El 9 de noviembre de 1953 fallece uno de los máximos exponentes de la literatura británica. Exploró diversos géneros, debido a su pasión por la literatura y la creación. Bohemio y entregado al oficio creativo, la leyenda de Thomas perdura en nuestros días, como uno de los prodigios que aparecen al paso de un cometa.
A penas tenía cuatro años cuando empezó a recitar las líneas de Ricardo II de Shakespeare. Algunos pensarán que se trata de los dotes propios de la genialidad. En cambio, otros dirán que son los primeros atisbos del histrionismo. Lo cierto es que la trayectoria de Thomas no fue convencional.
Rebelde por naturaleza, eligió el oficio de periodista pese a la oposición de su padre, un escritor a quien el éxito le fue esquivo. De esta manera, el joven Dylan volcó sobre las páginas del South Wales Evening Post obituarios y críticas de arte que causaron gran polémica en la sociedad galesa de la época. Durante 18 meses, el periodismo aplacó sus inquietudes, más no así su sed. Y es que Thomas compensaba sus arduas jornadas visitando bares.
Cuando el periodismo colmó sus expectativas, optó por seguir el camino de la poesía. Si bien su pluma exploró los géneros del cuento y la crítica, se le reconoce más por su incursión en la lírica. A partir de 1933, empezó a publicar sus primeros poemas en el New English Weekly. Al año siguiente, sale publicado su primer poemario: Eighteen Poems, con el cual ganó un concurso organizado por The Sunday Referee.
Su poesía se caracteriza por poseer una musicalidad latente, así como un lirismo apasionado, rescatando lo mejor de la tradición poética inglesa. Pero también encontramos vestigios de tradiciones milenarias como la celta o la bíblica, lo que infunde un soplo de misticismo a sus versos. Muchos de poemas y prosas se basan en la experiencia del autor, así como en el sentido del placer y el disfrute a través del arte.
Se dice que el autor murió a causa de un derrame cerebral, debido a un presunto suicidio. Aunque muchos prefieren creer que el autor falleció de la misma manera que vivió: bebiendo. A 70 años de su muerte, quizás sea más exquisito continuar creyendo en esa última frase que entonó antes de fallecer: «He bebido 18 vasos de whisky. Creo que es todo un récord».