Escritor, traductor y profesor de diversos cursos de redacción, Luis Miguel Espejo aconseja cómo se puede enfrentar la escritura de una manera más sencilla.
El Curso Integral de Expresión Escrita (CIEE) busca despertar y reforzar la habilidad de elaborar textos con fluidez. Se centra en el desarrollo y la mejora de la capacidad comunicativa escrita aplicada en el día a día y en el manejo de la normativa de la lengua española.
Luis Miguel Espejo es profesor de los cursos de Redacción I y Redacción II, que forman parte de la malla curricular del CIEE. En esta entrevista, conversa sobre la naturaleza de escribir un texto y por qué resulta tan complicado en nuestra vida cotidiana. También busca echar un poco de luz sobre qué se puede hacer cuando nos vemos enfrentados ante la tarea de redactar dese cero, y de qué forma se manejan estas situaciones en los cursos que imparte.
¿Por qué se piensa que redactar un texto es tan complicado?
Esa idea forma parte de uno de los tantos tabúes que tenemos. En América Latina le hemos dado esa categoría a la idea de poner ideas por escrito. En realidad, no es complicado; el problema es la base, nunca nos han enseñado cómo escribir. Yo no conozco experiencias, al menos en Perú, de colegios que se enfoquen e inculquen cómo la gente pueda expresar sus ideas por escrito. Nunca lo he visto. Puede haber uno que otro, pero en su mayoría siguen modelos de colegios americanos o británicos, a menos en mi experiencia. El resto de la gente es un borrego más en un campo inmenso donde nadie se ha preocupado de peinarlo. Entonces llega al mundo adulto y cree que, porque sabe leer, puede escribir, y allí está el problema, que no sabe hacerlo. Pero redactar textos no es complicado. Hay maneras muy sencillas que vemos en los cursos, y lo que se busca es entregar esos pasos básicos que nunca han tenido de manera sistemática en su formación, que se componen, principalmente, de pensar estas ideas grandes: qué quiero decir, a quién se lo voy a decir, y por dónde lo va a recibir mi receptor; si en pantalla, impreso, con fotografías, sin fotografías, todo eso te ayuda a tomar decisiones. Entonces una vez que sabes qué quieres decir, cómo lo vas a decir y a quién se lo vas a decir, ya sabes de qué tamaño es el texto, qué tipo de lenguaje tienes que usar, y puedes comenzar a lanzar tus ideas en una lluvia que luego organizas. Pero sobre todo con un esquema previo para saber qué vas a decir en dónde y cómo vas a llegar hasta el final. Es como planificar, por ejemplo, la construcción de una casita de perro. ¿Qué necesitas? Un espacio, madera, clavo, tornillo, serrucho, pintura, etc. Y una vez que tienes los materiales, organizas los pasos: primero, tengo que poner un clavo acá, después hacer el marco, el piso, el techo, la pinto y meto al perro; no se puede hacer el techo primero. Ese es el problema con nosotros, no nos han enseñado una técnica.
A veces, la capacidad de escribir se concibe como en un estrato más alto. ¿Ubicar estas habilidades en una especie de pedestal puede ocasionar que expresarnos por escrito parezca más difícil?
Así como hay tabú, también hay huachafería latinoamericana, y se piensa que, como alguien ha escrito literatura, es superior o tiene un estatus más olímpico, menos mundano que los demás. Los ingenieros o abogados manejan varios tipos de redacción técnica y especializada que sirven para su rubro, y esos son usuarios normales, al igual que los heladeros, los usuarios de WhatsApp y todos los que tienen que escribir algún texto. Entre este tipo de escritura, desde el pósit que dejas en tu refrigeradora, hasta el informe que tienes que enviar a tus donantes, y el de la «provincia» de la literatura, hay un cambio de reglas, porque la literatura ya no tiene una función. A diferencia del pósit, que tiene una función: «Mami, guárdame el helado», la literatura, como cualquier tipo de arte, permite que la gente interprete lo que quiera, no tiene una utilidad práctica.
¿Qué se va a ver en el curso para que la tarea de escribir sea más sencilla?
Se busca animar a los estudiantes a organizar sus ideas en un esquema previo al texto. No tiene que ser una obra de arte, tiene que cumplir su cometido. Si lo que quieres hacer es el manual de una lavadora, no te tienes que esmerar mucho en el estilo o el lenguaje, pero sí con la presentación, porque lo que se quiere es paso uno, dos, tres y cuatro; si lo logras, está bien tu texto. También se recomienda, para un análisis o un artículo de opinión, tener cierta forma, una tónica, un orden lógico: comenzar con una hipótesis, alimentar con algunos ejemplos, contrastar y llegar a un final que deje el texto redondo. Lo que le digo a la gente en mis clases es que necesitan perder el miedo y empezar a escribir, y si ya lo saben hacer, porque hay mucha gente que llega sabiendo, tienen que afinar el ojo para la revisión y captar esos vicios que arrastran del periodismo, de la televisión o de las redes sociales. Pero la redacción no es complicada: si hablar no es complicado, escribir es simplemente aprender algunas habilidades especiales extras, pero no mucho más allá.
Dentro del programa de tus talleres y cursos, suele haber un repaso de las normas de ortografía y gramática. ¿Cuál es la función de esta revisión?
Redactar implica saber algunas normas de funcionamiento. Si ya se conocieran estas reglas, podría ser mucho más práctico y exigente, pero por lo general en nuestro medio la gente parece estar más enterada a otras cosas que a las normas de ortografía, y les deberían prestar atención; me parece que, últimamente, la gente se alimenta mucho de redes sociales, que normalmente tienen contenidos bastante breves, escritos en un estilo ágil que permita leer en un celular. Pero se lanzan a escribir sin saber algunas cosas súper básicas. Y no me refiero solo a cualquier usuario, basta simplemente con ver los tuits de Kenyi Fujimori o de Aldo Mariátegui.
Cuando se saben esas cosas básicas resulta más fácil concentrarse después en cómo escribir y organizar sus textos. Tengo la sensación de que algunas personas, cuando terminan el curso, han reforzado eso que no tenían claro, que eran las reglas; otros, que ya sabían las reglas, han reforzado la parte de la organización. Yo prefiero darle más peso a lo segundo. Lo que suelo hacer cuando empieza el curso es mandarles las reglas y les pido que las aprendan por su cuenta.