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A cinco años del fallecimiento de V.S. Naipaul

El 11 de agosto del 2018 partió el escritor británico-trinitense, ganador del Premio Nobel de Literatura en el 2001. Hijo de inmigrantes del norte de India y formado en el Queen’s Royal College de Trinidad y Tobago, fue un certero denunciante de las consecuencias de un mundo poscolonialista.

En un artículo de agosto del 2018, el escritor Jeremías Gamboa precisa que la obra de Naipaul puede ser analizada «a partir de un intento desesperado por conjurar un terror atávico a la desaparición, como forma de exclusión o segregación». De hecho, tanto en ficción como en no ficción, es palpable la destreza con la que el autor era capaz de construir realidades a partir de esta premisa.

Por ejemplo, en la novela A Bend in the River se cuenta la historia de un musulmán de origen hindú, el cual tiene que mudarse a un país colonizado por Bélgica, en la cual se dan muchas luchas raciales. En tanto, aquí se hace latente una de las características de la literatura de V.S. Naipaul: personajes desarraigados en busca de una identidad.

El colonialismo es otra de las aristas de su universo. Y es que, al haber sido criado en un país colonizado, no es de extrañar que sus novelas y estudios aludan la alienación de las personas que residen en tierras extranjeras. A decir verdad, podría decirse que el autor giraba en torno a un proceso creativo basado en la selección natural, mostrándose siempre como un extraño en cada lugar que visitaba.

Y a ello se dirige el otro lado de la obra de Naipaul. Trotamundos y viajero infatigable, sus libros de viajes rivalizan en todo sentido con las temáticas desarrolladas en su trayectoria. Entre estas, destaca The Middle Passage, en la que el autor plasma sus impresiones tras pisar Trinidad, Martinica, Jamaica, Surinam y Guyana. La idea fuerza del relato es que estos países fueron despojados de sus culturas para adoptar modelos impuestos por países como Estados Unidos, Francia, entre otros.

Por otro lado está An Area of Darkness, un relato que narra el primer viaje de Naipaul a la India. Cargado de un total desánimo, describe a ciertas personalidades de la época, entre estas Gandhi.

Jorge Eslava: «Casi todo escritor padece en la escritura. La escritura es un trance, un proceso de reflexión y de desvelo»

El reconocido escritor y educador Jorge Eslava derriba ciertos mitos en torno a la lectura, la literatura y el quehacer del escritor, en una entrevista en la que reconfirma su posición como uno de los más importantes escritores del canon literario peruano.

Una vez oí decir que una persona rechaza la lectura porque en algún momento de su vida se topó con el libro equivocado. ¿Podría decirse que el problema radica que no leemos porque no hemos comprendido lo que significa esta actividad?

Pienso que el primer problema que enfrentamos, respecto a la comprensión de lectura, es el poco acceso al libro. Ahora, ojalá nos topáramos con un libro incómodo o difícil de leer, porque supondría un desafío. En el país, el libro es casi un objeto desconocido. No digamos que no existen bibliotecas públicas, porque eso está fuera de discusión, sino que no existen bibliotecas en los hogares. Muchos de nuestros maestros no tienen una biblioteca en casa. Entonces, considero que el primer problema es la falta de acceso al libro y los otros problemas pueden ser los que tú señalas. El profesor de colegio nos recomienda un libro con poco olfato, con poco tino, un libro que no nos atrapa. Por tanto, nuestra primera experiencia de lectura puede ser infeliz. Si tenemos buenos padres y maestros que sí aciertan con los libros, probablemente se produzca un flechazo y nos enamoremos de la lectura para siempre.

La admiración por la lectura muchas veces se queda en lo abstracto y de hecho existen muchos sermones en torno a ella. En tu opinión, ¿estamos frente a un quehacer de disfrute absoluto y de pasión desmedida?

De todas maneras, es un sentimiento desmedido. El ícono de la lectura es el Quijote, porque está enfermo de literatura. El Quijote enloquece por la lectura. Es curioso que el libro por excelencia más importante de la literatura en lengua castellana sea el Quijote, pues pierde la razón. Es cierto que hay una prédica que subjetiva o idealiza la lectura. Nos hacen creer que la lectura siempre es fácil y agradable, pero a veces no es así. A veces la literatura supone un gran reto. Una novela, una pieza de teatro o un poema podría hacernos sufrir. Pero lo más importante de la literatura está por encima por el sufrimiento o el placer: está en la posibilidad que, gracias a ella, podemos comprender mejor la vida, conocerme mejor y a mis semejantes. Ese es el principal don de la literatura.

Acabas de mencionar algo muy interesante: lo más importante de la literatura está por encima del placer y el sufrimiento. Y aquí pasamos al plano del escritor, ese ser que muchas veces se presenta de forma doliente, aunque hay ciertos resquicios de placer. ¿Consideras que esta imagen del escritor sufriente debe ser erradicada o realmente se padece una especie de dolor durante el proceso creativo?

Casi todo escritor padece en la escritura. La escritura es un trance, un proceso de reflexión y de desvelo, la oportunidad de sacar afuera tu vida íntima. Eso no siempre es grato. Lo grato llega cuando hemos terminado de escribir o cuando la obra que nos costó tanto trabajo y dolor, finalmente, se encuentra en letras de molde, publicada y convertida en un objeto que es el libro. Seguramente, ese es un momento inconmensurable de felicidad, pero durante el proceso tenemos casi todos la imagen, que puede ser representada por Vallejo, de un escritor que sufre en la escritura. Ahora, hay quienes sufren más que otros; cuando uno se acerca a los diarios personales, a las memorias, incluso al género de la entrevista, y te asomas al trabajo creativo del escritor, por lo general, encuentras un proceso difícil, duro, esquivo, en el que se tuvo que superar problemas de carácter doméstico, contingencias, postergaciones, bloqueos. Eso no es grato para nadie.

En ese sentido, por ejemplo, esto es lo que siempre uno se pregunta, pero llevémoslo por otro lado. El escritor que nace o se hace, o también el escritor que nace siendo un lector compulsivo. ¿Crees que es una consecuencia o realmente es algo más mecánico ser escritor?

Debo hablar a nombre propio, aunque generalice al decir que todo escritor, como diría Enrique Vila-Matas, está podrido de literatura. Uno se convierte en un lector completamente desbocado, quieres leerlo todo, porque adviertes que la lectura es un canal de conocimiento riquísimo. Creo que todo escritor es un gran lector y es ahí cuando aparece esa dicotomía de «se hace o nace». Por lo general, descubrimos que hay una ruptura en la vida. Vargas Llosa, haciendo un poco de análisis, dice que al final de la infancia se produce un quiebre con el mundo ideal que tenemos, y luego hay una necesidad de reponer ese mundo a través de la escritura. De ahí surge la imagen del deicida. El escritor asesina a Dios para ocupar su trono y sustituirlo en el trabajo creativo. Todo escritor es consciente de que está creando una nueva realidad con sus propias coordenadas, sus propios códigos, sus propios personajes. Pero todo eso ha sido alimentado por la vida del escritor, tanto lo vivencial como lo conjetural, lo soñado, lo imaginado, lo que alguien le contó.

Ahí estamos lindando ya con el trabajo creativo del escritor. Recuerdo que Javier Marías decía que cuando terminaba de escribir una novela no sabía si escribiría otra al año siguiente. Es decir, el escritor deja muchas veces la piel en su obra. En tu experiencia, en torno a los cuentos y novelas que has creado, ¿es así? ¿Un escritor queda realmente dolido después de una batalla tan ardua como es la confección de una novela?

Mañana en la batalla piensa en mí, reza un título de Javier Marías. Has hablado de Javier Marías y es un buen ejemplo, porque empieza escribiendo, según él, irresponsablemente a los diecisiete o dieciocho años y publica su primera novela a los diecinueve. Pero, al cabo de los años, en ediciones posteriores él reconoce el arduo trabajo que le costó esa primera obra (Los dominios del lobo). No dejó de escribir y no solo terminaba una novela pensando si escribiría otra, sino que durante el proceso de escritura tampoco sabía si esa que estaba escribiendo la iba a terminar. Para Marías el trabajo creativo era de una incertidumbre absoluta. Es un escritor que ha sido, de algún modo, desdeñoso con su propia obra. En mi caso, cuando comencé a hacer literatura infantil, tenía casi como precepto indispensable mantener el sentido del humor, cierta ligereza y confeccionar una novela chispeante, para niños. Pero con el transcurrir del tiempo he ido densificando un poco más mi literatura infantil, preocupándome más por los problemas sociales y políticos que atravesamos, y que también tocan a la infancia o a la adolescencia. Aunque no lo quieran, un niño o un adolescente está expuesto permanentemente a las noticias que suceden en el país. Por ello, me pareció necesario cambiar mi línea de mira y empezar a observar más lo que ocurre en la sociedad peruana, que afecta a ese sector tan vulnerable como la infancia y la adolescencia. Algunos de mis trabajos han supuesto investigaciones muy rigurosas, incluso en algunas me he jugado el pellejo. Escribí una novela sobre niños de la calle, lo cual me costó cuatro o cinco meses de trabajo callejero y una secuela en el cuerpo, traumatizado por una experiencia durísima. Ahora, desde hace unos tres o cuatro años, estoy muy deseoso de hacer una novela sobre prostitución infantil, por lo que tendré que hacer un viaje de exploración en el que también expondré mi tranquilidad, mi serenidad. Sin embargo, estoy convencido de que esa es la misión del escritor: con mentiras, decir la verdad.

Mencionaste que has densificado tu literatura infantil. A veces tomamos a la literatura como un instrumento educativo. Pero, en el caso de la literatura infantil, ¿debe ser limpia, alegórica y con un fin educativo, o debe virar hacia algo más concreto? No podemos encerrar a un niño en una burbuja, pues no vivimos en un país de maravillas.

Yo diría que viven en un país de desgracias, no de maravillas. Muchos teóricos le atribuyen a la novela esa capacidad omnívora. Pienso que la novela soporta ensayo, poesía, documentos periodísticos, crónica, entrevista, todo cabe. Ahora, con la modernidad y el mundo contemporáneo, en el que los géneros se empiezan a derrumbar, también todo lo que contenía una novela hace algunos años también lo puede contener un poema, un ensayo o un cuento. La diferencia está, para ser muy concreto, entre lo que te puede ofrecer un manual de cualquier curso y una novela sobre ese tema. Todo buen libro literario es edificante, revelador y reflexivo, pero la educación que se imparte a través de un libro de literatura no es la educación didáctica del maestro o la maestra frente al pizarrón. Es un tipo de enseñanza o aprendizaje que tú puedes tener con un amigo, con un maestro, es una educación que se filtra con tu sensibilidad, tu reflexión. La literatura, al menos como yo la concibo, tiende a construir un pensamiento propio y una sensibilidad auténtica.

Ya adentrados en el ámbito artístico y creativo, ¿existe una receta o método para elaborar contenidos para niños? Es decir, ¿necesitamos tener ciertas pautas o es algo que tiene ver más con el criterio y el propio trabajo del autor?

A partir de Edgar Allan Poe, gran cuentista del mundo occidental que reflexionó mucho sobre el género del cuento, se han sucedido una serie de escritores —como Horacio Quiroga, el mismo Julio Ramón Ribeyro o Anton Chéjov— que se pronunciaron sobre el cuento, así como al respecto de esas fórmulas o recetas, o decálogos de cómo escribir un buen cuento. Pero todos ellos empiezan advirtiendo que esos códigos rigen para ellos y terminan diciendo que cada uno elaborará su propio método de creación. Pienso que sí y no. Hay sugerencias, hay fórmulas, hay recomendaciones. Hace un momento mencioné la capacidad de componer una literatura que chisporrotea por todos lados, con mucho sentido del humor, directa, concreta, y con un espacio para la reflexión; pues, un niño a los tres o cuatro años, cuando empieza a hacerse un montón de preguntas, ya está elaborando un pensamiento abstracto. Esas fórmulas, si es que ejercen alguna influencia, es sobre el propio autor. Yo he elaborado un método, en términos didácticos y puramente académicos, el cual garantiza la elaboración de un cuento. Sin embargo, la calidad del producto dependerá del talento y el empeño que ponga cada uno.

En ese sentido, hay autores que de pronto incursionan en el ámbito de la literatura infantil. Para hacerlo, ¿se necesita una sensibilidad especial?

Sí, se necesita una sensibilidad especial que solo se consigue mediante la relación con el niño y el adolescente. Si eres una persona que está en permanente convivencia con ellos, uno va adecuando el oído y la sensibilidad, porque cada uno de nosotros es un sinnúmero de referencias culturales, de relaciones familiares, de lenguaje, de sentimientos y es clarísimo que ese amasijo de experiencias de un adolescente o de un niño es diferente al de los adultos, porque ha vivido otras experiencias. A veces se ve un poco postizo cuando uno hace literatura infantil evocando su propia infancia, salvo que quieras hacer algo nostálgico o educativo. Pero, si quieres hacer literatura infantil inserta en estos tiempos, necesitas un vínculo natural, en lo posible, con el lenguaje, con las referencias, con el mundo infantil y adolescente. Nada molesta más a un niño que se le hable con diminutivos o que se le trate como si uno fuese su papá. El autor no es su papá ni su profesor: podría ser, incluso, su par. Si vas a hacer literatura para niños y adolescentes, la primera condición es convive con ellos, conócelos, olfatéalos, obsérvalos, escúchalos. Ese es un camino innegociable.

Quisiera entrar al tema de los problemas que afronta la literatura infantil. Por ejemplo, el caso de lo políticamente correcto. Hace poco, Penguin Random House, con su sello Puffin Books, quiso cambiar algunas partes de las obras de Roald Dahl, porque algunos textos resultaban ofensivos…

Lo han cambiado, lo han alterado.

Y lo han cambiado, de hecho. Entonces, ¿estamos frente a una especie de censura sutil?

De todas maneras. La censura se transparenta a través del canon. Si tú elaboras un canon de la literatura infantil o adolescente en el Perú vas a encontrar algunos nombres que probablemente no sean del agrado de mucha gente. Por ejemplo, resulta curioso que algunos escritores de la literatura peruana no escribieron relatos exclusivos para niños, por ejemplo, Paco Yunque o El vencedor de César Vallejo o algunos de los cuentos de Valdelomar. Fueron escritos no por demanda del mercado, sino porque Vallejo y Valdelomar tenían la necesidad de trasladar sus preocupaciones y vivencias al papel. Los cuentos de Vallejo, específicamente Paco Yunque, fue retirado durante un tiempo de los planes de lectura, porque era un cuento muy triste y revelador sobre cómo se establece el mundo de la escuela, de una manera vertical y autoritaria. Un libro de cuentos como Los inocentes, de Oswaldo Reynoso, sigue siendo mirado con temor por muchos maestros. Sin embargo, fue este libro el que a mí me descubre un nuevo tipo de literatura, realista y fiel a lo que yo vivía en mi barrio. Era la primera vez que encontraba en un libro experiencias de jóvenes que yo veía en la esquina de mi casa y que hablaban de drogas, que se trompeaban, se agarraban a golpes, con un gran componente de violencia, de frustración y de fragilidad. ¿Quiénes establecen este canon? Las academias y definitivamente las editoriales. Nuestras editoriales, lo he dicho varias veces, para no usar un término ofensivo, son demasiado timoratas. El Perú está muy a la saga de la literatura infantil que se puede hacer en otros países en términos creativos y reflexivos. En Colombia, Chile, en Argentina se abordan temas que son espinosos e incómodos, pero que se tiene el coraje de hacerlo porque es necesario que el público infantil y adolescente lo conozca. Por ejemplo, lo que pasó en Argentina durante la dictadura militar, ha sido abordado por cantidad de cuentos, novelas y poemas. La dictadura de Vilela halló eco también en la literatura infantil y adolescente, pues permite que niños y adolescentes encuentren explicación a tantas demandas políticas de los adultos. Y, además, conocen un presente lleno de cicatrices. No hay equivalente todavía en la literatura peruana. Yo lo he intentado y he sufrido censura con los veinte años de violencia política que vivió el Perú. Yo he tocado el tema de las desapariciones, las esterilizaciones forzadas, porque me pareció importante descorrer los velos que cubren la historia del Perú.

Entonces, caemos en cuenta en que sería algo irreal y hasta postizo hablar de una literatura infantil limpia y alegórica.

Tú quieres tomar un buen café, tiene que ser con cafeína, porque lo otro resulta artificial y manipulado. Ya es hora de que la sociedad peruana se arme de mayor coraje y valor para garantizar no solo, como dice tanta prédica, que leer no es simplemente un placer, sino que también es una revelación. Aprendemos muchísimo a través de la literatura, siempre y cuando sea hecha con sinceridad, naturalidad y con un ánimo edificante. Queremos construir un país más digno, queremos un país más justo, pues, abramos los ojos a nuestros lectores, hagámoslos más dignos, más sensitivos, más consecuentes.

Escritores y gatos: una curiosa (y perfecta) combinación

Seguimos hablando de gatos, pero esta vez de aquellos que fueron fieles compañeros de escritores entrañables, siendo algunos felinos punto de inspiración para piezas literarias emblemáticas.

Julio Cortázar

Se dice que Cortázar tenía una gran predilección por los animales, sobre todo los gatos. Por ello, no es extraño que en Rayuela la Maga recogiera gatos abandonados en las calles.

El buen Cortázar tenía un gata llamada Flanelle y, según cuentan, cada verano se encontraba con un gato al que apodó Teodoro Adorno, como el filósofo marxista.

Lord Byron

El escritor inglés no podía separarse de sus cinco gatos, al punto de que era capaz de llevarlos con él en sus viajes. Uno de ellos respondía al nombre de Beppo, nombre que recaería en otro gato de un reconocido escritor que veremos a continuación.

Jorge Luis Borges

En honor a Lord Byron, Borges bautizó a uno de sus gatos como Beppo y a otro lo llamó Odín, como el dios de la mitología nórdica. Sobre Beppo, al principio el gatito se llamaba Pepo, por José Omar Reinaldi, delantero de River Plate apodado «La Pepona».

Sin embargo, al recordar el poema de Byron, titulado Beppo, rebautizó al minino con dicho nombre.

Hermann Hesse

El autor del Lobo Estepario y Siddartha amaba a los gatos, tal es así que tuvo uno al que llamó Lowe. El gatito era tan inquieto que metía en problemas al escritor, quien intentaba seguirle los pasos.

Jean Paul Sartre

Cuesta creerlo, pero aún con ello, Sartre tenía debilidad por los gatos. El suyo se llamaba Rien. Cuentan que la actividad intensa y prolífica del filósofo, el minino permanecía a su lado, velando las horas que permanecía en su estudio.

Día del Gato y cinco libros para celebrarlo

¿Te gustan los gatos? Pues, esta nota es para ti. Aquí te dejamos cinco títulos (y una interesante yapita) para seguir celebrando el Día del Gato. Tomen nota.

Gatos ilustres – Doris Leesing

Un libro digno de una auténtica amante de los gatos. Esta obra narra las experiencias de la autora desde su niñez en África hasta su vida adulta en Londres, la cual tiene como protagonistas a todos los gatos que le hicieron compañía en ese trayecto. ¡Súper recomendado!

Soy un gato – Natsume Sōseki

Es curioso que los escritores japoneses tengan cierta predilección por los felinos. Esta novela iba a ser, originalmente, un relato corto. Sin embargo, el editor de la revista Hototogisu, en la que se publicó originalmente en 1905, pidió que se convirtiera en una novela por entregas.

La historia es narrada por un gato sin nombre, quien también es protagonista de la misma y crítico de la sociedad japonesa de su época. Escondido entre casas y calles, el gato observa conductas, escucha conversaciones y presencia hechos que fortalecen su pensamiento filosófico.

Kafka en la orilla – Haruki Murakami

De la pluma del galardonado escritor japonés, llega este clásico de la literatura. La historia se divide en dos partes. Los capítulos impares narran la historia de Kafka Tamura, joven de 15 años que abandona la casa de su padre. De este modo, llega a una biblioteca donde conoce a Oshima, un bibliotecario y a la enigmática Saeki. Curiosamente, Kafka pasa sus días leyendo la obra de Natsume Sōseki.

Los capítulos pares cuentan la tragedia de Saturo Nakata, un anciano que se dedica a buscar gatos perdidos en su barrio. El detalle está en que Nakata tiene la habilidad de comunicarse con los felinos. De este modo, los destinos de Kafka y Nakata entrarán en una colisión inminente. Si gustas de los gatos y la buena literatura, esta novela será todo un reto.

El paraíso de los gatos – Émile Zola

Una extraordinaria fábula sobre la vidaque llevan los gatos. Este cuento plantea una premisa muy interesante: ¿debemos asegurar la vida o salir en busca de aventuras e ideales, a cosa de ello? Un carismático gato explica las razones y sus experiencias, trasladando estas interrogantes a los lectores.

El gato al que le gustaba la lluvia – Henning Mankell

Una novela infantil para los pequeños que gustan de la compañía de un gatito. Un día, Lukas descubre que Noche, su gato, ha desaparecido y sale en su búsqueda. A través de alegorías y escenarios coloridos, la novela hace referencia a las cuestiones principales de la vida, como el amor y la libertad.

BONUS TRACK

El gato del infierno – Stephen King

Gatos y miedo, excelente combinación. El maestro del terror nos entrega este cuento, perteneciente a la colección Después del anochecer. Un multimillonario de nombre Drogan contrata a un asesino a sueldo, llamado Halston, para que mate a un gato, pues es el responsable de las muertes de varios miembros de su familia y, probablemente, irá por él.

De este modo, Halston emprenderá una lucha contra el felino, quien al parecer, lleva la muerte tatuada en el lomo.

Cees Nooteboom: noventa años de nomadismo y literatura

Para cerrar el mes de julio, recordamos el nacimiento de uno de los novelistas y ensayistas más importantes de la literatura contemporánea. A continuación, te dejamos un repaso de la trayectoria de Cees Nooteboom, galardonado y prolífico escritor neerlandés, quien cumple hoy 90 años.

Tal como su literatura, inquieta y nómada, la vida de Cees Nooteboom transcurrió entre viajes, mudanzas y un desplazamiento constante. Formado como católico, según consta en su obra El desvío de Santiago, terminó su bachillerato en una escuela nocturna de Utrecht, tras haber pasado por varios colegios católicos.

En 1951 abandona su trabajo como banquero en Hilversum para realizar un viaje por distintos países de Europa. Esta travesía le inspiró para escribir y publicar Phillip y los otros (1957), su primera novela. Posteriormente su obra se vio influenciada tanto por reflexiones intrínsecas al oficio de la escritura, así como por los acontecimientos más importantes que remecieron al mundo. Por ejemplo, en El caballero ha muerto (1963) Nooteboom ofrece unas reflexiones sobre la labor del escritor en el marco del movimiento nouveau roman

Por otro lado, en «Los disturbios de París», bosqueja un panorama sobre los hechos de mayo del 68 en Francia. En tanto, es la corriente existencialista la que dominará su obra en adelante, tras la publicación de la novela Rituales (1980).

Gran parte de su obra la componen libros de viajes, pero todos mantienen la esencia cosmopolita de Nooteboom. De Japón a Francia, de Francia a Bolivia, cada viaje parece enriquecer la técnica y creatividad del autor, quien hasta el momento continúa innovando y creando desde este interesante punto de vista: la del escritor nómada.

Libros (y autores) imprescindibles para celebrar fiestas patrias

En el marco de las fiestas patrias, también hay lugar para la buena literatura hecha en Perú. Aquí te dejamos una lista de libros para alegrar el espíritu peruano.

En octubre no hay milagros – Oswaldo Reynoso

Librazo de aquellos. Se trata de la primera novela del laureado poeta y narrador Oswaldo Reynoso, la cual causó gran controversia, tras su publicación en 1965, al ser considerada como «inmoral y grosera». La historia narra las peripecias de una familia que precisa de un milagro para solucionar un gran problema. Irónicamente, el hecho ocurre durante las festividades del Señor de los Milagros.

La conciencia del límite último – Carlos Calderón Fajardo

Esta novela es una joya. De la pluma de uno de los escritores peruanos más talentosos surge esta historia que narra el quehacer de un reportero de noticias policiales que debe cubrir muertes a diario para rellenar la primera plana de un diario sensacionalista. De pronto, empieza a imaginar dichos crímenes, lo cual genera una colisión entre realidad y ficción. Desde su publicación en 1990, se ha convertido en un referente de la novela negra peruana.

Perro con poeta en la taberna – Antonio Gálvez Ronceros

La primera y única novela del maestro del cuento peruano. Un poeta limeño llega a la ciudad de Huancayo para participar en un recital. Al no encontrar el local donde se llevará a cabo el evento, entra en una taberna a conversar y beber en compañía de un enigmático perro que habla y camina en dos patas. Esta novela representa un mordaz crítica al ambiente literario nacional, especialmente a la esfera poética y los poetas. Por las páginas de este libro discurre un humor fino y un exquisito trabajo del lenguaje.

La horda primitiva – Pilar Dughi

Dicen que encontrar es libro es como hallar un Santo Grial. Pero, para un lector avispado, no hay ejemplar que se le resista. Esta colección presenta trece relatos en los que Pilar Dughi explora los dilemas que marcan el ritmo de la vida. Asimismo, el azar y la experiencia de los seres humanos frente a esos problemas dotan a estos cuentos de una sensibilidad por demás atrapante. Lo curioso de este libro es que muchos de los cuentos se dirigen al lector en primera persona, revelando así las miserias, la soledad y la desesperanza que los abate. Vale la pena buscarlo y conocer un poco más acerca de la obra de Dughi ya que, lamentablemente, no gozó de las reimpresiones debidas.

Conversación en La Catedral – Mario Vargas Llosa

Un clásico de la literatura peruana. Según Vargas Llosa, ninguna otra de sus obras le dio tanto trabajo en cuanto a revisiones y reescrituras. La pregunta medular de esta novela se ha convertido en una de las frases más recordadas: «¿En qué momento se había jodido el Perú?». Esta interrogante nace del pesimismo de Santiago Zavala (Zavalita) protagonista y alter ego del autor, quien es incapaz de comprender la realidad peruana. La historia es una revisión cruda de la corrupción moral y la represión política durante la dictadura de Manuel Odría.

La palabra del mudo – Julio Ramón Ribeyro

Cerramos esta lista con una de las colecciones de cuentos más entrañables. Desde su publicación en 1972, cada edición amplió la cantidad de relatos hasta completar toda la producción cuentística de Ribeyro. Por ejemplo, por los 90 años de esta obra magna, la editorial Seix Barral lanzó una edición conmemorativa, con un interesante prólogo de la escritora española Sara Mesa. En el año 2021, Alfaguara publicó todos los relatos de La palabra del Mudo como parte de su colección Cuentos completos. Si gustan de los relatos cortos, echar mano de Ribeyro siempre será una excelente opción.

Kafka: Seres inquietantes – Miguel Gutiérrez

Uno de los ensayos más celebrados del autor piurano. Esta segunda edición rescata un estudio pormenorizado del canon literario del escritor checo Franz Kafka (1883-1924), el cual comprende un análisis crítico de sus cuentos y novelas, a partir de los distintos personajes que pueblan sus historias. Este ensayo busca acercar tanto a lectores versados como a aquellos que se introducirán por primera vez en el universo kafkiano. Libro de cabecera, pues, desde la mirada de uno de los autores peruanos más célebres, se profundiza en el complejo universo kafkiano.

Cinco años sin Enrique Verástegui

Poeta, ensayista, filósofo, cuentista, novelista, dramaturgo, guionista, músico, acuarelista, físico y matemático, la figura de Verástegui solo puede ser colocado en el altar de las leyendas. A cinco años de su partida, lo recordamos así.

De ascendencia africana por la rama paterna y tusán-china en línea materna, lo cierto es que Enrique Verástegui salió más limeño que cualquiera y cañetano de formación. Desde muy joven encendió la pasión por la literatura y el arte. Corría el año 1970 y el joven Enrique dirigía y redactaba artículos para una revista económica de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Al año siguiente, empezaría el ascenso literario. Con la publicación de En los extramuros del mundo, su voz empieza a resonar en Latinoamérica. En 1975, graba sus primeros poemas para la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos, haciendo que su nombre se esculpa en conversaciones y comentarios.

Curiosamente, la pluma de Enrique Verástegui se paseó por todos los diarios de Lima, no solo para ocuparse del quehacer literario, sino de temas de diversa índole. Asimismo, trabajó para revistas de la Amazonía y fue seleccionado para participar del homenaje al poeta Allen Ginsberg en París, por parte de intelectuales de todo el mundo.

El aporte más significativo de Verástegui al corpus literario nacional fue la fundación del movimiento Hora Zero, junto a poetas de la talla de Carmen Ollé (con quien estuvo casado) Jorge Nájar, entre otros. Ya en 1978, representando a la comunidad peruana, da lectura a sus poemas ante la tumba del poeta César Vallejo, lo cual dejó admirado al escritor Julio Ramón Ribeyro, quien por aquel entonces era cónsul del Perú ante la Unesco.

La cumbre de su carrera llegaría en 1992, tras la publicación de la trilogía novelesca Terceto de Lima. Dicha obra está conformada por tres nouvelles diferentes, aunque unificadas por el estilo, en la que se pone de manifiesta la experiencia y pasiones de toda una generación de intelectuales en la capital. Dicha obra fue elogiada por el mismo Riberyro, Alfredo Bryce Echenique y Mario Vargas Llosa, por su riqueza estilística y significativa.

Silvina Ocampo: 120 años de un legado invaluable

El 28 de julio de 1903 nació Silvina Ocampo, considerada una de las escritoras argentinas más influyentes del siglo XX. Si bien es incalculable su aporte a la literatura latinoamericana, ella, antes de ser escritora, se dedicó a las artes plásticas. Aquí te dejamos un repaso de su trayectoria.

En 1937 aparece publicado Viaje olvidado, su primer libro, el cual está compuesto por relatos breves de matices autobiográficos. Sin embargo, para Victoria Ocampo, directora de la revista Sur y hermana de Silvina, dichos cuentos distorsionaron los recuerdos de la infancia. Pese a esta controversia, Sur representaría uno de los bastiones de la obra de Silvina Ocampo, pues allí se publicarían sus primeros cuentos, poemas y traducciones.

Es preciso mencionar que en sus primeros años la obra de Ocampo no gozó de aceptación. De hecho, Viaje olvidado recibió críticas negativas, pese a que hoy en día se toma esta pieza literaria como la génesis de los temas que iría desarrollando a lo largo de su carrera. En 1948, tras la publicación de Autobiografía de Irene, los críticos convinieron en que era notoria la evolución estilística de Ocampo, así como la influencia de autores como Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy (con quienes había colaborado, en 1940, en la preparación de la Antología de la literatura fantástica). Pero, el reconocimiento aún le era esquivo.

No fue sino hasta 1959, tras varios años de silencio narrativo, en la que vuelve al género corto con la colección Furia. Este fue un punto de no retorno, en el que estudiosos y entendidos aseguran que Silvina Ocampo alcanzó su madurez literaria, así como la consolidación de su estilo.

En tanto, la obra de Silvina Ocampo es admirada por la creatividad empleado y el trabajo del lenguaje. Muchos colocan sus relatos en el ámbito fantástico, más lo que deslumbra son las técnicas que utiliza para valerse del lenguaje y pintar la atmósfera que pulula en sus cuentos. Por otro lado, encontramos también la influencia del surrealismo y del nonsense literario, al parecer adquirido de Lewis Carroll.

Generaciones de escritores argentinos reconocen en el trabajo de Silvina Ocampo a uno de los faros incandescentes de la literatura latinoamericana. Por ejemplo, la narradora Mariana Enríquez publicó, en el año 2014, un estudio sobre la vida y obra de Ocampo titulado: La hermana menor. Un retrato de Silvina Ocampo. Sin lugar a dudas, recordamos a uno de los portentos literarios más importantes del continente.

«Piedra de sacrificio». Un cuento de Cronwell Jara

En el marco del cumpleaños 74 del laureado cuentista nacional, te dejamos uno de sus cuentos más conocidos.

Los guerreros enemigos no osan reconocer mi jerarquía, oh Madre Luna, ayúdame.

Constantemente en sueños revivo todas las batallas; derrotaban nuevamente a mis bravos ejércitos; arranchaban los pescuezos a los heridos, les hundían las agudas jabalinas, les cortaban las lenguas o les despojaban los ojos para negarles la luz; no quedaban heridos, había risa de pitillos y tambores festejando la sangre sobre los lamentos; los capitanes vencedores bebían licor en los cráneos de mis capitanes vencidos y nos otorgaban los más despiadados castigos para escarmiento; deseaban jade, turquesas y los más finos tejidos, y no les dimos; deseaban las más hermosas vírgenes de nuestras hijas, y no les dimos; deseaban algodón azul catil y el pardo, y no los oímos;  soy Yoveraqué, Gran General de Guerreros, el que no se rinde, el que no suplica; ordené defender nuestro pueblo, preferible era morir a recibir la humillación de los impuestos.

Salimos a las dunas, se enfrentaron los ejércitos, fieros rostros con signos geométricos se lanzaron el uno contra el otro; sonaron las porras estrellando petos de escamas de bronce y cráneos con turbantes; impactaron las jabalinas sobre los pequeños escudos de madera forrados con algodón; las finas lanzas apuntaladas con filos de bronce traspasaron pescuezos y vaciaron vientres; baladraron heridas pero rabiosas las trompetas de caracol marino en ambos bandos, y percutían con rumores de huesos triturados los tambores con piel de hombre, por todo lado anunciando la derrota del contrario.

En la primera defensa vencimos y en la segunda también, y era dulce goce el enroscar nuestros brazos y cuellos con las vísceras de los vencidos y el embriagarnos bañándonos con sus sangres para ahuyentar la sed y a los cercanos enemigos; pero a la tercera matanza fue aniquilado el contingente más heroico de nuestro ejército, y en la batalla que continuó hundidos fueron sus cráneos, arranchadas las lenguas y vaciados los ojos de los más viejos; en la última sólo defendían las fronteras de nuestra ciudad pocos guerreros y los cientos de espantadizas mujeres y niños.

Cinco de mis encorajinadas concubinas, entre hermanas y queridas, por protegerme perdieron los blandos pescuezos por los largos cuchillos en las lanzas que nos cercaron, y diez de mis mejores guerreros por escudarme ya deshechos los escudos y desangrados, vieron vaciados sus intestinos y tasajeados sus testículos; soy Yoveraqué, Gran General de Guerreros, el que no se rinde, el que no suplica; mi larga porra rajó los cráneos, brazos y muelas de los primeros en osar rozarme, y tuvieron que arrojar las sogas para sujetar mis pies y brazos y lograrme intacto; ya me habían elegido, esta vez no sería la sangre de niña virgen sino la de Yoveraqué, el de la dignidad de un dios, la que gima ante la piedra de sacrificio y salpique ante el altar de la Madre Luna, Madre de la Noche y Progenitora del Alto Señor que Ilumina el Día.

Me despojaron de mis atavíos de guerra en el camino, mis pasos se llenaron de saliva, mofas, música de trompeta y de tamborcillos triunfales; las punta de las lanzas me arreaban como a animal de monte, y tiraban con fuerza de la firme soga que anudaron a mi pescuezo; atadas mis manos a la espalda, fácil presa de humillación fui para las mujeres que me esperaban en los pórticos de ingreso de la ciudadela enemiga; bajo el dintel y los altos torreones, riendo y dando alaridos de fiera, me azotaron con ramas de espinos y provocaron a los osos y pumas domesticados para que me rasgaran a zarpazos.

Gran fiesta había, desde la alta atalaya un guerrero sopló furioso su caracol marino anunciando mi llegada; por las paredes de adobe jubilosos brincaban los niños con máscaras del Dios Gato de Monte y agitaban otros los brazos con largas alas de cóndor; me pasearon por áridas calles en donde el ciego mendigo de frutas ignoraba mi alta dignidad y el aguatero con las calabazas al hombro se negaba a creer que Yoveraqué era un dios que iba al sacrificio.

La vida bullía en una pequeña plaza de alfareras y tejedoras donde entre frutas y aves de corral mis soldados eran vendidos como esclavos; vi, de paso, enormes jaulas y pozas con hombres y mujeres de mi pueblo alimentados para engorde con yuca y camote, hasta llegar a una plaza mayor en cuyo centro me ataron a un poste; ahí en mi entorno se celebró la victoria y bebió licor de maíz por tres días y tres noches, engendraron a diez de mis vírgenes favoritas, pasearon a sus dioses, revolaron multicolores las antorchas en las manos de los acróbatas y hábiles luchadores de espléndidos músculos y movimientos felinos, en mi honor celebraron cuerpo a cuerpo hermosos combates.

El campeón que codiciaba hacerle soltar una lágrima a la más dulce de mis vírgenes y la gloria de verme humillado bajo sus pétreas plantas, oh Suavísima Madre Luna, oh Divina Hacedora del Divino Yoveraqué, el que todo lo puede, el que nunca suplica, aquél indigno mortal compitió conmigo.

La lucha fue cruel y sangrienta; fuimos contra las reglas, urdía él arrancarme los ojos y Yoveraqué arrancharle las muelas; Yoveraqué estaba entrenado para luchar contra pumas y osos, él sólo contra hombres; forcejeamos a muerte hasta que jalándome él del cabello, en raudo giro de cuerpo y nueva llave, crujieron los huesos de su columna y emitió música de tamborcillo la vértebra de su pescuezo quebrado.

Luego fui conducido a uno de los recintos de tu Gran Templo, oh Dulcísima Madre Luna, adonde Yoveraqué, Gran General de Guerreros, el que no se rinde, el que no suplica, fue obligado a ayunar por quince lunas continuas, sostenido sólo por sorbos de sangre de iguana, sin probar ni fruto ni carne hasta lograr la transparencia del espíritu y la pureza de los reptiles.

Pero tú sabes que Yoveraqué, tu casi semejante, oh Purísima Señora Celeste, nunca deseó morir de esta manera; el que no se rinde, pensando en Ti, estas quince noches, el que no suplica, rogándote en quince lunas, a Ti te lo dice cerrando los ojos para no mirarte, ante Ti se ha arrodillado y se aferra ahora que oigo vienen a mi recinto para prepararme; ahora que debilitado mi cuerpo obligado soy a beber los últimos sorbos adormecedores del licor de maíz y vestido soy con túnicas de garza rosada, magníficos collares de jade y turquesas, y transportado ante tu altar pese a mis gritos, oh Madre Luna, oh Espléndida y Divina, ayúdame a no morir; te lo pide el Gran Guerrero Yoveraqué, el que a ningún mortal suplica, el que nunca vertió una lágrima, el de Categoría de Gran Inmortal, el Más Sagrado que fue en su palacio, el Admirado por Divino; no permitas que mi sangre vierta y sea derramada para deleite y complacencia de los mortales.

Que no profanen mi tiempo que es el Tuyo, no consientas que no siga siendo el Admirado, a quien seducen núbiles muchachas, le llueven florecillas de algarrobo y le ensalzan con los mejores himnos, magníficos y sublimes, y que son regocijo y envidia para otros dioses.

He transitado, estoy transitando por oscuras galerías, la del Recinto del Dios de las Cejas Prominentes, la de la Sanguinaria Diosa Felina, cuatro sacerdotes y diez guerreros me orientan hacia las fogatas y antorchas exteriores de tu alta pirámide con jardines de flores perfumadas; me adiestran y rezan en un idioma de pájaros y felinos que no entiendo; pero el más anciano en un soplo mágico me dice algo que ilumina mi oído: “Pic–Cus”, y Yoveraqué no entiende pero le responde aturdido: “¿Vicús? ¿Vicús?”

Haz que caiga una lluvia de arena de oro y ahógalos ahora que me desnudan y tienden sobre la pulida piedra donde me aguarda el gran sacerdote. Yoveraqué soy, Tu Hijo Predilecto, oh Altísima Madre Celeste, el Engendrado de tu Luz y Altura, no me abandones.

El Gran Sacerdote ha alzado ahora el Sagrado Puñal de Obsidiana del Sacrificio, detenlo, transfórmalo en estiércol y muéstrales que poseo la perennidad de los tiempos, los ciclos perfectos de los días y las noches, la Inmortalidad de los Divinos.

Pero me aterro cuando el Gran Sacerdote desciende, chispeante de luz, la traslúcida y filosa piedra. Instante en que un diáfano soplo de luz celeste barre las llamas de las antorchas, paraliza al indigno puñal sin herirme, y se detiene el tiempo. Fina lluvia de oro sé que se cierne sobre el Anciano Sacerdote y su inmóvil puñal y mi gesto congelado en espanto. Sé que transcurren los siglos con sus miles de noches y de lluvias, relámpagos y sequías; hasta que en una alborada de Todos los Santos, iluminadas por tu resplandor, oh Altísima Madre Celestial, oigo voces, y siento que una manos enormes escarbando en la arena de oro y las sombras, nos rescatan a la luz y dialogan:

—Observe, doctor Matos, este espécimen de manufactura tosca, Vicús I, tumba número dieciséis: ¡un guerrero tendido ante un anciano sacerdote, puñal en alto, en actitud de sacrificio! ¡Qué bello ceramio!

—Sí, y qué gestos, ¡parecieran vivos! ¡Como si acabáramos de despertarlos de un largo sueño!  

Martín Kohan: una vida dedicada a formar lectores (y a la lectura)

En el marco de la Feria Internacional del Libro de Lima, ayer se presentó el conversatorio Enseñanza, crítica y creación: conversando con Martín Kohan, en el que el escritor argentino, ganador del Premio Herralde de Novela, abordó puntos interesantes respecto a los escritores como entes creativos, la literatura y la lectura.

Kohan manifestó su autopercepción como escritor y por lo tanto como creador. En ese sentido, señaló que la escritura se mueve por dos tipos de deseo. «Mi deseo desde chico siempre fue escribir, es decir, el deseo de la escritura, la cual disfruto mucho. Mi condición de escritor se deriva de mi práctica de la escritura. Alguien que quiere ser escritor, debe escribir».

Por otro lado, criticó la tendencia que asocia a los escritores con sufrimientos y angustias, señalando que su visión es la de pasarla bien con el oficio. Incluso, bromeó con el hecho de que algunos aspirantes a escritores se angustian con el mito de la página en blanco. Asimismo, dijo que «la vida tiene muchas angustias por sí solas. No hay un mundo esperando tu obra. Si no hay disfrute, si te angustia (la escritura) no lo hagas».

La fama ingrata

Martín Kohan compartiendo con los asistentes del conversatorio

En otro momento, consideró como un error revestir a la literatura de un afán de figuración personal, pues esta, muchas veces, no responde. Por eso, remarcó que si no hay pasión por la escritura ni por la lectura se genera la frustración. «La fama es tan módica que tiene algo de caricaturesco: solo hablan de ti los que te conocen. Lo valioso en la literatura son estos espacios para compartir sobre el oficio. Mientras más canales haya para la conversación literaria, mucho mejor, sea en radio, en televisión o en la web.

¿Se puede enseñar a escribir?

En este punto, Martín Kohan aseveró que no cree que exista un método para enseñarle a una persona a ser escritor. En principio, rechazó que algunos talleres denominen a su actividad como «escritura creativa», ya que esto solo engloba a géneros como el cuento, la novela o la poesía, relegando a otros textos como el ensayo, la monografía y la crítica literaria fuera del ámbito creativo.

Finalmente, refirió que, en vez de formar escritores, los talleres deberían enfocarse en moldear lectores. «Mi trabajo fundamental es formar lectores. Ese es el asunto, porque ese lector luego encontrará su tipo de escritura proveniente de su formación frente a la lectura. Un escritor tiene mucho más que aprender como lector, pues lo sustancial es preguntarle a un texto cómo está hecho».