tuvo mucho poder simbólico, nunca poder económico pero sí un poder simbólico muy potente. Entonces, el hecho de poner en el centro la poesía y la palabra creo que es importante, porque otra vez se dimensiona esta fuerza y este poder disruptivo que puede tener la palabra. No es necesario entenderlo al cien por ciento, los poemas no siempre se entienden al cien por ciento porque parte de otras leyes, de otras intuiciones; es muy subjetivo. Y por eso decía en otras entrevistas que, por ejemplo, en estas marchas me ha llamado mucho la atención la forma en que se construyeron los carteles de las protestas. Muchos tienen poesía, otros juegan con las metáforas, con las ironías. Otra vez la palabra tiene un peso. Siento que la palabra ha sido totalmente desgastada con la política, porque para muchos jóvenes desde los noventa en adelante, la palabra del poder no valía ni servía, y la palabra del otro no era importante. Pero el hecho de que la palabra vuelva al espacio público y vuelva a la voz de los y las jóvenes, junto con este este sentido de dignidad que es tan importante, le devuelve cierto fuego y el poder subversivo que había perdido por el uso retórico y deshonroso que había hecho el poder de ella. Siento que se está dando ese proceso, y quizá dentro de este proceso el hecho de que Louise Glück haya ganado el Nobel también adquiere otro sentido. Significa este volver a la palabra, a su densidad, a su peso, y que se ponga antes que toda esta arrolladora y muchas veces aplanadora que pueden ser muchas de las ficciones que leemos, que salen al mercado en masa, y en verdad muchas veces estas ficciones no nos dicen nada. ¿Cuántas ficciones en verdad tienen peso, tienen densidad, realmente nos conectan con las cosas que están pasando? Realmente no hay muchas. El hecho de que el mercado y la economía sean quienes dirijan el mundo nos ha metido en este túnel, y siento que ahora veo esa luz donde la palabra está otra vez volviendo, y vuelven los poemas de Vallejo en plena plaza San Martín, están en el jirón Quilca, están en estos altares para Inti, para Bryan, para nuestros jóvenes que han fallecido —o han asesinados, más bien—, entonces eso me parece valioso, la poesía no era inútil finalmente, tiene valor.

Entonces, tal vez no va a cobrar más valor comercial, pero ha vuelto a tomar un lugar en la sociedad.

No, nunca ha tenido un valor comercial. Siempre se ha fotocopiado, se ha pasado de mano a mano, sobre todo entre los poetas. Pero quizá podría recuperar su valor simbólico, el que obtuvo en el siglo xx. Cualquier persona más o menos leída sabía quién es Vallejo, quién es Blanca Varela, y por diversos motivos eso se ha ido perdiendo en los últimos treinta años. Entonces creo que ahora puede volver a tener esa posibilidad.

¿Y cuáles son los poetas que más admiras y qué poetas nacionales actuales puedes resaltar?

Una poeta que para mí es como una madre literaria es Carmen Ollé. Yo he leído no solo Noches de adrenalina, sino casi toda su obra narrativa. Es una poeta con la que hago clic en todo, es una poeta que se lanza en el campo literario, se conecta con su cuerpo, se conecta con las palabras, es una poeta muy valiosa, muy importante, como poeta y como prosista. Para mí ha sido una poeta muy importante en mi literatura.

Podría nombrar a muchos otros porque soy muy ecléctica, como Emily Dickinson, Silvia Plath y también a otros que caen en tu vida. Por ejemplo, en una época leía a Juan Ramírez Ruiz, un poeta de Hora Zero, que estuvo muy cercano a mí durante el tiempo en que escribía Berlín. Ahora puedo decirte que leo un poco de Anne Carson, una poeta muy interesante; aunque mi poesía no va mucho por su línea, me dice muchas cosas a partir de ciertos versos.

Sobre los poetas nacionales actuales, a mí me gustan en particular dos poetas jóvenes: una es Myra Jara y otra es Valeria Román Marroquí. Valeria es muy joven, muy potente, además es activista, es política y es una gran poeta. Tiene veinte años y es una filósofa de San Marcos, dentro del campo de la poesía es muy conocida, el año pasado ganó el premio de la Asociación Cultural Peruano Japonesa. Es muy joven y muy talentosa.

Erika Stockholm: «La educación es el agente transformador más importante de la sociedad».

A propósito de la salida de El clavel rojo, conversamos con Erika Stockholm acerca de este libro que busca romper los estereotipos que los niños cargan desde sus casas.

CDEYC: El poemario Abracadabra, sin leche de cabra lo has adaptado al formato de cuentacuentos.

Erika Stockholm: Me gusta mucho la poesía y, definitivamente, no se está produciendo poesía para niños, no se publica alguna que esté enfocada a ellos, toda va en función al Plan Lector. Mi intención con este libro era incentivar la producción de poesía para niños.

CDEYC: Tus libros, por lo general, han tenido una gran acogida.

E. S.: Escribo sin pensar lo que se va a hacer después. Me enfoco realmente en el libro, después aparecen otros formatos. Abracadabra tiene su cuentacuentos y se puede volver una obra de teatro tranquilamente. Empezó como un poemario, con poemas libres donde todos estaban enmarcados en una casona de Miraflores, en donde cada habitación tenía su propio poema con su propia métrica según las necesidades de lo que quería contar. Tiene la estructura de un cuento… con un conflicto. La protagonista se queda atrapada en la casa de una bruja, está convertida en una araña y se pregunta qué va a pasar con ella. Esto hace que exista una secuencia lógica dentro del poemario. Lo hice así para que sea más llevadero en las escuelas. Espero que le vaya muy bien a este libro, porque ha sido una maravilla escribirlo.

CDEYC: La mayor parte de las publicaciones sobre literatura infantil hechas este año están más enfocadas en la imaginación de los niños o la revalorización del pasado. En tu último libro, El clavel rojo, has decidido abordar un tema muy actual: la tolerancia en la sociedad y el bullying. ¿A qué crees que se debe esta falta de atención ante hechos que se evidencian día a día?

E. S.: El bullying es la punta del iceberg. Es consecuencia de otras cosas que están debajo. De nada sirve hablar del bullying si no se busca el motivo por el cual ocurre. El bullying aparece cuando hay una persona que parece más débil o se ve diferente. Es una cuestión de estereotipos; ese es el principal problema. Estamos estereotipando todo: hay cosas que tienen que ser para las niñas y otras para los niños. Nos meten esta idea en la cabeza para que pensemos que las cosas tienen que ser así. Es tan fuerte esta idea que uno lo hace inconscientemente aún sabiendo que no debe ser así, es automático. Todo el mundo por default está discriminando. Y el tema central del libro es la lucha contra los estereotipos.

Erika Stockholm, en El clavel rojo, nos muestra la importancia de respetar los pensamientos ajenos en un mundo lleno de estereotipos.

CDEYC: Arturo es el bully que termina por molestar a Nico por decir que las flores no son solo para niñas. ¿Crees que este tipo de actitud es común entre los niños?

E.S.: Es común. Todo parte desde casa. Un bully va a buscar cualquier diferencia para agarrarse de ella. Es alguien agresivo, con problemas en casa y que se desfoga con otro simplemente porque es diferente. Como el otro le contesta, aprovecha que es bajito y flaquito para atacarlo, ese es el momento perfecto para agredirlo. Y no hablemos del bullying típico. Si uno te está molestando, y los demás no le hacen caso, no pasa nada, queda una cosa de uno a uno. Otra historia es cuando aparece el bully y el resto lo sigue. Esta persona agredida se empieza a quedar sola, como sucede con Nico, que termina encerrándose en el baño. ¿Por qué sucede eso? Porque el bullying es tan dañino que la gente le tiene pánico. A veces lo hacen solo para no ser ellos las víctimas. Apoyan cosas que no representan sus verdaderos valores, ni su propio pensamiento. Empiezan a tener un pensamiento grupal y estereotipado. Todo esto porque tienen terror al bulliyng.

CDEYC: Hay momentos donde los compañeros de Nico no aceptan sus deseos por ser una flor, lo que contrasta con la idea de que los niños son «inocentes y no saben de esas cosas». ¿Dónde crees que se inicia esta falta de tolerancia por parte de los niños y de qué forma la literatura ayuda a que esto cambie?

E. S.: La educación es el agente transformador más importante de la sociedad. Esto hace que la literatura se vuelva la herramienta número uno de los maestros y un agente de cambio. Por eso es importante tocar estos temas en la literatura, para poder conversarlos con los niños. Los maestros deben tener estas herramientas que abran el diálogo y generen el pensamiento crítico en los niños. Por eso es importante abordar estos temas. Es la única manera de cambiar la sociedad. Los maestros también han crecido en un mundo estereotipado de por sí, al igual que yo.

CDEYC: En la actualidad, ¿los estereotipos se han fortalecido dentro del mundo de los niños o, por el contrario, crees que hay un mayor interés por parte de ellos por diferenciarse?

E. S.: Espero que exista un mayor interés por diferenciarse. Hay que ser diferentes. Greta Thunberg, la niña ambientalista, es diferente y lo dice. A veces, ser diferente puede ser —como ella lo dice— un superpoder.

CDEYC: El bullying es la manifestación más clara de lo que es la intolerancia infantil. Este tema, aunque se trata mucho en las aulas, no ha sido profundizado. ¿A qué crees que se deba?

E. S.: Las propias editoriales —y te lo digo porque lo sé desde dentro— lo tocan con pinzas. El clavel rojo lo he tratado de publicar desde hace un año. Ha sido un año entero buscando casa, y los editores me dicen: «Me encanta el libro porque toca el tema de los estereotipos». Pero, aun así, nadie lo quiso publicar por evitar molestar a otros; y la verdad es que para cambiar las cosas hay que molestar un poco y salir de la zona de confort. Lo que ellos quieren es vender. Si el libro que van a sacar no resulta un buen negocio —al fin de cuenta las casas editoriales son eso—, entonces no te lo publican. Por eso no hay más libros de este tipo de literatura. Te ilustro un poco, la editora de Santillana moría por este libro. ¿Qué pasó? Lo llevo a marketing y le dijeron: «Está difícil». Con vergüenza me dijo que no lo podían publicar porque tenían miedo de los números.

CDEYC: ¿Y cómo lograste publicar este libro?

E. S.: Fui tocando puertas, y todos mis allegados pensaron que en SM no me harían caso. Cuando me presenté me dijeron: «Sí, se necesita esto. Inmediatamente. Lo queremos». Por otra parte, cuando comencé a mover el libro las casas editoriales no sentían la urgencia de tocar «este tema». Lo estaban evitando porque hay mucho lío con eso y tienen miedo al público conservador. Pero llegó un punto donde todo cayó por su propio peso. Después de un año, este tema es prácticamente obligatorio. Ha sido un libro que estaba listo hace tiempo, y la gente tenía miedo de enfrentarlo. Al final, surgió la necesidad.

CDEYC: ¿Cómo es el proceso de adaptar un libro a otro formato? ¿Cómo se decide qué material es adaptado y cuál no va?

E. S.: Han sido varios libros que se han adaptado al teatro: Albertina y las zapatillas de lana, María Julia y el árbol gallinero, Capitán, el perro marinero y otros más. No trabajo sola, me acompaña Simoneta Vela quien es directora de teatro y arte. Ella es mi socia, trabajamos juntas el libreto y dividimos las escenas. Vemos qué partes se desarrollan y obtienen un diálogo. Cogemos las partes donde podemos tocar temas de actualidad. Actualmente hago híbridos por el tema de la pandemia, una combinación entre obra de teatro, cuentacuentos y narración animada para incentivar a la lectura desde internet. Esta situación nos ha obligado a mezclar géneros, a ser inventivos y usar cualquier herramienta para llegar a través de la pantalla. Antes lo hacía a través del teatro como tal, en vivo y en directo, que es otra técnica. En general, todos mis libros han pasado por una metamorfosis a diferentes grados, las hemos presentado en una obra de teatro en Arequipa, o hemos hecho teatro de calle. Con Pabellón nos hemos ido por todo Lima, a todos los barrios populares, en las plazas, teatros circulares; ahora tiene una versión con títeres. Lo hemos pulido de mil formas. Yo agarro de donde sea y hay muchas formas de adaptar. Lo importante es contar con el entusiasmo, usar diferentes tonos de voz cuando uno va a narrar para no aburrir; coger una herramienta como un títere, o hacerlo sola con tu voz y tu cuerpo.

CDEYC: ¿Pasará lo mismo para El clavel rojo?

E.S.: Para El clavel rojo estamos preparando una narración diferente. Una mezcla de teatro y manejo de títeres, será algo totalmente nuevo.

Si desean ver el booktrailer pueden seguir el siguiente enlace: https://www.facebook.com/erikastockholm2020/videos/678977222994312

* Erika Stockholm es actriz, escritora y productora teatral, Ha escrito once libros entre cuentos, novela y poesía. Es presidente de la Asociación Cultural ¡Al teatro por primera vez! Asociación que adapta sus cuentos en obras de teatro y que han llegado a más de 5000 niños de poblaciones vulnerables, incentivando el arte desde temprana edad. Es miembro de la Red Internacional de Cuentacuentos.

Javier Arévalo: «En lo cultural, el Mincul no tiene ninguna orientación política. Hacen actividades, pero no hay una guía definida».

Javier Arévalo es escritor, periodista y promotor cultural. Tuvimos la oportunidad de hablar con él para que comparta su visión acerca de los hábitos de lectura en nuestro país, las limitaciones que tiene el Plan Lector para revertir estos problemas y lo que se podría aplicar para redireccionarlo.

CDEYC: ¿Qué agentes de la industria editorial se quedaron fuera de la nueva Ley del Libro?

Javier Arévalo: La nueva Ley del Libro no está enfocada directamente —como en las anteriores—, a vender la idea que con beneficios tributarios o con exoneraciones de impuestos vamos a generar más lectores. La industria lo que necesita son lectores. Los lectores de todo el país son formados en las escuelas, donde los niños tienen acceso al libro y a la lectura. El Estado tiene como meta hacer que cada niño en este país tenga acceso a una biblioteca. Ese es un objetivo que impacta en toda a industria editorial.

CDEYC: ¿Qué beneficios brinda esta nueva Ley del Libro?

J. A.: He trabajado desde hace diez años para que esta ley tenga el enfoque de ahora. El impulso de la industria es que tenga clientes, o que se vea beneficiada hasta que logre tenerlos. Por ejemplo, para que una industria como la del teatro o de la lectura logre tener un público, ese público tiene que ser educado en el uso y en el deseo de su producción. La lógica desde el Estado no es colaborar con una industria, es formar un sujeto que desea leer o que sabe y desea la experiencia y el beneficio que le da leer. Hasta ahora eso no había ocurrido. Si tú piensas en 50 000 escuelas públicas y 100 000 escuelas privadas, y en todas ellas se logra tener una biblioteca con estándares de calidad internacional, entonces habrá editores, libreros, bibliotecarios, promotores de lectura, maestros. Y los demás usuarios estarán beneficiados, incluso la industria editorial. Esto es porque los libros tienen que comprárselos a alguien; los autores tienen que hacer los libros; los diseñadores tienen que ilustrarlos y diagramarlos; las imprentas imprimirlos. Toda la cadena está atada a una sola visión: que un ciudadano peruano, en general, y un niño, en especial, tengan acceso a una biblioteca. Ese es el verdadero foco. La industria debería verse así. Las exoneraciones jamás han formado un solo lector en nuestro país.

Javier Arévalo: La verdad es que el país tiene tantos problemas para comprender en qué consiste una biblioteca, que cree que una tablet es una biblioteca.

CDEYC: ¿Ha habido algún tipo de estímulo dirigido al sector cultural como para superar la crisis debido al covid-19?

J. A.: Hubo varias actividades enloquecidas para soltar dinero. La última compra de libros se hizo sin consulta y sin orientación alguna. Solo para repartir dinero entre un grupo de personas de la industria. Precisamente eso es lo que ocurre alrededor de la gestión cultural, ha estado tan abandonada que no tiene foco. Todos esos libros que van a comprar ahora ¿a dónde van a ir?, ¿qué sistema de bibliotecas tenemos para que los recepcione? Han comprado imprudentemente. En lo cultural, el Mincul no tiene ninguna orientación política. Hace actividades, pero no hay una guía definida.

CDEYC: ¿Esto se debe a problemas ocasionados por la antigua ley del libro?

J. A.: Hemos tenido una ley del libro enfocada en disminuir el pago a los importadores y ofrecer beneficios tributarios a la industria. Terrible. Esa lógica es la que nos tiene atados a un país donde siete de cada diez adolescentes no comprenden lo que leen. El foco no es darme a mí, como importador de libros, el beneficio dudoso de no pagar el 18%. Como editor, he sido beneficiado por la ley del libro. He colocado libros de animación a la lectura por el Grupo La República. Esto fue más atractivo para los socios porque nos devolvían el IGV. Con esto, el editor podía recuperar mucho del dinero. En especial cuando se vende más de quince millones de libros, como yo. ¿Eso hizo posible que haya más lectores? Los libros que vendí eran de bajo costo, precisamente pensando que serían usados dentro del Plan Lector. Mientras tanto, las editoriales que han publicado mis novelas con un tiraje de mil ejemplares están beneficiadas por el retorno del IGV. ¿Quién más se beneficia con esto? Algunos pocos lectores. Es cierto que las importaciones del libro benefician a los lectores, pero ¿quiénes son lectores en este país? Siempre son grupos favorecidos, con recursos para desarrollar su hábito lector y su comprensión de lectura; han tenido una mayor instrucción, un mayor respaldo de la familia que los ha provisto de libros. Ese sector es pequeño. Esa lógica tenía que cambiar, y ya cambió.

CDEYC: ¿Cómo ha afectado esta pandemia en el fomento de la lectura en niños y jóvenes?

J. A.: Hubo un impacto mediático de algunas acciones realizadas por gente independiente que han publicado libros y que han llamado la atención sobre la necesidad de que los niños tengan acceso al libro en cualquier situación, y más en una situación de encierro. La municipalidad de Pueblo Libre, en una pequeña iniciativa de un grupo de promotores y generadores de cultura, en poco más de tres meses, ha llevado más de cinco mil libros en préstamos a niños del distrito. Además, en medio de la pandemia se aprobó la Ley del Libro. Su impacto dentro de la pandemia ha sido bueno para los niños.

CDEYC: ¿Han existido otros canales? ¿O solo se ha llevado libros impresos a los niños y jóvenes?

J. A.: Hay un gravísimo problema respecto a la distribución de tablets. Primero, es necesario aclarar que el problema no fue las tablets y la corrupción que se insinuó que hubo. Sobre ese tema no tengo mucho conocimiento. La verdad es que el país tiene tantos problemas para comprender en qué consiste una biblioteca, que cree que una tablet es una biblioteca. Nadie realiza estas preguntas al Estado: ¿Qué libros has conseguido? ¿Qué bibliotecas virtuales has contratado para que los niños puedan acceder a alguna lectura? Eso no lo preguntan, solo ven al aparato como si fuera mágico y los condujera directamente a libros que puedan leer. Otro problema es el analfabeto funcional digital, que es muchísimo más grave que el analfabeto funcional analógico. Tenemos un grave problema de concepción de lo que es acceder a la lectura. Acceder a la lectura no es tener una computadora o un celular. Este país tiene dos o tres celulares por habitante, pero no lee. No usa el celular para leer, y quienes leen en el celular, leen algo que corresponde con la pobreza de su lenguaje y la pobreza de su curiosidad.

CDEYC: Se está viendo que plataformas como YouTube o Spotify están empezando a crear espacios de diálogo para los lectores. ¿Crees que se lograrán aprovechar las nuevas tecnologías de forma adecuada para el fomento de la lectura?

J. A.: Uno se hace lector desarrollando gusto y hábito lector en determinado momento. Nosotros tenemos una población que es Homo videns de memes, de figuritas de calatas y calatos, de jueguitos. Pero no lee, y no porque no le guste leer. El problema con el peruano es que no desarrolló las habilidades y destrezas necesarias, el vocabulario necesario para poder leer algo de profundidad. Solo ve; como te digo, es un Homo videns. Los vídeos y los memes los satisface. Esto no es únicamente el caso peruano, es un mundo entero que ha cedido al Homo videns tan naturalmente como la aparición de los memes. En la actualidad, la misma universidad peruana se basa en la lectura de sumillas. Por ejemplo, el profesor reparte sus sumillas entre sus alumnos y sobre eso estudian; no usan libros, ni textos completos. Solo sumillas o resúmenes que sirven al alumno para memorizar algunas cosas y dar el examen. Eso es porque no hay lectores, hay reproductores y memoristas de textos. Un lector es un sujeto altamente competente que devora información continuamente, cuyo vocabulario se expande en función del desarrollo neurológico al tejer nuevas conexiones neuronales, lo que le permite procesar toda esa información veloz y críticamente. Eso no tenemos. Tú le puedes otorgar celulares o tablets a todo el mundo, pero no lo usarán para leer porque no tienen el hábito.

CDEYC: En la industria del libro hay muchas propuestas que alientan el Plan Lector y cada editorial tiene una selección propia para este proyecto. Ante tanta variedad, ¿cuáles crees que deberían ser los lineamientos a considerar para la gestación de un buen Plan Lector?

J. A.: Se deben tener dos consideraciones cuando hablamos en este país sobre el Plan Lector. La primera: el Plan Lector Nacional, que yo diseñé en el 2006, supone una meta nacional de lectura de un libro al mes para el alumno y su maestro, que se realiza en biblioteca. Un Plan Lector es una estrategia pedagógica que adopta una escuela para promover la lectura dentro de la escuela entre los alumnos, sus maestros y la comunidad. En ese sentido, un Plan Lector empieza a estar atado a diferentes consideraciones por parte de la escuela. Inicialmente, muchas de ellas creían que el Plan Lector está enfocado en la literatura. Pero el Plan Lector, como estrategia pedagógica, lo que busca es desarrollar hábito y gusto. El modelo que se ha instalado en las escuelas es el que proponen las editoriales con libros para niños, púberes y adolescentes normalmente anclado en literatura. No tendría que ser así. Si una editorial quiere innovar tendrá que remar en contra de lo que ya está establecido. Yo siempre recomiendo a los colegios que adopten libros de ciencia y divulgación porque el Plan Lector no es el curso de Literatura, ni de Comunicación. Pero muy difícilmente lo entienden y esto es así porque no son lectores. Tenemos seis de cada diez maestros que no comprenden lo que leen. Si tú trasladas eso al mundo escolar, vas a encontrar una escuela paporretera donde la lectura es escolarizada. Es decir, lees para dar examen o lees para que te evalúen lo que has leído. No como una estrategia de animación lectora, sino como un curso pedagógico enfocado en la nota y no en un desarrollo de hábitos. La escuela peruana no está enfocada en lo que necesita realmente, aun cuando curricularmente debería estarlo en el desarrollo de competencias, de habilidades y destrezas. Eso es lo que teóricamente debe hacer, y en la práctica lo que hace es seguir produciendo el clásico modelo del estudiante que memoriza textos de un libro porque tiene la obligación de recordarlo, porque si no recuerda, no sabe. Esa educación es la del tercer mundo y es la que tenemos nosotros.

CDEYC: Con respecto a esta propuesta que hiciste en el 2006, ¿se puede decir que las editoriales la han tergiversado a su beneficio?

J. A.: No es así. La escuela tiene una estructura de la que no se mueve. Las editoriales someten a sus demandas a la escuela privada. El Plan Lector, desde las editoriales, no ocurre para la escuela pública, solo en la privada. En esta última nunca se ha leído la norma, y nunca les interesó. Fue un impacto publicitario para ellos y una meta. Fue allí cuando hubo todos estos líos donde demandaron a los colegios porque había acuerdos entre los directores y las editoriales. El director cobraba su viaje a Miami para hacer que compren cualquier libro. Estaba pensado solo para que los compren, no para que los lean. Luego, el profesor obligaba a los niños a leer porque «por algo compraron». Esto hacía que en lugar de lograr un círculo virtuoso fuera un círculo vicioso. A pesar de ello, el Plan Lector Nacional fue lo único que impactó en las cifras de ventas anuales de las editoriales. Si tú miras las cifras del 2006 y las de ahora, la compra de libros tiene una diferencia extraordinaria; tanto para los títulos, las editoriales y los autores, ese año fue fabuloso.

CDEYC: ¿Cómo se realiza un proyecto de fomento de la lectura?

J. A.: He tenido muchas acciones de promoción de lectura. Trabajo principalmente en tres áreas: incidencia política, impacto mediático e intervención directa. En cuanto a la incidencia política, donde diseñé el Plan Lector Nacional en el 2006, en el 2009 descubrí que el Ministerio de Educación no tenía una Dirección Nacional de Bibliotecas Escolares. Yo no lo sabía. Era inconcebible, yo no lo podía creer; cuando lo he contado en otros países nadie lo podía creer. En ese momento montamos tres bibliotecas con un financiamiento hecho por la empresa Rímac Seguros, que nos brindó 50 000 dólares. Lo hicimos con un programa que se llama Un Millón de Niños Lectores, que luego se independizó para ser manejada por otra empresa que creé con mi exesposa. Ella se quedó al frente del proyecto.

CDEYC: Actualmente, los jóvenes tienen mucho entusiasmo para apoyar al fomento de la lectura. ¿Qué sugerencias darías a las actuales generaciones?

J. A.: Como te decía, mi trabajo es en tres campos: en incidencia política, en impacto mediático y en intervención directa. Me meto a una escuela o una biblioteca, busco financiamiento y la pongo a trabajar. Yo no quiero vivir de montar bibliotecas o hacer ciudades de promoción de lectura; las hago enfocado en una política: tiene que producirse. Estas funcionan, más que nada, bajo mi intervención directa; para que las instituciones me hagan caso debo tener impacto mediático; y cuando aparece en los medios de comunicación porque es algo bacán, los funcionarios quieren participar y te prestan atención, eso pasa porque haces presión social. Lo que yo le digo a cualquier promotor, es que no haga cualquier tontería como si le hiciera un bien al mundo. Las buenas acciones son tontas. Tienen que estar enfocadas en una política, llamar la atención con una actividad. Por ejemplo, hay un proyecto que se llama Biblioteca de la Confianza. Llamar «biblioteca» a una casita con libros empieza a deteriorar el concepto muy maltratado en este país de lo que es una biblioteca. El ciudadano peruano común ignora qué es una biblioteca. Si tú pones una estantería con cuatro libros lo llama «biblioteca»; Promolibro distribuyó unos paneles con treinta libros y también los llamó «biblioteca», y dijo que creó mil bibliotecas en este país. Llamar a todo eso «biblioteca» es como si yo tuviera una carretilla con una sartén para hacer arroz chaufa y dijera que tengo un chifa. Por eso ahora hablo específicamente del servicio de biblioteca que debe existir. Un servicio es una cosa muy compleja: espacio, presupuesto para adquisición de materiales, un plan de acción. En este último, en el plan de acción de promoción de lectura, es donde se han quedado todos. Hacen actividades a cada rato. Si yo pongo libros en un parque no es para pasarme veinte años promoviendo la lectura en ese espacio, es para exigir que existan bibliotecas. Si pongo libros en el parque es para que me miren. Pero los promotores tienen que tener un norte, un objetivo; y este objetivo tiene que ser uno político y a la vez ciudadano. Si no lo tienen claro, pueden hablar conmigo. Es crucial tener esto en claro; de lo contrario convierten la lectura en cosas como «hago mi librito y se lo regalo a los niños pobres», eso es una tontería con la que no vamos a llegar a nada. Yo les digo a todos que nosotros no somos los que tendríamos que hacer estas cosas. Promolibro ponía esos módulos de lectura en cualquier casa. Imagínate que podría pasar si algún pedófilo se acerca y ofrece su casa. De pronto tiene una veintena de niñitos leyendo en su sala. Entra una niña a esa casa y la pueden hasta violar. No puede ser. Esta clase de servicio tiene que nacer de la municipalidad con su biblioteca, igualmente de un colegio, con el cuidado que deben tener los niños cuando se acercan a estos lugares. No puede ser cualquiera.

CDEYC: Tiene que ser un establecimiento con las medidas adecuadas, con las funciones para cada persona y sus normas básicas adecuadamente reglamentadas.

J. A.: Como cualquier servicio. Tú no vas a un chifa si el dueño no cumple con ponerte un baño. Todos los servicios tienen un estándar de calidad. En este país, el estándar de calidad educativo no existe. Tú puedes montar tu colegio sin patio y sin biblioteca, sin laboratorio de química o sin instrumentos musicales, con un salón, carpeta y pizarra. Eso es inaceptable, pero eso ocurre porque a las instituciones no les interesa la educación de los peruanos. Este es un país controlado por mafias de droga y piedras. Al ciudadano común le importa un bledo, y quien pone a los presidentes son los consultores, los mineros y la industria de la coca. A ellos no les importa tu hijo o el mío, no les importamos absolutamente nada; solo somos consumidores de algo. Por eso el transporte público es miserable, donde la gente pierde su vida entera viajando, encima es ultrajada abollada, gritada, ultrajada por un sujeto que apenas sabe hablar. Lo más triste es que la gente le hace caso, le dicen que avance y avanza. Es una locura. Debemos exigir que existan bibliotecas es una demanda necesaria.

Si hay gente animada a promover la lectura, que se comuniquen conmigo porque vamos a remecer todo. Exigiremos a la próxima presidencia que para el 2025 no exista ninguna escuela sin una biblioteca, para que los niños ejerzan su derecho a leer. En este momento estoy buscando nueva gente que se preocupe por este país, para ello hay que formarla, agruparla y lanzarla con organizaciones que lo puedan soportar. Con los representantes que tengo en las siete regiones tengo una estrategia que será debatida. Ellos son profesionales con bibliotecas, con sus experiencias en promoción de lectura, con sus módulos, son personas que ya han hecho algo. Son los primeros por sus logros cosechados, luego de ellos vendrán todas las personas que quieran participar. Yo pienso que es más fácil formar líderes como mi exesposa, con quien hemos ganado premios internacionales en Inglaterra. El mundo empieza a mirarte cuando haces cosas, por eso tienes que empezar a hacerlas.

Ezio Neyra: «Una biblioteca pública debe estar en capacidad de atender a todos los grupos sociales y con servicios de calidad».

Ezio Neyra Magagna es escritor, editor y el actual jefe de la Biblioteca Nacional del Perú – BNP. Conversamos con él para que nos cuente acerca de los proyectos que tiene la BNP para descentralizar el acceso a la lectura en el país, así como darnos su opinión sobre la nueva Ley del Libro y los nuevos fondos que se otorgaron desde el estado a causa de la emergencia sanitaria.

CDEYC: ¿Qué características debe tener para ti una biblioteca pública?

Ezio Neyra: Son varias. Lo esencial de una biblioteca pública es que debe convertirse en un motor de desarrollo de la comunidad a la que atiende. Cuando digo «motor de desarrollo» pienso en una biblioteca pública que pueda ayudar en procesos educativos o académicos, que pueda tener una incidencia real en muchos temas que uno normalmente no asocia con las bibliotecas. La biblioteca normalmente es entendida como un repositorio de libros que sirve para procesos educativos y formativos. La idea que estamos promoviendo desde la BNP es que las bibliotecas públicas pueden incidir en todos los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. Visto así, una biblioteca puede reducir las brechas de género, puede llegar a mejorar la salud de las personas o ayudar a reducir la pobreza. En líneas generales, como idea esencial está la de las bibliotecas como motores de desarrollo. En cuanto a sus características, debe ser una biblioteca que, por un lado, se construya de la mano de la comunidad que atiende; es decir, las bibliotecas deben dar acceso a materiales bibliográficos y documentales. Pero no materiales bibliográficos y documentales que sean construidos de manera arbitraria, sino que sus colecciones estén construidas teniendo en cuenta las necesidades de formación que tiene la comunidad específica a la que atiende. También cubre necesidades de acceso a la cultura que estas comunidades puedan tener. Por ejemplo, si estamos hablando de una biblioteca que está atendiendo a una comunidad donde la mayoría son personas dedicadas a la pesca, entonces la biblioteca puede construir una colección que tenga muchos materiales sobre esa actividad que permita a los pescadores mejorar su labor.

CDEYC: Las bibliotecas, en ciertos países, ofrecen diferentes servicios como una mediateca, visitas guiadas a las instalaciones, talleres artísticos, interconexión con otras bibliotecas locales, espacios para la socialización, entre otras facilidades. ¿Qué tan grande es la brecha en estos aspectos que presenta nuestra realidad?

E. N.: Enorme. Lamentablemente, hablando del caso peruano, el Estado le ha fallado a su ciudadanía en términos de garantizar una estructura bibliotecaria que sirva para acceder a la formación y la cultura. Esto es algo objetivo; basta con mirar el Registro Nacional de Municipalidades que se hace año a año. En el 2012 había más de 850 bibliotecas públicas municipales, y seis años después, en el 2018, nos encontramos con unas 480 bibliotecas públicas municipales, de un total de más de 1850 municipios distritales y provinciales que hay en el país. Eso muestra que hay una buena parte del territorio que no está cubierto por los servicios bibliotecarios. También muestra ―y esto es una idea que he ido repitiendo una y otra vez― cómo las autoridades de todo nivel de gobierno han ido retirando la prioridad que deberían tener. Cuando se crea la Biblioteca Nacional el 28 de agosto de 1821 ―que se convierte en la primera biblioteca pública del Perú―, el edicto de creación firmado por don José de San Martín muestra que la biblioteca pública era entendida como una institución que debía ayudar con tres valores republicanos que se empezaron a promover: la libertad, la igualdad y la justicia. Pienso que, casi 200 años más tarde, cuando uno levanta la mirada y ve alrededor, la situación actual de las bibliotecas públicas no tiene en el imaginario social, y para nuestras diferentes autoridades, el mismo nivel medular de importancia que tenía a comienzos de la República. La brecha es grande. Hay aproximadamente 1400 municipalidades que no cuentan con bibliotecas públicas y municipales, a pesar que tienen la obligación por ley.

CDEYC: Es una pena muy grande. Esta brecha es más grande de lo que cualquiera esperaría.

E. N.: En cuanto a bibliotecas públicas y municipales, sí. A ese universo también podemos sumarle las bibliotecas universitarias, escolares, patrimoniales, especializadas, de instituciones públicas. Son más de 500 bibliotecas en total. Pero, públicas y municipales solo son las que mencioné, 450 bibliotecas para los más de 1800 municipios.

Ezio Neyra: «El edicto de creación firmado por don José de San Martín muestra que la biblioteca pública era entendida como una institución que debía ayudar con tres valores republicanos que se empezaron a promover: la libertad, la igualdad y la justicia».

CDEYC: Con respecto a la nueva Ley del Libro, ¿qué beneficios traerá el FondoLibro para las bibliotecas?

E. N.: Antes de contestarte específicamente debo acotar algo. Cualquier sistema de bibliotecas públicas que funcione con calidad en el mundo tiene que cumplir con tres requisitos. El primero es que la institución que sea el ente rector y promotor del sistema ―en el caso peruano es la BNP, en otros países son otras instancias― debe ser capaz de estar presente en todo el territorio. Debe haber al menos un representante en cada uno de los departamentos del país. En segundo lugar, está todo lo que tenga que ver con capacitación. Es muy importante que exista un sistema de capacitaciones constante con alcance nacional, que procure llegar a la mayoría de bibliotecarios del país. El tercer punto tiene que ver con la compra pública de libros o la donación de libros para bibliotecas públicas municipales. En la actualidad, la BNP, como ente rector, ha venido satisfaciendo estos tres requisitos, aunque de forma parcial en cuanto a las necesidades de capacitación. No se ha podido desplegar funcionarios en el territorio; tampoco se ha podido ―esto por un tema de legislación― adquirir los materiales bibliográficos para reforzar bibliotecas públicas y municipales. La nueva Ley del Libro, que reconoce el derecho a la lectura y crea el FondoLibro, tiene un punto que es de enorme importancia porque facilitará la implementación del Sistema Nacional de Bibliotecas. Esta ley obliga que se ejecute a menos el 20% del total de los fondos disponibles en FondoLibro para la compra anual de materiales bibliográficos, que permitirá dotar a las bibliotecas públicas y municipales. Esto es, de cara a las bibliotecas públicas, lo más importante porque permite, por primera vez en la historia de las bibliotecas públicas del país, que haya una ley que asigne fondos anuales para estos fines que tienen que ver con el desarrollo de las colecciones bibliográficas en el país. Hay muchísimas bibliotecas públicas en el país que no adquieren libros nuevos en años o en décadas, han venido trabajando con donaciones. En ese sentido, esta ley crea mejores condiciones para el desarrollo e implementación del sistema nacional de bibliotecas.

CDEYC: ¿Qué tanto se le permite avanzar a la red de bibliotecas públicas en los próximos tres años con este fondo de los 16 millones?

E: N.: Ojo que esa ley no es por tres años. Lo que es por tres años son los beneficios tributarios para las editoriales, no la ley. Eso es una confusión que lamentablemente hay porque esta nueva ley se está entendiendo como una ley del libro, cuando no es una ley solamente del libro. Es una ley que mira al ecosistema de la lectura y del libro de manera amplia, lo que la hace distinta a la ley del 2003. Esa sí que era una ley que principalmente tenía que ver con la industria editorial y partía de una premisa equivocada; la premisa de que, para hacer del Perú un país de lectores, necesitamos una industria editorial fortalecida. Yo discrepo de eso. Una industria editorial fortalecida, por sí sola, no crea las condiciones necesarias para la formación de lectores. Esta nueva ley da beneficios tributarios a las editoriales por tres años y crea otras condiciones ―entre ellas FondoLibro― de manera permanente. FondoLibro está creado por ley, y para eliminarlo se necesitaría la derogación del FondoLibro a través de otra ley. En este sentido, yo soy muy optimista con el impacto que esta ley pueda tener para las bibliotecas públicas y municipales. Con el correr de los años esta ley, y en particular este articulado de las compras para bibliotecas, va a permitir que se cierren cada vez más las brechas que existen para el acceso a materiales bibliográficos y documentales de calidad, actualizados y demás.

CDEYC: Fuera del enfoque tributario y económico, ¿qué problemas no podrán resolverse con esta nueva promulgación de la ley del libro y la lectura?

EO: Con toda honestidad, no sé aún —y probablemente nadie sepa— cuál será el impacto de esta ley para el sector de la lectura y el libro. Es algo que vamos a ser capaces de saber con el correr de los años, de la misma manera que con la ley del 2003. Con el paso del tiempo nos fuimos dando cuenta del impacto que tuvo, en particular para la industria editorial. Desde mi punto de vista, 17 años más tarde, tenemos un sector editorial peruano mucho más numeroso en cuanto a cantidad de agentes editoriales. Tenemos editoriales mucho más bibliodiversas respecto del pasado. También tenemos un sector editorial mucho más profesionalizado. Para no correrme de la pregunta, yo diría que una de las más grandes deudas de esta nueva ley es no declarar la inafectación del I.G.V. al libro. Lo que se ha vuelto a aprobar es la exoneración de I.G.V. al libro por un plazo de tres años, mientras que lo otro le daría un carácter permanente. Estoy convencido de que en el futuro esa será la lucha de quienes están interesados en promover una nueva legislación alrededor de la lectura y el libro. Declarar la inafectación habla de un Estado que apuesta verdaderamente por el libro, y que entiende plenamente la importancia del libro. No como una mercancía equiparable a una mesa, una silla o una maceta, sino como un vehículo de transmisión de información, de cultura, de construcción de identidades. Justamente por eso, requiere un tratamiento particular y extraordinario. Esa es la carencia más grande de esta nueva legislación. Cuando uno levanta la mirada y pasa por todo Latinoamérica se encuentra con que los únicos dos países que ponen I.G.V. al libro son Guatemala y Chile. Los demás países no. Eso es señal de que deberíamos ir hacia eso. Por otra parte, si bien 16 millones de soles es una cantidad importante con la que no se había contado antes, sigue siendo una cantidad insuficiente. Tenemos que apuntar a un fondo aún mayor para los fines que se plantea en FondoLibro.

CDEYC: Quizá lo que falta no es dinero, sino recursos humanos. Más participación por parte del público. Como mencionas, esta nueva ley apunta a un espectro amplio del sector, donde se incluye, en algún sentido, también al lector.

E. N.: Esa es una de las cosas buenas de esta ley. A diferencia de la ley anterior, esta pone al lector en el centro. En la anterior, el centro eran las editoriales. En la actualidad, se parte de la lógica de trabajar y fortalecer al sector editorial para que devenga en mejores libros para el lector. Partir de la lógica de abrir bibliotecas públicas va en beneficio del lector. Además, la nueva ley reconoce el derecho a la lectura. Gracias al reconocimiento de la lectura como un derecho va a ser posible trabajar, por ejemplo, en conseguir más presupuesto o hacer diferentes acciones en favor de estos temas.

CDEYC: Viendo el contexto actual de la pandemia, ¿la BNP ha logrado adaptarse a la virtualidad? Cuando pase esta pandemia, ¿este canal de comunicación permanecerá?

E. N.: El reto más grande que hemos tenido como consecuencia de la pandemia ―y esto es algo que se puede extrapolar a todas las bibliotecas― ha sido lograr que la biblioteca sea considerada como una institución que brinda beneficios pertinentes para los usuarios. Incluso en coyunturas como esta, donde nos hemos dado cuenta que las actividades que más sufren son las que muchas autoridades consideran que no son necesarias o fundamentales. La cultura y el acceso a la lectura es siempre un derecho que debe estar al mismo nivel que otros derechos fundamentales de las personas. Ese ha sido el reto más grande, construir programas culturales, académicos, así como nuevos servicios que los nuevos usuarios puedan considerar pertinentes. Lo que nos ha permitido la pandemia, entre muchas cosas, es darnos cuenta de que hay mucha población a la que no hemos podido atender desde a BNP. Antes de la pandemia, realizábamos las actividades de manera presencial tanto en la sede de San Borja como en las otras sedes que tiene, todas en Lima. Los ciudadanos de otros lugares del Perú difícilmente accedían a estos servicios, así como a la programación cultural y académica. Esta crisis nos ha ayudado a generar una creciente cantidad de nuevos usuarios de Lima y de todas partes del Perú, e incluso en el extranjero. Todo lo que se ha venido haciendo ha llegado para quedarse. No solo eso, cuando se encuentre la vacuna y la crisis sanitaria quede atrás, en ese escenario, es muy importante que las bibliotecas ―la BNP incluida― aprendamos a convivir de manera muy natural en tres entornos: un entorno virtual, el cual debemos fortalecer; un entorno presencial que volverá a estar presente y debemos seguir fortaleciendo; y un entorno remoto, es decir, brindar servicios ―no desde el internet porque mucha gente no accede― a través de bibliotecas móviles y llevarlas a la gente, o de préstamos de libros, libros por delivery, o gracias al servicio de llamadas telefónicas al servicio Aló BNP. Este es un servicio dirigido a adultos mayores donde un bibliotecario ofrece un menú de lecturas tanto literarias como informativas. Definitivamente, esto ha llegado para quedarse y debemos seguir fortaleciéndolo cada vez más; pero, sin descuidar los otros dos entornos. Es un reto aprender a vivir en estos tres ámbitos.

CDEYC: Has mencionado diferentes públicos. ¿Cómo imaginas el perfil de estos usuarios?

E. N.: Eso es relativo. Nosotros tenemos seis bibliotecas públicas: la Gran Biblioteca Pública de Lima de la avenida Abancay, y cinco Estaciones de Bibliotecas Públicas. Como parte del fortalecimiento de la presencialidad estamos haciendo proyectos de infraestructura en estas seis bibliotecas. Por un lado, hay un proyecto de inversión muy grande de más de 30 millones de soles para hacer una modernización total de la Gran Biblioteca Pública de Lima. Por el otro, hemos empezado desde este año con la modernización de las cinco estaciones que tenemos. En la biblioteca que tenemos en El Agustino ya hemos iniciado y la vamos a entregar en unas seis semanas; y durante el primer semestre del año que viene se hará lo mismo con tres bibliotecas más, de las cinco que tenemos. Parte de esta intervención incluye un estudio de usuarios potenciales, que consiste en entrevistar a vecinos que viven cerca, o que tienen acceso, a la biblioteca de ese distrito. Esta información nos permitirá conocer cuál es el público usuario más común en la comunidad específica que atiende, por ejemplo, la biblioteca de El Agustino. A partir de este conocimiento de la comunidad podemos ofrecer, en consecuencia, servicios pertinentes. El año que viene, otra de las bibliotecas que vamos a intervenir es la biblioteca de La Victoria que está a pocas cuadras de Gamarra. Antes de trabajar, el conocimiento que tenemos sobre el público usuario es que esta biblioteca puede tener un impacto muy grande en favor de los pequeños empresarios de Gamarra. Entonces, la biblioteca que tenemos en La Victoria puede convertirse en un motor de desarrollo para esa comunidad de pequeños empresarios de Gamarra, a partir de una serie de servicios y talleres específicos que se puedan dar para ellos. Es difícil hablar de un perfil general del público usuario de una biblioteca. Una biblioteca pública debe estar en capacidad de atender a todos los grupos sociales y con servicios de calidad. Además de eso, las bibliotecas públicas deben añadir a eso el conocimiento que tienen sobre la comunidad que atienden para saber cómo atenderla mejor, qué necesidades de información hay que satisfacer, qué servicios hacen falta, y así sucesivamente.

CDEYC: ¿Existen puentes de comunicación con las bibliotecas municipales?

EO: Sí. Por ejemplo, hemos conversado con el municipio del Rímac porque allí está una de las estaciones de bibliotecas que vamos a intervenir. Antes de julio del año que viene esta biblioteca va a estar completamente renovada. No solo en infraestructura, también en mobiliario ―estantería, iluminación, pisos y otras cosas más― y en mejores servicios. El trabajo que estamos haciendo incluye un acercamiento a la comunidad. Por otra parte, y como les dije a las autoridades del Rímac, es importante que ellos también abran su biblioteca municipal y que inviertan en ella. Que la BNP apueste por mejorar sus propios locales o por comprar libros para las bibliotecas públicas no debe significar que las autoridades se olviden de las suyas. Lo que hacemos nosotros es ayudar a que las bibliotecas sean mejores. En ese esfuerzo, las municipalidades también tienen un rol muy importante que jugar. Siempre he creído que los vecinos tienen un gran papel por desarrollar en favor de las bibliotecas públicas. Los vecinos no se pueden desentender de esta responsabilidad, ellos tienen mucho que decir y pueden aportar mucho para el sostenimiento de las bibliotecas. Envíen cartas a sus alcaldes pidiendo una biblioteca de calidad. Muchas veces, estas iniciativas salen mejor de lo que uno espera. Innumerables pedidos de esta naturaleza, desde la sociedad civil organizada, han tenido un efecto muy favorable en las autoridades.

CDEYC: ¿Qué planes existen para conmemorar los doscientos años de la Biblioteca Nacional del Perú?

E. N.: Estamos trabajando en cuatro ejes estratégicos que incluyen alrededor de 30 proyectos. El primero de ellos es el de «Mejoras de infraestructuras de servicios», dentro está la remodelación de la Gran Biblioteca Pública de Lima y de las cinco estaciones que mencioné. Un segundo eje tiene que ver con el acceso a la información. Aquí está el lanzamiento de la colección Lectura, Biblioteca y Comunidad, que es una serie de libros sobre temas que dan el título a la colección. También está un proyecto de inversión en digitalización de material bibliográfico documental relacionado con el proceso de independencia. Estamos hablando de más de 200 mil materiales que se prevé digitalizar. Hace dos meses hemos lanzado la Biblioteca Pública Digital, que da acceso a más de 6000 libros y audiolibros contemporáneos en castellano de manera gratuita. Estamos en proceso de adquisición de un millón de soles invertidos para la compra de libros para la Gran Biblioteca Pública y de las cinco estaciones. Para febrero o marzo vamos a lanzar un portal que se llamará Memoria Perú: Recorridos por el patrimonio de la BNP. Será una web de micrositios temáticos multimedia que permitirá recorrer, promover y difundir el patrimonio con el que contamos. También se amplió la oferta de programación académica. Hasta hace poco la biblioteca solo ofrecía el programa de Arte e Historia Peruanos; ahora son cinco los programas académicos: Historia y Arte Peruanos, Historia del Perú, Literatura Peruana, Bibliotecología, y ahora mismo está sucediendo el programa de Ciencias. También vamos a lanzar una revista que se llama Libros y Ciencia en coedición con el Concytec. Luego, un tercer eje es la implementación de Sistema Nacional de Bibliotecas. Para ello, trabajamos en un documento muy importante para nosotros porque nos va a permitir tener mayor claridad de hacia dónde estamos yendo; lo llamamos Estrategias de Implementación del Sistema Nacional de Bibliotecas. Por un lado, nos permite la articulación territorial entre la Biblioteca Nacional y las diferentes bibliotecas públicas del país. Por el otro lado, desde el año entrante se permitirá poner en cinco departamentos del Perú a cinco funcionarios de la Biblioteca Nacional que ayudarán en este esfuerzo de una mejor articulación. Lanzaremos hacia finales de noviembre el portal del Sistema Nacional de Bibliotecas, donde se incluirá un centro de recursos para la formación de bibliotecarios. Habrá más de ochenta recursos diferentes para que los bibliotecarios del país puedan acceder, implementar y mejorar las herramientas de gestión que tengan. Incluirá, entre otras cuestiones, el Registro Nacional de Bibliotecas y un mapa de geolocalización de bibliotecas. Otra cosa que habrá son los bancos de modelos de proyectos bibliotecarios con planos arquitectónicos de bibliotecas pequeñas, medianas y grandes para la costa norte, sur o central dependiendo del tipo de clima; lo mismo para bibliotecas ubicadas en las zonas de la sierra, y para los climas más tropicales en la selva del país. En el primer trimestre del año entrante, pondremos en marchar al menos tres bibliotecas móviles, en tres ciudades diferentes del país: Lima y dos ciudades más para empezar. Lo último en este eje es que vamos a relanzar una publicación emblemática de la Biblioteca Nacional ―que no se publica desde hace varios años― llamada Gaceta Bibliotecaria del Perú, y que aspira a convertirse en el órgano comunicacional de las bibliotecas públicas en el país. El cuarto eje estratégico que estamos trabajando para los doscientos años de la Biblioteca Nacional lleva como nombre Modernización de los Procesos Bibliotecológicos. Para empezar, estamos trabajando en la innovación de la gestión de las colecciones. Implementaremos un nuevo formato para la catalogación que se llama RBA en la Biblioteca Nacional del Perú. Este es un formato utilizado por muchísimas de las mejores bibliotecas del mundo, y que en nuestra biblioteca todavía no aparece. Estamos recibiendo el depósito legal de publicaciones digitales. Por otro lado, hemos empezado a actualizar la bibliografía peruana. La Biblioteca Nacional tiene la obligación de publicar año a año la bibliografía de todas las publicaciones que se han hecho en ese año. Ahora mismo hay una brecha de diez años, donde no se ha hecho esta bibliografía peruana. Este año vamos a publicar la bibliografía peruana del 2019, 2018 y 2017. El año que viene aparecerán la bibliografía del 2020, 2016 y 2015, lo que irá cerrando esta brecha que existe. Otro proyecto fundamental, en este eje, para la Biblioteca Nacional, es la unificación de nuestros catálogos. Actualmente, un usuario accede a unos seis catálogos diferentes para saber lo que tenemos y acceder a un material específico. A partir del próximo año ―esperamos que sea desde el primer trimestre― los usuarios van a poder acceder a todo lo que hay en la Biblioteca Nacional a través de un solo catálogo unificado. Y son muchos proyectos más en los que estamos trabajando, solo te he menciono unos cuantos.